Alimentación

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Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)

Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)Casi todos los descubrimientos en el campo de la alimentación tienen un recorrido largo donde el hombre ha ido aplicando sus observaciones sobre los cambios físicos y psicológicos que advertía en grupos de individuos que vivían situaciones adversas. En relación al estudio de las vitaminas, uno de los grandes precursores fue Hipócrates, médico de la antigua Grecia, quien postuló que se mejoraba la visión nocturna comiendo hígado.
Durante muchos siglos se le dio gran importancia a la alimentación como un medio de superar enfermedades; sin embargo, en relación a las vitaminas es a partir del siglo XVIII cuando aparecen verdaderos hallazgos que arrojan luz sobre la necesidad de complementos en mínimas cantidades para resolver graves dolencias en conjuntos determinados de individuos.
Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)A mediados de 1700 el médico escocés James Lind (1716-1794), de la marina inglesa, consideró mucho más significativas las bajas del ejército inglés por enfermedades, como el escorbuto, que las provocadas por las batallas con las flotas de Francia y España. Este médico fue el precursor de incorporar alimentos frescos en la dieta de los marinos de la armada inglesa después de haber comprobado que los marinos que tomaban zumo de limón en las travesías no enfermaban como el resto de sus compañeros. Este galeno procuró que los barcos realizaran sus travesías cargados de limones (bastante más imperecederos que otras frutas), con un gran éxito y una reducción considerable de las bajas por escorbuto.
Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)A finales de 1700, el conde Constantino Francisco Chassebeuf (Conde de Volney), en su obra Las ruinas de Palmira y su ley natural, propone alejarse de todo lo que hace daño a la salud del hombre. Volney pensaba que la cantidad, calidad y combinación de los alimentos tenían una fuerte influencia en los comportamientos diarios del ser humano, además de afectar a las actitudes del alma. Volney fue un gran precursor de las conexiones entre la alimentación y la salud del cuerpo y de la emoción. Su obra fue un revulsivo social sobre la conexión entre el cuerpo, la emoción y el alma.
Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)Más adelante, ya por el siglo XVIII, y gracias a los estudios del polaco Casimir Funk, se llegó a la conclusión de que enfermedades como la pelagra (por nutrirse con maíz), el beri-beri (por comer arroz descascarillado), el escorbuto (por falta de frutas y carnes frescas), el raquitismo (por ausencia de luz solar y de ciertos alimentos),  tenían como denominador común la ausencia de nutrimentos frescos, tales como frutas y verduras.
Alimentación emocional: las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (75)A finales de 1800, el premio Nobel Frederick Gowland Hopkins descubrió que las ratas enfermaban gravemente si sólo comían los macronutrientes (proteínas, grasas y azúcares), y que al incorporarles leche a la alimentación empezaron a mejorar de manera notable. Hopkins llegó a la conclusión de que la leche era imprescindible para el normal crecimiento de sus animales de ensayo. Este relevante médico descubrió que si faltaba una substancia soluble en las grasas se provocaba una gravísima enfermedad en los ojos de sus cobayas. Hopkins llamó a esta sustancia Accesory Food Factors (Factores Alimenticios Accesorios). Hopkins y Funk recibieron en 1929 el premio Nobel de Medicina por estos hallazgos científicos.
La palabra «vitamina» fue acuñada por Casimir Funk en 1912, y proviene del latín vita (vida) y de amina (amina necesaria para la vida). Como estas dos definiciones nos indican, nuestra vida depende de estos micronutrientes que se encuentran en pequeñas cantidades en casi todos los alimentos.
Las vitaminas son un grupo de compuestos vitales para el funcionamiento celular y el correcto desarrollo orgánico. Al igual que sucedía con los aminoácidos esenciales, la gran mayoría de las vitaminas no pueden ser sintetizadas (elaboradas) por el organismo, por lo que sólo podemos obtenerlas de los alimentos naturales.
A estos pequeños nutrientes se les denomina «elementos de acción biológica» o «catalizadores», ya que promueven y activan el buen empleo y aprovechamiento de los alimentos energéticos (hidratos de carbono y grasas) y de los alimentos plásticos (proteínas). La carencia de vitaminas acarrea un buen número de enfermedades y trastornos de índole física y psíquica.
El fraccionamiento de la leche realizado por Hopkins permitió deducir que tanto la fracción grasa como la acuosa eran igualmente indispensables, y a los componentes esenciales (todavía desconocidos) se les llamó vitamina A (presente en la grasa) y B (presente en la fracción acuosa).
En consecuencia, los estudios realizados posteriormente tuvieron muy en cuenta esta división, y todavía se consideran las vitaminas como pertenecientes a dos grandes grupos: las vitaminas hidrosolubles (solubles en agua y presentes en las partes acuosas de los alimentos) y las vitaminas liposolubles, insolubles en agua y presentes en las partes grasas de los alimentos.
Vitaminas liposolubles: para su absorción se necesita, además de los minerales, una substancia grasa. Se depositan, en reserva, en el cuerpo, principalmente en el hígado. Pertenecen a este grupo las vitaminas A, D, E , F, K , y P. Su ingesta en grandes cantidades representa un grave riesgo, porque el organismo no puede eliminarlas con facilidad.
Vitaminas hidrosolubles: Además de los minerales, necesitan para su absorción un medio acuoso, y se distribuyen por el cuerpo en los líquidos intra y extra celulares. Estas vitaminas no se depositan en el cuerpo, a excepción de la vitamina B12, por lo que es imprescindible su ingesta diaria. No hay riesgo de hipervitaminosis, porque el superávit se excreta por vía urinaria. Pertenecen a esta categoría principalmente las del grupo B y C. Es importante tener en cuenta que casi todas las vitaminas hidrosolubles se encuentran en la levadura de cerveza fresca, y las vitaminas liposolubles en el germen de trigo. La vitamina C se halla en el limón, además de en los pimientos verdes, el kiwi y otros.
Llegados a este punto, podemos imaginar la importancia de las vitaminas y sus funciones orgánicas. Nos ayudará saber que cuando ingerimos demasiadas proteínas es imprescindible incorporar vitamina B6 en la alimentación para evitar los procesos anémicos, mareos y convulsiones, así como una cierta lentitud mental. O que la vitamina B12 es imprescindible para el correcto metabolismo, la formación de glóbulos rojos o el mantenimiento del sistema nervioso central. También que la vitamina C permite que nuestras encías y dientes permanezcan jóvenes y saludables, amén de ayudar a la síntesis del hierro.
En fin, que durante unas semanas estaremos juntos para sensibilizarnos hacia la importancia de estas micro substancias. Está en mi ánimo retomar la alimentación a base de ensaladas, frutas frescas, zumos naturales, verduras de hojas verdes, yemas de huevo, legumbres, levaduras de cerveza, kiwi y un amplio surtido de alimentos que nos enriquecen y nos dan una muy buena salud física y un estado muy placentero de felicidad y de rápido aprendizaje.
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Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (70)

