Joaquina Fernández

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Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (70)

«El metal es austero como una extensa pradera desolada antes de las lluvias invernales, tan afilado como el alto pico de una montaña asomándose a través de la neblina a un cielo limpio y despejado.» Así introduce el metal Harriet Beingfield y Efrem Korngold en su libro Entre el cielo y la tierra, un buen tratado para entender la medicina china. A la vez es una bella introducción para acabar nuestro trabajo sobre las proteínas y la alimentación emocional.
Los hombres, que tanto queremos saber sobre la alimentación equilibrada y sus efectos positivos en el cuerpo, pocas veces nos fijamos en la sabia mirada que la cultura oriental tiene sobre la naturaleza, sus cambios climáticos, las estaciones y todo aquello que le permite aprender de sí mismo en las expresiones simbólicas externas. Para los orientales, el organismo es una imagen de todo lo que sucede a su alrededor. Estudian los movimientos de su ecosistema para optimizar y alargar lo más posible su bienestar físico. Los occidentales, por el contrario, consideramos nuestra configuración física como una estructura aislada de nuestro entorno, que no aprende ni se conduce en él. Somos prohombres (me asusta pensar en superhombres) que obviamos ciertas leyes naturales y que articulamos nuestra vida, nuestra alimentación, nuestra higiene y nuestros sentimientos sin considerar que lo que ingerimos y la forma en como nos conducimos es, en cierto modo, nuestro sostén energético. Cuidar el cuerpo significa cultivar el discernimiento sobre aquello que es más adecuado para el sistema orgánico, con la consiguiente supresión de ciertos alimentos que nos subyugan y nos maniatan con su atractivo sabor y sus efectos sobre las emociones.
Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (70)Parece haber una confabulación del hombre occidental contra sí mismo. Ya hemos visto, en este sentido, los excesos que cometemos con los hidratos y las grasas, así como la manera más adecuada de ingerir estos alimentos. Para ampliar cuál es la forma más sana de consumir las proteínas, nos fijaremos en nuestros aventajados amigos chinos, revisando el estudio pormenorizado que han realizado sobre el metal y su simbolismo con la estructura de nuestro organismo.
Como hemos visto en los post anteriores, los aminoácidos conforman y fabrican los elementos más importantes para el desarrollo físico, emocional e intelectual del individuo. Los neurotransmisores, las hormonas, el sistema neurológico y cada uno de los sistemas que componen el organismo humano dependen del correcto aporte de proteínas para el cuerpo.
Siendo el más importante de todos los macronutrientes, sin embargo, no es el que mayor cantidad de ingesta necesita. No se trata de la cantidad, sino de la calidad, la oportunidad, y de su capacidad de síntesis. Para ello, es imprescindible el equilibrio de los azúcares, de las grasas y del resto de micronutrientes que iremos viendo en los próximos post.
El metal, el otoño, el final del verano, es la representación para los orientales de las proteínas. Todo acaba y a la vez se inicia. Atrás han quedado los días de cosecha y los campos se han quedado secos después de entregar sus productos. Las hojas de los árboles inician su caída una vez más, y van descomponiéndose dejando su orín sobre la tierra y devolviendo al terreno los metales que requiere para enriquecerse de otro comienzo. En el otoño se esconden los fríos del invierno pasado, las lluvias primaverales, los primeros rescoldos del sol, los débiles rayos del septiembre tardío. El otoño se desprende de los calores, se prepara para la carencia del invierno y se abriga entre matorrales y hierbas caídas que le saturan de las esencias envejecidas que en su descomposición le enriquecen.
Es el momento de eliminar lo innecesario, de guardar únicamente aquello que sea imprescindible para el largo y tedioso invierno. La vida se va ralentizando y replegando hacia dentro.
El metal procedente de la tierra es una sustancia pura que se genera por un proceso de reducción. Atendiendo al proceso alquímico de convertir los metales básicos en oro, esta fase representa la transformación de los materiales groseros en «esencia» pura. Al igual que este símbolo ambiental, el organismo depura de los groseros alimentos la esencia suprema para convertirla en el mecanismo sobre el que gira el poder y la fortaleza del ser humano. Cada una de esas partículas florece en todo el ser para darle la consistencia que le permite madurar hasta llegar a envejecer.
La materia vuelve a su origen preparándose para su posterior renacimiento. Los frutos podridos dejan sus semillas, y el material que se descompone nutre el germen que se producirá en primavera.
El metal invita al recogimiento, a la mirada interna, con un sentimiento de recoger, de guardar. El Nei Jing dice que la energía metal es cortante, retractiva y supresora.
Este macronutriente nos enseña la necesidad del desapego, del desprendimiento de lo viejo, para logar lo máximo. El abuso de este nutriente nos evidencia como personas posesivas, apegadas y con gran miedo a perder. El cuerpo, cuando ha ingerido muchas proteínas, tiende a acumular substancias de reserva innecesarias que provocan desarmonías físicas importantes. Además el exceso de proteínas propicia el miedo a lo desconocido y nos somete a los recuerdos de lo que hubo y no volverá. Nos arrastra por las evocaciones del verano que se fue y nos aleja de la actividad. Las proteínas evitan la acción y nos abocan a pensar en lo que podría haber sido si lo hubiésemos conseguido.
Cuando nos apegamos al metal envejecido aparece la tristeza por los recuerdos, por lo que no hemos dejado ir. Muchos recuerdos marchitos no permiten que los árboles suelten sus hojas para enriquecer la tierra. Todo lo que guardamos de un año para otro dentro de nuestro organismo no nos renueva, nos anquilosa y nos detiene. La avaricia es un vivo reflejo de un cuerpo lleno de proteínas viejas, de una inadecuada síntesis y una ineficacia alimentaria que sólo conduce a la depresión y la repetición de lo arcaico y decrépito.
Si bien las necesidades de este macronutriente son diarias, no se necesita que cubran más de un 15% de la totalidad de los alimentos del día. Hay que comer una proteína al día de origen animal cómo máximo, legumbres o cereales una o dos veces en semana, y además las vegetales, amén de seguir las consideraciones sobre el triptófano.
Al elemento metal le estimulan los sabores picantes y el color blanco, y se equilibra con alimentos de energía concentrada propios del invierno, como las raíces. Los nabos picantes y blancos son los más «resonantes» con este metal. El picante suave, como el jengibre, estimula el intestino grueso y las secreciones digestivas, además de ayudar a limpiar los tejidos.
Probad a tomar una infusión de jengibre muy suave antes de las comidas, pues os ayudará a hacer la digestión y eliminar alguno de los residuos innecesarios.
Cuando notéis que aflora el apego, el miedo a la falta de los resultados esperados, la avaricia por los logros, la tristeza, y ante todo la pasividad para llevar a término vuestros planes, revisar la distribución proteínica diaria.

Seguiremos hablando de alimentación emocional y el resto de nutrientes, por lo mucho que nos ayuda a superarnos desde nuestro día a día, a través de nuestro propio cuerpo y revirtiendo en nuestra vida emocional.

