Amor

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Mis conflictos surgen del pasado

Mi amiga acababa de leer el mensaje de su amigo y me llamó desesperada. No entendía nada de lo que pasaba, y la desazón la mantenía sometida a una gran ansiedad. Hacía unos meses que había iniciado una relación, y durante estas vacaciones todo había girado en dirección contraria a sus deseos. Pocos mensajes, algunas intenciones de estar juntos fallidas, y más expectativas que logros. El final de todo este holocausto fue una fría separación que le resultaba ajena e incomprensible.

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Permeables e impenetrables

Sólo la inteligencia del amor y de la compasión puede resolver todos los problemas de la vida. Krishnamurti

Mantenerse receptivo hacia todo lo que nos aporta amor y compasión nos hace permeables a los disfrutes y los aspectos más bonancibles de la vida, a la vez que nos aleja de los problemas. Cuando fijamos nuestra mirada en todo aquello que nos daña, y perdemos el foco del amor dejándonos influir por la crítica o los juicios inadecuados, nos inundamos de negatividad y el pesimismo nos asola.

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La historia se repite

Mi amigo L. B., después de unos años en pareja, decidió romper porque le parecía que todo era demasiado superficial y poco retador. Antes de la ruptura había aparecido una muchachita de aspecto frágil, «profunda», llena de complejidades, que a mi amigo le cautivó por lo atractiva e inquietante.

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Amor libre

Llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu tomados de la mano Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, una de las más hermosas mujeres e hija del jefe de la tribu.

-Nos amamos…-empezó el joven.

-Y nos vamos a casar….-dijo ella.

-Y nos queremos tanto que tenemos miedo, necesitamos un hechizo, un conjuro, o un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que permaneceremos el uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

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San Valentín. El himno al amor y la amistad (190)

Hoy se celebra en algunos países la fiesta de San Valentín, patrono de la amistad y el amor. En España esta tradición surge a mediados del siglo XX para incentivar las compras. Algunos dicen que la introdujo la cadena de grandes almacenes Galerías Preciados, influenciados por México y Cuba, de donde había regresado su fundador, el asturiano Pepín Fernández. A diferencia de la cultura centroamericana, en España esta fiesta tiene como público objetivo la pareja amorosa únicamente.

San Valentín. El himno al amor y la amistad (190)Yo me sumo a los países que celebran el día del Estudiante, de la Juventud, de la Amistad y del Amor, y quiero compartir con todos y todas la carta sobre el amor más leída, seguramente, en los últimos veinte siglos:
«Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.

Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.

Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.

El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás…»

De la Carta de San Pablo a los Corintios, 13, 1-13

¿Habíais escuchado alguna vez esta carta? Seguro que en la boda de algún amigo. En la última a la que yo asistí les pregunté qué les había hecho elegir esa lectura, y al igual que en ocasiones anteriores, los desposados me dijeron que les gustaría sentir este amor siempre.
Y ¿qué plan tenéis fijado para que sea así? «Ninguno». Seguramente ella esperaba que este amor le llegara de su esposo, y viceversa.
Vivimos apegados a que los demás nos expresen sus sentimientos mientras en nuestro interior permanecemos yermos y fríos. Anhelamos ser amados, y cuando eso no sucede, sentimos que la luz se apaga y que las sombras de la soledad nos amedrentan. Nos ofuscamos en tener la razón, y vemos pasar a nuestro lado el amor una y otra vez, pensando que fueron los demás los que nos dañaron y los que no nos entendieron.
Después de leer esta hermosa propuesta de amor incondicional, y en aras de vencer la indolencia, debemos establecer un plan para alcanzar las cotas más altas del amor, de la amistad, de la camaradería. Quizá sólo sea cuestión de cambiar la comprensión por la culpa, la confianza por el miedo, la esperanza por la inquietud, y ser amor en lugar de estar esperando a que nos amen.
Con todo mi amor y respeto.

Leer la historia de Cupido y de Psique

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Las respuestas a buscando el amor (145)

En el post nº 141, «Buscando el amor», os pedíamos que compartierais vuestras ideas de cómo mantener la llama eterna del amor. Cuando leía algunas de vuestras respuestas, recordé el libro El banquete, de Platón, en el que Aristófanes apuntaba que los hombres no valoramos adecuadamente el «poder» del amor. Este filósofo pensaba que, si fuéramos conscientes de ello, lo reconoceríamos y le daríamos el boato y festejo que se merece. Aristófanes cuenta que al principio había tres géneros: el masculino, el femenino y el andrógino que participaba de los dos sexos. «La forma de cada individuo era en su totalidad redonda, su espalda y sus costados formaban un círculo; tenía cuatro brazos, piernas en número igual al de los brazos, dos rostros sobre un cuello circular, semejantes en todo, y sobre estos dos rostros, que estaban colocados en sentidos opuestos, una sola cabeza; además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo el resto era tal como se puede uno figurar por esta descripción.»