«El metal es austero como una extensa pradera desolada antes de las lluvias invernales, tan afilado como el alto pico de una montaña asomándose a través de la neblina a un cielo limpio y despejado.» Así introduce el metal Harriet Beingfield y Efrem Korngold en su libro Entre el cielo y la tierra, un buen tratado para entender la medicina china. A la vez es una bella introducción para acabar nuestro trabajo sobre las proteínas y la alimentación emocional.
Los hombres, que tanto queremos saber sobre la alimentación equilibrada y sus efectos positivos en el cuerpo, pocas veces nos fijamos en la sabia mirada que la cultura oriental tiene sobre la naturaleza, sus cambios climáticos, las estaciones y todo aquello que le permite aprender de sí mismo en las expresiones simbólicas externas. Para los orientales, el organismo es una imagen de todo lo que sucede a su alrededor. Estudian los movimientos de su ecosistema para optimizar y alargar lo más posible su bienestar físico. Los occidentales, por el contrario, consideramos nuestra configuración física como una estructura aislada de nuestro entorno, que no aprende ni se conduce en él. Somos prohombres (me asusta pensar en superhombres) que obviamos ciertas leyes naturales y que articulamos nuestra vida, nuestra alimentación, nuestra higiene y nuestros sentimientos sin considerar que lo que ingerimos y la forma en como nos conducimos es, en cierto modo, nuestro sostén energético. Cuidar el cuerpo significa cultivar el discernimiento sobre aquello que es más adecuado para el sistema orgánico, con la consiguiente supresión de ciertos alimentos que nos subyugan y nos maniatan con su atractivo sabor y sus efectos sobre las emociones.
Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (70)Parece haber una confabulación del hombre occidental contra sí mismo. Ya hemos visto, en este sentido, los excesos que cometemos con los hidratos y las grasas, así como la manera más adecuada de ingerir estos alimentos. Para ampliar cuál es la forma más sana de consumir las proteínas, nos fijaremos en nuestros aventajados amigos chinos, revisando el estudio pormenorizado que han realizado sobre el metal y su simbolismo con la estructura de nuestro organismo.
Como hemos visto en los post anteriores, los aminoácidos conforman y fabrican los elementos más importantes para el desarrollo físico, emocional e intelectual del individuo. Los neurotransmisores, las hormonas, el sistema neurológico y cada uno de los sistemas que componen el organismo humano dependen del correcto aporte de proteínas para el cuerpo.
Siendo el más importante de todos los macronutrientes, sin embargo, no es el que mayor cantidad de ingesta necesita. No se trata de la cantidad, sino de la calidad, la oportunidad, y de su capacidad de síntesis. Para ello, es imprescindible el equilibrio de los azúcares, de las grasas y del resto de micronutrientes que iremos viendo en los próximos post.
El metal, el otoño, el final del verano, es la representación para los orientales de las proteínas. Todo acaba y a la vez se inicia. Atrás han quedado los días de cosecha y los campos se han quedado secos después de entregar sus productos. Las hojas de los árboles inician su caída una vez más, y van descomponiéndose dejando su orín sobre la tierra y devolviendo al terreno los metales que requiere para enriquecerse de otro comienzo. En el otoño se esconden los fríos del invierno pasado, las lluvias primaverales, los primeros rescoldos del sol, los débiles rayos del septiembre tardío. El otoño se desprende de los calores, se prepara para la carencia del invierno y se abriga entre matorrales y hierbas caídas que le saturan de las esencias envejecidas que en su descomposición le enriquecen.
Es el momento de eliminar lo innecesario, de guardar únicamente aquello que sea imprescindible para el largo y tedioso invierno. La vida se va ralentizando y replegando hacia dentro.
El metal procedente de la tierra es una sustancia pura que se genera por un proceso de reducción. Atendiendo al proceso alquímico de convertir los metales básicos en oro, esta fase representa la transformación de los materiales groseros en «esencia» pura. Al igual que este símbolo ambiental, el organismo depura de los groseros alimentos la esencia suprema para convertirla en el mecanismo sobre el que gira el poder y la fortaleza del ser humano. Cada una de esas partículas florece en todo el ser para darle la consistencia que le permite madurar hasta llegar a envejecer.
La materia vuelve a su origen preparándose para su posterior renacimiento. Los frutos podridos dejan sus semillas, y el material que se descompone nutre el germen que se producirá en primavera.
El metal invita al recogimiento, a la mirada interna, con un sentimiento de recoger, de guardar. El Nei Jing dice que la energía metal es cortante, retractiva y supresora.
Este macronutriente nos enseña la necesidad del desapego, del desprendimiento de lo viejo, para logar lo máximo. El abuso de este nutriente nos evidencia como personas posesivas, apegadas y con gran miedo a perder. El cuerpo, cuando ha ingerido muchas proteínas, tiende a acumular substancias de reserva innecesarias que provocan desarmonías físicas importantes. Además el exceso de proteínas propicia el miedo a lo desconocido y nos somete a los recuerdos de lo que hubo y no volverá. Nos arrastra por las evocaciones del verano que se fue y nos aleja de la actividad. Las proteínas evitan la acción y nos abocan a pensar en lo que podría haber sido si lo hubiésemos conseguido.
Cuando nos apegamos al metal envejecido aparece la tristeza por los recuerdos, por lo que no hemos dejado ir. Muchos recuerdos marchitos no permiten que los árboles suelten sus hojas para enriquecer la tierra. Todo lo que guardamos de un año para otro dentro de nuestro organismo no nos renueva, nos anquilosa y nos detiene. La avaricia es un vivo reflejo de un cuerpo lleno de proteínas viejas, de una inadecuada síntesis y una ineficacia alimentaria que sólo conduce a la depresión y la repetición de lo arcaico y decrépito.
Si bien las necesidades de este macronutriente son diarias, no se necesita que cubran más de un 15% de la totalidad de los alimentos del día. Hay que comer una proteína al día de origen animal cómo máximo, legumbres o cereales una o dos veces en semana, y además las vegetales, amén de seguir las consideraciones sobre el triptófano.
Al elemento metal le estimulan los sabores picantes y el color blanco, y se equilibra con alimentos de energía concentrada propios del invierno, como las raíces. Los nabos picantes y blancos son los más «resonantes» con este metal. El picante suave, como el jengibre, estimula el intestino grueso y las secreciones digestivas, además de ayudar a limpiar los tejidos.
Probad a tomar una infusión de jengibre muy suave antes de las comidas, pues os ayudará a hacer la digestión y eliminar alguno de los residuos innecesarios.
Cuando notéis que aflora el apego, el miedo a la falta de los resultados esperados, la avaricia por los logros, la tristeza, y ante todo la pasividad para llevar a término vuestros planes, revisar la distribución proteínica diaria.

