Joaquina Fernández

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Por qué esperar al cielo

Si buscamos la bondad, la paz o la felicidad más allá de este mundo, estamos perdiendo la oportunidad de mejorar nuestra calidad de vida, nuestros pensamientos y nuestra modo de vivir aquí y ahora.

Mis maestros me enseñaron que era imprescindible cumplir los mandamientos para optar a la salvación de mi alma, la cual se vería cumplida al final de mi vida. De alguna manera, con esta enseñanza perdí el sentido del ahora. Mis actos tenían como premio descansar al lado del Padre amoroso. Dios me regalaba, una vez superados los lazos con lo terreno, un espacio a su lado para siempre.

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Gratitud trascendental

La mayoría disponemos de cinco sentidos, pero hay otros dos que tienen una importancia especial: el sentido del humor y el sentido de la perspectiva. En ellos se origina una natural efusión de gratitud.  Si nos falta perspectiva también nos falta sentido del humor, entonces las pequeñas desilusiones, las expectativas no cumplidas, las imperfecciones  o los errores de otras personas nos pueden alterar.

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Calla y ve

Hoy, como en todos los tiempos, un místico es alguien tan necesario como inútil para su generación. Es inútil porque no produce nada y lo que ofrece no se puede comprar ni vender. No tiene precio en el mercado. Se escapa a quien lo quiere prender y confunde a quien lo quiere comprender. Por ello hay que apartarlo, porque se interpone entre la inmediatez de lo que hay que lograr y producir. El místico dice: lo que verdaderamente es, ya existe. Sólo hay que aprender a percibirlo. Molesta también a la institución, porque la relativiza y le recuerda que el cielo que ha pintado en el interior de sus bóvedas no es el cielo abierto auténtico.

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Comunicación confusa o defectuosa

Un proceso de comunicación bien logrado consiste en la correcta transmisión de información para ejercer sobre el receptor el efecto esperado; la confusión es, por el contrario, la consecuencia de una comunicación defectuosa, que deja sumido al receptor en un estado de incertidumbre o de falsa comprensión» (Watzlawick, 1979). Con estas palabras define Paul Watzlawick los entramados de la comunicación defectuosa, que provoca un estado confuso y perturbado en el receptor, con el consiguiente deterioro en el entendimiento de todas las partes.

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La duda

Decía Benjamín Franklin que la peor decisión es la indecisión. Seguramente, en este juego de palabras Franklin nos inducía a pensar que la indecisión surge de un acto consciente deseado por nosotros para no llegar a realizar alguna acción que tememos por el fracaso que llevaría implícito, o porque quizá podría llevarnos al éxito.

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Amar la vida paso a paso

“Un profesor fue invitado a dar una conferencia en una base militar, y en aeropuerto lo recibió un soldado llamado Ralph.
Mientras se encaminaban a recoger el equipaje, Ralph se separó del visitante en tres ocasiones: primero para ayudar a una anciana con su maleta; luego, para 
cargar a dos pequeños a fin de que pudieran ver a Santa Claus, y después para orientar a una persona. Cada vez regresaba con una sonrisa en el rostro.

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Cita con Dios

«Dios decidió complacer  al piadoso artesano accediendo a su petición de una entrevista. ¡Se la había solicitado tantas veces y tan ardientemente!

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Estrés

El término «estrés» lo empleamos en bastantes ocasiones para referirnos a experiencias que contienen cierto grado de dificultad y nos generan malestar o un grado de incomodidad no manejable. Parece que el estrés nos espera escondido en algún lugar para abatirnos cuando alguna vivencia nos sobrepasa y anula en parte nuestra capacidad de respuesta lógica o esperada.

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La historia del martillo

«Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedirle al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: “¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y si el hombre abriga algo contra mí, ¿qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo”. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir “Buenos días”, nuestro hombre le grita furioso: “¡Quédese usted con su martillo, so penco!”»

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Llamar la atención y pasar inadvertido

Emplear el máximo potencial de nuestra personalidad en aras de los éxitos de nuestras empresas parece a priori un ejercicio sencillo; sin embargo, no lo es. Para llamar la atención, es imprescindible dimensionar coherentemente, y en base a mantener el equilibrio, todas aquellas fortalezas que hacen que los demás  valoren nuestras acciones y  relativicen el impacto de nuestra persona. No se trata tanto de ser el centro de atención por nuestra imagen, sino de que nuestros valores se hagan evidentes cuando los ponemos al servicio exclusivo de nuestra misión.

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