Como continuación de los post 57 y  62 de PNL, te propongo la realización de un nuevo ejercicio que precisa también de la colaboración de otra persona.
Esta vez los ojos permanecerán abiertos y debes localizar un rincón donde no haya ningún tipo de ruido que os pueda interrumpir. Es importante el silencio. Pide a tu ayudante que escriba diez caracteres (con letras y números; puedes mostrarle un modelo anterior) en un papel evitando que puedas verle. Luego te sentarás en una silla y el colaborador se situará detrás de ti y te leerá pausadamente la secuencia completa. Una vez que haya acabado, repite lo que hayas oído. Si no has conseguido recordar la totalidad de los datos, podrá repetirla una vez más solamente.
Mientras que estás escuchando, deberás mantener los ojos abiertos y observar de qué modo has intentado recordar los datos. Quizá has creado imágenes de cada carácter, o has agrupado familias (por un lado las letras y por otro los números). También has podido mover la cabeza, las manos y el cuerpo con el fin de facilitarte el recuerdo. Otra posibilidad es que te hayas quedado quieto y hayas repetido la secuencia tal como te la han dicho, sin imágenes ni emoción alguna. Sólo la secuencia, como un sonido fresco que ha llenado tus oídos y has coreado sin más. En ningún momento se te ocurrió que podrías escribirlo, o que era necesario algún apoyo para ello. A la hora de decirlo sólo te ha interesado la secuencia, y no has prestado atención a tu acompañante, ni a tu imagen o apariencia.
Esto nos informa de que poseemos un mapa representacional auditivo; es decir: que los sonidos, el tono y la linealidad son los que marcan el modo particular de recordar las escenas del pasado y fijar las vivencias del presente.
PNL. Sistemas representacionales. El sistema auditivo (67)
El poseedor de este mapa, para explicar cosas que le han sucedido, o cuando describe situaciones, suele emplear verbos del tipo «preguntar», «discutir», «resonar», «escuchar», «proclamar», «acentuar»,  «decir», «sonar», «oír», «inquirir», «relatar», «sonsacar»… También le identificaremos con palabras como «acento», «silencio», «monótono», «monocorde», «sordo», «audición», «agudo», «armonioso», «timbre», «ritmo», «arrítmico»…
Los auditivos hacen construcciones tales como: «Estamos en la misma onda», «Dímelo alto y claro», «Es una forma de hablar», «Me suena a música celestial», «Cuando te hablo haces oídos sordos», «Me suena a chino», «Dar la nota», «Vivir en armonía»…
Además de por todo lo expuesto, podremos descubrir a un auditivo por su modo peculiar de hablar monótono, centrándose en sus palabras, procurando que el ritmo sea pausado, cuidando que el mensaje resulte claro, y que el oyente pueda repetir lo que ha oído sin dificultades. Para un auditivo es vital la trasmisión de los sonidos, hasta el punto de que parece que están leyendo una partitura musical. Si se saltan una nota, queda alterada la composición, y todo se torna diferente. No importa si es mejor o peor, ya no es la misma y el origen se ha perdido. El auditivo memoriza sonidos, y sólo cuando ha podido captar plenamente la vibración puede entender todo lo que hay detrás de cada palabra.
Para un auditivo los labios son una maquinaria imprescindible para emitir su composición musical, y difícilmente los humedece, a no ser que esté estresado.
Otro dato a tener en cuenta es que, cuando hablan en público, no observan lo que les rodea  ni sienten a los que les escuchan. Su atención está puesta en el silencio de los asistentes, o en sus sonidos si es un orador muy seguro de sí mismo. Si no es así, el auditivo, para no olvidar lo que quiere decir, sólo atenderá a su sonido interno. En su interior mantendrá guardada la música, la vibración, la armonía.
El auditivo cuida que su imagen armonice con el entorno en el que se encuentra. Aunque busca ser reconocido, es decir, que le miren, pocas veces le preocupa ser aceptado por los otros (y cuando decimos «aceptado» nos referimos a ser querido). Es por ello que muestran un rostro imperturbable. Los más tímidos se aíslan de los sonidos externos para no desbordarse con alguna emoción descontrolada.