Seguiremos hablando de alimentación emocional y el resto de nutrientes, por lo mucho que nos ayuda a superarnos desde nuestro día a día, a través de nuestro propio cuerpo y revirtiendo en nuestra vida emocional.

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Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (60)

En el post 55 hablábamos de los aminoácidos que participan en la estructura de las proteínas. Los aminoácidos codificados por el genoma son 20; de estos aminoácidos, 10 se sintetizan en el cuerpo, y los otros 10, llamados esenciales, sólo se aportan a través de la alimentación. También recordábamos que las proteínas están conectadas a los estados de tristeza y depresión. Siguiendo este hilo conductor, vamos a ampliar las conexiones entre las proteínas y la alimentación emocional, principalmente los nexos entre los aminoácidos esenciales y las indicadas emociones.
Si bien la tristeza y la depresión son emociones que aparecen raramente en el tiempo estival, resurgen, y con cierta intensidad, al final de un ciclo vacacional y a la vuelta al trabajo. Las estadísticas apuntan a que después de las vacaciones estivales aparecen sintomatologías de desánimo y desesperanza en un número elevado de personas que no logran adaptarse al retorno, tanto a nivel laboral como personal. En algunos casos, se precisa de una medicación antidepresiva con el fin de facilitar esta acomodación al cambio.
Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (60)
También se han detectado un alto porcentaje de parejas con dificultades tras haber compartido un largo tiempo de ocio. Se estima que estas conflictos están originados por diferencias ostensibles en la entrega, el grado de compromiso, la adecuación a los ritmos familiares, así como por el (a veces imposible) consenso en el reparto de labores que exigen sacrificio y saber trabajar en equipo. Para que todo ello funcione es imprescindible cierto acoplamiento que reduzca las discrepancias, que en algunos casos son irresolubles. Las causas más frecuentes de estas crisis son las tensiones y la baja adaptabilidad a la frustración.
Podríamos argumentar que en verano se tiende a la superficialidad y a la vida cómoda, ajena a cierto tipo de responsabilidades. Cuando estas surgen, o bien se huye, rompiendo el compromiso, o bien se opta por la vía de la evasión a través de ciertas substancias como los tranquilizantes o los ansiolíticos.
Algunos de mis amigos defienden la tesis de que nuestras mentes están afectadas por el epicureísmo (Epicuro es el filósofo que pregonaba la necesidad del hombre de experimentar el placer y de conocer los límites para ello), y que el deseo de hedonismo impide analizar lo correcto y lo menos correcto. En este contexto, las vacaciones se convierten en el caldo de cultivo ideal para romper las rutinas y hábitos de todo el año, incluso cuando se trata de rutinas y hábitos saludables. Las disculpas para ello son múltiples, y subyace la determinación de cuidarse cuando se retome la vida ordinaria, a pesar de que año tras año se ha ido comprobando la dificultad para retornar a las «buenas costumbres».
Ahora bien, dentro de los planteamientos que hemos realizado al comenzar este post, pensamos que la falta de aminoácidos esenciales aboca a vivir emociones desbordadas, hecho que puede producirse por una deficiente alimentación o por la mala absorción de nutrientes a causa de ciertas substancias ingeridas: alcohol, tabaco, dulces, helados, drogas, excesiva exposición al sol, etc. Y esta deficiente asimilación provoca una escasez proteínica con el consiguiente deterioro para la salud.
El triptófano es el aminoácido que tiene mucho que ver con todos estos desajustes que se provocan en las fechas veraniegas. Una insuficiencia de este aminoácido origina los daños colaterales de muchos de los procesos disfuncionales del postverano.
La función principal del triptófano es normalizar los niveles adecuados de la serotonina, que es el neurotransmisor cerebral encargado de equilibrar, entre otros factores, el sueño, la ansiedad, y el estrés. La serotonina es precursora de la hormona melatonina, vital para el ciclo vigilia / sueño.
El triptófano es también, en su unión con la serotonina, un equilibrador del apetito desordenado (bulimia), porque reduce la ansiedad por la comida o cualquier otra substancia.
Durante las vacaciones se rompen las buenas costumbres con el sueño. También hay una tendencia a elevar la cuantía de comida, en contra del menor gasto energético. En esta época se ingieren gran cantidad de refrescos, helados y dulces, lo que conduce a un desequilibrio proteínico por el exceso de glúcidos (ver post 39, 45 y 50). En general, hay una contradicción entre la vida relajada que se busca y los resultados internos y químicos que se logran.
Para detectar los niveles de triptófano podemos fijarnos en la capacidad para controlar el apetito, el dominio en el deseo de bebidas alcohólicas, y también el desequilibrio del sueño. Un bajo aporte de triptófano provocará malestar físico con dolores de cabeza que no se erradican con calmantes, además de cierta inquietud cuando no se restablece el sueño, e irritabilidad por cuestiones que en otros momentos parecían nimiedades. Estos cambios de humor son preámbulos para la tristeza y la posterior depresión, que tienen su raíz en un primer momento por la bajada de vitamina B-6, que es imprescindible para la síntesis adecuada del triptófano, y después por la deficiencia de la serotonina, que desemboca en ansiedad y estrés emocional.
Una solución, pensamos que fácil, para la bajada de triptófano es tomar todos los días uno o dos dátiles junto con unas pocas almendras crudas, además de algunas semillas de sésamo, pipas de girasol o pipas de calabaza. Un desayuno con cereales como la avena, la cebada o el maíz aportará también suficiente vitamina B-6, imprescindible para la absorción de este aminoácido. Para que sea más efectivo es aconsejable evitar el alcohol, los dulces y la exposición excesiva al sol. Las primeras horas del día antes de las 12 son las mejores para recuperar energía y conseguir un maravilloso color de piel. Las horas del final de la tarde son increíbles para pasear por la arena y disfrutar de un bonito atardecer o sentarse mirando la montaña y descubriendo el amor que la naturaleza nos devuelve cada día.
Espero que os haya servido para iniciarnos en el estudio de las proteínas y su aplicación emocional. Perdonad la longitud de este post.
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Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (55)