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Carta de un hijo a todos los padres del mundo (69)

Carta de un hijo a todos los padres del mundo (69)

1.    Dame sólo lo que necesito y es bueno para mí. A veces sólo te pido para saber hasta cuánto puedo lograr

2.    Mantén tu opinión sobre lo que debo hacer. No cambies tan a menudo sobre lo que debo o no debo hacer. Decide y mantén tu decisión

3.    Déjame valerme por mi mismo. Si haces las cosas por mí yo nunca podré aprender a ser autosuficiente

4.    Háblame con tranquilidad. Te respeto menos cuando me gritas y me enseñas a gritar a mí también; y yo no quiero hacerlo

5.    Pídeme las cosas en lugar de darme órdenes. Yo de este modo haría las cosas más rápido y con más gusto

6.    Valórame y no me compares con otros, especialmente con mis hermanos. Si me consideras mejor que los demás, alguien va a sufrir, y si me infravaloras a mi seré yo quien sufra

7.    Cuando te cuente un problema mío dime que tienes tiempo, e intenta comprenderme. No me digas que son boberías, o que no tiene importancia

8.    Cumple con todas tus promesas, buenas o no. Si me prometes un premio dámelo, pero también si es un castigo

9.    Habla con sinceridad delante de mí. No mientas, ni me digas que lo haga para sacarte de un apuro. Me hace sentirme mal, y perder la fe en lo que dices

10.    Cuando me equivoco, o hago algo incorrecto no me exijas una explicación de por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé

11.    Cuando te equivocas en algo admítelo y crecerá la opinión que tengo de ti. De este modo me enseñarás y aprenderé a admitir mis equivocaciones también

12.    Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos, ya que porque seamos familia, eso no quiere decir que no podamos ser amigos también

13.    Dime que haga las cosas que tú haces. Yo aprenderé y haré lo que tú, aunque no me lo digas, lo bueno y lo malo. Pero no haré lo que me digas si tú no lo haces

14.    Enséñame a amar y conocer los valores que tú respetas y amas. No me vale que en el colegio me enseñen creencias que no veo en ti

15.    Quiéreme y dímelo. A mí me ayuda y me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario

Ejercicio

1.- Repasa cada una de las preguntas.

2.- Analiza en cuál de ellas es en la que más fallas con tus hijos, con tus alumnos…

3.- Piensa qué le hubieras dicho a tus padres en ese caso

4.- Decide qué quieres cambiar y cómo

5.- Observa qué sucede a tu alrededor

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Historias de la vida. Hoy he cocinado para ti (68)

Cerró la puerta tras de sí. Como venía sucediendo en los últimos meses, él llegaba mucho antes que ella. Manuel le había llamado al móvil y, como siempre, ella se había disculpado. La excusa de hoy le había parecido, al menos, más creativa. «Estaba leyendo un libro para mi clase de escritura.» Sintió nuevamente la inquietud. Le venía sucediendo desde la primera vez que le planteó la ruptura. Cuando cruzaba el hall experimentaba diferentes sensaciones. Primero estaba la dentellada en el estómago y el nudo en la garganta, luego sentía un calor intenso que le recorría la piel y que solía acabar con una especie de respingo por toda la espalda. Miró alrededor congraciándose con la decoración. La había hecho con mucho mimo, cuidado cada detalle y pensado que a ella le gustaría. En aquella casa había vivido instantes maravillosos y momentos sombríos que le conducían a conflictos hasta ahora irresolubles. Para él eran incomprensibles tantos altibajos, aunque lo peor era la tensión, que le resultaba insufrible. Movió la cabeza quitándose esos recuerdos de encima y se dirigió a la cocina.
Fue poniendo la compra sobre la mesa. Sus movimientos eran muy pausados, como siempre. Este comportamiento, tan suyo, era otra de las muchas cosas que a ella le crispaban. Ella era como un volcán en permanente estado de erupción. Cualquier cosa que hacían juntos acababa en discusión, primero por los ritmos tan diferentes, y luego por las prioridades. Lo que para ella era vital a él le parecía una nimiedad, y viceversa.
Historias de la vida. Hoy he cocinado para ti (68)
Siguió colocando la compra. Había recorrido las estanterías de la Boutique del Gourmet. Marta, la dependiente más eficiente y simpática, le había ayudado a elegir la fruta madura en su punto, las piñas de importación, la ventresca de bonito, los quesos semicurados… Y siempre le preguntaba por ella. «¿Dónde está hoy? Hace mucho que no la veo.»
Continuó colocando cada una de las exquisiteces en el lugar correspondiente, separando las que iba a utilizar para la cena de esa noche. Había decidido sorprenderla: cogollos de Tudela, corazones de alcachofas, espárragos enormes de Navarra, granadas, queso de cabra… Con ella había aprendido a saborear platos diferentes, a cuidar la madurez de la fruta, la importancia de la presentación, la cantidad y calidad de todo lo que comían.
– Oye, Manuel, ¿tú crees que podría enamorarte por el estómago? Mi madre me decía que a los hombres se les enamora por el estómago, y que luego viene todo lo demás. Aquel demás me resultó muy prometedor.
– No. A mí no se me enamora por el estómago.
Su mohín de enfado les resultó a los dos muy divertido, y se rieron como locos. Ahora sabía que su respuesta había sido muy precipitada, fruto de sus relaciones anteriores. La alimentación no había sido protagonista de las cinco relaciones más importantes que había tenido hasta ahora; por el contrario, había primado la rapidez y la eficiencia, el quitarse de encima el «rollo culinario» de su familia norteña. Su madre había dedicado su vida a agradar a su padre, y sin embargo él le había cambiado por otra un poco más culta, bastante más mundana y con un desparpajo vital que le enloquecía. Con esta historia había aprendido bastante sobre dónde poner el foco, y pensaba que no era en la comida. Sentía, al igual que su padre, que había asuntos más importantes que un manjar, que a la postre se podía lograr en un buen restaurante. Estaba seguro de que se había fijado en ella por su especie de locura y porque era todo lo contrario que él. Rápida, siempre haciendo cosas, impulsiva y un poco traviesa.
Sonrió al recordar los exquisitos platos que en el tiempo que llevaban juntos le había preparado, todo elaborado rápidamente. En ella se combinaban la importancia del tiempo y el buen yantar que había vivido en su familia. Pasaba por la cocina como un rayo. Era igual que preparase pescado al horno que una ensalada o unos entremeses. Había descubierto mezclas de sabores que eran impensables y que adornaba con cientos de caricias, risas y miradas de soslayo. Ya no sabía si le engatusaba con la cocina, con el sexo (único hasta ahora) o con las charlas sobre el bien y el mal que tenían cada noche.
Dejó que el chorro frío del agua paseara por sus manos, mientras lavaba con cuidado cada verdura. Aquel frescor rompió el hilo de sus pensamientos, y cerrando los ojos la imaginó nuevamente. Un suave cosquilleo recorrió todo su cuerpo.
Ella pasó veloz, sin detenerse. No la había escuchado entrar, ensimismado como estaba. Realmente las risas, las caricias y aquella complicidad habían durado sólo unos meses desde que habían decidido vivir juntos. El saludo le llegó imperceptible. Aún no había abierto los ojos cuando comenzó a sentir sus movimientos por la habitación. Se estaba quitando la ropa para ponerse otra más cómoda. Rememorar los tiempos pasados le permitió aminorar la sensación de fracaso. La imaginó como antes, corriendo a la cocina o buscándole, llamándole y besándole el rostro.
Cenaron despacio, casi sin palabras, salvo algún que otro «Te ha quedado exquisito» o «Cómo ha ido tu día». Palabras que de tan monótonas se habían vuelto insoportables.
– Oye, Manuel.- Él apoyó su cabeza en el sofá y elevó su mano izquierda hacia la cara. Sintió un cansancio profundo. Extendió las piernas hasta tocar el reposabrazos. Su imagen derrotada no la enterneció. Con todo, no estaba dispuesto a discutir, posiblemente por haber estado deleitándose con los buenos recuerdos. Unos recuerdos que todavía le ilusionaban. No quería romper su precaria sensación de paz.
Se tapó la cabeza con la mano y se adormeció tras la rendija carnosa de sus dedos. Poco a poco dejó de escucharla, y las palabras se fueron alejando. Él caminaba por un sendero dorado, la llevaba de la mano y volaban.
– Tú sabes que esto no puede seguir así -decía ella en ese momento, y sus palabras eran como tambores lejanos. Se abstrajo. Sólo veía sus ojos verdosos melados, un gesto de rabia y la necesidad de ser escuchada.
Volvió a sentir la dentellada en el estómago, y de pronto se sentó, la miró, y le preguntó qué buscaba, qué era aquello que sentía cada noche para que tuvieran la misma conversación y la misma encerrona. Ninguno tomaba una solución, y aquello sólo servía para discutir y agrandar las distancias. «¿Qué quieres…?» No daba crédito a su voz, a su fuerza. Su mirada era directa, igual a la de ella. Estaba dispuesto a todo, a irse, a trabajar su relación. A lo que fuera.
-Ma-le sonó a delicioso caramelo en su boca- lo que quiero es tener mi espacio. Salgo a primera hora de la mañana y te quedas aquí, y cuando vuelvo siempre estás. No tengo espacio, Manu… No sé cómo decirlo. Ni siquiera sé si es razonable lo que te pido. Pero necesito estar sola en algún momento. Caminar por la casa, leer un libro, ducharme, hablar con una amiga… Sentir mi casa como un lugar íntimo. He nacido en una familia llena de gente, y desde mi infancia hasta ahora no he estado nunca sola, y no puedo más. Lo siento. Seguramente debería pensar de otra manera, pero no puedo. Te ataco, te aniquilaría cuando te veo. Te estoy diciendo una salvajada, lo sé. Pero es la realidad.
– ¿Quieres que me vaya?
Silencio.