Las respuestas a buscando el amor (145)Según dice este filósofo, lo masculino procedía del sol, lo femenino de la tierra, y lo andrógino de la luna, porque este astro contiene a los otros dos. Era tal la fuerza y prepotencia que tenía el hombre en este tiempo, que atentó contra el Olimpo. Cuando Zeus, junto con los otros dioses, analizó la cuestión, decidió que el mayor castigo que podía conferir a este hombre circular y poderoso era cortarle en dos. Una vez sesgados, Apolo fue el encargado de darles la vuelta para que vieran su sección, formando el ombligo como recuerdo de este suceso. Este hecho generó la añoranza de un sexo por el otro, y a partir de ese instante trataron de ser uno solo. Para Aristófenes, el llamado amor es el anhelo de fundirse nuevamente una parte en la otra.
Este poder de atracción queda reflejado en algunas de vuestras consideraciones. La mayoría opináis que el amor nos hace sentirnos plenos. Como si algo que nos faltara nos fuera dado al sentir la aquiescencia del ser amado. Parece haber una carencia inherente en la soledad o el desamor.
El filósofo Sócrates, en los diálogos con Lisis, explica que si queremos ser amados debemos buscar la sabiduría, que no es el conocimiento teórico, sino el práctico. Y quizá tengamos que hacernos la pregunta de para qué es útil el amor, qué nos aporta amar o ser amados. Quizá sólo sea cuestión de sentirnos plenos, y cuando lo hayamos logrado no necesitemos el amor de los otros. O tal vez, después de sentirnos extasiados de amor hacia nosotros, nos sea mucho más fácil vincularnos a los demás incondicionalmente, porque nada movilizará nuestro estado personal. Puede que, como dice Platón en El banquete, confundamos el amor con necesidad, y hablemos de lo que logramos, y no de lo que es el amor en sí mismo. Si el amor fuera el autoconocimiento pleno, podríamos hallarlo simplemente con sumar todo lo que hemos buscado en cada relación que hemos tenido.
Fue Platón quien hablo de varios tipos de amor que recogen cada uno de los entramados del alma de los que habláis de alguna manera. Porque aunque no hacéis una diferencia entre cada tipo de amor que os conmueve, si se puede ver a través de vuestros comentarios, que tenéis formas diferentes de expresar el amor. Platón decía que el cielo se mueve por amor. La tierra también se agita por su falta. Amamos a la justicia, a los valores más éticos y a las personas que nos rodean. Sentimos un deseo sexual y también una conmoción por la naturaleza que nos rodea. Acariciamos a un animal y vinculamos el afecto en esta relación.
Todas estas manifestaciones amorosas Platón las categorizó en Eros (sexual) Philos (amistad, familia) Ágape (a la trascendencia, a lo insondable). Y cualquiera de estas manifestaciones del amor exige de nosotros un modo peculiar de enfrentarnos a nuestros errores, a nuestras claudicaciones y a lo que nos aleja y dificulta el amor pleno.
Supongo por ello, que cuando hablamos de cómo mantener nuestro amor por los demás, podemos considerar con quién, y cómo podríamos modificar comportamientos para que haya un mayor calado en la corrección de la expresión amorosa.
Este tejido de amores y rupturas puede detallarnos qué parte de nosotros separó Zeus. Ganar a los dioses del Olimpo puede ser tan fácil como hallar las unidades del yo que andan perdidas para que podamos aprenderlas para siempre. De este modo, todos estaremos completos y será posible desligarnos de la carencia. Porque podemos sentimos deficientes en las relaciones de pareja donde el sexo y la dependencia física sean más notables. Pero también podemos estar sumidos de rencor y distancia de algún amigo o de nuestros padres y familiares. Y cómo olvidar el amor a los valores y la ética que nos conduce al respeto social tan desprovisto en la actualidad.
Sea como fuere, el amor fue un dios muy discutido y analizado por los grandes sabios en el año 400 a.C. Ahora, debido a las prisas y al poco tiempo, tan sólo en raras ocasiones nos sentamos a debatir sobre lo que es el amor, y cuán necesario es en nuestra sociedad. Antaño los hombres se reunían y profundizaban sobre los bienes de la vida y cómo encontrarlos. Debemos exigirnos que los argumentos sean igualmente penetrantes y marquen un hito sobre la vida para las civilizaciones futuras.
Gracias a todas por esta oportunidad de pensar e indagar en nuestro particular banquete.
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Buscando el amor. Recuperar la ilusión perdida (141)

El sábado 7 de diciembre a las 12 horas, cuando empezaron a sonar las campanas de mediodía en todas las iglesias de Siena, entrábamos en el laberinto de calles que bordean la Piazza del Campo, eligiendo en este caso la Vía di Citta, que accede a la Piazza a través de una escalera por detrás de la Fonte Gala.