Muy pocos conocen que las proteínas deben su nombre a Proteo, un antiguo dios de la mitología griega, que era pastor de las manadas de focas de su padre. Proteo podía predecir el futuro; sin embargo, cambiaba de forma para evitar hacerlo, y sólo contestaba a las preguntas de aquellos que eran capaces de capturarle. De este dios proceden el sustantivo «proteo» y el adjetivo «proteico», que aluden a quienes cambian frecuentemente de opiniones y afectos. También de él viene la palabra proteína, que se define por tener la capacidad de tomar diversas formas.
 
Este macronutriente, cuya estructura básica es una cadena de aminoácidos, es uno de los compuestos orgánicos más complejos y el más «trabajador» de todos. Cada una de las células del cuerpo humano contiene proteínas. Estas constituyen una parte muy importante de la piel, los músculos, los órganos y las glándulas, a la vez que se encuentra también en todos los líquidos corporales, excepto en la bilis y en la orina.
 
Las proteínas, que son macromoléculas compuestas de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, fabrican:
–       Las hormonas necesarias para el correcto funcionamiento de las glándulas endocrinas.
–       Las enzimas o fermentos que catalizan las reacciones de anabolismo (asimilación) o catabolismo (eliminación).
Anticuerposque tienen funciones de defensa.
–       Los neurotransmisores necesarios para el buen funcionamiento del sistema nervioso.
 
Alimentación emocional: algo más que comer. Las proteínas (55)Dentro de las funciones principales de las proteínas están aquellas que tienen un comportamiento dinámico como las de: defensa, transporte, catálisis, regulación de funciones y movimientos contráctiles. Además las proteínas son la base del colágeno del tejido conectivo. Cuando desarmonizamos el nivel proteínico se forman masas musculares (culturismo) o aparece la flacidez, propia de las edades avanzadas.
 
Además, en el caso de deficiencia de carbohidratos o grasas, cumplen también una función energética, pues tienen 4 calorías por gramo. La proteína es el alimento más complejo, y su asimilación resulta de las más complicadas, ya que es muy difícil de descomponer. La enzima que se encarga de su disolución es la pepsina, que se encuentra en el jugo gástrico y transforma las proteínas en elementos más sencillos (péptidos) para que puedan ser digeridos en el duodeno. El tiempo que una proteína precisa para cruzar por completo el tracto intestinal es 2 veces superior al de cualquier otro alimento, y estos necesitan de 25 a 30  horas. No debemos olvidar que una proteína está formada por un número indefinido de aminoácidos, en los que se tiene que descomponer para su asimilación orgánica. Las proteínas no se forman en el cuerpo partiendo de otra proteína. Se forman a partir de los aminoácidos que hay en el cuerpo. Alguien dijo “El hombre es un conjunto de aminoácidos no muy bien armonizados”
Poniendo un símil, los aminoácidos son los sillares y piedras para la construcción. Los péptidos son los pilares y estructuras donde se apoyan, y las proteínas son las bóvedas y cubiertas de las grandes naves.
 
Hay 23 aminoácidos que participan de la estructura de las proteínas, y según su composición, que puede ser muy variada, constituyen multitud de sustancias proteínicas. Ahora bien, 13 de estos aminoácidos los sintetiza el propio cuerpo; sin embargo, 10 de ellos, llamados esenciales, sólo se aportan a través de la alimentación; de ahí la importancia del equilibrio en la ingesta de las proteínas, además de tener en cuenta que para la síntesis endógena de los aminoácidos es indispensable la no carencia de los glúcidos en la sangre.
 
Otra particularidad de las proteínas es que su aportación debe ser regular, ya que no se almacenan, como los hidratos de carbono o las grasas. Cada uno de los aminoácidos tiene un papel específico en las reacciones del organismo, y su insuficiencia provoca alteraciones graves.
 
Para lograr el nivel de proteínas adecuado conviene ingerir alimentos de origen animal, (cuya mayor ventaja es la alta asimilación del hierro) como los huevos,  carne, pescados y subproductos animales como los derivados lácteos. Y las proteínas de origen vegetal (siendo la mayor ventaja que tienen fibra) entre los que se encuentran los cereales, legumbres, setas, champiñones, soja, espelta y quínoa, frutos secos, seitán, tofu, algas, polen… Un truco para conseguir los aminoácidos esenciales es la combinación de legumbres con cereales. Ejemplo un buen plato de lentejas con arroz.
 
La semana próxima continuaremos con este macronutriente, que para los orientales tiene una correspondencia con el metal. A nivel emocional, el desequilibrio de las proteínas provoca estados de tristeza y depresión, dos grandes problemas de los siglos XX y XXI.
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Alimentación Emocional. Algo más que comer (50)

La mayoría de las situaciones de inseguridad intentamos, inconscientemente, resolverlas ingiriendo alguna substancia química que nos de un «subidón» y nos provoque un estado muy parecido al de los superhéroes. Para unos el chocolate es la panacea, mientras que otros recurren inocentemente a los bollos o pasteles cremosos, figurándose que cada bocado es una respuesta amorosa del entorno. En casos más confrontantes, donde lo que se juega es «ligar» con muy pocas armas para ello, la solución más rápida es tomarse una copa para ir por todas. Detrás de cualquiera de estos «arreglos» hay una inestabilidad que nos hace sentir que la tierra se mueve bajo nuestros pies, y que somos marionetas de destino incierto. Se trata de una mezcolanza un tanto amarga de miedo, tensión y cobardía.

