busqueda interior

Archivo Histórico

Los problemas de convivencia

S. E. levantó la mano y la dejó caer sobre la cara de su esposa. Llevaba varios minutos conteniéndose y no pudo más. Algo dentro, como un dragón, le había robado la paz.

Unos días atrás habían asistido juntos a una conferencia sobre violencia de género. No pensó, en ningún momento, que él formaba parte de este conflicto. Ella se lo había pedido, y sin mucho interés le acompañó y escuchó los diferentes casos que los conferenciantes fueron exponiendo. No le parecieron nada acertadas algunas medidas; asimismo, le resultaron muy exageradas las explicaciones sobre las ramificaciones que este asunto estaba provocando en la sociedad actual. Para ser sincero, le parecieron exageraciones sostenidas por algunas partes interesadas.

Leer más
Archivo Histórico

Liberarse del resentimiento

Un historia:

El tema del día era el resentimiento y el maestro nos había pedido que lleváramos patatas y una bolsa de plástico. Ya en clase tuvimos que elegir una patata por cada persona a la que guardábamos resentimiento, escribir su nombre en ella y ponerla dentro de la bolsa. Como se pueden imaginar algunas bolsas eran realmente pesadas.

Leer más
Archivo Histórico

Qué nos pasa

Qué nos pasa. Qué nos hace vivir en la mayor y absoluta incongruencia. La mayoría de las personas encuestadas sobre el motivo y razón de su existencia contestan sin turbarse ni titubear que para ser felices. Hay cierta sorna en la respuesta, como si fuera obvio y lógico que su intención estuviera focalizada en lograr la felicidad.

Leer más
Archivo Histórico

El discípulo preferido (184)

El maestro Junaíd tenía un discípulo al que prefería sobre todos los demás, lo que incitó los celos de los otros discípulos. Junaíd —que conocía los corazones— se dio cuenta de ello y les dijo: «Es superior en cortesía y en inteligencia a todos vosotros. Hagamos una experiencia para que vosotros también lo comprendáis».

Junaíd ordenó entonces que le trajeran veinte pájaros, y les dijo a los discípulos: «Que cada uno coja un pájaro, se lo lleve a un lugar en el que nadie le vea, lo mate, y me lo traiga luego».
Todos los discípulos se fueron, mataron los pájaros y los volvieron a traer. Todos… salvo el discípulo favorito, que le devolvió vivo play online pokies el pájaro.
\"El« ¿Por qué no lo has matado? », preguntó Junaid.
«Porque el maestro ha dicho que tenía que hacerse en un lugar en el que nadie pudiese vernos», respondió el discípulo. «Pues bien a todas las partes donde he ido, Dios estaba viendo».
«Veis el grado de su comprensión —exclamó Junaid — comparadlo con los demás».
Los discípulos pidieron perdón a Dios
Actuemos en el día de hoy con el convencimiento de que no podemos escondernos y que todos nuestros actos son vistos. Pensemos esa mirada permanente nos ayuda a respetarnos, a la vez que nos facilita la relación con nuestra familia, los amigos, los colaboradores…Seguro, que de este modo, no mataremos ningún “pájaro” ni ofenderemos a nadie.
Quizá como estos discípulos tengamos celos o envidia de alguien más admirado. Pongamos el foco en nuestro desarrollo, y activemos el comportamiento más elevado que anida en nuestro maravilloso y grandioso corazón. Disfrutemos de la grandeza de nuestros compañeros de viaje, y contribuyamos con lo más sobresaliente de cada uno, para que el esfuerzo sea mínimo para todos.
Leer más
Archivo Histórico

El sabio, el sufí y el perro. El Hábito no hace al monje (163)

Hoy es un buen día para analizar la coherencia entre el traje que llevamos puesto y el que nos corresponde por nuestra calidad interior. Las personas que nos encontramos en el camino están influenciadas por lo que perciben de nosotros, y muy probablemente no recibamos todo el amor que nos merecemos porque no coincide lo que mostramos con lo que realmente somos.

Quiero hacer una revisión de nuestra integridad con un cuento sufí:
El sabio, el sufí y el perro. El Hábito no hace al monje (163)Un hombre vestido con una túnica sufí de lana burda pasaba por una calle y se encontró un perro al que golpeó con su bastón y le rompió una pata. El perro salió aullando y fue a acurrucarse a los pies del sabio Abu Saíd pidiendo que se le hiciera justicia.
El Sabio le dijo al sufí: « ¿Cómo te has permitido hacer tanto daño a este pobre ser?».
El sufí respondió: «Oh Sabio, ha sido culpa del perro, y no mía! Si le he pegado es porque me había manchado la ropa».
Más el perro seguía gimiendo cada vez más.
Le dijo el Sabio: «¿Qué puedo darte en compensación para calmar tu dolor? Si no quieres que yo asuma la culpa de ese sufí, lo haré castigar para hacerte justicia».
Respondió el perro: «Oh Sabio sin igual, cuando he visto que ese hombre llevaba el hábito de los sufíes he tenido confianza en él. Nunca hubiera imaginado que pudiera hacerme daño. Si no hubiese llevado esa túnica, lo habría evitado. Ese ha sido mi error. Si quieres castigarlo, quítale esa ropa reservada a los justos para que nadie más se engañe con su apariencia».
Leer más
Archivo Histórico

Cuento de la oveja que era un tigre (132)