Nuestros pasos fueron ralentizándose a medida que se abría a nuestros ojos aquella magnificencia. No podíamos definir qué era lo que nos impedía acelerar el paso, si el color de su empedrado marrón alineado en formas perfectas, o su Palazzo Pubblico gótico de 1342, o el conjunto de gentes, cielo y construcciones contenidos en un marco incomparable.
Nos embebimos de sustancias, de múltiples sensaciones, dentro del pasadizo que nos transportaba a un lugar irrepetible. Habíamos oído decir que la Piazza del Campo era la más bella y animada de Italia. Inclinada, semeja un inmenso teatro, en cuyo escenario estaba el Palazzo Público, desde donde parten ocho líneas que dividen este inmenso graderío en nueve sectores, simbolizando los nueve representantes que regían antaño esta próspera urbe.
A eso de las dos de la tarde empezamos a notar el frío de este día cercano al invierno, y decidimos tomar algo caliente y reconfortante en alguno de los cafés – restaurantes que bordean la zona norte de la Piazza.
Buscando el amor. Recuperar la ilusión perdida (141)
Entramos en Il piano. Buscamos un lugar resguardado, donde unas mesitas redondas, revestidas con un mantel sencillo, fueron nuestras compañeras, junto con dos minestrones en cazuelas muy pequeñas. Era un lugar estratégico por lo cercano a las cristaleras, desde donde podíamos observar toda la zona y sus gentes. En frente de nosotros estaba un joven. Entre sus manos un periódico de la ciudad con el que se parapetaba para escudriñar el entorno. Giraba su mirada ante cada personaje que pasaba más o menos cerca. Si coincidía su mirada con alguno de los observados, rápidamente bajaba sus ojos y los centraba en el diario.
A la izquierda, en una mesa muy cercana, se encontraban dos jóvenes que parecían extraídos de una revista de moda. Ella, rubia, con gafas de diseño, labios carnosos pintados de escarlata, y unas formas exuberantes escondidas tras su ropaje negro. Él era de complexión suave, y lucía una melena castaña oscura que le llegaba hasta el final del cuello. Vestía unos pantalones de franela, y su gabardina gris de tres cuartos pendía de la silla.
De pronto, ella tomó entre sus manos la cara del joven, e inclinándose le dio un beso en la boca con fruición y ansiedad, llena de una pasión que el joven correspondió acariciando con sus dedos largos y finos el hombro de la muchacha, atrayéndola un poco más hacia su pecho. Una vez separados los labios iniciaron un juego de miradas y caricias delicadas y profundas. Me sentí ajena a todo lo demás, y agradecí a la pareja su calurosa aproximación romántica. Una sensación de intimismo roto me hizo girar la cabeza en dirección contraria.
Sentado dos mesas más allá, estaba un hombre de mirada penetrante y ceño fruncido. Enfrente una mujer muy delgada, de ojos grandes melados y una nariz recta, con aletas bien dibujadas. El hombre gritaba. Me parecía estar oyendo con la mayor claridad cada una de las palabras pronunciadas. En un momento él acercó su cara a la mujer y agarró su brazo con manos que semejaron garfios. La mujer echó su cuerpo hacía atrás y se soltó violentamente de su opresor. Gritó. Un gesto desagradable inundó su bello rostro, y con determinación se alejó, corriendo.
Unos pocos metros separaban a una pareja de la otra, y sin embargo toda una vida de ilusión y reproches conformaban ambas actitudes.
Hay millones de líneas escritas sobre el amor y el desamor. En ningún texto encontramos resuelta la causa. Me inquieta esta incógnita amorosa. Cada uno soñamos con una relación que mantenga la quimera de eternamente juntos. Pero las horas de amor imperecedero son cada día menores.
Muchos se quedan solos, como el joven que se escondía detrás de un diario. Otros cambian de pareja de continuo. Muchos conviven juntos como grandes amigos, no como enamorados.
¿Qué agotó el amor? Quizá nos falla la confianza, y perdemos nuestra autoridad ante el otro, y eso nos desdibuja y nos anula. O rechazamos los retos de la diversidad y nos confabulamos contra la diferencia que presenta la relación día a día. También puede ser que la comunicación se torne tediosa. Tal vez no estamos seguros de ser amados, y el miedo a la ruptura y a la incertidumbre nos lleva a hipotecar nuestro yo.
Cuando he observado el amor de los amigos verdaderos, he podido detectar una aceptación incondicional. Exenta de críticas y plena de colaboración desinteresada. En el amor entre dos deberíamos aprender a replicar la amistad y afianzar el gozo sexual con total respeto, abriendo nuevas vías de deleite que conviertan cada encuentro en único.
Siena y la Piazza del Campo va tiñéndose de los rayos tardíos, y regresamos hacia Roma. En el coche apenas hablamos. El cielo muestra nubes de un gris platino, como si prometieran nieve.
Me gustaría que vuestros comentarios se orientaran hacia cómo recuperar el amor. ¿Cuál sería el plan de acción para lograrlo?
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