La madre tierra, en su semejanza con la madre protectora, tiene como función primordial el amor y el cariño. Tener una «buena madre» es ante todo sentirse protegido de la intemperie y el esfuerzo. La madre nutre y aleja de nosotros los miedos a la hambruna y al vacío de los afectos. Su hombro nos libra de la batalla y su cariño nos quita el temor a la soledad. La madre nos nutre de dulce, y de él extraemos la energía para todo lo que el día y la vida nos depare.
Cuando somos para nosotros mismos una extraordinaria madre, que sabe compensar el amor con el esfuerzo y nos exige a la vez que nos da, generamos un grado de consciencia entre lo que nos place y lo que es conveniente. Esto nos permite regular la energía consumida y la energía ingerida, equilibrando los resultados anatómicos y fisiológicos.
Cuando, por el contrario, somos para nosotros mismos una madre sobreprotectora, difícilmente sabremos enfrentarnos a la cruzada de la vida, desfalleciendo ante el mínimo esfuerzo o devenir poco victorioso. Las derrotas nos consumirán, y buscaremos paliativos bastante inmaduros y poco productivos, entre los que están sin duda los excesivos placeres culinarios y la glotonería hacia los dulces. Cargados de energía inoperativa, nos deslizaremos fácilmente hacia hábitos negligentes y vacuos.
El recuerdo de una madre inexistente que algunos llevamos encima nos convierte en inestables y ciclotímicos. Unas veces somos capaces de dirigirnos con voluntad y competencia, y otras, por el contrario, caemos en la satisfacción mediante dulces y excesivas dosis de alcohol, anegando los recuerdos para no sufrir el desamparo amoroso.
Cualquiera de estos procesos evidencian un grado de inseguridad que cercena nuestra confianza, impidiéndonos fluir en los procesos más cotidianos y dejándonos con un regusto personal nada grato. Lo peor es que perdemos la conciencia de nuestra magnitud energética.
La seguridad, una cualidad imprescindible para movilizarnos y estimular nuestro liderazgo personal, surge de la «buena cosecha», que es el resultado de: la calidad de la tierra (nuestros orígenes), de las semillas plantadas (lo que somos), de su proceso de maduración mediante el agua, la luz, los abonos (todo ello símil de lo que vamos incorporando con nuestras experiencias) y de los cuidados durante el proceso (los cambios que efectuamos para avanzar ). Es decir : la seguridad es todo un mecanismo de dar y recibir permanente en el que vamos fortaleciendo nuestra confianza y nos vamos adaptando a nuevos objetivos.
La seguridad exige la estabilidad de los vientos (revisar el post sobre las grasas) y la ingesta exacta de los hidratos de carbono imprescindibles para la energía que vamos a utilizar en nuestros quehaceres y labores profesionales , personales o sociales. Cuando experimentamos tensión, desfallecimiento, pesimismo o un mal humor inusual, suele deberse a dos circunstancias: por un lado, nos sentimos inseguros, y por otro, hemos evaluado erróneamente los alimentos suministrados a nuestro cuerpo.
El buen humor y el optimismo se alimentan de glúcidos de baja concentración de azúcares y de un nivel de grasa suficiente para su disolución y absorción por el aparato digestivo. Cuanto mayor es la cantidad de hidratos de carbono que ingerimos, más baja es nuestra resistencia al enfado, y mayor nuestra apetencia de dulces.
Espero que tengáis una buena comida y que probéis la receta de zanahoria que Javier Peñas ha diseñado y fotografiado para nosotros.
El próximo post lo dedicaremos a las proteínas.
CREMA DE ZANAHORIAS
Alimentación Emocional. Algo más que comer. Parte V
Ingredientes:
4 zanahorias
1 cebolleta
1 pimiento verde
1 calabacin
1 ramita de apio
½ nabo
aceite de oliva
Elaboración:
  • Limpiar y pelar las verduras que lo necesiten, cortarlas en trozos grandes.
  • Cocer las verduras durante una hora, triturarlas y, si es necesario, pasarlas por un chino.
  • A la hora de servir añadir un chorrito de aceite de oliva.
  • No es necesario incorporar sal ya que la mezcla de verduras aporta todo el sabor necesario.
Sencilla y muy sana.

Receta de: Joaquina Fernández con el visto bueno de Javier Peñas. Ahora sólo queda recibir vuestras opiniones

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Cómo estar seguro y los hidratos de carbono o glúcidos (45)

Me decía un gran amigo que los hombres somos más cuidadosos con los utensilios que hemos ido fabricando que con nuestro cuerpo. Más bien pareciera que lo caro es más importante que lo necesario. Me ponía el ejemplo de un coche, y el símil me pareció interesante y muy significativo:

«Imagínate que vas a un concesionario para adquirir el coche de tus sueños. Has analizado muy concienzudamente diferentes marcas hasta decidir cuál es la más ventajosa por coste, rendimiento, estética o el parámetro que para ti sea más importante. Cuando te entregan el coche, recibes las primeras instrucciones del vendedor, siendo la más importante el tipo de combustible que necesita, y quedando en un segundo plano el resto de especificaciones, porque las irás aprendiendo sobre la marcha. Consumido el carburante inicial, al repostar tienes en cuenta dos cosas: el tipo de combustible que necesita y la cantidad que cabe en el depósito. En ningún caso alterarás estas dos variables. La primera porque haría inviable el correcto funcionamiento del vehículo, y la segunda porque no tendría cabida, y además elevaría el coste innecesariamente. Por ende, estas dos cuestiones son las que te permiten estar seguro del buen funcionamiento de tu automóvil y de llegar donde tú quieras. Piensa por un momento cuántas personas conocen la cantidad y la cualidad de energía que necesitan para un funcionamiento corporal, emocional o mental óptimo, y de esas que son expertas, cuántas respetan esos conocimientos y los aplican cuando seleccionan su alimentación».

