Hoy es un buen día para analizar la coherencia entre el traje que llevamos puesto y el que nos corresponde por nuestra calidad interior. Las personas que nos encontramos en el camino están influenciadas por lo que perciben de nosotros, y muy probablemente no recibamos todo el amor que nos merecemos porque no coincide lo que mostramos con lo que realmente somos.

Quiero hacer una revisión de nuestra integridad con un cuento sufí:
El sabio, el sufí y el perro. El Hábito no hace al monje (163)Un hombre vestido con una túnica sufí de lana burda pasaba por una calle y se encontró un perro al que golpeó con su bastón y le rompió una pata. El perro salió aullando y fue a acurrucarse a los pies del sabio Abu Saíd pidiendo que se le hiciera justicia.
El Sabio le dijo al sufí: « ¿Cómo te has permitido hacer tanto daño a este pobre ser?».
El sufí respondió: «Oh Sabio, ha sido culpa del perro, y no mía! Si le he pegado es porque me había manchado la ropa».
Más el perro seguía gimiendo cada vez más.
Le dijo el Sabio: «¿Qué puedo darte en compensación para calmar tu dolor? Si no quieres que yo asuma la culpa de ese sufí, lo haré castigar para hacerte justicia».
Respondió el perro: «Oh Sabio sin igual, cuando he visto que ese hombre llevaba el hábito de los sufíes he tenido confianza en él. Nunca hubiera imaginado que pudiera hacerme daño. Si no hubiese llevado esa túnica, lo habría evitado. Ese ha sido mi error. Si quieres castigarlo, quítale esa ropa reservada a los justos para que nadie más se engañe con su apariencia».