En su libro La autoestima día a día, el experto Nathaniel Branden dice que “la autoestima es un modo particular de experimentar el yo”. Esta manera de percibirnos incluye componentes emocionales, evaluadores y cognitivos que de alguna manera subyacen en nuestra conciencia. Sin duda estos elementos son los que van a conformar nuestro modo personal de enfrentarnos a los retos de convivencia y relación con nuestros compañeros de vida tanto en un entorno profesional como privado.
¿Pero somos libres para decidir sobre nosotros mismos? ¿Tenemos algún condicionante que nos impide fluir en la vida, con las relaciones, con las ilusiones?
La mayoría de los autores coinciden en que la disposición a actuar es una muestra de nuestra valía personal, y donde en realidad nos permitimos que nuestro yo se experimente. Es razonable que pensemos que si alguien se adentra y profundiza en sus acciones, tomando conciencia de ellas sin eludir su responsabilidad, estará más próximo a tener una autoestima saludable que aquel que huye de sus errores y culpa a los demás de lo que sucede.
Ahora bien, ¿es más fácil para unos que para otros revisar sus acciones y ponerlas a la luz de su conciencia? Sin duda esto es así. Si retomamos los post sobre los temperamentos, recordaremos que el temperamento colérico difícilmente asume sus errores, pensando que algo o alguien le ha inducido a los mismos. Sus compañeros de vida, sus amigos, son causa de su falta de logros o de que algo haya fracasado.
Igualmente pasa con el temperamento sanguíneo, que entre risas y alegrías huye de una mirada profunda sobre sus acciones o sobre sus debilidades. El sanguíneo difícilmente reconoce que come o bebe en exceso, o que miente, o que pierde su tiempo. En sus relaciones de pareja esto termina siendo un gran hándicap, porque destruye la confianza, y sus explicaciones en muchas ocasiones se ponen en entredicho.
La mirada interior necesaria para descubrirnos y tomar conciencia de nuestro yo activo suele estar enturbiada por numerosos filtros, y uno de los más significativos es nuestro temperamento preferente. Muchas de las tensiones y fracasos que vivimos surgen por desconocimiento de este modo particular de entender el yo de cada temperamento.
¿Influye en tu autoestima ser el menor de tus hermanos, haber nacido en el Norte o en el Sur, tener un temperamento colérico o flemático, ser hombre o mujer…?
Si rememoras tus conflictos en las relaciones personales y profesionales, ¿cuál dirías que ha sido la causa más significativa de los problemas?
Me apasionan las relaciones, y me gustaría que fuéramos capaces de generar un buen ambiente de trabajo, de estar a gusto con nuestra pareja, de favorecer conversaciones positivas, ilustrativas e interesantes para nuestro círculo social.
La realidad es bastante diferente. El no puedo, no sé, esto no es para mí, aquello no tiene solución… es la tónica general. ¿Qué parte de nuestra no autoestima actúa en estos momentos?
Unas cuantas ideas vuestras serán muy bien acogidas.
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