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PNL. Sistema auditivo (67)

Como continuación de los post 57 y  62 de PNL, te propongo la realización de un nuevo ejercicio que precisa también de la colaboración de otra persona.
Esta vez los ojos permanecerán abiertos y debes localizar un rincón donde no haya ningún tipo de ruido que os pueda interrumpir. Es importante el silencio. Pide a tu ayudante que escriba diez caracteres (con letras y números; puedes mostrarle un modelo anterior) en un papel evitando que puedas verle. Luego te sentarás en una silla y el colaborador se situará detrás de ti y te leerá pausadamente la secuencia completa. Una vez que haya acabado, repite lo que hayas oído. Si no has conseguido recordar la totalidad de los datos, podrá repetirla una vez más solamente.
Mientras que estás escuchando, deberás mantener los ojos abiertos y observar de qué modo has intentado recordar los datos. Quizá has creado imágenes de cada carácter, o has agrupado familias (por un lado las letras y por otro los números). También has podido mover la cabeza, las manos y el cuerpo con el fin de facilitarte el recuerdo. Otra posibilidad es que te hayas quedado quieto y hayas repetido la secuencia tal como te la han dicho, sin imágenes ni emoción alguna. Sólo la secuencia, como un sonido fresco que ha llenado tus oídos y has coreado sin más. En ningún momento se te ocurrió que podrías escribirlo, o que era necesario algún apoyo para ello. A la hora de decirlo sólo te ha interesado la secuencia, y no has prestado atención a tu acompañante, ni a tu imagen o apariencia.
Esto nos informa de que poseemos un mapa representacional auditivo; es decir: que los sonidos, el tono y la linealidad son los que marcan el modo particular de recordar las escenas del pasado y fijar las vivencias del presente.
PNL. Sistemas representacionales. El sistema auditivo (67)
El poseedor de este mapa, para explicar cosas que le han sucedido, o cuando describe situaciones, suele emplear verbos del tipo «preguntar», «discutir», «resonar», «escuchar», «proclamar», «acentuar»,  «decir», «sonar», «oír», «inquirir», «relatar», «sonsacar»… También le identificaremos con palabras como «acento», «silencio», «monótono», «monocorde», «sordo», «audición», «agudo», «armonioso», «timbre», «ritmo», «arrítmico»…
Los auditivos hacen construcciones tales como: «Estamos en la misma onda», «Dímelo alto y claro», «Es una forma de hablar», «Me suena a música celestial», «Cuando te hablo haces oídos sordos», «Me suena a chino», «Dar la nota», «Vivir en armonía»…
Además de por todo lo expuesto, podremos descubrir a un auditivo por su modo peculiar de hablar monótono, centrándose en sus palabras, procurando que el ritmo sea pausado, cuidando que el mensaje resulte claro, y que el oyente pueda repetir lo que ha oído sin dificultades. Para un auditivo es vital la trasmisión de los sonidos, hasta el punto de que parece que están leyendo una partitura musical. Si se saltan una nota, queda alterada la composición, y todo se torna diferente. No importa si es mejor o peor, ya no es la misma y el origen se ha perdido. El auditivo memoriza sonidos, y sólo cuando ha podido captar plenamente la vibración puede entender todo lo que hay detrás de cada palabra.
Para un auditivo los labios son una maquinaria imprescindible para emitir su composición musical, y difícilmente los humedece, a no ser que esté estresado.
Otro dato a tener en cuenta es que, cuando hablan en público, no observan lo que les rodea  ni sienten a los que les escuchan. Su atención está puesta en el silencio de los asistentes, o en sus sonidos si es un orador muy seguro de sí mismo. Si no es así, el auditivo, para no olvidar lo que quiere decir, sólo atenderá a su sonido interno. En su interior mantendrá guardada la música, la vibración, la armonía.
El auditivo cuida que su imagen armonice con el entorno en el que se encuentra. Aunque busca ser reconocido, es decir, que le miren, pocas veces le preocupa ser aceptado por los otros (y cuando decimos «aceptado» nos referimos a ser querido). Es por ello que muestran un rostro imperturbable. Los más tímidos se aíslan de los sonidos externos para no desbordarse con alguna emoción descontrolada.
Puesto que los auditivos piensan mediante sonidos, su respiración es bastante homogénea por todo el pecho. Con frecuencia producen pequeños movimientos rítmicos con el cuerpo, y el tono de su voz es claro, expresivo y nada sensual. Las personas auditivas suelen tener buena voz. El ritmo en su comunicación es intermedio; ni son rápidos como los visuales, ni tienen la cadencia de los kinestésicos. Son los que necesitan un «ajá», un «mmm», es decir, una comprobación auditiva que les dé una pista de que el otro está con ellos y les presta atención.
Los auditivos hilan el pensamiento de modo secuencial, explicando una idea detrás de otra. Hasta que no finalizan una no pueden saltar a otra. Suelen desesperar a los visuales, que son mucho más rápidos. Como contrapartida, el auditivo es más profundo que el visual, quien intenta abarcar muchas ideas a la vez, aunque no profundice habitualmente en ninguna.
Amén de todo ello, el sistema auditivo tiene un lenguaje no verbal con muy poco registros en sus manos, que casi no mueve. Una de sus acciones más característica es tocar objetos, con los que juguetea en todo momento. Cuando está en pie suele balancearse con el cuerpo, como si se acunara. Es un movimiento que le tranquiliza, e indica una pequeña inseguridad en sí mismo. Muy difícilmente el auditivo se toca su cuerpo mientras habla, y jamás se acaricia. Su gesto más habitual es juntar las manos delante o detrás de su cuerpo.
Su cabeza la deja caer a veces, como si estuviera escuchando, y luego la levanta como sorprendido. Hay momentos claves de su comunicación en los que parece que está ausente. Sus ojos van leyendo una «partitura» de izquierda a derecha, y a veces se detiene. En algunos casos parece que está repitiendo una lección.
Siguiendo con el espíritu práctico de los post de PNL, os proponemos repetir el ejercicio realizado en el post anterior:
Busca un rincón retirado para evitar las interrupciones. Es imprescindible desconectar el teléfono móvil. Ahora cierra los ojos y piensa en algo agradable. En una escena que te resulte grata. Examina cualquier sensación que tengas de ella, y define el modo en el que lo haces:
  • Mono o estéreo.
  • Palabras o sonidos.
  • Volumen (alto o bajo).
  • Tono (suave o duro).
  • Timbre (plenitud del sonido).
  • Localización del sonido.
  • Distancia de la fuente del sonido.
  • Continuidad o discontinuidad.
  • Claridad (claro o con interferencias).
Estas son las submodalidades que nos permiten profundizar un poco en este sistema representacional. Presta atención a tu recuerdo.  Un aspecto muy importante de las submodalidades es observar qué ocurre cuando las cambiamos.
Puede que también escuches una voz interior que te reprueba de vez en cuando. Ralentízala, acércala, intenta que vaya cambiando el tono. ¿Qué pasa cuando le cambias el volumen, el tono? Hablarse a uno mismo provoca cierto placer; sin embargo, esa voz puede que no sea la tuya. ¿Qué hace en tu cerebro?, ¿quién la ha puesto ahí?, ¿por qué no le dices que se vaya?, ¿por qué te recreas en ella?
La realidad de los mapas representacionales tiene su mayor evidencia durante la proyección de una película de suspense o terror. ¿Quién eres, el que se tapa los ojos y no soporta ver las escenas que te atemorizan, o aquel que sigue viendo las escenas y que sin embargo se tapa los oídos para no escuchar la música, ni los sonidos aterradores, o quizá el que se mueve incesantemente tocando todo su cuerpo, o agarrándose a alguien o a la silla, o mordiéndose las manos, mientras sigue mirando la escena y la escucha ávidamente? Estos comportamientos no difieren mucho de una escena de amor. En este caso están los que miran la escena extasiados, los que cierran los ojos y se deleitan guardando todos los sonidos en su corazón, y aquellos que más pareciera que la acción se estuviera reproduciendo en su butaca.
Para un auditivo lo importante es la cronología y el orden. Poseedores de una gran memoria sonora, pueden repetir la letra y las notas de una canción que han escuchado solamente una vez; no obstante, les cuesta mucho aplicarle un ritmo. El auditivo necesita incorporar el movimiento, y al mismo tiempo convencerse de que de esa manera no pierden el recuerdo.
En la próxima entrega seguiremos hablando de los mapas representacionales. Esperamos que sean de vuestro interés.
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Temperamentos. Pilares para la excelencia personal y profesional (66)

Como quedamos ayer, voy a haceros una lectura de cada temperamento, señalando cuáles de sus virtudes pueden llevarlo al éxito, y cuáles de sus defectos al fracaso.