– No, Manu… Seguro que hay otra solución. Busquémosla.

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PNL. Sistema auditivo (67)

Como continuación de los post 57 y  62 de PNL, te propongo la realización de un nuevo ejercicio que precisa también de la colaboración de otra persona.
Esta vez los ojos permanecerán abiertos y debes localizar un rincón donde no haya ningún tipo de ruido que os pueda interrumpir. Es importante el silencio. Pide a tu ayudante que escriba diez caracteres (con letras y números; puedes mostrarle un modelo anterior) en un papel evitando que puedas verle. Luego te sentarás en una silla y el colaborador se situará detrás de ti y te leerá pausadamente la secuencia completa. Una vez que haya acabado, repite lo que hayas oído. Si no has conseguido recordar la totalidad de los datos, podrá repetirla una vez más solamente.
Mientras que estás escuchando, deberás mantener los ojos abiertos y observar de qué modo has intentado recordar los datos. Quizá has creado imágenes de cada carácter, o has agrupado familias (por un lado las letras y por otro los números). También has podido mover la cabeza, las manos y el cuerpo con el fin de facilitarte el recuerdo. Otra posibilidad es que te hayas quedado quieto y hayas repetido la secuencia tal como te la han dicho, sin imágenes ni emoción alguna. Sólo la secuencia, como un sonido fresco que ha llenado tus oídos y has coreado sin más. En ningún momento se te ocurrió que podrías escribirlo, o que era necesario algún apoyo para ello. A la hora de decirlo sólo te ha interesado la secuencia, y no has prestado atención a tu acompañante, ni a tu imagen o apariencia.
Esto nos informa de que poseemos un mapa representacional auditivo; es decir: que los sonidos, el tono y la linealidad son los que marcan el modo particular de recordar las escenas del pasado y fijar las vivencias del presente.
PNL. Sistemas representacionales. El sistema auditivo (67)
El poseedor de este mapa, para explicar cosas que le han sucedido, o cuando describe situaciones, suele emplear verbos del tipo «preguntar», «discutir», «resonar», «escuchar», «proclamar», «acentuar»,  «decir», «sonar», «oír», «inquirir», «relatar», «sonsacar»… También le identificaremos con palabras como «acento», «silencio», «monótono», «monocorde», «sordo», «audición», «agudo», «armonioso», «timbre», «ritmo», «arrítmico»…
Los auditivos hacen construcciones tales como: «Estamos en la misma onda», «Dímelo alto y claro», «Es una forma de hablar», «Me suena a música celestial», «Cuando te hablo haces oídos sordos», «Me suena a chino», «Dar la nota», «Vivir en armonía»…
Además de por todo lo expuesto, podremos descubrir a un auditivo por su modo peculiar de hablar monótono, centrándose en sus palabras, procurando que el ritmo sea pausado, cuidando que el mensaje resulte claro, y que el oyente pueda repetir lo que ha oído sin dificultades. Para un auditivo es vital la trasmisión de los sonidos, hasta el punto de que parece que están leyendo una partitura musical. Si se saltan una nota, queda alterada la composición, y todo se torna diferente. No importa si es mejor o peor, ya no es la misma y el origen se ha perdido. El auditivo memoriza sonidos, y sólo cuando ha podido captar plenamente la vibración puede entender todo lo que hay detrás de cada palabra.
Para un auditivo los labios son una maquinaria imprescindible para emitir su composición musical, y difícilmente los humedece, a no ser que esté estresado.
Otro dato a tener en cuenta es que, cuando hablan en público, no observan lo que les rodea  ni sienten a los que les escuchan. Su atención está puesta en el silencio de los asistentes, o en sus sonidos si es un orador muy seguro de sí mismo. Si no es así, el auditivo, para no olvidar lo que quiere decir, sólo atenderá a su sonido interno. En su interior mantendrá guardada la música, la vibración, la armonía.
El auditivo cuida que su imagen armonice con el entorno en el que se encuentra. Aunque busca ser reconocido, es decir, que le miren, pocas veces le preocupa ser aceptado por los otros (y cuando decimos «aceptado» nos referimos a ser querido). Es por ello que muestran un rostro imperturbable. Los más tímidos se aíslan de los sonidos externos para no desbordarse con alguna emoción descontrolada.
Puesto que los auditivos piensan mediante sonidos, su respiración es bastante homogénea por todo el pecho. Con frecuencia producen pequeños movimientos rítmicos con el cuerpo, y el tono de su voz es claro, expresivo y nada sensual. Las personas auditivas suelen tener buena voz. El ritmo en su comunicación es intermedio; ni son rápidos como los visuales, ni tienen la cadencia de los kinestésicos. Son los que necesitan un «ajá», un «mmm», es decir, una comprobación auditiva que les dé una pista de que el otro está con ellos y les presta atención.
Los auditivos hilan el pensamiento de modo secuencial, explicando una idea detrás de otra. Hasta que no finalizan una no pueden saltar a otra. Suelen desesperar a los visuales, que son mucho más rápidos. Como contrapartida, el auditivo es más profundo que el visual, quien intenta abarcar muchas ideas a la vez, aunque no profundice habitualmente en ninguna.
Amén de todo ello, el sistema auditivo tiene un lenguaje no verbal con muy poco registros en sus manos, que casi no mueve. Una de sus acciones más característica es tocar objetos, con los que juguetea en todo momento. Cuando está en pie suele balancearse con el cuerpo, como si se acunara. Es un movimiento que le tranquiliza, e indica una pequeña inseguridad en sí mismo. Muy difícilmente el auditivo se toca su cuerpo mientras habla, y jamás se acaricia. Su gesto más habitual es juntar las manos delante o detrás de su cuerpo.
Su cabeza la deja caer a veces, como si estuviera escuchando, y luego la levanta como sorprendido. Hay momentos claves de su comunicación en los que parece que está ausente. Sus ojos van leyendo una «partitura» de izquierda a derecha, y a veces se detiene. En algunos casos parece que está repitiendo una lección.
Siguiendo con el espíritu práctico de los post de PNL, os proponemos repetir el ejercicio realizado en el post anterior:
Busca un rincón retirado para evitar las interrupciones. Es imprescindible desconectar el teléfono móvil. Ahora cierra los ojos y piensa en algo agradable. En una escena que te resulte grata. Examina cualquier sensación que tengas de ella, y define el modo en el que lo haces:
  • Mono o estéreo.
  • Palabras o sonidos.
  • Volumen (alto o bajo).
  • Tono (suave o duro).
  • Timbre (plenitud del sonido).
  • Localización del sonido.
  • Distancia de la fuente del sonido.
  • Continuidad o discontinuidad.
  • Claridad (claro o con interferencias).
Estas son las submodalidades que nos permiten profundizar un poco en este sistema representacional. Presta atención a tu recuerdo.  Un aspecto muy importante de las submodalidades es observar qué ocurre cuando las cambiamos.
Puede que también escuches una voz interior que te reprueba de vez en cuando. Ralentízala, acércala, intenta que vaya cambiando el tono. ¿Qué pasa cuando le cambias el volumen, el tono? Hablarse a uno mismo provoca cierto placer; sin embargo, esa voz puede que no sea la tuya. ¿Qué hace en tu cerebro?, ¿quién la ha puesto ahí?, ¿por qué no le dices que se vaya?, ¿por qué te recreas en ella?
La realidad de los mapas representacionales tiene su mayor evidencia durante la proyección de una película de suspense o terror. ¿Quién eres, el que se tapa los ojos y no soporta ver las escenas que te atemorizan, o aquel que sigue viendo las escenas y que sin embargo se tapa los oídos para no escuchar la música, ni los sonidos aterradores, o quizá el que se mueve incesantemente tocando todo su cuerpo, o agarrándose a alguien o a la silla, o mordiéndose las manos, mientras sigue mirando la escena y la escucha ávidamente? Estos comportamientos no difieren mucho de una escena de amor. En este caso están los que miran la escena extasiados, los que cierran los ojos y se deleitan guardando todos los sonidos en su corazón, y aquellos que más pareciera que la acción se estuviera reproduciendo en su butaca.
Para un auditivo lo importante es la cronología y el orden. Poseedores de una gran memoria sonora, pueden repetir la letra y las notas de una canción que han escuchado solamente una vez; no obstante, les cuesta mucho aplicarle un ritmo. El auditivo necesita incorporar el movimiento, y al mismo tiempo convencerse de que de esa manera no pierden el recuerdo.
En la próxima entrega seguiremos hablando de los mapas representacionales. Esperamos que sean de vuestro interés.
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Temperamentos. Pilares para la excelencia personal y profesional (66)

