Durante décadas estas palabras han sido consideradas como una enajenación de algún visionario o la alucinación de un loco. Ahora mismo la ciencia y la psiconeurociencia confirman que los estados anímicos positivos favorecen las funciones del cerebro. Y si bien muchos ya estamos convencidos de ello, nuestro pensamiento sigue enquistado con reflexiones que asolan nuestra vida, llenándola de malestar y de  fragilidad.

Los corrillos en los pasillos están impregnados de palabras grises y sombrías visiones de futuro, con cierta complacencia en los fracasos del pasado y muy poca conciencia del presente.

Mario Alonso Puig decía en una entrevista que le realizó La Vanguardia digital: «Hoy sabemos que la confianza en uno mismo, el entusiasmo y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro. La zona prefrontal del cerebro, el lugar donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro, donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es nuestro cerebro emocional. Por eso, lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando. Hay que entrenar esa mente».

Muchos son los estudiosos de la capacidad que tenemos de construir nuestro destino; sin embargo, hay algo ignoto, más allá de la lógica, que nos cercena la voluntad y nos impide trabajar el pensamiento constructivo.

Mario Alonso explicaba en la entrevista que «se ha demostrado en diversos estudios que un minuto entreteniendo un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal». Sin embargo, tendemos a recrearnos en los conflictos y a repetirlos una y otra vez; quizá cabe preguntarse si muchas de las secuelas que aparecen después de estas épocas de dolor y sufrimiento pueden ser originadas por el pensamiento destructivo que las acompaña.

Es importante que paremos el reloj del tiempo y pensemos qué nos anima a prestar atención a los estados menos gratos de nuestra vida, y cómo podríamos modificar esta actitud perjudicial.

Propongo que confrontemos nuestros pensamientos con la utilidad que tienen para nosotros. Detrás de cada uno de ellos existe una negación a salir del espacio de confort y enfrentarnos a nuestros miedos. Nuestros sentimientos de carencia,

de impotencia y de baja autoestima los solapamos con fábulas en las que nos convertimos en un personaje alejado de nuestra mismidad, que rechazamos, y de este modo nos desviamos del camino de superación para enajenarnos con historias imposibles que sólo sirven para anular nuestro verdadero destino.

¿Qué estás pensando? Focaliza tu atención en lo mejor que está pasando ahora. El resto cámbialo o déjalo para otro momento.