El sanguíneo, por encima de cualquier cosa, necesita expresarse. Es primordial para él vivir su explosión, realizar sus ilusiones, ser el centro de atención de los grupos en los que participa, vivir cada experiencia con total alegría y excelente sentido del humor. Es el temperamento más extravertido, por ello adora integrarse con la gente en la calle, y con todo aquello que se mueve al aire libre. Se llena de todas las cosas que vienen de fuera. De este modo, se siente exitoso y pletórico. Es el mejor creador de climas agradables y distendidos, tan necesarios en estos tiempos, además de ser un actor nato, cualidad que explota cuando está en grupo. Es encomiable su capacidad de recuperarse, sin ningún rencor, de cualquier enfado suyo o ajeno. Su talento más preciado es la expresividad.

El sanguíneo, sin embargo, debe ser muy cuidadoso con su falta de respeto y de discreción, así como con su inmadurez reflexiva, que le lleva a explosiones incontroladas de carácter y de gula. Su debilidad más acusada es el descontrol de sus emociones.

Los  cuatro temperamentos. Los pilares de nuestra excelencia personal y profesional (66)

El flemático precisa que la vida sea muy agradable y quiere que siempre le resulte grata, para ello evita inmiscuirse en las actividades o en la vida de los demás, y procura no comprometerse con hazañas que no le interesan. El flemático difícilmente se enfada, pues posee una paciencia casi ilimitada, valor que le permite mostrarse  imperturbable cuando todo está agitado. Esta gran cualidad le confiere un perfil de trabajador meticuloso muy por encima de cualquier otro temperamento. La gente le resulta encantadora si no se entromete en sus intereses. Es aconsejable no olvidar que el flemático es introvertido aunque se muestre muy amable, y que le gusta preservar su intimidad. Los amigos y colaboradores profesionales le emplean para que medie en causas perdidas o difíciles. Su talento más valorado es la inmutabilidad.

El flemático debe cuidar su desinterés por las cosas que le rodean. Esto le lleva a un estado de desmotivación muy profundo, del que en ocasiones no es capaz de evadirse. Además, para defender su comodidad reprime emociones que expresadas serían un gran canal de crecimiento profesional y artístico. Su desinterés por los demás a veces es excesivo, pues le cuesta mucho implicarse y servir de apoyo. Su debilidad más clara es la desmotivación.

El colérico define su vida desde las acciones concretas y los propósitos que se marca. Su don más preciado es el reconocimiento inmediato de todas las oportunidades que la vida le presenta, sobre las que actúa de modo muy práctico y preciso. Cuando está en grupo aporta ideas y planes de continuo. Gracias a su liderazgo natural, decide rápido sobre cualquier asunto que le interese, y lucha hasta que lo consigue sin desfallecer, pues la constancia es otra de sus grandes virtudes. Puede realizar varias funciones a la vez sin sentirse atosigado por ello. Y es que al colérico le hace feliz tener varios frentes abiertos para sentirse muy útil. Uno de sus valores es su extraversión. Su talento más sobresaliente es su actividad a pleno rendimiento y multifuncional.

El colérico tiene dificultades para delimitar sus errores, que difícilmente reconoce. Es más, tiende a culpar a los otros. A esto se suma su predisposición a hacer sin tener en cuenta los errores. Quizá sea su avaricia de éxito lo que debe mejorar de su personalidad. Su debilidad más notoria es la falta de aprecio por las personas de las que no puede conseguir algo.

El melancólico, amén de su capacidad para realizar sus trabajos con gran precisión, tiene un talento natural para el análisis y la ampliación  del pensamiento, lo que le hace ser un gran observador de todo lo que le rodea. Su alma es muy esforzada, con una elevada tendencia hacia el servicio y el sacrificio por la comunidad. Es activo en la escucha, y desarrolla cualidades de atención que no tiene ningún otro temperamento. En la amistad es un amigo fiel, y lleva su fidelidad a través del tiempo. El melancólico recuerda a sus amistades «eternamente». Es el temperamento con mayor profundidad para las relaciones por la relevancia que ve en todas ellas. El melancólico tiene una vena mística que aviva a lo largo de su vida con la búsqueda de respuestas trascendentes. Es delicado con la intimidad de los demás por su condición de introvertido que a veces puede ser muy exagerada. El melancólico lleva a profundidades insondables su revisión de los aspectos de la realidad. Su talento más notable es su entrega al prójimo olvidándose de si mismos.

El melancólico debe cuidar mucho su tendencia a ver las dificultades en lugar de los posibles logros. Esto le convierte en agorero y le lleva a estados anímicos muy inestables, por no hablar de su amor exacerbado a su intimidad y a la soledad. Su debilidad más importante es la minuciosidad que despliega para analizar todo lo negativo.

Estos son los puntos clave de cada temperamento, que nos permiten definir sólo nuestra preferencia, y en ningún caso la personalidad completa. Para ello se necesita un trabajo más exhaustivo, y desde este espacio procuraremos dar las herramientas para que vayamos progresando en nuestro autoconocimiento. La información que hasta ahora hemos ofrecido es una base para iniciar el camino de detección de nuestro pilar interior, sobre el que se cimentará el resto de nuestros valores.

El ejercicio que haremos ahora es el siguiente:

Toma un papel y puntúa del 1 a 10 cada uno de los valores y contravalores definidos como el más singular de cada temperamento. El que tenga más puntuación será el preferente tuyo. Para aquellos que no tengáis una preferencia definida, debéis hacer el trabajo con la totalidad de los valores que se expresan, y al final encontraréis cuál es el que os define con mayor exactitud. El ejercicio se hace con los valores, y no con las debilidades.

Ejemplo imaginario:

Sanguíneo: Mi nivel de expresividad y extraversión: 4
Flemático: Mi capacidad de inmutabilidad: 5
Colérico: Soy activo y elevo mi rendimiento permanente: 9
Melancólico: Mente analítica y pensamiento profundo: 1

Resultado: Preferencia Colérico. Esta persona tiene su diamante en su actividad y rendimiento permanente. Cada vez que quiera realizar un cambio deberá poner su atención en esta gran cualidad “de acción y rendimiento permanente”. En ningún caso se fijará en las cosas que le faltan de los otros temperamentos.

Los que no hayáis encontrado ninguno, puede ser que estéis muy armonizados entre los cuatro, y seguramente tenéis muchos elementos de todos.