Como quedamos ayer, voy a haceros una lectura de cada temperamento, señalando cuáles de sus virtudes pueden llevarlo al éxito, y cuáles de sus defectos al fracaso.

El sanguíneo, por encima de cualquier cosa, necesita expresarse. Es primordial para él vivir su explosión, realizar sus ilusiones, ser el centro de atención de los grupos en los que participa, vivir cada experiencia con total alegría y excelente sentido del humor. Es el temperamento más extravertido, por ello adora integrarse con la gente en la calle, y con todo aquello que se mueve al aire libre. Se llena de todas las cosas que vienen de fuera. De este modo, se siente exitoso y pletórico. Es el mejor creador de climas agradables y distendidos, tan necesarios en estos tiempos, además de ser un actor nato, cualidad que explota cuando está en grupo. Es encomiable su capacidad de recuperarse, sin ningún rencor, de cualquier enfado suyo o ajeno. Su talento más preciado es la expresividad.

El sanguíneo, sin embargo, debe ser muy cuidadoso con su falta de respeto y de discreción, así como con su inmadurez reflexiva, que le lleva a explosiones incontroladas de carácter y de gula. Su debilidad más acusada es el descontrol de sus emociones.

Los  cuatro temperamentos. Los pilares de nuestra excelencia personal y profesional (66)

El flemático precisa que la vida sea muy agradable y quiere que siempre le resulte grata, para ello evita inmiscuirse en las actividades o en la vida de los demás, y procura no comprometerse con hazañas que no le interesan. El flemático difícilmente se enfada, pues posee una paciencia casi ilimitada, valor que le permite mostrarse  imperturbable cuando todo está agitado. Esta gran cualidad le confiere un perfil de trabajador meticuloso muy por encima de cualquier otro temperamento. La gente le resulta encantadora si no se entromete en sus intereses. Es aconsejable no olvidar que el flemático es introvertido aunque se muestre muy amable, y que le gusta preservar su intimidad. Los amigos y colaboradores profesionales le emplean para que medie en causas perdidas o difíciles. Su talento más valorado es la inmutabilidad.

El flemático debe cuidar su desinterés por las cosas que le rodean. Esto le lleva a un estado de desmotivación muy profundo, del que en ocasiones no es capaz de evadirse. Además, para defender su comodidad reprime emociones que expresadas serían un gran canal de crecimiento profesional y artístico. Su desinterés por los demás a veces es excesivo, pues le cuesta mucho implicarse y servir de apoyo. Su debilidad más clara es la desmotivación.

El colérico define su vida desde las acciones concretas y los propósitos que se marca. Su don más preciado es el reconocimiento inmediato de todas las oportunidades que la vida le presenta, sobre las que actúa de modo muy práctico y preciso. Cuando está en grupo aporta ideas y planes de continuo. Gracias a su liderazgo natural, decide rápido sobre cualquier asunto que le interese, y lucha hasta que lo consigue sin desfallecer, pues la constancia es otra de sus grandes virtudes. Puede realizar varias funciones a la vez sin sentirse atosigado por ello. Y es que al colérico le hace feliz tener varios frentes abiertos para sentirse muy útil. Uno de sus valores es su extraversión. Su talento más sobresaliente es su actividad a pleno rendimiento y multifuncional.

El colérico tiene dificultades para delimitar sus errores, que difícilmente reconoce. Es más, tiende a culpar a los otros. A esto se suma su predisposición a hacer sin tener en cuenta los errores. Quizá sea su avaricia de éxito lo que debe mejorar de su personalidad. Su debilidad más notoria es la falta de aprecio por las personas de las que no puede conseguir algo.

El melancólico, amén de su capacidad para realizar sus trabajos con gran precisión, tiene un talento natural para el análisis y la ampliación  del pensamiento, lo que le hace ser un gran observador de todo lo que le rodea. Su alma es muy esforzada, con una elevada tendencia hacia el servicio y el sacrificio por la comunidad. Es activo en la escucha, y desarrolla cualidades de atención que no tiene ningún otro temperamento. En la amistad es un amigo fiel, y lleva su fidelidad a través del tiempo. El melancólico recuerda a sus amistades «eternamente». Es el temperamento con mayor profundidad para las relaciones por la relevancia que ve en todas ellas. El melancólico tiene una vena mística que aviva a lo largo de su vida con la búsqueda de respuestas trascendentes. Es delicado con la intimidad de los demás por su condición de introvertido que a veces puede ser muy exagerada. El melancólico lleva a profundidades insondables su revisión de los aspectos de la realidad. Su talento más notable es su entrega al prójimo olvidándose de si mismos.

El melancólico debe cuidar mucho su tendencia a ver las dificultades en lugar de los posibles logros. Esto le convierte en agorero y le lleva a estados anímicos muy inestables, por no hablar de su amor exacerbado a su intimidad y a la soledad. Su debilidad más importante es la minuciosidad que despliega para analizar todo lo negativo.