La seguridad personal y el macronutriente: hidratos de carbono o glúcidosIndependiente de la posición y los niveles de inteligencia, los occidentales declinamos el cuidado de nuestro cuerpo en aras de placeres y sensaciones que nos seducen por encima de nuestro online slots deseo de mantener la salud y la estabilidad personal. Volviendo a la analogía del coche, descuidamos el tipo de fuel, y además añadimos más de lo que soporta nuestro depósito, alterando no a corto plazo, pero desde luego sí a medio y largo plazo, la viabilidad de cumplir nuestros objetivos mermando de alguna manera la seguridad en nuestras capacidades.

Muy al contrario, los orientales ven en su cuerpo la carcasa perecedera y frágil que precisa de unos cuidados y una armonía muy similar a la que presenta la naturaleza y sus alteraciones. En China se desarrolló la ley de los cinco elementos y se estudió cómo evolucionan, crecen y se desarrollan, estableciendo correspondencias con los órganos, las estaciones y los comportamientos mentales y emocionales. También se analizaron los desequilibrios de cada órgano por la alteración cuantitativa o cualitativa de los efectos de los alimentos.

Conscientes de la utilidad del estudio, los chinos profundizaron en la importancia de cada elemento, llegando a la conclusión que la tierra es el elemento de la energía y la estabilidad. El cuerpo humano recoge la energía que le permite actuar, moverse, expresarse, de los hidratos de carbono, el carburante de los hombres.

La tierra está llena de vida, y cuando el sol declina pasados los calores del alto verano, aporta la cosecha, que está en relación directa con la siembra que se realizó en la primavera. Recordemos los “vientos de las grasas”. Un desequilibrio en la ingesta de lípidos o en la errónea selección va a provocar una peor cosecha.

El valor de nuestra «tierra», o lo que es igual, la capacidad de cosechar lo mejor para nosotros, depende del análisis consciente sobre la energía que precisamos y qué alimentos dentro de los glúcidos nos la aporta. Cuando le hemos añadido a nuestro «coche» más hidratos de los que necesita o hemos optado por los que no son adecuados, el sistema reacciona provocando una somnolencia que nos impide funcionar y mantener frescos nuestros sistemas de actuación y seguridad personal.

Ahora cabe esperar que analicemos con qué tipo y cantidad de carburante nos ponemos las pilas y cuándo detectamos fallos notables. Convendría que repaséis los post de Alimentación Emocional.

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Seguridad personal y los hidratos de carbono o glúcidos (39)

«En ocasiones vivimos impactos emocionales que nos desbordan, con pocos recursos propios para paliar los efectos de inseguridad y desconfianza personal que nos provocan». Así iniciamos nuestros post sobre alimentación emocional. Hoy vamos a continuar con uno de los macronutrientes que mayor intervención tiene en elevar nuestra seguridad: los hidratos de carbono, también llamados carbohidratos o glúcidos. Este macronutriente se encuentra casi de manera exclusiva en los alimentos de origen vegetal, y es el más abundante de la biosfera, y a su vez el más diverso.

Su función principal es aportar energía para las actividades vitales de las células y  producir la energía aprovechable para el trabajo muscular. En el mundo de las emociones son los que sustentan nuestra expresividad social.

La seguridad personal y el macronutriente: hidratos de carbono o glúcidosEn su concepto energético, los glúcidos atienden el gasto de energía que impone la propia vida, el que se produce por el ejercicio voluntario que realizamos a través del sistema nervioso central y el desgaste de la actividad de los tejidos y sistemas orgánicos que dependen del sistema nervioso vegetativo, del que no somos conscientes. Nuestra seguridad,  para tomar decisiones de corte activo, depende en gran medida del equilibrio de esta energía vital. Nuestro movimiento será más firme y menos dubitativo cuando nos sentimos llenos de fuerza y con respuesta inmediata a los retos que surgen en nuestro hacer cotidiano. Un test rápido para comprobar el nivel de esta energía es cuando nos levantamos, ya que a veces nos sentimos más agotados que antes de acostarnos. La causa puede provenir de una deficiencia o excesiva cantidad  de hidratos.

A nivel estructural, los carbohidratos forman parte de los ácidos nucleicos (ADN y ARN), que preservan  y transmiten la información genética y de las membranas celulares.  Asimismo, colaboran en la regulación del metabolismo de los lípidos, evitando la acumulación de grasas y la formación de cuerpos cetónicos. En este apartado, el desequilibrio de glúcidos está ligado a una falta de amor a uno mismo, tanto en la complexión (obesidad o cuerpo mórbido) como en alguna de las actitudes personales que rechazamos, y que tienen su origen en la familia. Diríamos que llevamos en nuestro «ADN » una falta de seguridad personal que nos abomina y nos lleva a comer sin medida, a pesar del resultado poco grato, como es la masa grasa (el michelín) de la cintura.

Cuando el aporte de hidratos de carbono es deficiente, el organismo emplea proteínas con fines energéticos, relegando su función práctica. Este aspecto debe tenerse en cuenta en procesos de adelgazamiento en los que se reduce drásticamente la ingesta de este macronutriente en aras de resultados rápidos, con la consiguiente pérdida de tono muscular y debilidad estructural. Lo que se produce entonces es una sensación de seguridad que a veces es fatua. Surge más de una creencia que de la certeza de los logros,  pues se obvia el análisis experiencial.  En el plano emocional, persiste el mal humor cuando no se consiguen las expectativas, porque la energía de las proteínas es menos «dulce» que la de los hidratos.

Siempre que se mantenga una vida muy sedentaria, y se ingiera más glucosa de lo que se gasta o se quema, la misma se depositará como grasa, ya sea entre los órganos vitales, o bajo la piel. Si recordamos este aspecto cuando distribuimos nuestra dieta diaria, debemos mantener el criterio de reducir o ampliar la cantidad aconsejable de carbohidratos en relación directa con la grasa corporal que nos falta o nos sobra. Hay que recordar que: «la grasa llama a la grasa»,  haciéndonos dependientes de nuestro propio desorden alimenticio y alterando el «aire interno».

La semana que viene seguiremos con el mundo de los hidratos de carbono visto por los orientales.