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Temperamentos. Pilares para la excelencia personal y profesional. (65)

Durante estas semanas hemos ofrecido información sobre los cuatro temperamentos de Hipócrates y Galeno, y hemos disfrutado de todos los matices de cada uno de ellos. Hemos conversado con el expresivo sanguíneo (46), respetado al paciente flemático (51), estuvimos trabajando con el activo colérico (56) y, por último, escuchamos a nuestro analítico y profundo melancólico (61).

De todos los post (65 hasta el momento), estos han sido los que más comentarios han provocado, a la vez que han recibido el mayor número de visitas a nuestro blog. El melancólico ha superado a todos con 365 entradas, y con 43 comentarios vuestros y 14 respuestas mías. Estoy muy emocionada por ello. Considero que tiene un significado positivo hacia el trabajo realizado, además de llevar implícita una necesidad de autoconocimiento y transformación de cada uno de los que participamos en este espacio.

Los cuatro temperamentos. Los pilares de nuestra excelencia personal y profesional. Parte I (66)

El sentido del descubrimiento personal sólo puede estar motivado y sustentado por el deseo de promover y potenciar todo lo que de extraordinario hay en cada uno de nosotros para, desde ese lugar de fuerza, posicionarnos en la parilla de salida con las ideas muy claras de hacia dónde queremos ir, qué queremos conseguir y con qué medios contamos para ello. Muy fútil sería el esfuerzo si, colocados en el principio de la carrera, desconociéramos qué buscamos, quiénes somos y cuáles son nuestras grandes habilidades y talentos para lograr el éxito.

Se trata de descubrirse para dignificarse con lo que uno es. De percibirnos con un potencial único para ayudar a nuestra voluntad a generar hábitos de excelencia desde los que afrontar las adversidades  como si fueran oportunidades. Además, saber con qué contamos nos compromete con la gestión de nuestros dones para llegar a la meta. Y es que de lo que se trata es de liderar nuestra vida.

Conocerse en ningún caso puede ser dolerse de ser quienes somos y resquebrajar nuestras fuerzas por el miedo al camino. No importa si nuestro temperamento es más sanguíneo o más colérico, ni si tenemos la mayoría de las cualidades del flemático o, por el contrario, nos hemos descubierto como melancólicos. Porque, sea como sea, ese es nuestro contingente, es decir, el pilar sobre el que nos apoyamos para seguir adelante. Sobre dicho pilar crecerá nuestro carácter, parte mutable sobre la que podremos trabajar día a día hasta lograr unos buenos resultados.

Muchos de vuestros comentarios han mostrado una predisposición a rechazar vuestra preferencia, o a mirar el lado negativo de la misma, olvidando, posiblemente porque yo no he sido clara, que el temperamento preferente es el diamante que todos llevamos dentro, y que cuando se desconoce, en lugar de una piedra preciosa se convierte en un enemigo.

Cada temperamento nos ha presentado su cara fortalecedora y sus debilidades, y es en este conocimiento donde está nuestra mayor riqueza. Una riqueza que nos aproxima al éxito y a la excelencia personal. El talento del hombre está en aprovechar todo su potencial y abrirse a conocer y descubrir nuevas posibilidades. No debería pues  sentirse quejumbroso por sus debilidades y recrearse en ellas. Poco o nada podemos hacer con aquello que es inherente a nuestra personalidad y que llevamos en nuestra maleta para que el viaje resulte más entretenido, más saludable y, sobre todo, más real.

El introvertido lo seguirá siendo aunque con su trabajo personal resuelva varios de sus elementos negativos, tales como el ostracismo y el excesivo retraimiento en su espacio. Si el introvertido reconoce que su potencial está en su energía interior, en el conocimiento de sí mismo, y eso lo extrapola a todas las funciones de su vida, podrá apoyarse en dicho conocimiento para ir al encuentro de lo que le rodea, en lugar de transformarlo en un impedimento vital. Ahora bien, si niega esa cualidad porque cree que es mejor ser extravertido, entonces tendrá un grave problema. La aceptación de esta cualidad le aproximará a aprender de ciertos comportamientos extravertidos, mientras que la negativa le encerrará aún más en sí mismo.

Este mismo ejemplo podemos aplicarlo a cualquiera de los temperamentos. Mañana continuaremos con un estudio más detallado de cada uno de ellos desde sus fortalezas y debilidades, así como con alguna indicación de cómo diagnosticar nuestra preferencia más sobresaliente.

Esperamos continuar a vuestro lado todo el tiempo en este cálido e interesante mes de agosto. Gracias por vuestra atención. Hasta mañana.

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Niño obediente. Escucha activa (64)

«Hola, me dirijo a este foro en busca de ayuda… porque ya estoy desesperada… tengo una niña de 4 años, que no obedece nada… ni si la castigo (castigos adecuados a su edad, tipo no ves dibujos, ni pelis, no coloreas, no juguetes, en la sillita de pensar diez minutitos… etc…), ni si la premio si hace algo bien… con nada obedece… es más le digo de castigarla sin dibujitos y dice que le da igual… pero con dibujos y cualquier cosa… le da igual de todo!!!!… o sea que no se qué hacer… me podéis dar algún consejo por favor algún método que os haya ido bien????»
(Foro de Psicología de los niños)
Pocos de nosotros conocemos que el término obedecer viene del latín Ob audire, que significa «saber escuchar». La obediencia exige un primer momento de escucha atenta, que conduce a la acción. Este proceso puede surgir de una aceptación profunda e interna, o estar provocado por una llamada del exterior. En ambos casos se responde activamente.
Mi pretensión en este post es aproximarnos a los significados sobre la obediencia más válidos, más accesibles y de más rápido aprendizaje. También me gustaría que pudiéramos simplificar y relativizar la importancia de la obediencia en aras de centrarnos en el estudio e importancia de la escucha atenta en los niños y en los adultos.
La mayoría de los padres, igual que sucede en el caso ejemplificado más arriba, buscan que sus hijos les obedezcan empleando múltiples recursos sin comprender, y en muchos casos sin pensar siquiera, que es imposible la obediencia si previamente el hijo no ha entendido qué se le pide, cómo realizarlo y para qué sirve la exigencia. Recordemos también el post 38 (titulado «El primer pilar de la educación. La enseñanza a través de los hábitos»), donde los padres debían incorporar disciplinas que ayudasen a los niños a confiar en sus propias fuerzas y a desarrollar hábitos que permanecieran en el tiempo.
El niño obediente. Un ejercicio de escucha activa (64)
«Haz esto porque te lo mando yo» es una abstracción imposible para cualquier persona, pero mucho más cuando nos dirigimos a niños o jóvenes de cualquier edad. Antes de plantearnos cómo lograr su obediencia, debemos comprender que subordinar la voluntad de alguien, niño o adulto, requiere la anulación de sus deseos para acatar algo que no le seduce. A priori, parece descabellado que esto pueda originarse de forma natural.
Imaginémonos que un profesional pide a un padre que su hijo no ingiera dulces. En la mayoría de los casos que conozco, la respuesta es de imposibilidad, y acaban preguntando: «y eso, ¿cómo lo consigo?». Hay un desaliento explícito y grandes dudas sobre el respeto y docilidad de sus hijos hacia esta prohibición. Sin embargo, cuando el mismo profesional informa que el niño tiene propensión a la diabetes, el panorama varía notablemente, y el acatamiento es casi instantáneo.
La diferencia entre el primer caso y el segundo radica en el conocimiento de los hechos y la trascendencia sobre la salud del niño. Los padres en estos casos encuentran recursos para ejercer su autoridad y conseguir la docilidad de sus hijos, así como el acato a las normas en la mayoría de los casos. Es más, el niño, consciente de la importancia, sigue las directrices estrictas e informa de su situación allí donde va.
¿Podríamos decir entonces que los padres conocen los recursos para ejercer la autoridad? Y si es así, ¿por qué sólo la ejercitan ante situaciones límites? Lo común es que los miembros de una familia opten por debilitar su autoridad ante los niños y no perseverar en sus criterios. La confrontación que los menores ejercitan contra su fortaleza les desgasta y prefieren claudicar.
Los críos son hábiles observadores y requieren una coherencia en los actos y los mensajes que muy pocos padres están dispuestos a soportar. Cabe recordar aquí que los niños aprenden desde las imágenes, a través de los sonidos de la voz y de cada uno de los cinco sentidos, que agudizan al máximo. Su crecimiento depende del desarrollo adecuado de sus sensaciones antes que de cualquier otra cuestión.
Habitualmente, los niños son espectadores de grandes contradicciones. Los progenitores cambian de idea según el momento en el que se encuentran, independientemente de lo que es aconsejable o no para los hijos. En muchos casos, ambos padres no coinciden en el planeamiento educativo, y lo explicitan sin recato delante de ellos. Los pequeños son muy hábiles en aprovechar estas divergencias para su «beneficio», y explotan esta disonancia para romper la autoridad y trasgredir las órdenes.
La obediencia exige un alto nivel de compromiso por parte de aquellos que deciden. Las prohibiciones deben ir acompañadas por la coherencia; lo que hoy es correcto debe seguir siéndolo mañana, y viceversa. Del mismo modo, las directrices deben ser consensuadas por ambos padres para erradicar los conflictos de autoridad. Si las concepciones educativas difieren entre los «gestores», estos deben plantearse qué deben resolver y cómo, y en ningún caso debatirlas en presencia de los menores.
Si retomamos nuestro concepto de obediencia, deberemos centrarnos en la escucha, y la primera escucha activa que un niño observa es la que se proviene del vínculo de sus padres. Si el menor detecta que hay fisuras en la autoridad de un padre con el otro, o que hay incompatibilidades entre la visión de cada uno, manifestará rebeldía, que no es otra cosa que una búsqueda de armonía interior.
Si el problema es familiar, ¿cómo se debe proceder para que el niño obedezca? Primeramente, hay que valorar cada palabra que se le trasmite y asegurarse de que el niño ha entendido qué se le está requiriendo; después, comprobar si tiene la capacidad para realizarlo, y por último, si entiende cuáles son las consecuencias positivas y negativas de su comportamiento. Además, las órdenes se transmitirán una sola vez con instrucciones simples y comprobando que sabe cómo hacerlo. En el caso de que la orden sea una prohibición, conviene explicar el por qué de ella, siendo claros, asertivos, concretos, formales y resueltos.