Estos son los puntos clave de cada temperamento, que nos permiten definir sólo nuestra preferencia, y en ningún caso la personalidad completa. Para ello se necesita un trabajo más exhaustivo, y desde este espacio procuraremos dar las herramientas para que vayamos progresando en nuestro autoconocimiento. La información que hasta ahora hemos ofrecido es una base para iniciar el camino de detección de nuestro pilar interior, sobre el que se cimentará el resto de nuestros valores.

El ejercicio que haremos ahora es el siguiente:

Toma un papel y puntúa del 1 a 10 cada uno de los valores y contravalores definidos como el más singular de cada temperamento. El que tenga más puntuación será el preferente tuyo. Para aquellos que no tengáis una preferencia definida, debéis hacer el trabajo con la totalidad de los valores que se expresan, y al final encontraréis cuál es el que os define con mayor exactitud. El ejercicio se hace con los valores, y no con las debilidades.

Ejemplo imaginario:

Sanguíneo: Mi nivel de expresividad y extraversión: 4
Flemático: Mi capacidad de inmutabilidad: 5
Colérico: Soy activo y elevo mi rendimiento permanente: 9
Melancólico: Mente analítica y pensamiento profundo: 1

Resultado: Preferencia Colérico. Esta persona tiene su diamante en su actividad y rendimiento permanente. Cada vez que quiera realizar un cambio deberá poner su atención en esta gran cualidad “de acción y rendimiento permanente”. En ningún caso se fijará en las cosas que le faltan de los otros temperamentos.

Los que no hayáis encontrado ninguno, puede ser que estéis muy armonizados entre los cuatro, y seguramente tenéis muchos elementos de todos.

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Temperamentos. Pilares para la excelencia personal y profesional. (65)

Durante estas semanas hemos ofrecido información sobre los cuatro temperamentos de Hipócrates y Galeno, y hemos disfrutado de todos los matices de cada uno de ellos. Hemos conversado con el expresivo sanguíneo (46), respetado al paciente flemático (51), estuvimos trabajando con el activo colérico (56) y, por último, escuchamos a nuestro analítico y profundo melancólico (61).

De todos los post (65 hasta el momento), estos han sido los que más comentarios han provocado, a la vez que han recibido el mayor número de visitas a nuestro blog. El melancólico ha superado a todos con 365 entradas, y con 43 comentarios vuestros y 14 respuestas mías. Estoy muy emocionada por ello. Considero que tiene un significado positivo hacia el trabajo realizado, además de llevar implícita una necesidad de autoconocimiento y transformación de cada uno de los que participamos en este espacio.

Los cuatro temperamentos. Los pilares de nuestra excelencia personal y profesional. Parte I (66)

El sentido del descubrimiento personal sólo puede estar motivado y sustentado por el deseo de promover y potenciar todo lo que de extraordinario hay en cada uno de nosotros para, desde ese lugar de fuerza, posicionarnos en la parilla de salida con las ideas muy claras de hacia dónde queremos ir, qué queremos conseguir y con qué medios contamos para ello. Muy fútil sería el esfuerzo si, colocados en el principio de la carrera, desconociéramos qué buscamos, quiénes somos y cuáles son nuestras grandes habilidades y talentos para lograr el éxito.

Se trata de descubrirse para dignificarse con lo que uno es. De percibirnos con un potencial único para ayudar a nuestra voluntad a generar hábitos de excelencia desde los que afrontar las adversidades  como si fueran oportunidades. Además, saber con qué contamos nos compromete con la gestión de nuestros dones para llegar a la meta. Y es que de lo que se trata es de liderar nuestra vida.

Conocerse en ningún caso puede ser dolerse de ser quienes somos y resquebrajar nuestras fuerzas por el miedo al camino. No importa si nuestro temperamento es más sanguíneo o más colérico, ni si tenemos la mayoría de las cualidades del flemático o, por el contrario, nos hemos descubierto como melancólicos. Porque, sea como sea, ese es nuestro contingente, es decir, el pilar sobre el que nos apoyamos para seguir adelante. Sobre dicho pilar crecerá nuestro carácter, parte mutable sobre la que podremos trabajar día a día hasta lograr unos buenos resultados.

Muchos de vuestros comentarios han mostrado una predisposición a rechazar vuestra preferencia, o a mirar el lado negativo de la misma, olvidando, posiblemente porque yo no he sido clara, que el temperamento preferente es el diamante que todos llevamos dentro, y que cuando se desconoce, en lugar de una piedra preciosa se convierte en un enemigo.

Cada temperamento nos ha presentado su cara fortalecedora y sus debilidades, y es en este conocimiento donde está nuestra mayor riqueza. Una riqueza que nos aproxima al éxito y a la excelencia personal. El talento del hombre está en aprovechar todo su potencial y abrirse a conocer y descubrir nuevas posibilidades. No debería pues  sentirse quejumbroso por sus debilidades y recrearse en ellas. Poco o nada podemos hacer con aquello que es inherente a nuestra personalidad y que llevamos en nuestra maleta para que el viaje resulte más entretenido, más saludable y, sobre todo, más real.

El introvertido lo seguirá siendo aunque con su trabajo personal resuelva varios de sus elementos negativos, tales como el ostracismo y el excesivo retraimiento en su espacio. Si el introvertido reconoce que su potencial está en su energía interior, en el conocimiento de sí mismo, y eso lo extrapola a todas las funciones de su vida, podrá apoyarse en dicho conocimiento para ir al encuentro de lo que le rodea, en lugar de transformarlo en un impedimento vital. Ahora bien, si niega esa cualidad porque cree que es mejor ser extravertido, entonces tendrá un grave problema. La aceptación de esta cualidad le aproximará a aprender de ciertos comportamientos extravertidos, mientras que la negativa le encerrará aún más en sí mismo.

Este mismo ejemplo podemos aplicarlo a cualquiera de los temperamentos. Mañana continuaremos con un estudio más detallado de cada uno de ellos desde sus fortalezas y debilidades, así como con alguna indicación de cómo diagnosticar nuestra preferencia más sobresaliente.

Esperamos continuar a vuestro lado todo el tiempo en este cálido e interesante mes de agosto. Gracias por vuestra atención. Hasta mañana.

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Niño obediente. Escucha activa (64)

