¿Has logrado considerar cada alimento como una programación neuronal capaz de determinar qué fuente de energía vas a utilizar durante las cuatro o seis horas siguientes? Seguramente, todavía no. Es probable que,  durante la lectura del post anterior, te hayas sentido fuerte, con un impulso vital hacia el cuidado personal y la higiene alimentaria; sin embargo, cuando has visto, sentido o  imaginado  sabrosos bocados, algo ha roto tu fuerza de voluntad y has pensado: «Me lo merezco.  El día ha sido duro, la vida me ha presentado su peor cara y ahora sólo quiero descansar, no pensar y disfrutar de este regalo; en realidad, lo hago pocas veces, no pasa nada por esta vez… ».

Ciertamente nos merecemos disfrutar de las cosas y ser los más felices del mundo; no obstante, es la fuerza de voluntad y la valentía para elegir lo positivo por encima de lo placentero lo que estimula y fortalece nuestra autoestima y enriquece nuestra confianza personal, además de cuidar nuestros recursos intelectuales, físicos o espirituales.

Recuerda que, en el momento en que experimentas un estado emocional en el cuerpo o en el cerebro, el hipotálamo ensambla, de inmediato, el péptido correspondiente,  y luego lo suelta por la glándula pituitaria en el flujo sanguíneo. Cuando llega a la sangre, sigue su camino hasta distintos centros o diferentes partes del cuerpo, que te hacen reaccionar de una forma determinada. Este proceso es alterado también, y significativamente, por las sustancias, alimentos o bebidas ingeridas por ti a lo largo de la jornada, que pasan a tu torrente sanguíneo a través del aparato digestivo. La armonía de estos movimientos sólo se logra cuando somos conscientes de nuestras emociones y de los alimentos que hemos elegido.

Vamos a observar el ejemplo del azúcar y los cambios de ánimo que provoca en cualquier circunstancia. Este es un tema escabroso, porque a casi todas las personas nos gustan los postres azucarados por varios motivos: nos encanta su sabor, nos sentimos eufóricos al llenarse la sangre de glucosa, nos reduce el apetito, y nos aporta energía rápida. Hasta aquí todo está muy bien. El asunto es que también crea un déficit de vitamina B, de algunos minerales y oligoelementos. Asimismo,  debilita los huesos al elevarse la excreción urinaria del calcio y, por si esto fuera poco, la alta concentración de glucosa disminuye la capacidad defensiva de los glóbulos blancos, favoreciendo la infección por parte de bacterias y parásitos. Por último, el material calórico excesivo en nuestro cuerpo se transforma en grasa, que en exceso nos convierte en endomórficos. Como ves, se trata de un verdadero desastre.

El circuito de los azúcares es un poco desconocido y pienso que puede  aportarte datos interesantes. Los azúcares pasan a la sangre aproximadamente a los 30 minutos de su ingestión, y la sangre tarda unos 180 minutos en volver a sus niveles normales de glucosa. En este ciclo hemos pasado de una hiperglucemia con un alto estado de excitación física y psíquica, a un rebote hipoglucémico que nos lleva al cansancio físico, y a cierto grado de depresión mental. Esto nos incita a tomar estimulantes (o más azúcar) que causarán otra hiperglucemia iniciando de nuevo el ciclo.

Alimentación emocional. Algo más que comer Parte II

Gráfico glucémico de azúcar y cambio de ánimo

Es posible que cuando tomas azúcar y cuando dices que te lo mereces, no estés pensando en estas reacciones, ni en la pérdida de estímulos que provoca en el proceso digestivo. Es aconsejable que durante esta semana revises cómo te encuentras unas horas después de haber ingerido un postre.

Si tienes tendencia a los estados pesimistas o un poco negativos, comprueba qué pasa si dejas de tomar azúcar esta semana.

ARROZ NEGRO

Ingredientes:

200g de arroz bomba o bahía
1l de caldo de pescado
25g de aceite virgen extra
50g de tomate triturado
500g de calamares
1 cucharada de café de pimentón
La tinta de los calamares o en su defecto 2 bolsitas de concentrado de tinta.

Recipiente:
Una paella de 40cm de diámetro.

alimentación emocional: algo más que comer. parte II

Elaboración:
Cortamos los cuerpos de los calamares en cuadraditos reservando los tentáculos.
Sofreímos los cuerpos de los calamares con el aceite un par de minutos en la misma paella (conviene que sea plana, de fondo multidifusor y antiadherente), a continuación incorporamos el tomate y dejamos rehogar otro par de minutos.

Añadimos el arroz, dejamos que se dore un poco y mojamos con el caldo de pescado al que hemos añadido la tinta de los calamares.

Tendremos a ebullición fuerte durante 12 minutos y, en ese momento bajamos la potencia casi al mínimo durante otros 6 minutos, de esta forma el arroz se termina con el efecto del calor dejando un  socarrat untuoso y no quemado. Dejamos reposar unos minutos.

Freímos los tentáculos y los incorporamos al centro de la paella, servimos en la misma paella.

Fotografía de Javier Peñas: www.jpfotografia.com