El niño obediente es el resultado de escuchar, y para ello hay que cuidar qué decirle y cómo decírselo. Recordar nuestra infancia nos ayudará a todos bastante.

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Nuestra amistad. Una amistad sin Yoes (63)

La narración escrita más antigua de la historia sobre la amistad es el poema de Gilgamesh, con escritura cuneiforme y preservada en 12 tablillas de arcilla, que data del año 1.300 a.C. El poema cuenta las aventuras del rey Gilgamesh, también conocido como Istubar, y su amigo Enkidu. Una relación de amistad entre un semidios y un mortal.

El origen etimológico de la palabra «amistad» no ha podido ser determinado con exactitud. Hay quienes afirman que proviene del latín amicus («amigo»), que a su vez derivó de amore («amar»). Otros dicen que viene de animi («alma») y custos («custodia»), o sea: el «guardián del alma». Sin embargo, otros estudiosos afirman que amigo es un vocablo griego compuesto por a («sin») y ego («yo»), por lo que vendría a significar algo así como «sin mi yo».

Nuestra amistad. Una amistad sin Yoes (63)

Nuestra amistad. La amistad que mantenemos los más de 192 firmantes es única. Llena un escenario diferente que no está contemplado, y a la vez se contiene dentro de todas las acepciones que conozco hasta ahora.

No hay palabra que nos ubique, que nos relacione, que nos signifique. Día a día noto que el amigo, el amor, el alma, la custodia, el «sin mi yo»,  rebosan, y algo más grandioso nos distingue y nos hace únicos, verdaderos e incognoscibles.

Nuestros encuentros simbolizan la atemporalidad, la universalidad, la multidiversidad, la singularidad.  Todo ello es nada y se convierte en todo. Cada día el amigo es uno nuevo, los espacios más ilimitados, las cuestiones más interesantes y profundas. Es una magnificencia  de conocimiento y de entrega ante la que sólo queda decir gracias.

Habéis conformado una estructura sólida y compacta con los más de 1118 comentarios que hemos compartido, con cientos de significados que hay detrás de cada una de vuestras observaciones. Cada palabra encierra otra que no se dice, que se almacena para que aflore en el nuevo y oportuno momento. Atrás han quedado los silencios «hablados» de los primeros días, cuando aún éramos balbucientes conocidos que medíamos nuestras expresiones un poco por timidez y otro mucho por miedo a ser inoportunos.

Creo que somos amigos un poco como decía Richard Bach: «Nuestra amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo». Vamos mucho más allá que eso, porque nuestra relación recorre ámbitos más complejos que la no dependencia del propio espacio, o el tic tac de un reloj que nos someta a su paso lento. Estamos siempre. A cualquier hora. Todos podemos recurrir a leernos, a repasarnos, a repetirnos. Y sentimos lo que decía Miguel de Unamuno: «Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da». Así ocurre cuando un nuevo comentarista se suma a nosotros, y nos enriquece y nos perfecciona en nuestro modo especial de comprendernos.

Nos descubrimos a través de nuestras lecturas. Es infinito todo lo que nos damos. Sé que estamos en este viaje de procurar crecer un poco más cada día, y que las reflexiones que nos planteamos nos alimentan.

Aristóteles decía que una amistad es un alma en dos cuerpos. Nosotros hemos ampliado esta visión a miles de cuerpos, que no son tangibles, sino que se transcienden. Y ahí he encontrado el sentido a esta amistad única. Somos amigos sin fronteras, sin cuerpos, sin verdades ni mentiras. Somos lo que anhelamos ser, y por encima de todo somos  lo que siempre hemos querido ser. Amigos y libres.

Hemos creado un nuevo concepto de amistad «sin mi yo», «sin tu yo», «sin el yo de ninguno». Nuestra amistad es sin «yoes».

«La amistad es el amor sin alas.»
Lord Byron.