«Hola, me dirijo a este foro en busca de ayuda… porque ya estoy desesperada… tengo una niña de 4 años, que no obedece nada… ni si la castigo (castigos adecuados a su edad, tipo no ves dibujos, ni pelis, no coloreas, no juguetes, en la sillita de pensar diez minutitos… etc…), ni si la premio si hace algo bien… con nada obedece… es más le digo de castigarla sin dibujitos y dice que le da igual… pero con dibujos y cualquier cosa… le da igual de todo!!!!… o sea que no se qué hacer… me podéis dar algún consejo por favor algún método que os haya ido bien????»
(Foro de Psicología de los niños)
Pocos de nosotros conocemos que el término obedecer viene del latín Ob audire, que significa «saber escuchar». La obediencia exige un primer momento de escucha atenta, que conduce a la acción. Este proceso puede surgir de una aceptación profunda e interna, o estar provocado por una llamada del exterior. En ambos casos se responde activamente.
Mi pretensión en este post es aproximarnos a los significados sobre la obediencia más válidos, más accesibles y de más rápido aprendizaje. También me gustaría que pudiéramos simplificar y relativizar la importancia de la obediencia en aras de centrarnos en el estudio e importancia de la escucha atenta en los niños y en los adultos.
La mayoría de los padres, igual que sucede en el caso ejemplificado más arriba, buscan que sus hijos les obedezcan empleando múltiples recursos sin comprender, y en muchos casos sin pensar siquiera, que es imposible la obediencia si previamente el hijo no ha entendido qué se le pide, cómo realizarlo y para qué sirve la exigencia. Recordemos también el post 38 (titulado «El primer pilar de la educación. La enseñanza a través de los hábitos»), donde los padres debían incorporar disciplinas que ayudasen a los niños a confiar en sus propias fuerzas y a desarrollar hábitos que permanecieran en el tiempo.
El niño obediente. Un ejercicio de escucha activa (64)
«Haz esto porque te lo mando yo» es una abstracción imposible para cualquier persona, pero mucho más cuando nos dirigimos a niños o jóvenes de cualquier edad. Antes de plantearnos cómo lograr su obediencia, debemos comprender que subordinar la voluntad de alguien, niño o adulto, requiere la anulación de sus deseos para acatar algo que no le seduce. A priori, parece descabellado que esto pueda originarse de forma natural.
Imaginémonos que un profesional pide a un padre que su hijo no ingiera dulces. En la mayoría de los casos que conozco, la respuesta es de imposibilidad, y acaban preguntando: «y eso, ¿cómo lo consigo?». Hay un desaliento explícito y grandes dudas sobre el respeto y docilidad de sus hijos hacia esta prohibición. Sin embargo, cuando el mismo profesional informa que el niño tiene propensión a la diabetes, el panorama varía notablemente, y el acatamiento es casi instantáneo.
La diferencia entre el primer caso y el segundo radica en el conocimiento de los hechos y la trascendencia sobre la salud del niño. Los padres en estos casos encuentran recursos para ejercer su autoridad y conseguir la docilidad de sus hijos, así como el acato a las normas en la mayoría de los casos. Es más, el niño, consciente de la importancia, sigue las directrices estrictas e informa de su situación allí donde va.
¿Podríamos decir entonces que los padres conocen los recursos para ejercer la autoridad? Y si es así, ¿por qué sólo la ejercitan ante situaciones límites? Lo común es que los miembros de una familia opten por debilitar su autoridad ante los niños y no perseverar en sus criterios. La confrontación que los menores ejercitan contra su fortaleza les desgasta y prefieren claudicar.
Los críos son hábiles observadores y requieren una coherencia en los actos y los mensajes que muy pocos padres están dispuestos a soportar. Cabe recordar aquí que los niños aprenden desde las imágenes, a través de los sonidos de la voz y de cada uno de los cinco sentidos, que agudizan al máximo. Su crecimiento depende del desarrollo adecuado de sus sensaciones antes que de cualquier otra cuestión.
Habitualmente, los niños son espectadores de grandes contradicciones. Los progenitores cambian de idea según el momento en el que se encuentran, independientemente de lo que es aconsejable o no para los hijos. En muchos casos, ambos padres no coinciden en el planeamiento educativo, y lo explicitan sin recato delante de ellos. Los pequeños son muy hábiles en aprovechar estas divergencias para su «beneficio», y explotan esta disonancia para romper la autoridad y trasgredir las órdenes.
La obediencia exige un alto nivel de compromiso por parte de aquellos que deciden. Las prohibiciones deben ir acompañadas por la coherencia; lo que hoy es correcto debe seguir siéndolo mañana, y viceversa. Del mismo modo, las directrices deben ser consensuadas por ambos padres para erradicar los conflictos de autoridad. Si las concepciones educativas difieren entre los «gestores», estos deben plantearse qué deben resolver y cómo, y en ningún caso debatirlas en presencia de los menores.
Si retomamos nuestro concepto de obediencia, deberemos centrarnos en la escucha, y la primera escucha activa que un niño observa es la que se proviene del vínculo de sus padres. Si el menor detecta que hay fisuras en la autoridad de un padre con el otro, o que hay incompatibilidades entre la visión de cada uno, manifestará rebeldía, que no es otra cosa que una búsqueda de armonía interior.
Si el problema es familiar, ¿cómo se debe proceder para que el niño obedezca? Primeramente, hay que valorar cada palabra que se le trasmite y asegurarse de que el niño ha entendido qué se le está requiriendo; después, comprobar si tiene la capacidad para realizarlo, y por último, si entiende cuáles son las consecuencias positivas y negativas de su comportamiento. Además, las órdenes se transmitirán una sola vez con instrucciones simples y comprobando que sabe cómo hacerlo. En el caso de que la orden sea una prohibición, conviene explicar el por qué de ella, siendo claros, asertivos, concretos, formales y resueltos.

El niño obediente es el resultado de escuchar, y para ello hay que cuidar qué decirle y cómo decírselo. Recordar nuestra infancia nos ayudará a todos bastante.

Podéis ver estos vídeos relacionados:

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Nuestra amistad. Una amistad sin Yoes (63)

La narración escrita más antigua de la historia sobre la amistad es el poema de Gilgamesh, con escritura cuneiforme y preservada en 12 tablillas de arcilla, que data del año 1.300 a.C. El poema cuenta las aventuras del rey Gilgamesh, también conocido como Istubar, y su amigo Enkidu. Una relación de amistad entre un semidios y un mortal.

El origen etimológico de la palabra «amistad» no ha podido ser determinado con exactitud. Hay quienes afirman que proviene del latín amicus («amigo»), que a su vez derivó de amore («amar»). Otros dicen que viene de animi («alma») y custos («custodia»), o sea: el «guardián del alma». Sin embargo, otros estudiosos afirman que amigo es un vocablo griego compuesto por a («sin») y ego («yo»), por lo que vendría a significar algo así como «sin mi yo».

Nuestra amistad. Una amistad sin Yoes (63)

Nuestra amistad. La amistad que mantenemos los más de 192 firmantes es única. Llena un escenario diferente que no está contemplado, y a la vez se contiene dentro de todas las acepciones que conozco hasta ahora.

No hay palabra que nos ubique, que nos relacione, que nos signifique. Día a día noto que el amigo, el amor, el alma, la custodia, el «sin mi yo»,  rebosan, y algo más grandioso nos distingue y nos hace únicos, verdaderos e incognoscibles.

Nuestros encuentros simbolizan la atemporalidad, la universalidad, la multidiversidad, la singularidad.  Todo ello es nada y se convierte en todo. Cada día el amigo es uno nuevo, los espacios más ilimitados, las cuestiones más interesantes y profundas. Es una magnificencia  de conocimiento y de entrega ante la que sólo queda decir gracias.

Habéis conformado una estructura sólida y compacta con los más de 1118 comentarios que hemos compartido, con cientos de significados que hay detrás de cada una de vuestras observaciones. Cada palabra encierra otra que no se dice, que se almacena para que aflore en el nuevo y oportuno momento. Atrás han quedado los silencios «hablados» de los primeros días, cuando aún éramos balbucientes conocidos que medíamos nuestras expresiones un poco por timidez y otro mucho por miedo a ser inoportunos.

Creo que somos amigos un poco como decía Richard Bach: «Nuestra amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo». Vamos mucho más allá que eso, porque nuestra relación recorre ámbitos más complejos que la no dependencia del propio espacio, o el tic tac de un reloj que nos someta a su paso lento. Estamos siempre. A cualquier hora. Todos podemos recurrir a leernos, a repasarnos, a repetirnos. Y sentimos lo que decía Miguel de Unamuno: «Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da». Así ocurre cuando un nuevo comentarista se suma a nosotros, y nos enriquece y nos perfecciona en nuestro modo especial de comprendernos.

Nos descubrimos a través de nuestras lecturas. Es infinito todo lo que nos damos. Sé que estamos en este viaje de procurar crecer un poco más cada día, y que las reflexiones que nos planteamos nos alimentan.

