Hay edificios que se construyen para transformar el entramado de las ciudades. Con ellos, las texturas cotidianas se entremezclan con los nuevos diseños, y resplandecen al bruñirse sus metales con los cálidos reflejos del sol. Estos edificios abren una ventana al mundo llevando un mensaje cultural que traspasa fronteras. Son como enormes espejos donde los vecinos se miran, comparten y reflexionan sobre quiénes son y hasta dónde han llegado con su conocimiento. Estas construcciones llegan de la mano de arquitectos visionarios y políticos iluminados que optan por emplear el dinero público en brillantes ejercicios de arquitectura que transforman el entendimiento de la ciudad. Estos edificios, además de movilizar la economía local, acrecientan el sentimiento universal de sus habitantes y se transforman en símbolos de su gran desarrollo.
El primer edificio de España que revolucionó el entorno local fue el museo Guggenheim (Bilbao, Frank O. Gehry, 1997), impulsando además toda una reforma del tejido urbano de la ciudad. Construido al lado de la Ría de Bilbao dentro del casco industrial, revitalizó múltiples espacios, y fue una muestra de arte moderno en un entorno clásico. Recibe una media de un millón de visitantes anuales (muchos de ellos extranjeros), y ha supuesto un gran impulso para la economía y la sociedad vasca, impulsando el turismo en la región. Con un coste de 80 millones de euros, en sus momentos de esplendor ha traído a la ciudad 200 millones de euros.
Es ahora la villa de Avilés, en el Principado de Asturias, la que intenta rivalizar con las grandes capitales culturales del mundo a través de la arquitectura. El proyecto del arquitecto Oscar Niemeyer posiblemente coronará Avilés como centro cultural de referencia en Europa y favorecerá la transformación de toda la región. El centenario arquitecto está construyendo junto a la ría y el puerto de la localidad asturiana el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, siendo la primera obra en España de este maestro de la arquitectura, creador de la ciudad de Brasilia.
¿Qué hacemos entre tanto en Madrid? Hoy aparecía la noticia de que ha llegado una gran tuneladora desde Alemania para excavar el túnel que unirá las estaciones de Atocha y Chamartín. El asfalto se abre para hacer parkings públicos. Vendemos la noche madrileña y agotamos nuestras arcas públicas sin impacto cultural o económico.
Madrid es una ciudad que se agota, que carece de proyecto cultural. Sus calles no hablan con sus ciudadanos. Sus comercios se encuentran cercados entre grúas y zanjas. Los edificios se oscurecen afectados de polución. Las guías turísticas venden futbol, toros y los museos de siempre.
Llevamos gastados más de 90 millones de euros en adecuar el edificio de correos para ser la sede del nuevo Ayuntamiento de Madrid. El Centro Cultural de Avilés costará 23 millones de euros.
Querido Gallardón, las ciudades son del pueblo y para el pueblo. Los planes de desarrollo exigen un ejercicio de modernismo que sitúe la ciudad en el mundo y que, además de la diversión, podamos conversar y reavivar la cultura. Hemos tenido un glorioso pasado, ahora nos queda situarnos en un poderoso presente.
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