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PNL. Sistema kinestésico (62)

Como continuación del post 57 de PNL, os propongo la realización de un nuevo ejercicio que precisa la colaboración de otra persona.
Cerrad los ojos y tapadlos con un pañuelo, de forma que no veáis absolutamente nada. Extended la palma de la mano. Sobre ella, vuestro ayudante dibujará con el dedo una secuencia de caracteres, que no os habrá dicho ni habréis visto escrita. Por ejemplo:
L R G B V 7 P 5 W 4
Vuestro colaborador deberá repetir la secuencia hasta un máximo de dos veces. Luego, sin quitaros el pañuelo y manteniendo los ojos cerrados, os pondrá un bolígrafo en la mano, y en un papel en blanco deberéis reproducir la secuencia.
Es probable que muchos hayáis visualizado los caracteres mientras os los marcaban en la mano. Otros los habréis repetido mentalmente: «esta es la L…, esta la R 9…, esta la G…».
Otros habréis sentido el roce de los dedos sobre vuestra palma, y la sensación habrá supuesto una evocación de otras caricias, o quizá habrán aparecido una especie de cosquillas que os habrán alejado del ejercicio. Para algunos habrá sido casi imposible escribir la secuencia ordenada, porque la sensación de una letra ha casi borrado la de las otras. Habrá quien, a la mitad del ejercicio, tenía la mente en otro sitio, retornando casi al final. También estará el que haya escrito la secuencia dejándose llevar solamente por la sensación, sin evocar números o leerlos en su mente, logrando repetirla con éxito.
Este ejercicio emplea el sentido del tacto (también podéis diseñar uno en el que se impliquen los del gusto y el olfato), y quienes en lugar de visualizar o repetir en su cabeza las letras se haya dejado llevar por las sensaciones, poseen de manera preferente este sistema kinestésico o sensorial del que hablamos en el post. 24.
Cualquiera de estos casos nos informa de que estamos ante un mapa representacional kinestésico; es decir: que las sensaciones, emociones y sentimientos son las que marcan el modo particular de recordar las escenas del pasado y fijan las vivencias del presente.
PNL. Sistemas representacionales. El sistema kinestésico (62)
¿Estás de acuerdo con esta frase de El Principito: «He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos»? Si es así, este es tu sistema representacional.
Para explicar cosas que le han sucedido, o cuando describe situaciones, el poseedor de este mapa suele emplear verbos del tipo «sentir», «tocar», «sufrir», «acariciar», «rozar», «empujar», «sostener»… También le podemos identificar con palabras como «contacto», «sólido», «cálido», «templado», «concreto», «suave», «pesadez», «presión», «tangible», «intangible»… El kinestésico hace construcciones tales como: «Lo siento en el alma», «Tengo la piel de gallina», «Suave como un guante», «Estoy hecho polvo», «Seguiremos en contacto», «La vida me empuja».
Además de por todo lo expuesto, podemos descubrir a un kinestésico por su modo peculiar de hablar suave, recreándose en sus palabras y modulando la voz. Es sensual y cálido. Necesita sentir sus labios jugosos y frescos. Hace de su voz el medio para atraer a los demás. Una cualidad sobresaliente de este mapa es su necesidad de ser aceptado, que evidencia a través de sus movimientos. Cuando inicia su comunicación con los demás, lo primero que hará es acariciarse el cuerpo, colocarse la ropa, y buscar, de forma inconsciente, el lado más atractivo de su imagen.
Amén de todo ello, quien posee un sistema kinestésico tiene un lenguaje no verbal con muchos registros en sus manos, que ondeará casi constantemente. Una de sus acciones más característica es girar las manos  sobre sí mismas, o aletearlas hacia los lados como si de una representación de baile se tratara. Las piernas las mueve al son de sus palabras, y juega con su cuerpo para relajar la tensión que le provocan las relaciones con los demás.
Si observamos el ritmo respiratorio, podemos decir que el kinestésico se caracteriza por una respiración profunda que arranca desde el estómago, acompañada muchas veces por una relajación muscular. La cabeza tenderá a colocarla a la altura del otro, a excepción de que se sienta retado. En ese instante levantará su mentón y fijará su mirada herida. En sus ojos dejará entrever un poco de enfado y un mucho de tensión, puesto que se siente en evidencia.
Otra tendencia no verbal de una persona kinestésica es colocar sus manos en el corazón o en el abdomen cuando algo le emociona. Es su modo de representar lo mucho que le sensibiliza ese tema, esa situación, esa imagen…
Siguiendo con el espíritu práctico de los post de PNL, os proponemos repetir el ejercicio realizado en el post anterior:
Busca un rincón retirado para evitar las interrupciones. Es imprescindible desconectar el teléfono móvil. Ahora cierra los ojos y piensa en algo agradable. En una escena que te resulte grata. Examina cualquier sensación que tengas de ella, y define el modo en el que lo haces:
  • Localización.
  • Intensidad.
  • Presión (fuerte o débil).
  • Extensión (tamaño).
  • Textura (áspera o suave).
  • Peso.
  • Temperatura.
  • ¿Cuánto dura?
  • Forma.
Estas son las submodalidades que nos permiten profundizar un poco en este sistema representacional. Presta atención a tu recuerdo: ¿dónde lo sientes?, ¿es leve o intenso?, ¿pesado o ligero?, ¿cálido o frío? Un aspecto muy importante de las submodalidades es observar qué ocurre cuando las cambiamos. Algunas de ellas se mantienen sin cambios significativos; sin embargo, hay otras que son cruciales para nuestro recuerdo concreto, y modificarlas significa variar por completo lo que sentimos por ese recuerdo. Esto nos lleva a deducir que el impacto y significado de un recuerdo o pensamiento está más en función de unas pocas submodalidades críticas que del contenido propiamente dicho.
El poseedor de este mapa kinestésico está conducido por su mundo emocional, y su discurso es coherente con esa forma de sentir el universo. La comunicación tiende a ser anárquica, y no se mantiene necesariamente alrededor del tema planteado a priori. Sus saltos y movimientos de un plano a otro van conducidos por sensaciones, donde la lógica no suele ser la guía. Son las impresiones y todo aquello que le sensibiliza el motor de todo su cosmos. Quien experimenta la realidad a través de este mapa profundiza en los sentidos y hace de las sensaciones su motivo de vida. Lo único que debe tener en cuenta es que su percepción de las cosas suele estar un poco distorsionada por el afán de ser querido o aceptado.
Para un kinestésico es importante el respeto a su «sentir» y a su percepción de lo externo, tan lleno de sensaciones.
Revisemos todos esos momentos que hemos sentido como malos, pues quizá hayan estado acompañados de olores, contactos o sabores que nos hirieron, alterando nuestra percepción. Es más que probable que en realidad todo ocurriera de una forma distinta, y que nuestra percepción esté distorsionando la realidad.
En la próxima entrega seguiremos hablando de los mapas representacionales. Esperamos que sean de vuestro interés.
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Temperamento melancólico (61)