Aristóteles decía que una amistad es un alma en dos cuerpos. Nosotros hemos ampliado esta visión a miles de cuerpos, que no son tangibles, sino que se transcienden. Y ahí he encontrado el sentido a esta amistad única. Somos amigos sin fronteras, sin cuerpos, sin verdades ni mentiras. Somos lo que anhelamos ser, y por encima de todo somos  lo que siempre hemos querido ser. Amigos y libres.

Hemos creado un nuevo concepto de amistad «sin mi yo», «sin tu yo», «sin el yo de ninguno». Nuestra amistad es sin «yoes».

«La amistad es el amor sin alas.»
Lord Byron.

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PNL. Sistema kinestésico (62)

Como continuación del post 57 de PNL, os propongo la realización de un nuevo ejercicio que precisa la colaboración de otra persona.
Cerrad los ojos y tapadlos con un pañuelo, de forma que no veáis absolutamente nada. Extended la palma de la mano. Sobre ella, vuestro ayudante dibujará con el dedo una secuencia de caracteres, que no os habrá dicho ni habréis visto escrita. Por ejemplo:
L R G B V 7 P 5 W 4
Vuestro colaborador deberá repetir la secuencia hasta un máximo de dos veces. Luego, sin quitaros el pañuelo y manteniendo los ojos cerrados, os pondrá un bolígrafo en la mano, y en un papel en blanco deberéis reproducir la secuencia.
Es probable que muchos hayáis visualizado los caracteres mientras os los marcaban en la mano. Otros los habréis repetido mentalmente: «esta es la L…, esta la R 9…, esta la G…».
Otros habréis sentido el roce de los dedos sobre vuestra palma, y la sensación habrá supuesto una evocación de otras caricias, o quizá habrán aparecido una especie de cosquillas que os habrán alejado del ejercicio. Para algunos habrá sido casi imposible escribir la secuencia ordenada, porque la sensación de una letra ha casi borrado la de las otras. Habrá quien, a la mitad del ejercicio, tenía la mente en otro sitio, retornando casi al final. También estará el que haya escrito la secuencia dejándose llevar solamente por la sensación, sin evocar números o leerlos en su mente, logrando repetirla con éxito.
Este ejercicio emplea el sentido del tacto (también podéis diseñar uno en el que se impliquen los del gusto y el olfato), y quienes en lugar de visualizar o repetir en su cabeza las letras se haya dejado llevar por las sensaciones, poseen de manera preferente este sistema kinestésico o sensorial del que hablamos en el post. 24.
Cualquiera de estos casos nos informa de que estamos ante un mapa representacional kinestésico; es decir: que las sensaciones, emociones y sentimientos son las que marcan el modo particular de recordar las escenas del pasado y fijan las vivencias del presente.
PNL. Sistemas representacionales. El sistema kinestésico (62)
¿Estás de acuerdo con esta frase de El Principito: «He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos»? Si es así, este es tu sistema representacional.
Para explicar cosas que le han sucedido, o cuando describe situaciones, el poseedor de este mapa suele emplear verbos del tipo «sentir», «tocar», «sufrir», «acariciar», «rozar», «empujar», «sostener»… También le podemos identificar con palabras como «contacto», «sólido», «cálido», «templado», «concreto», «suave», «pesadez», «presión», «tangible», «intangible»… El kinestésico hace construcciones tales como: «Lo siento en el alma», «Tengo la piel de gallina», «Suave como un guante», «Estoy hecho polvo», «Seguiremos en contacto», «La vida me empuja».
Además de por todo lo expuesto, podemos descubrir a un kinestésico por su modo peculiar de hablar suave, recreándose en sus palabras y modulando la voz. Es sensual y cálido. Necesita sentir sus labios jugosos y frescos. Hace de su voz el medio para atraer a los demás. Una cualidad sobresaliente de este mapa es su necesidad de ser aceptado, que evidencia a través de sus movimientos. Cuando inicia su comunicación con los demás, lo primero que hará es acariciarse el cuerpo, colocarse la ropa, y buscar, de forma inconsciente, el lado más atractivo de su imagen.
Amén de todo ello, quien posee un sistema kinestésico tiene un lenguaje no verbal con muchos registros en sus manos, que ondeará casi constantemente. Una de sus acciones más característica es girar las manos  sobre sí mismas, o aletearlas hacia los lados como si de una representación de baile se tratara. Las piernas las mueve al son de sus palabras, y juega con su cuerpo para relajar la tensión que le provocan las relaciones con los demás.
Si observamos el ritmo respiratorio, podemos decir que el kinestésico se caracteriza por una respiración profunda que arranca desde el estómago, acompañada muchas veces por una relajación muscular. La cabeza tenderá a colocarla a la altura del otro, a excepción de que se sienta retado. En ese instante levantará su mentón y fijará su mirada herida. En sus ojos dejará entrever un poco de enfado y un mucho de tensión, puesto que se siente en evidencia.
Otra tendencia no verbal de una persona kinestésica es colocar sus manos en el corazón o en el abdomen cuando algo le emociona. Es su modo de representar lo mucho que le sensibiliza ese tema, esa situación, esa imagen…
Siguiendo con el espíritu práctico de los post de PNL, os proponemos repetir el ejercicio realizado en el post anterior:
Busca un rincón retirado para evitar las interrupciones. Es imprescindible desconectar el teléfono móvil. Ahora cierra los ojos y piensa en algo agradable. En una escena que te resulte grata. Examina cualquier sensación que tengas de ella, y define el modo en el que lo haces:
  • Localización.
  • Intensidad.
  • Presión (fuerte o débil).
  • Extensión (tamaño).
  • Textura (áspera o suave).
  • Peso.
  • Temperatura.
  • ¿Cuánto dura?
  • Forma.
Estas son las submodalidades que nos permiten profundizar un poco en este sistema representacional. Presta atención a tu recuerdo: ¿dónde lo sientes?, ¿es leve o intenso?, ¿pesado o ligero?, ¿cálido o frío? Un aspecto muy importante de las submodalidades es observar qué ocurre cuando las cambiamos. Algunas de ellas se mantienen sin cambios significativos; sin embargo, hay otras que son cruciales para nuestro recuerdo concreto, y modificarlas significa variar por completo lo que sentimos por ese recuerdo. Esto nos lleva a deducir que el impacto y significado de un recuerdo o pensamiento está más en función de unas pocas submodalidades críticas que del contenido propiamente dicho.
El poseedor de este mapa kinestésico está conducido por su mundo emocional, y su discurso es coherente con esa forma de sentir el universo. La comunicación tiende a ser anárquica, y no se mantiene necesariamente alrededor del tema planteado a priori. Sus saltos y movimientos de un plano a otro van conducidos por sensaciones, donde la lógica no suele ser la guía. Son las impresiones y todo aquello que le sensibiliza el motor de todo su cosmos. Quien experimenta la realidad a través de este mapa profundiza en los sentidos y hace de las sensaciones su motivo de vida. Lo único que debe tener en cuenta es que su percepción de las cosas suele estar un poco distorsionada por el afán de ser querido o aceptado.
Para un kinestésico es importante el respeto a su «sentir» y a su percepción de lo externo, tan lleno de sensaciones.
Revisemos todos esos momentos que hemos sentido como malos, pues quizá hayan estado acompañados de olores, contactos o sabores que nos hirieron, alterando nuestra percepción. Es más que probable que en realidad todo ocurriera de una forma distinta, y que nuestra percepción esté distorsionando la realidad.
En la próxima entrega seguiremos hablando de los mapas representacionales. Esperamos que sean de vuestro interés.
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Temperamento melancólico (61)