Érase una tigresa que estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Y en una de esas ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto. El cachorro fue recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar. Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros estaban muy satisfechos con la oveja-tigre. Y así fue discurriendo el tiempo. La oveja-tigre era mansa y delicada.
Una mañana clara y soleada, la oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó la cabeza y vio al animal, exhaló un gritó de terror. Comenzó a balar desesperadamente.
Cuento de la oveja que era un tigre (132)
– Cálmate, muchachito – le apaciguó el tigre -. No voy a hacerte nada. Al fin y al cabo somos de la misma familia.
– ¿De la misma familia? – replicó sorprendido el cachorro -. Yo no soy de tu familia, ¿qué dices? Soy una oveja.
– Anda, acompáñame – dijo el tigre.
El tigre-oveja le siguió. Llegaron a un lago de aguas tranquilas y despejadas.
– Mírate en las aguas del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre-oveja se miró en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus hermanas las ovejas.
– Mírame a mí. Mírate a ti y mírame a mí. Yo soy un poco más grande, pero ¿no compruebas que somos iguales? Tú no eres una oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso a balar.
– No bales – le reprendió el tigre, y a continuación le ordenó -: Ruge.
Pero el tigre-oveja siguió balando y, en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que no era una oveja, siguió pastando. Pero unas semanas después el tigre le trajo un trozo de carne cruda y le conminó a que lo comiera. En el mismo momento en que el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo conciencia de su verdadera identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida propia de un felino.

Ejercicio:

  1. Una vez hayas leído el cuento plantéate si eres un oveja
  2. Quizá seas un tigre
  3. Pero también puedes ser un tigre escondido entre ovejas para dejarte llevar por la manada y no responsabilizarte
Independiente de si es mejor ser una oveja o un tigre. Lo que debes plantearte es si eres lo que pareces ser
Fredy Kofman hace un trabajo sobre este cuento que me parece muy interesante. Es un video largo, sin embargo tiene los créditos de los contenidos, y podéis escuchar sólo lo referente a este cuento.
Cuento de la oveja que era un tigre (132)
Muchos de nosotros necesitamos reflexionar qué, quienes somos, cómo vivimos, para qué estamos aquí.
Espero tus comentarios
Leer más
Archivo Histórico

Historia de las cuatro esposas y el rey. Cuidar lo imperecedero (121)

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas.
Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo a ella le daba lo mejor.

También amaba mucho a su tercera esposa, y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.

También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a superar los tiempos difíciles.

La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca.
Sin embargo, él no amaba a su primera esposa, y aunque ella le amaba profundamente, él apenas se fijaba en ella.

Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló:

«Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo».
Así que le preguntó a su cuarta esposa: «Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡Ni pensarlo!», contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras.

Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo afilado.

El entristecido monarca se dirigió a su tercera esposa: «Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡No!», contestó su tercera esposa. «¡La vida es demasiado buena! ¡Cuándo mueras pienso volverme a casar!»

El corazón del monarca experimentó una fuerte sacudida.

Entonces, desconsolado, preguntó a su segunda esposa: «Siempre he venido a ti a por ayuda y siempre has estado ahí para mí. Cuando me muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!», contestó la segunda esposa. «Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte.»

Su respuesta llegó como un relámpago estruendoso que devastó al rey.

Entonces escuchó una voz:

«Me iré contigo y te seguiré donde quiera que vayas.»

El rey dirigió la mirada en dirección de la voz, y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo:

«¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!»

La historia de las cuatro esposas y el rey. Cuidar lo imperecedero (121)

Comentarios:
Todos tenemos cuatro compañeros en nuestra vida. El cuarto es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invertimos en cuidarle y darle lo mejor; cuando llegue nuestra muerte nos abandonará.
El tercero son nuestras posesiones y condición social. Cuando fallezcamos irán a parar a otros. Tal como decía esta esposa, se casará con otro una vez que nos hayamos ido.
El segundo es nuestra familia y amigos. Que al contrario de los anteriores, le duele nuestra marcha, pero lo más que pueden hacer por nosotros es darnos un entierro digno y acompañarnos durante el sepelio.
Nuestro primer esposo o esposa, nuestra compañera para siempre, es nuestra alma. Ignorada y olvidada por nosotros, que hemos empleado nuestro tiempo en lograr éxitos perecederos. Los éxitos, posesiones, amigos, placeres rápidos y todo aquello que no nos puede acompañar cuando acaba nuestra vida. La única que trascenderá nuestra muerte es el alma, que irá allá donde vayamos.
Conclusiones:
Cambiemos el orden de nuestros compañeros y demos prioridad a las necesidades de nuestra alma.
En nuestro plan de acción diario tengamos en cuenta qué necesidad tiene nuestro primer compañero, y no cejemos hasta que no esté satisfecho. Después cuidemos a nuestros amigos y familia. Seamos honrados y compartamos nuestras propiedades y nuestra condición social con aquellos que nos necesitan. Al cuerpo es imprescindible darle lo mejor, que no siempre coincide con lo que más nos apetece o gusta. Cuidemos el cuerpo para que nuestra alma se siente libre y satisfecha todos los días.
Pensad en lo efímero de nuestra existencia. Ahora creemos que es largo el camino hasta la muerte; sin embargo, por muy largo que sea, llegará el momento en el que tengamos que enfrentarnos a esta disyuntiva: no queremos irnos solos. Queremos que nos acompañe lo mejor.
Todas las noches pienso como si fuera la última, y reviso cómo he cuidado mi vida y la de los demás en ese día para iniciar el próximo de la mejor forma. De este modo atenderé más rápido y mejor las necesidades de mi primer esposo.
Nota: Platón consideraba el cuerpo como la cárcel del alma. Afirmaba que el alma estaba compuesta de lo idéntico y lo diverso, substancia que el Demiurgo usó para crear el alma cósmica y los demás astros. Además los dioses inferiores crearon dos almas mortales: la pasional que reside en el tórax, y la apetitiva que reside en el abdomen (ver el mito de los caballos alados)
Seguiremos hablando en otras ocasiones de estos pensamientos filosóficos.
Leer más