Ha llegado el momento de descubrirse. Hemos estado arropados durante estas semanas detrás de nuestros amigos sanguíneos, flemáticos y coléricos, y entre tanto disfrutábamos de un pequeño desconocimiento sobre nosotros mismos. Nuestro amigo de hoy es el analista, y por ello nos conducirá por lugares mucho más claros y más precisos. A este temperamento le parece muy interesante la vida, siempre y cuando pueda encontrar respuestas del por qué y para qué de todo aquello que sucede a su alrededor.
El temperamento melancólico es el más rico y el de mayor registros de los cuatro; es talentoso, perfeccionista, abnegado y muchas cosas más que iremos viendo. Además, el melancólico es por excelencia el más analítico de todos. Es decir: su mayor valor es su capacidad para diagnosticar acertadamente los obstáculos y los riesgos de los proyectos en los que participa.
Gestionar lo imperfecto de uno mismo. El temperamento melancólico (61)
Para realizar esta función analítica, el melancólico indaga en lo más recóndito de sus recuerdos, y para ello desmenuza cada situación a niveles insospechados e incomprensibles para otros. Su facultad para rememorar instantes pasados, de hace mucho tiempo, es asombrosa, no sólo porque descorre velos que parecían impenetrables, sino porque además su pensamiento sobre los hechos es profundo, elude la superficialidad (que aborrece) y va relatando las experiencias con todo lujo de detalles que recogen la máxima información posible sobre una situación.
Para saber si eres melancólico debes preguntarte: ¿buscas la perfección en todo lo que haces y en los demás?, ¿tu mayor afán es contribuir y estar al servicio de los otros porque tienes un alma esforzada que está dispuesta al sacrificio personal en aras del bienestar social?, ¿eres un gran observador con alto nivel de escucha activa? Seguramente hay muchos grados para estas respuestas y estés meditando sobre cuánto te compromete reconocerte en alguna de ellas. Esto también te define como melancólico: la dificultad para tomar decisiones sobre ti y tus competencias. Esta incertidumbre es una de tus grandes parálisis, que te imposibilita avanzar todo lo que podrías.
Los puntos expuestos son los más prominentes de un temperamento melancólico, y si los cumples podríamos decir que tu identidad temperamental es preferentemente melancólica. ¿Eres de este tipo?
Si es así, tienes como sello ser un amigo fiel, si bien tu facilidad para hacerte amigos es muy baja, aunque en ningún caso abandonas a alguien cuando esperan tu respaldo o protección. No olvides que puedes ejercer cualquier profesión, siempre que tenga un sentido humanitario. Esa humanidad es la que hace perdonables algunos de tus grandes defectos o debilidades, como la visión negativa sobre el mundo, que te impele al pesimismo y te arrastra a la crítica.
Estos puntos oscuros en tu temperamento melancólico originan que en los nuevos proyectos encuentres primero las dificultades que los posibles logros. La mente analítica te abduce y comienzas a visionar previamente los problemas, para luego ilusionarte con los beneficios de la idea. Cuando has superado esta primera fase derrotista, tu posición ante el proyecto no es muy activa, porque prefieres mantenerte al resguardo de la celeridad, que te ofende, ya que consideras que se pierden detalles.
Es conveniente que no olvides tu tendencia a plantear novedosos proyectos, aunque sin participar en su desarrollo y realización. Los melancólicos necesitáis asociaros a otros temperamentos para paliar vuestra vena nada práctica.
Otro aspecto de mejora es la tendencia a esperar que la gente acuda a ti, esforzándote poco o nada en producir tú el acercamiento. El problema no está en si te gusta la gente, que te agrada, sino en que tienes una doble necesidad: primero que te acepten, y después que te dejen solo.
Detrás de cada melancólico hay escondida alguna experiencia dolorosa que les lleva a rehusar a la gente porque ven en ellos oscuras intenciones, que en muchos casos acaban siendo ciertas. Es difícil que las relaciones que mantiene no acaben cumpliendo la premonición de que «te pueden fallar». Este es un pensamiento reiterativo de un melancólico: «Si alguien se acerca es porque busca algo de mí».
Si concibes por un instante que alguien demanda tu compañía y desea estar muy próximo a ti, generarás un conflicto para evitarlo. Eres muy susceptible a las relaciones, y pueden ofenderte con sólo mirarte. Tus vaivenes de ánimo son insoportables, no sólo para ti, sino para todos los que te rodean, puesto que puedes llegar a ser irrazonable
Tienes un potente cerebro que funciona dependiendo de tu estado anímico, que como hemos visto es un poco inestable. Cuando estás optimista (pocas veces) el mundo gira alrededor de tus ideas y tus grandes conceptos creativos, si bien cuando vives alentado por el rencor, el miedo y la tristeza, te encierras en un rincón y esperas a que se pare el tiempo.
Esta línea de pensamiento melancólico y negativo hace que muchas de las decisiones que tomas sean poco realistas. Los grandes picos y valles de tu temperamento hará que a veces pienses que eres un sanguíneo, transportado a grandes alturas, y otras que vayas por el mundo como un alma en pena. O aprendes a controlarte, o a medida que vayan pasando los años irán aumentando los momentos de insatisfacción, amargura y depresión.
Todos estos matices podemos definirlos en cuatro escalas principales, que dan una información muy rica a la hora de aproximarnos a un conocimiento más profundo de los comportamientos del temperamento melancólico en diferentes momentos y ante diversas situaciones:
  • En qué centras tu atención: eres el más introvertido de todos los temperamentos. Tiendes a mirar tu mundo interior, en el que te recreas.
  • Cómo accedes a la información: casi siempre de manera intuitiva. Tiendes a centrarte en tu imaginación y en el mundo poco práctico del que participa. Ves los datos desde sí mismos, no desde los sentidos.
  • En qué basas tus decisiones: eres muy dado al análisis, aunque este tiende a ser destructivo y negativo, lo que hace que tus decisiones no sean muy realistas.
  • Cómo tratas al mundo que te rodea: desde el juicio y el análisis. La exigencia y la valoración es tu forma más común de relacionarte.
Eres un idealista que a veces tiende a ser poco práctico y muy teórico. Te convendría someter tus proyectos a la prueba de la viabilidad, así como asociarte con personas de otro temperamento que te complementen.
Sed amables y compartir vuestras opiniones para que podamos saber si os identificáis con esta descripción de los temperamentos. Nos ayudará conocer los puntos en los que estáis de acuerdo y en los que no.
Bibliografía:
Descripciones de la melancolía y sus síntomas pueden encontrarse desde la Antigüedad. «Si el miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía», escribía Hipócrates.
La famosa medicina árabe medieval tiene un libro dedicado exclusivamente a este trastorno: Tratado de melancolía (Maqâla fî âl-Malîhûliyâ).
1621. Anatomía de la melancolía, de Robert Buton. Ensayo médico y filosófico en el que se resumen los conocimientos y hábitos del temperamento melancólico hasta la fecha.
Duelo y melancolía, de Sigmund Freud.
La melancolía, de H. Tellenbach
Oda a la Melancolía (poema de John Keats)
A los amantes del arte (que suelen ser melancólicos) os recomiendo el estudio de un grabado de Alberto Durero titulado Melancolía (en la foto). Ha sido objeto de más interpretaciones modernas que casi cualquier otra imagen en arte, incluyendo un libro en dos volúmenes de Peter-Klaus Schuster, y una discusión muy influyente en la monografía sobre Durero de Erwin Panofsky.
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Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (60)