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Alimentación emocional: Algo más que comer (34)

p>Los orientales consideran las grasas como los «vientos» del alma, y estiman que estos vientos deben ser suaves para no vencer ni romper aquello que tocan. Cuando ingerimos demasiados lípidos (de hecho, son muy apetecibles cuando tenemos tensiones externas o internas), el viento interior se altera y arremete contra el entorno con bastante impaciencia e intranquilidad, así como con un alto grado de agresividad. Podemos detectar igualmente una subida del tono de voz y cierta rojez en la piel de la cara, evidenciando el deseo de vencer más que de convencer.

Alimentación emocional: Algo más que comerCuando nuestro «aire» se ha paralizado y no hay movimiento o tensión, es necesario provocar la agitación con el fin de no caer en el desánimo y la abulia y dejarse vencer por la «ventolera» de otros. Este inmovilismo aparece en las personas que temen perder el control de sus nervios o son muy flemáticas. Su propensión es a tomar substancias que les apoquen o dejen inermes en la lucha. Un ejemplo es que eligen grandes cantidades de hidratos de carbono contra el equilibrio de aceites. A estos casos les será de gran ayuda reducir los glúcidos rápidos como la pasta y la patata, e incorporar alimentos frescos como ensaladas con aceite de oliva virgen y pescados a la plancha o al horno.

Las personas con una tendencia a la violencia tácita o expresa deben modificar su alimentación en aras de reducir las grasas, y aprender a comer mucho más frugal y ligero.

Queremos equilibrar el movimiento interno y externo con el objetivo de obtener armonía, paz, tranquilidad y, ante todo, lucidez para no desbordarnos cuando vivimos un proceso de tensión profesional o personal.

En los próximos capítulos hablaremos del pesimismo y los hidratos de carbono, así como de la tristeza y las proteínas. Entre tanto, podéis, si os apetece, ir comentándome los avances que hacéis contestando a las preguntas: ¿qué os aporta esta información? ¿Cómo influye en vuestro día a día? ¿Para qué os es útil?

Para los iracundos, agresivos, e impacientes aconsejamos reducir:

*    Helados
*    Yogurt de vaca (elegir soja)
*    Panificaciones aceitosas
*    Alcohol
*    Manteca de cerdo
*    Harinas fritas
*    Grasas de pescado y cerdo
*    Sopas vegetales grasas
*    Quesos blandos
*    Huevos
*    Queso cremoso
*    Mantequilla
*    Pasteles con nata
*    Naranjas
*    Embutidos

Nota: Si os cuesta bajar el consumo de estos alimentos, al menos comprobar si hay cambios de vuestro carácter y cómo se producen. Es difícil extraer conclusiones cuando la observación es sesgada, sin embargo quizá os ayude estar conscientes.
El análisis más completo exige observar vuestros comportamientos con estos alimentos y sin ellos. ¿El viento interior o exterior se ha alterado? ¿Sigue igual?
¿Estás más impaciente o menos?

LUBINA AL HORNO

Ingredientes:
Alimentación emocional: Algo más que comer1 lubina salvaje (o más, en función de su tamaño y del número de comensales)
1 cebolla
1 cebolleta
2 manzanas verdes
1 puñado de piñones
1 cucharada de zumo de limón
aceite de oliva

Recipiente: Bandeja de horno.

Elaboración:
Se cortan las manzanas en rodajas y la cebolla y cebolleta en juliana.
La lubina se limpia y se acaricia con unas gotas de aceite de oliva
En la bandeja de horno disponemos un poco de aceite de oliva.
En el fondo de la bandeja colocamos un poco de cebolla y cebolleta cortadas junto a las manzanas en rodajas, encima disponemos la lubina  y coronamos con el resto de cebolla y de  cebolleta en juliana y los piñones.
Se precalienta el horno a 210º y en el momento en el que se introduce la bandeja en el horno se baja a 180º dando calor sólo por la placa inferior (para evitar que se queme la cebolla y los piñones)
20 minutos después debemos comprobar que este en su Punto ya que varía en función del tamaño de la lubina, añadiendo en ese momento la cucharada de zumo de limón.
10 minutos más con el fuego arriba y abajo cuidando no se dore demasiado
Disfrutareis de la estupenda combinación de la acidez de la manzana la carne de la lubina y el dulzor de la cebolla un poco torrefacta.
Delante de esta exquisita receta es aconsejable una deliciosa ensalada o unas verduras a la plancha o al vapor.

Postre: Una rodaja de piña

Receta de: Joaquina Fernández con el visto bueno de Javier Peñas. Ahora sólo queda recibir vuestras opiniones.

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Alimentación emocional: Algo más que comer (33)

¿Cómo habéis recibido el post anterior sobre el efecto del azúcar?, ¿os han incomodado las indicaciones? Seguro que los helados y las bebidas azucaradas propias de este tiempo os han ganado el pulso, y os han obnubilado con sus atractivos sabores y efectos eufóricos inmediatos.

La búsqueda de emociones rápidas nos sumerge en las veleidades de lo prohibido, dándole preponderancia al apetito sobre cualquier intención de cambio que vayamos a realizar, sin importar excesivamente si el resultado es o no satisfactorio a nivel de salud.

Alimentación emocional: Algo más que comerLos estudiosos de estos temas han coincidido en que las personas preferimos el malestar de una digestión copiosa a la supresión de algún alimento muy ansiado. Pensamos que detrás de estas decisiones, que a priori pueden parecer incongruentes, están escondidas unas prioridades emocionales que reducen la coherencia y el razonamiento lógico.

Queremos centrarnos en detectar recursos que nos ayuden a resolver situaciones de confrontación profesional o personal. Estos medios nos serán de gran utilidad para superar pruebas complicadas, distender reuniones tensas, ganar negociaciones comprometidas… porque cada una de estas experiencias precisan de una atención y calma que la alimentación emocional favorece sin duda.

Empecemos por conocer los alimentos que suministran la mayor parte de la energía metabólica del organismo: los  llamados macronutrientes, o  hidratos de carbono, grasas y proteínas. Cuando ingerimos estos macronutrientes, se generan complejas reacciones hormonales que regulan la mayoría de las funciones del cuerpo; desde controlar los niveles de azúcar en la sangre, hasta los mecanismos básicos de supervivencia que entran en juego en el estrés, el miedo y casi todos los procesos emocionales.

