Si buscamos la bondad, la paz o la felicidad más allá de este mundo, estamos perdiendo la oportunidad de mejorar nuestra calidad de vida, nuestros pensamientos y nuestra modo de vivir aquí y ahora.
Mis maestros me enseñaron que era imprescindible cumplir los mandamientos para optar a la salvación de mi alma, la cual se vería cumplida al final de mi vida. De alguna manera, con esta enseñanza perdí el sentido del ahora. Mis actos tenían como premio descansar al lado del Padre amoroso. Dios me regalaba, una vez superados los lazos con lo terreno, un espacio a su lado para siempre.
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