En el post 55 hablábamos de los aminoácidos que participan en la estructura de las proteínas. Los aminoácidos codificados por el genoma son 20; de estos aminoácidos, 10 se sintetizan en el cuerpo, y los otros 10, llamados esenciales, sólo se aportan a través de la alimentación. También recordábamos que las proteínas están conectadas a los estados de tristeza y depresión. Siguiendo este hilo conductor, vamos a ampliar las conexiones entre las proteínas y la alimentación emocional, principalmente los nexos entre los aminoácidos esenciales y las indicadas emociones.
Si bien la tristeza y la depresión son emociones que aparecen raramente en el tiempo estival, resurgen, y con cierta intensidad, al final de un ciclo vacacional y a la vuelta al trabajo. Las estadísticas apuntan a que después de las vacaciones estivales aparecen sintomatologías de desánimo y desesperanza en un número elevado de personas que no logran adaptarse al retorno, tanto a nivel laboral como personal. En algunos casos, se precisa de una medicación antidepresiva con el fin de facilitar esta acomodación al cambio.
Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (60)
También se han detectado un alto porcentaje de parejas con dificultades tras haber compartido un largo tiempo de ocio. Se estima que estas conflictos están originados por diferencias ostensibles en la entrega, el grado de compromiso, la adecuación a los ritmos familiares, así como por el (a veces imposible) consenso en el reparto de labores que exigen sacrificio y saber trabajar en equipo. Para que todo ello funcione es imprescindible cierto acoplamiento que reduzca las discrepancias, que en algunos casos son irresolubles. Las causas más frecuentes de estas crisis son las tensiones y la baja adaptabilidad a la frustración.
Podríamos argumentar que en verano se tiende a la superficialidad y a la vida cómoda, ajena a cierto tipo de responsabilidades. Cuando estas surgen, o bien se huye, rompiendo el compromiso, o bien se opta por la vía de la evasión a través de ciertas substancias como los tranquilizantes o los ansiolíticos.
Algunos de mis amigos defienden la tesis de que nuestras mentes están afectadas por el epicureísmo (Epicuro es el filósofo que pregonaba la necesidad del hombre de experimentar el placer y de conocer los límites para ello), y que el deseo de hedonismo impide analizar lo correcto y lo menos correcto. En este contexto, las vacaciones se convierten en el caldo de cultivo ideal para romper las rutinas y hábitos de todo el año, incluso cuando se trata de rutinas y hábitos saludables. Las disculpas para ello son múltiples, y subyace la determinación de cuidarse cuando se retome la vida ordinaria, a pesar de que año tras año se ha ido comprobando la dificultad para retornar a las «buenas costumbres».
Ahora bien, dentro de los planteamientos que hemos realizado al comenzar este post, pensamos que la falta de aminoácidos esenciales aboca a vivir emociones desbordadas, hecho que puede producirse por una deficiente alimentación o por la mala absorción de nutrientes a causa de ciertas substancias ingeridas: alcohol, tabaco, dulces, helados, drogas, excesiva exposición al sol, etc. Y esta deficiente asimilación provoca una escasez proteínica con el consiguiente deterioro para la salud.
El triptófano es el aminoácido que tiene mucho que ver con todos estos desajustes que se provocan en las fechas veraniegas. Una insuficiencia de este aminoácido origina los daños colaterales de muchos de los procesos disfuncionales del postverano.
La función principal del triptófano es normalizar los niveles adecuados de la serotonina, que es el neurotransmisor cerebral encargado de equilibrar, entre otros factores, el sueño, la ansiedad, y el estrés. La serotonina es precursora de la hormona melatonina, vital para el ciclo vigilia / sueño.
El triptófano es también, en su unión con la serotonina, un equilibrador del apetito desordenado (bulimia), porque reduce la ansiedad por la comida o cualquier otra substancia.
Durante las vacaciones se rompen las buenas costumbres con el sueño. También hay una tendencia a elevar la cuantía de comida, en contra del menor gasto energético. En esta época se ingieren gran cantidad de refrescos, helados y dulces, lo que conduce a un desequilibrio proteínico por el exceso de glúcidos (ver post 39, 45 y 50). En general, hay una contradicción entre la vida relajada que se busca y los resultados internos y químicos que se logran.
Para detectar los niveles de triptófano podemos fijarnos en la capacidad para controlar el apetito, el dominio en el deseo de bebidas alcohólicas, y también el desequilibrio del sueño. Un bajo aporte de triptófano provocará malestar físico con dolores de cabeza que no se erradican con calmantes, además de cierta inquietud cuando no se restablece el sueño, e irritabilidad por cuestiones que en otros momentos parecían nimiedades. Estos cambios de humor son preámbulos para la tristeza y la posterior depresión, que tienen su raíz en un primer momento por la bajada de vitamina B-6, que es imprescindible para la síntesis adecuada del triptófano, y después por la deficiencia de la serotonina, que desemboca en ansiedad y estrés emocional.
Una solución, pensamos que fácil, para la bajada de triptófano es tomar todos los días uno o dos dátiles junto con unas pocas almendras crudas, además de algunas semillas de sésamo, pipas de girasol o pipas de calabaza. Un desayuno con cereales como la avena, la cebada o el maíz aportará también suficiente vitamina B-6, imprescindible para la absorción de este aminoácido. Para que sea más efectivo es aconsejable evitar el alcohol, los dulces y la exposición excesiva al sol. Las primeras horas del día antes de las 12 son las mejores para recuperar energía y conseguir un maravilloso color de piel. Las horas del final de la tarde son increíbles para pasear por la arena y disfrutar de un bonito atardecer o sentarse mirando la montaña y descubriendo el amor que la naturaleza nos devuelve cada día.
Espero que os haya servido para iniciarnos en el estudio de las proteínas y su aplicación emocional. Perdonad la longitud de este post.
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Amor en pareja (59)

Miguel se movía por la casa desesperadamente. Cada baldosa del suelo de mármol se convertía en un carcelero de su ansiedad. Miró a la calle por detrás de los visillos. La calle permanecía desierta, y la impotencia ante el paso lento del tiempo le atenazó de nuevo. Sus pasos se avivaron. Inició un paseo enfebrecido por el pequeño salón, que le parecía una jaula de barrotes de hierro. Cruzó de un lado a otro golpeando con fuerza una de las puertas de la habitación más cercana. El dolor de sus nudillos, un poco ensangrentados, le relajó, y optó por sentarse. El cansancio le había abatido, y cerró los ojos mientras esperaba.
¿Por qué había abierto la carta? Esta era la pregunta que cercenaba su pensamiento desde hacía más de seis horas. El destinatario de aquella carta no era él. Su familia le había inculcado el respeto a la intimidad. En su defensa sólo podía decir que no pudo evitarlo; sin embargo, el problema no estaba en el hecho de abrir o no abrir una carta privada. Eso ahora era lo menos importante. Lo que clamaba en su cabeza eran las palabras que estaban escritas, y de las que no podía abstraerse.
Mientras leía aquella letra menuda, una ansiedad extraña se había aferrado a su garganta, junto con una sensación de marejadilla en la cabeza que le provocaba cierta inestabilidad. Cuando acabó de leer, estrujó el papel hasta convertirlo en una bola entre sus dedos agarrotados. Hubiera querido gritar, pero su garganta permaneció muda, mientras que en sus ojos brotaba una lágrima de rabia, de impotencia, de miedo. Las manecillas del reloj le parecían enemigos irreconciliables de su desasosiego.
Lo habitual era que ella recogiera el correo; sin embargo, algo le arrastró hasta el casillero. Cuando abrió el buzón volvió a sentirse vulnerable. Esto le sucedía cuando faltaba a sus ideales; era una especie de fragilidad extraña, que surgía, preferentemente, en aquellos raros momentos en los que se «fallaba a sí mismo». Este escenario era uno de ellos.
Al fondo, insensible a su dolor, estaba la carta. Desconocía por qué tuvo aprensión y el corazón se había acelerado de aquella manera. El remitente no tuvo reparos en poner su nombre; seguramente había confiado en que ella recogería el escrito. Hacía tiempo que estudiaban juntos, que acudían a exposiciones y eventos, que le telefoneaba a cualquier hora (a él le parecía que con demasiada frecuencia). Ella le llamaba «su amigo del alma». Tenía muchos amigos. Le encantaba la facultad innata que ella tenía para relacionarse con el mundo entero.
Ciertamente, en los últimos meses, cuando volvía del trabajo se metía en su despacho y salía para la cena. Las jornadas laborales se hacían tediosas. Sus estudios de abogacía no habían logrado situarle en un puesto de interés, y cada día era un poco peor. Su motivación por su desarrollo profesional estaba por los suelos. Ella le decía que valía mucho; que el problema estaba en su cabeza, en la dificultad para relacionarse, en su pánico a dirigir a grupos…
Hasta que apareció este «amigo del alma» ella le esperaba ansiosa por su llegada, exigente, con una petición continua de vivencias, de sentimientos, de entrega. Así era ella. Vital, alegre. Lo mismo le elevaba a los cielos, que le bajaba a los infiernos más profundos.
Por el contrario, él era frío, inexpresivo. Su procedencia manchega le impedía mostrar públicamente sus sentimientos. Para qué negarlo, le resultaba bastante «cursi». Alguna vez ella le había pedido que acudieran a un especialista en problemas de pareja. La respuesta era repetitiva: «mis problemas los arregló yo, si no estás contenta ya sabes lo que tienes que hacer».
Las manos se le quedaban inermes antes de abrazarla, de acariciarla. Mil veces, en su mente, la estrujaba, la besaba, la acariciaba. La quería como un loco, aunque la vida al lado de ella era un continuo reto, y él se sentía torpe.
Las palabras de la carta seguían acompañando su espera. Había tanta complicidad, tanta serenidad y tanta trascendencia, que no podía, por menos, que envidiarles.
Estaba claro que ella necesitaba otras vivencias, y lo más grave es que él no era sensible a este requerimiento tácito, ni estaba dispuesto a hacer el esfuerzo para logarlo. Pensaba que aquel romanticismo era un poco añejo. Ella quería vivir una historia de amor eterna, salvar al mundo, y a la vez disfrutar de cada cosa. Esta fantasía ilimitada a él le ponía ante las cuerdas, y se revolvía. Su búsqueda era mucho más sencilla; tener un buen trabajo, ganar el dinero suficiente para darse los pequeños caprichos, y una vida tranquila. Y por qué negarlo: sentarse delante del televisor y ver pasar los programas mientras dormita.
Sintió el ascensor que paraba en su descansillo. La llave giró en la puerta y algo se detuvo dentro. En ese instante comprendió que seguía enamorado, y que podía perderla. Sintió un dolor que le arrebataba la razón. Sus brazos se apoyaron en las caderas como queriendo contenerse. Se paró. Miguel temió hacer lo mismo que con la puerta. Aún le dolían los nudillos. La sangre de los celos le cegaba. Realmente, quería golpearla hasta quitarle las palabras, la risa. Un ahogo muy hondo le invadió, y las lágrimas emanaron una vez más.
Sintió la ira y la impotencia por igual. Le faltaba empuje para luchar por las cosas; sabía que era un cobarde para enfrentarse a esos sentimientos de ansiedad, miedo y angustia que le invadían por completo.
Entró en el salón sonriente y llena de vida. Miguel la miró, guardó la carta en su bolsillo y le preguntó: «¿Cómo ha ido el día?». Antes de que ella le contestara se metió en su despacho. En la mesa, en un lugar privilegiado, vio la tarjeta de un especialista para problemas de pareja. Un sentimiento de dulzura le invadió. Ella no cesaba en su empeño, quizá su amigo del alma era sólo eso, y ahora tenía la oportunidad de ser lo que era en verdad: su compañero de vida.
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Empowerment. Empleando lo mejor de ti mismo (58)