¿Cuántos decidís el menú  del día pensando en si estáis comiendo hidratos, grasas o proteínas? Estos macronutrientes empiezan a sonar en nuestras vidas cuando el índice de  colesterol en sangre se eleva, o cuando la báscula nos asusta o el ácido úrico se dispara, es decir, cuando los marcadores nos avisan del riesgo de una enfermedad; sin embargo, pocos hemos observado que, a la vez que se disparaban los lípidos en sangre, el carácter se nos tornaba un poco más «ácido» y hasta violento, con pequeñas crisis de cólera y algún brote de malhumor fuera de contexto.  Que la subida de peso coincidía con una bajada de autoestima o necesidad de afecto desmesurada, o con una crisis emocional descontrolada. Tampoco hemos apreciado un estrés económico o profesional coincidente con una rendición a los desmanes alimentarios que desregularon los niveles de ácidos en sangre.

Lo habitual es que emoción y química vayan disociadas y no incidamos en una para resolver la otra, o viceversa.

Mañana continuaremos con este post que ha resultado un poco largo. También incluiremos una receta  para el Buen Vivir con una fotografía de Javier Peñas Capel.

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Alimentación emocional: Algo más que comer (22)

¿Has logrado considerar cada alimento como una programación neuronal capaz de determinar qué fuente de energía vas a utilizar durante las cuatro o seis horas siguientes? Seguramente, todavía no. Es probable que,  durante la lectura del post anterior, te hayas sentido fuerte, con un impulso vital hacia el cuidado personal y la higiene alimentaria; sin embargo, cuando has visto, sentido o  imaginado  sabrosos bocados, algo ha roto tu fuerza de voluntad y has pensado: «Me lo merezco.  El día ha sido duro, la vida me ha presentado su peor cara y ahora sólo quiero descansar, no pensar y disfrutar de este regalo; en realidad, lo hago pocas veces, no pasa nada por esta vez… ».

Ciertamente nos merecemos disfrutar de las cosas y ser los más felices del mundo; no obstante, es la fuerza de voluntad y la valentía para elegir lo positivo por encima de lo placentero lo que estimula y fortalece nuestra autoestima y enriquece nuestra confianza personal, además de cuidar nuestros recursos intelectuales, físicos o espirituales.

Recuerda que, en el momento en que experimentas un estado emocional en el cuerpo o en el cerebro, el hipotálamo ensambla, de inmediato, el péptido correspondiente,  y luego lo suelta por la glándula pituitaria en el flujo sanguíneo. Cuando llega a la sangre, sigue su camino hasta distintos centros o diferentes partes del cuerpo, que te hacen reaccionar de una forma determinada. Este proceso es alterado también, y significativamente, por las sustancias, alimentos o bebidas ingeridas por ti a lo largo de la jornada, que pasan a tu torrente sanguíneo a través del aparato digestivo. La armonía de estos movimientos sólo se logra cuando somos conscientes de nuestras emociones y de los alimentos que hemos elegido.

Vamos a observar el ejemplo del azúcar y los cambios de ánimo que provoca en cualquier circunstancia. Este es un tema escabroso, porque a casi todas las personas nos gustan los postres azucarados por varios motivos: nos encanta su sabor, nos sentimos eufóricos al llenarse la sangre de glucosa, nos reduce el apetito, y nos aporta energía rápida. Hasta aquí todo está muy bien. El asunto es que también crea un déficit de vitamina B, de algunos minerales y oligoelementos. Asimismo,  debilita los huesos al elevarse la excreción urinaria del calcio y, por si esto fuera poco, la alta concentración de glucosa disminuye la capacidad defensiva de los glóbulos blancos, favoreciendo la infección por parte de bacterias y parásitos. Por último, el material calórico excesivo en nuestro cuerpo se transforma en grasa, que en exceso nos convierte en endomórficos. Como ves, se trata de un verdadero desastre.

El circuito de los azúcares es un poco desconocido y pienso que puede  aportarte datos interesantes. Los azúcares pasan a la sangre aproximadamente a los 30 minutos de su ingestión, y la sangre tarda unos 180 minutos en volver a sus niveles normales de glucosa. En este ciclo hemos pasado de una hiperglucemia con un alto estado de excitación física y psíquica, a un rebote hipoglucémico que nos lleva al cansancio físico, y a cierto grado de depresión mental. Esto nos incita a tomar estimulantes (o más azúcar) que causarán otra hiperglucemia iniciando de nuevo el ciclo.

Alimentación emocional. Algo más que comer Parte II

Gráfico glucémico de azúcar y cambio de ánimo

Es posible que cuando tomas azúcar y cuando dices que te lo mereces, no estés pensando en estas reacciones, ni en la pérdida de estímulos que provoca en el proceso digestivo. Es aconsejable que durante esta semana revises cómo te encuentras unas horas después de haber ingerido un postre.

Si tienes tendencia a los estados pesimistas o un poco negativos, comprueba qué pasa si dejas de tomar azúcar esta semana.

ARROZ NEGRO

Ingredientes:

200g de arroz bomba o bahía
1l de caldo de pescado
25g de aceite virgen extra
50g de tomate triturado
500g de calamares
1 cucharada de café de pimentón
La tinta de los calamares o en su defecto 2 bolsitas de concentrado de tinta.

Recipiente:
Una paella de 40cm de diámetro.

alimentación emocional: algo más que comer. parte II

Elaboración:
Cortamos los cuerpos de los calamares en cuadraditos reservando los tentáculos.
Sofreímos los cuerpos de los calamares con el aceite un par de minutos en la misma paella (conviene que sea plana, de fondo multidifusor y antiadherente), a continuación incorporamos el tomate y dejamos rehogar otro par de minutos.

Añadimos el arroz, dejamos que se dore un poco y mojamos con el caldo de pescado al que hemos añadido la tinta de los calamares.

Tendremos a ebullición fuerte durante 12 minutos y, en ese momento bajamos la potencia casi al mínimo durante otros 6 minutos, de esta forma el arroz se termina con el efecto del calor dejando un  socarrat untuoso y no quemado. Dejamos reposar unos minutos.

Freímos los tentáculos y los incorporamos al centro de la paella, servimos en la misma paella.

Fotografía de Javier Peñas: www.jpfotografia.com

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