Podemos tranquilizarnos y suponer que la pandemia de gripe A está muy lejos de ser una realidad. Los hechos lo confirman, pero más allá de las señales sanitarias, cabe preguntarse qué ha sucedido en las últimas semanas para que Francia y Alemania estén anulando sus encargos de vacunas para la gripe A o gripe porcina.

Hace unos meses, preocupado por la expansión de la gripe A (H1N1) y una posible epidemia de alcance mundial, el Gobierno francés encargó más de 90 millones de dosis de vacunas (para el 138% de su población). Supongo que el gobierno francés sabe, de buena fuente, que la propagación de la gripe A no se va a producir, dado que ha cancelado más de 50 millones de unidades de esta vacuna, anulación que repercutirá en un ahorro de más de 350 millones de euros, como anunció la ministra francesa de Salud, Roselyne Bachelot.
Para mayor certeza de que la epidemia no existe, este fenómeno de anulación de pedidos se reproduce en Alemania de manera casi idéntica. El Ministerio de Salud de Turingia informó que los estados federados alemanes reajustarán sus pedidos de vacunas contra la H1N1. La proporción es muy similar a la francesa, ya que Alemania anulará el 50% de su pedido total. Aunque el Gobierno germano fue mucho más comedido, y sólo encargó 50 millones de unidades (para el 60% de la población).
Devolución de vacunas para la gripe A (181)
España compró 37 millones de unidades, (cantidad para suministrar al 79% de los ciudadanos), de las cuales más del 55%, no han sido utilizadas. Desconocemos en este momento si está realizando la gestión de la devolución a los consorcios farmacéuticos. Confiamos que estén efectuando la misma estrategia que los países vecinos.
Un hecho significativo es que en Alemania, Francia y España, los ciudadanos no estuvieron nada convencidos de inyectarse la vacuna preventiva. El resultado final fue que solo uno de cada diez germanos, franceses y españoles se la pusieron.
El diario Die Welt tiene su propia opinión. Considera que «el manejo de la epidemia, que nunca fue tal, constituyó un desastre tanto para la OMS como para las instituciones alemanas encargadas de combatir las epidemias. Quien pretende hacer el bien, debe tener cuidado de no promover la histeria».
No se trata de ser suspicaces, ni pensar que ha habido un alarmismo innecesario del que se han beneficiado holgadamente los consorcios farmacéuticos, porque aunque ha sido así, también lo es que los gobiernos atemorizaron a la población. Ahora que han comprobado lo innecesario de la alarma, no establecen medios de comunicación para tranquilizar a los ciudadanos.
Sería necesario que las autoridades conversaran con la población y le informara de la situación actual de la expansión de la gripe A. En la gestión de nuestros miedos hay mucha fragilidad y bastante pérdida de control. Prueba de ello es el riesgo del pánico colectivo que de algún modo sentimos en un primer momento.
La comunicación con los ciudadanos debe ser activa. En el día a día suceden cosas muy buenas y otras que lo son menos. La tendencia a contar unas y guardar otras nos convierte en un poco escépticos. Las crisis, cuando no se resuelven, viven latentes en el alma colectiva sin sanar por mucho tiempo. Sería lamentable que sucediera como el cuento del lobo, y que en algún momento, nos pillarán desprevenidos de tanto asustarnos innecesariamente.
Sea como fuere nos sentimos liberados de los miedos pasados sobre la posible epidemia. Ahora nos queda mirar hacia delante y disfrutar de la buena salud y el bienestar.