Una historia de «yo puedo» que todos llevamos dentro
Hacía pocos meses que Nicolás ocupaba un puesto de ingeniero industrial en  el montaje de Laminación en Frío.Esta mañana, cuando cruzó la barrera metálica, sintió miedo y algo de angustia. Desde que le habían trasladado venía sufriendo este malestar. Sabía que no tenía la experiencia suficiente; sin embargo, su jefe mostraba una confianza en él que le impulsaba a ser más eficiente y capaz.
Atravesó los miles de metros de estructuras metálicas que constituían la nueva base metalúrgica. La nave central estaba detenida porque no se acoplaban las juntas de una de las moles en su escuadra superior. Los técnicos españoles llevaban intentando resolverlo desde hacía unas semanas, y pidieron ayuda a la compañía constructora alemana. Las cientos de horas de estudio y trabajo previo no habían tenido ninguna utilidad, y el ambiente se había enrarecido bastante entre todos los compañeros.
Empowerment. Empleando lo mejor de ti mismo (58)
Los trabajadores estaban desbordados. Al problema, grave para todos, se sumaba el sentirse observados por los expertos germanos. Cuando Nicolás tuvo que exponerles los intentos de solución que habían ido probando, la angustia le ahogaba y le impedía respirar, junto a una sensación de nubosidad mental que le abocaban a la torpeza. El temor al ridículo, amén de la inexperiencia, estaban convirtiendo las últimas jornadas en un sacrificio insoportable.
A Nicolás los foráneos le parecían bastante dogmáticos, y en algunos momentos inflexibles. Pensaba, además, que los arios profesaban cierto desprecio a los profesionales españoles. Esto le ponía «de los pelos». En esos momentos deseaba superar todos sus bloqueos y dar soluciones viables. No sabía cómo, porque muchos de los implicados eran dinosaurios de la ingeniería. No obstante, seguía sintiendo aquella seguridad interna. Suspiró y siguió caminando hasta el lugar donde su jefe y los expertos teutones le esperaban.
Cuando atravesó el dintel de la puerta metálica la punzada se hizo más penetrante. El ingeniero jefe, hombre habitualmente sonriente y distendido, parecía confuso e irritado. Las manos detrás de su espalda y los hombros un poco inclinados mostraban su abatimiento. Nicolás sintió aún más intensamente su dualidad; por un lado su timidez, y por otro su deseo de colaborar activamente apoyando al hombre que confiaba en el.
Nicolás inspiró. Detrás de su jefe estaba uno de los ingenieros alemanes. Este hombre le parecía el menos distante, y con él había conseguido tener una relación profesional bastante más próxima que con el resto del equipo extranjero.
Esperó. Deseaba estar muy atento y preparado. Aquietó su respiración, envaró todos sus músculos y puso su cerebro en guardia. Colocó sus manos detrás de la espalda, las apretó fuertemente y las dejó salir libres de nuevo. Afloraron a su mente recuerdos de la infancia. Cuando su madre le pedía algo, el miedo le provocaba una tensión muy similar. Había vivido acorralado por ella y eso había moldeado su carácter observador, cauteloso y muy proclive a los silencios. Ahora necesitaba palabras, y además precisas. Seguro que le servirían aquellas vivencias. Intuía que podría aplicar todo este pasado fortalecedor a la situación actual. Allí estaba, tenso, vivo y esperando. Sólo esperando.
Sabía que su jefe había agotado todos sus conocimientos para esta situación tan compleja. Él había estudiado procesos muy novedosos que aún no había experimentado allí, y que ahora podían servir para solucionar el problema. Sólo tenía que… Como un tigre saltó sobre la presa y se encontró diciendo: «Denme tres días, sólo tres días, y yo intentaré resolver este problema».
Aquellos hombres no esperaban esta irrupción y se miraron sorprendidos. El alemán «más cercano» le observó. Sus ojos mostraban años de conocimiento sobre los hombres y sus contradicciones. El Nicolás que ahora estaba frente a él no tenía nada que ver con el de hacía unas horas. Allí enfrente estaba un hombre nuevo. Empoderado y fortalecido por la situación. Algo en aquel muchacho le gustaba. La mirada de Nicolás, directa, sin retar, sólo expectante; sus hombros cuadrados, las piernas enraizadas al suelo. Su calma. Una calma extraña.
«No pierden nada. Llevan semanas con la nave parada, no han encontrado la solución. Se sienten perdidos y posiblemente lo seguirán estando. ¿Podemos intentarlo?»
«Déjenme solo», dijo, sabiendo que sería incapaz de trabajar con cualquier otro alemán. «Mi única condición es quiero hacerlo solo. Tres días, ni uno más, y solo.»
La nave estaba ya funcionando. Los ruidos de siempre tranquilizaban a los compañeros. Habían pasado los tres días y todos le habían felicitado. Nadie más conocería quién lo había resuelto. Él no necesitaba notoriedad. Lo importante de la experiencia estaba en su interior. Necesitaba respirar. Llovía. Levantó su cara y las gotas cayeron suavemente llevándose el cansancio.
Atrás quedaban muchas cosas. Su madre, su carrera, sus miedos. El “poder” era suyo y lo llevaba con él para siempre.

Laminación en frío

Empowerment

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