En un lugar cualquiera de nombre desconocido se levanta la vida y a la vez la agresividad. Se consume la paz y con ella los momentos de bienestar. Los vecinos protestan y las calles no son ya las que eran. El país se hace eco de la noticia, y los ciudadanos sin nombre hasta ese instante, llenan los titulares originando dispares opiniones; unos medios ven lógica esta crispación, mientras que para otros es incomprensible.

Los vecinos se extrañan cuando se cruzan en los caminos, en los paseos o en las escaleras de subida o bajada de sus hogares. Ya no son los serenos transeúntes del camino. Hoy viven exaltados, convulsos y bastante agitados. Sus miradas, más aceradas de lo que habitual, observan los rincones buscando enemigos, y sin duda, también a los parejos que emergen por doquier.

Las calles se estremecen, los movimientos vecinales son inquietantes y el miedo es el preámbulo a la agitación. La determinación vibra en los balcones y las farolas de la calle se iluminan para dar sentido a lo que ocurre. Algunos grupos se han unido para hacer de este momento sus conversaciones, sus tertulias, sus discusiones. Cada uno de ellos hacen gala y evidencia la violencia de la calle, los disturbios y la locura callejera.

Sea quien sea el opinante se habla de los efectos, de los procesos, de lo que se ve, sin embargo ¿qué ha provocado esta exaltación? ¿qué ha conminado a estas gentes al desvarío y a la violencia?

Los estudiosos de la ira dicen que surge cuando nos percibimos tratados de forma injusta. Esto puede suceder por hechos reales o imaginarios. Sin duda nuestra mente es susceptible de cimentar mundos ficticios donde nos hemos visto amenazados.

¿Es la agresividad algo natural?  Sin duda hay muchos más condicionantes que sentirse inadecuadamente tratados, como pueden ser haber estado expuestos a modelos agresivos, afectividad negativa, creencias sobre la agresión…

Según el Dr. Beck A. la ira aparece después de una emoción de aflicción, de dolor, de humillación. Es esta percepción de haber sido humillado la que causa la ira, y si la persona considera que su dolor ha sido injustamente causado por otro, se preparará para el contraataque.

El psicólogo Dolf Zillmann considera que el origen de la ira está en la respuesta de lucha-huida y su detonante universal es la sensación de estar amenazado, ya sea física, o psicológica, en la valía personal, incluyendo la humillación, el sentirse tratado injustamente, menospreciado, frustrado en la consecución de un objetivo etc.

Los ciudadanos de este lugar es posible que hayan sentido mermada su valía, quizá se hayan sentido humillados y tratados injustamente.