En los años 70 los investigadores John Grinder y Richard Bandler decidieron identificar modelos explícitos de excelencia personal y profesional. Para ello eligieron tres eminentes psicoterapeutas, Fritz Perls (1893-1970): Neuropsiquiatra y psicoanalista creador de la terapia Gestalt, Virginia Satir (1916-1988): psicoterapeuta familiar estadounidense y Milton Erikson (1901-1980): Una eminencia de la hipnosis clínica moderna.

Horas y horas de observación y cercanía en la cotidianidad de estos profesionales hicieron que Grinder y Bandler identificaran algunas reglas o patrones verbales que Perls, Erikson y Satir utilizaban sistemática y espontáneamente en su comunicación, y que dedujeron estaban en la base de la eficacia de su trabajo. A la vez que concluyeron: que toda tarea humana aparentemente mágica e inexplicable, tiene una estructura que puede ser identificada y transmitida. Con esta visión abrían una puerta a poder aprender de aquellos profesionales que parecían mágicos y romper la distancia que hasta ese momento parecía insalvable.

Para demostrar este planteamiento observaron y describieron el método de funcionamiento de cualquier habilidad que consideraron de alguna manera excepcional, con el fin de comunicarla y que pudiera ser manejada por las personas que lo desearan. Lo esencial ya no sólo era el comportamiento sino que se sumaron la comunicación, el desarrollo de la persona, su experiencia previa…fueron claves importantes para rescatar de los mejores “el método” para poder modelarles.

Grinder y Bandler decidieron que si repetían los mismos comportamientos en la comunicación y el movimiento de sus «modelos», seguramente conseguirían el mismo éxito en diferentes campos de la actividad humana, y mejorarían su calidad de vida. Algo que lograron ellos sin duda.

En este proceso, estos dos pioneros de “modelar la excelencia” comprobaron que las personas respondemos a lo que nos rodea a través de un sistema representacional sensorial, ya que es mediante nuestros mapas neurológicos como determinamos nuestro comportamiento y su significado, y no a través de la realidad en sí misma. Este planteamiento conlleva aceptar que todo lo que vemos está mediatizado por nuestras percepciones, o lo que es igual, por el modo particular en el que permitimos que el entorno nos penetre. Dicho de otra manera, si bien todos tenemos cinco sentidos, también lo es que tenemos una tendencia a emplear uno más que otro. Los centros perceptivos están conectados a los cinco sentidos: oído, vista, tacto, gusto y olfato.

Podemos decir que el mundo que vemos nos parece real, sin embargo hemos generado a partir de nuestras experiencias, deseos, recuerdos, valores, etcétera un modo de representar lo que nos impacta condicionando de alguna manera los sentidos a través de las experiencias más o menos gratas.

Estos estudiosos crearon una técnica que se centra en la representación mental que hacemos del entorno a través de los sistemas de percepción (sentidos) y sobre como usamos el lenguaje (verbal y no verbal) para procesar, conservar y recuperar la información. Su técnica define la experiencia humana como el resultado de la combinación de informaciones que recibimos y procesamos a través del sistema nervioso.

Esta técnica pone su atención en dar luz sobre quiénes somos, y por qué percibimos el mundo de la manera que lo hacemos. Nuestras conductas van a depender en gran medida de la percepción subjetiva que tenemos del mundo y de las personas.

Cuando trabajo con una persona me parece relevante que conozca cuál es el sentido que tiene más activo y cuál de todos ellos es el que tiene infrautilizado. Es esta combinación de ambos lo que me interesa. ¿Qué hace que restemos potencial a uno de nuestros sentidos?

Esta pregunta nos remonta a nuestro desarrollo infantil y a la limitación perceptiva por causas de experiencias poco positivas como falta de afecto, celos, excesiva protección, palabras malsonantes, comparaciones, pocas o excesivas caricias… La secuencia natural en el desarrollo perceptivo del niño es primero la vista, más tarde el oído, para desarrollar los sentidos del tacto, el gusto y el olfato más avanzada la infancia.

Dentro de todas las habilidades que cuidamos en los niños pocas veces nos centramos en ampliar su observación, experimentar su vista al máximo, cuidar sus oídos, trabajar las palabras y el sentido de las mismas. Si a esto sumamos que los padres tienden a decidir lo que les gusta a sus hijos, podemos comprender que las percepciones sensibles no han merecido un cuidado especial en los tiempos de las primeras impresiones.

¿Qué podemos hacer ahora?

Ante todo descubrir cuál es el sentido que estás empleando más y cuál menos. Por ejemplo; si tiendes a ver el mundo en imágenes tus movimientos serán más fríos, más prácticos, más orientados a observar, mirar, captar que a interactuar o dialogar. En el caso de que sean las emociones las que te dirigen, los sentidos más relacionales como el gusto, el tacto y el olfato son los que empleas, y eso hace que tus movimientos sean mucho más activos, más envolventes, más significativos porque tu búsqueda es preferentemente conectiva e interpersonal. Si te interesan las palabras que oyes, el significado de todo lo que te dicen, el oído estará más activo, y tus movimientos serán lentos, tus gestos poco expresivos, la voz monótona, la comunicación secuencial y cuando hablas moverás sin darte cuenta la cabeza.

Esto nos informa que una parte de nosotros la hemos activado mientras que otra la hemos adormecido. Los excelentes profesionales que fueron observados empleaban la máximo cada uno de sus sentidos y sus movimientos estaban conectados con ellos. Te pido que hagas un ejercicio. Define cuál es tu sentido más desarrollado y el que notas que está más dormido. Cuando lo tengas claro empieza a practicar de forma consciente con el que tienes más activo. Por ejemplo si es la vista, amplia tu visión. Mira a tu alrededor y a la vez graba con tu móvil donde tienes puesta la mirada. Escribe en un papel lo que has visto y luego compáralo con la imagen y apunta las diferencias. Cuando lleves un tiempo observarás que has ganado en tranquilidad, en eficiencia y que tu actitud vital es más positiva.

Si tu sentido más desarrollado es el oído cierra tus ojos cuando estás escuchando una canción, una conversación, los sonidos del entorno… Centra tu atención en cada uno de los timbres, los tonos, la cadencia, el ritmo de lo que oyes. Deja que tu mente y todo tu ser se llene de los ecos de la vida. Hazlo cuando sea muy importante una reunión, cuando lo que te están diciendo es causa de satisfacción o de incertidumbre. Repite el ejercicio hasta que notes que todo tiene una resonancia que te da paz, que te permite distinguir el sentido de cada nota de la vida.

Para los que tenéis una sensibilidad emocional a todo lo que os rodea, intentad degustar cada emoción conectando con la insalivación que os provoca cuando os sonríen, cuando os aceptan, cuando el mundo a vuestro alrededor está divertido y todo parece multicolor. Respirar profundo y sentir que todo vuestro pecho está lleno de vida y los aromas de flores os rodean. Activad vuestro tacto identificando texturas con los ojos cerrados. Tocad las cosas que os rodean reconociendo lo liso, lo rugoso, la temperatura de las cosas, las diferentes aristas y formas de los objetos. Realizad estos ejercicios para potenciar los sentidos. Os ayudará en ambas direcciones. El que está muy fuerte porque estará mucho más activo, y el que está debilitado por que se hará muy fuerte y poderoso.

Observaréis más coherencia en vuestros movimientos, en la forma de integrar lo que os rodea. Ante todo crecerá la percepción más global lo que refrendará que la excelencia sólo se logra cuando empleamos nuestro potencial al máximo.