Puesto que los auditivos piensan mediante sonidos, su respiración es bastante homogénea por todo el pecho. Con frecuencia producen pequeños movimientos rítmicos con el cuerpo, y el tono de su voz es claro, expresivo y nada sensual. Las personas auditivas suelen tener buena voz. El ritmo en su comunicación es intermedio; ni son rápidos como los visuales, ni tienen la cadencia de los kinestésicos. Son los que necesitan un «ajá», un «mmm», es decir, una comprobación auditiva que les dé una pista de que el otro está con ellos y les presta atención.
Los auditivos hilan el pensamiento de modo secuencial, explicando una idea detrás de otra. Hasta que no finalizan una no pueden saltar a otra. Suelen desesperar a los visuales, que son mucho más rápidos. Como contrapartida, el auditivo es más profundo que el visual, quien intenta abarcar muchas ideas a la vez, aunque no profundice habitualmente en ninguna.
Amén de todo ello, el sistema auditivo tiene un lenguaje no verbal con muy poco registros en sus manos, que casi no mueve. Una de sus acciones más característica es tocar objetos, con los que juguetea en todo momento. Cuando está en pie suele balancearse con el cuerpo, como si se acunara. Es un movimiento que le tranquiliza, e indica una pequeña inseguridad en sí mismo. Muy difícilmente el auditivo se toca su cuerpo mientras habla, y jamás se acaricia. Su gesto más habitual es juntar las manos delante o detrás de su cuerpo.
Su cabeza la deja caer a veces, como si estuviera escuchando, y luego la levanta como sorprendido. Hay momentos claves de su comunicación en los que parece que está ausente. Sus ojos van leyendo una «partitura» de izquierda a derecha, y a veces se detiene. En algunos casos parece que está repitiendo una lección.
Siguiendo con el espíritu práctico de los post de PNL, os proponemos repetir el ejercicio realizado en el post anterior:
Busca un rincón retirado para evitar las interrupciones. Es imprescindible desconectar el teléfono móvil. Ahora cierra los ojos y piensa en algo agradable. En una escena que te resulte grata. Examina cualquier sensación que tengas de ella, y define el modo en el que lo haces:
  • Mono o estéreo.
  • Palabras o sonidos.
  • Volumen (alto o bajo).
  • Tono (suave o duro).
  • Timbre (plenitud del sonido).
  • Localización del sonido.
  • Distancia de la fuente del sonido.
  • Continuidad o discontinuidad.
  • Claridad (claro o con interferencias).
Estas son las submodalidades que nos permiten profundizar un poco en este sistema representacional. Presta atención a tu recuerdo.  Un aspecto muy importante de las submodalidades es observar qué ocurre cuando las cambiamos.
Puede que también escuches una voz interior que te reprueba de vez en cuando. Ralentízala, acércala, intenta que vaya cambiando el tono. ¿Qué pasa cuando le cambias el volumen, el tono? Hablarse a uno mismo provoca cierto placer; sin embargo, esa voz puede que no sea la tuya. ¿Qué hace en tu cerebro?, ¿quién la ha puesto ahí?, ¿por qué no le dices que se vaya?, ¿por qué te recreas en ella?
La realidad de los mapas representacionales tiene su mayor evidencia durante la proyección de una película de suspense o terror. ¿Quién eres, el que se tapa los ojos y no soporta ver las escenas que te atemorizan, o aquel que sigue viendo las escenas y que sin embargo se tapa los oídos para no escuchar la música, ni los sonidos aterradores, o quizá el que se mueve incesantemente tocando todo su cuerpo, o agarrándose a alguien o a la silla, o mordiéndose las manos, mientras sigue mirando la escena y la escucha ávidamente? Estos comportamientos no difieren mucho de una escena de amor. En este caso están los que miran la escena extasiados, los que cierran los ojos y se deleitan guardando todos los sonidos en su corazón, y aquellos que más pareciera que la acción se estuviera reproduciendo en su butaca.
Para un auditivo lo importante es la cronología y el orden. Poseedores de una gran memoria sonora, pueden repetir la letra y las notas de una canción que han escuchado solamente una vez; no obstante, les cuesta mucho aplicarle un ritmo. El auditivo necesita incorporar el movimiento, y al mismo tiempo convencerse de que de esa manera no pierden el recuerdo.
En la próxima entrega seguiremos hablando de los mapas representacionales. Esperamos que sean de vuestro interés.