Ha llegado el momento de descubrirse. Hemos estado arropados durante estas semanas detrás de nuestros amigos sanguíneos, flemáticos y coléricos, y entre tanto disfrutábamos de un pequeño desconocimiento sobre nosotros mismos. Nuestro amigo de hoy es el analista, y por ello nos conducirá por lugares mucho más claros y más precisos. A este temperamento le parece muy interesante la vida, siempre y cuando pueda encontrar respuestas del por qué y para qué de todo aquello que sucede a su alrededor.
El temperamento melancólico es el más rico y el de mayor registros de los cuatro; es talentoso, perfeccionista, abnegado y muchas cosas más que iremos viendo. Además, el melancólico es por excelencia el más analítico de todos. Es decir: su mayor valor es su capacidad para diagnosticar acertadamente los obstáculos y los riesgos de los proyectos en los que participa.
Gestionar lo imperfecto de uno mismo. El temperamento melancólico (61)
Para realizar esta función analítica, el melancólico indaga en lo más recóndito de sus recuerdos, y para ello desmenuza cada situación a niveles insospechados e incomprensibles para otros. Su facultad para rememorar instantes pasados, de hace mucho tiempo, es asombrosa, no sólo porque descorre velos que parecían impenetrables, sino porque además su pensamiento sobre los hechos es profundo, elude la superficialidad (que aborrece) y va relatando las experiencias con todo lujo de detalles que recogen la máxima información posible sobre una situación.
Para saber si eres melancólico debes preguntarte: ¿buscas la perfección en todo lo que haces y en los demás?, ¿tu mayor afán es contribuir y estar al servicio de los otros porque tienes un alma esforzada que está dispuesta al sacrificio personal en aras del bienestar social?, ¿eres un gran observador con alto nivel de escucha activa? Seguramente hay muchos grados para estas respuestas y estés meditando sobre cuánto te compromete reconocerte en alguna de ellas. Esto también te define como melancólico: la dificultad para tomar decisiones sobre ti y tus competencias. Esta incertidumbre es una de tus grandes parálisis, que te imposibilita avanzar todo lo que podrías.
Los puntos expuestos son los más prominentes de un temperamento melancólico, y si los cumples podríamos decir que tu identidad temperamental es preferentemente melancólica. ¿Eres de este tipo?
Si es así, tienes como sello ser un amigo fiel, si bien tu facilidad para hacerte amigos es muy baja, aunque en ningún caso abandonas a alguien cuando esperan tu respaldo o protección. No olvides que puedes ejercer cualquier profesión, siempre que tenga un sentido humanitario. Esa humanidad es la que hace perdonables algunos de tus grandes defectos o debilidades, como la visión negativa sobre el mundo, que te impele al pesimismo y te arrastra a la crítica.
Estos puntos oscuros en tu temperamento melancólico originan que en los nuevos proyectos encuentres primero las dificultades que los posibles logros. La mente analítica te abduce y comienzas a visionar previamente los problemas, para luego ilusionarte con los beneficios de la idea. Cuando has superado esta primera fase derrotista, tu posición ante el proyecto no es muy activa, porque prefieres mantenerte al resguardo de la celeridad, que te ofende, ya que consideras que se pierden detalles.
Es conveniente que no olvides tu tendencia a plantear novedosos proyectos, aunque sin participar en su desarrollo y realización. Los melancólicos necesitáis asociaros a otros temperamentos para paliar vuestra vena nada práctica.
Otro aspecto de mejora es la tendencia a esperar que la gente acuda a ti, esforzándote poco o nada en producir tú el acercamiento. El problema no está en si te gusta la gente, que te agrada, sino en que tienes una doble necesidad: primero que te acepten, y después que te dejen solo.
Detrás de cada melancólico hay escondida alguna experiencia dolorosa que les lleva a rehusar a la gente porque ven en ellos oscuras intenciones, que en muchos casos acaban siendo ciertas. Es difícil que las relaciones que mantiene no acaben cumpliendo la premonición de que «te pueden fallar». Este es un pensamiento reiterativo de un melancólico: «Si alguien se acerca es porque busca algo de mí».
Si concibes por un instante que alguien demanda tu compañía y desea estar muy próximo a ti, generarás un conflicto para evitarlo. Eres muy susceptible a las relaciones, y pueden ofenderte con sólo mirarte. Tus vaivenes de ánimo son insoportables, no sólo para ti, sino para todos los que te rodean, puesto que puedes llegar a ser irrazonable
Tienes un potente cerebro que funciona dependiendo de tu estado anímico, que como hemos visto es un poco inestable. Cuando estás optimista (pocas veces) el mundo gira alrededor de tus ideas y tus grandes conceptos creativos, si bien cuando vives alentado por el rencor, el miedo y la tristeza, te encierras en un rincón y esperas a que se pare el tiempo.
Esta línea de pensamiento melancólico y negativo hace que muchas de las decisiones que tomas sean poco realistas. Los grandes picos y valles de tu temperamento hará que a veces pienses que eres un sanguíneo, transportado a grandes alturas, y otras que vayas por el mundo como un alma en pena. O aprendes a controlarte, o a medida que vayan pasando los años irán aumentando los momentos de insatisfacción, amargura y depresión.
Todos estos matices podemos definirlos en cuatro escalas principales, que dan una información muy rica a la hora de aproximarnos a un conocimiento más profundo de los comportamientos del temperamento melancólico en diferentes momentos y ante diversas situaciones:
  • En qué centras tu atención: eres el más introvertido de todos los temperamentos. Tiendes a mirar tu mundo interior, en el que te recreas.
  • Cómo accedes a la información: casi siempre de manera intuitiva. Tiendes a centrarte en tu imaginación y en el mundo poco práctico del que participa. Ves los datos desde sí mismos, no desde los sentidos.
  • En qué basas tus decisiones: eres muy dado al análisis, aunque este tiende a ser destructivo y negativo, lo que hace que tus decisiones no sean muy realistas.
  • Cómo tratas al mundo que te rodea: desde el juicio y el análisis. La exigencia y la valoración es tu forma más común de relacionarte.
Eres un idealista que a veces tiende a ser poco práctico y muy teórico. Te convendría someter tus proyectos a la prueba de la viabilidad, así como asociarte con personas de otro temperamento que te complementen.
Sed amables y compartir vuestras opiniones para que podamos saber si os identificáis con esta descripción de los temperamentos. Nos ayudará conocer los puntos en los que estáis de acuerdo y en los que no.
Bibliografía:
Descripciones de la melancolía y sus síntomas pueden encontrarse desde la Antigüedad. «Si el miedo y la tristeza se prolongan, es melancolía», escribía Hipócrates.
La famosa medicina árabe medieval tiene un libro dedicado exclusivamente a este trastorno: Tratado de melancolía (Maqâla fî âl-Malîhûliyâ).
1621. Anatomía de la melancolía, de Robert Buton. Ensayo médico y filosófico en el que se resumen los conocimientos y hábitos del temperamento melancólico hasta la fecha.
Duelo y melancolía, de Sigmund Freud.
La melancolía, de H. Tellenbach
Oda a la Melancolía (poema de John Keats)
A los amantes del arte (que suelen ser melancólicos) os recomiendo el estudio de un grabado de Alberto Durero titulado Melancolía (en la foto). Ha sido objeto de más interpretaciones modernas que casi cualquier otra imagen en arte, incluyendo un libro en dos volúmenes de Peter-Klaus Schuster, y una discusión muy influyente en la monografía sobre Durero de Erwin Panofsky.
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