Archivo Histórico

Archivo Histórico

El camino del Héroe. El antihéroe el Guerrero (127)

 

El héroe antiguo era el que afrontaba la muerte; el héroe moderno es el que acepta la vida.
 ARDENGO SOFFICI
 
 
En el libro Realidad del alma, Jung propone que en el mundo primitivo todos los hombres poseían una especie de alma colectiva, pero que en el transcurso de los años y con la evolución, surgió un pensamiento y una conciencia individual. Este cambio ayudó a la formación de culturas propias, donde se empezaron a definir diferentes tipos de pensamiento con actuaciones muy plurales que enriquecieron al individuo y a su colectividad. Cada una de estas tipologías integró conductas que diferenció a un grupo de otro. De este modo, cada colectivo se diferenciaba del resto por conductas arquetípicas que reflejaban la naturaleza de cada individuo y sus diferentes caminos y estadios.
 
Carol S. Pearson, en su libro El héroe interior, dice: «los arquetipos son modelos profundos dominantes en la psique humana que continúan siendo potentes y permanentes con el paso del tiempo. Estos arquetipos se perciben claramente en los sueños, el arte, la literatura y en los mitos que nos parecen profundos, conmovedores, universales y aún en ocasiones, aterradores. Para que un arquetipo tenga influencia significativa en nuestras vidas, debe existir alguna duplicación externa o refuerzo del modelo: un suceso de nuestra vida, o narraciones reiteradas en la cultura que activan el modelo».
 
El camino del Héroe. El antihéroe el Guerrero (127)Siguiendo con nuestros héroes y el camino hacia la trascendencia, hoy vamos a iniciarnos con el antihéroe el Guerrero. Porque este héroe arquetípico es el que más se ciñe a los escritos de Jung o de Pearson. Este héroe deambula buscando una salida airosa a su condición de víctima. Disiente de la opresión que vive el mártir. Le percibe sujeto a unas responsabilidades excesivas, donde los demás son prioritarios. Huye del sometimiento. Él quiere vivir su propia lucha. Algo que le movilice a él. Independientemente de lo que sientan los demás.
 
El Antiguerrero reconoce su autoridad y lucha contra la de los demás. El mandatario es su enemigo. Aborrece las dictaduras, aunque aboca a los demás a sufrir su despotismo. En cualquier grupo en el que participa indaga sobre quién tiene la jerarquía. Compite y resuelve sentirse superior a los demás. Aunque no exprese esta necesidad, intentará definir quién es el que ocupa el rango superior. Averigua a quién los demás le otorgan el poder y el liderazgo. Este conocimiento le posiciona y le orienta sobre el poder real que puede lograr sobre su oponente y hasta posible enemigo.
 
Cuando se siente débil reacciona con violencia y mal humor. En algunos casos con un pesimismo y derrotismo insondable. Dominar las situaciones y sentirse seguro es imprescindible para este antihéroe, y no importa cómo lograrlo. Puede destruir a algunos y someter duramente a otros. Lo principal es ganar y marcar su territorio.
 
El guerrero, sin identidad, desprotegido de ideales y sin valores que fundamenten su batalla, deambulará por los territorios inhóspitos, montado en su caballo de la irrealidad, buscará valles y reinos que sólo existen en su imaginación. Como un Quijote enloquecido arremeterá contra los molinos de su quimera. Su espejismo le representará victorioso, y salvará a su particular Dulcinea de los dragones y de los caballeros malvados.
 
Ajeno a la certidumbre de su valía, se agota mostrando que él gana siempre. Que lo sabe todo y que aquello que le contradice es una falacia insostenible por cualquier argumento.
 
El antihéroe necesita huir de sí mismo. De todo aquello que le limita. Rompe las reglas y el orden. Vive ausente de una visión futura, y el pasado le parece horrible y espantoso. Lleno de culpables que le han ido quitando sus reinos y desvalijado sus trofeos. Sólo vale la victoria. No le preocupan los caídos para lograrla. Apegado a los éxitos rápidos, activa sus respuestas cuando puede obtener valiosos premios.
 
El Antiguerrero vive en la inconsciencia de sus actos punitivos. Hay culpables a los que combatir, y no está dispuesto a llegar a acuerdos que le impidan la lucha. La verdad sólo lo es si hay algún muerto en el camino. Para que el poder sea evidente es necesaria la guerra, y la espada es la que sellará la conquista.
 
Su lenguaje es fanfarrón y combativo. Desafiante y pendenciero con el fin de derrocar a cualquiera que intente entrar en lid. Se basa en los hechos, y cualquier cosa que no sea tangible la tilda de despreciable. Desdeña aquello que no ha explorado y que no es demostrable de forma empírica. Las cosas son buenas o malas. Este antihéroe decide qué es correcto y qué no lo es. No permite que se le rebata, y cuando alguien lo intenta puede iniciarse una batalla dialéctica altisonante y hasta irreverente.
 
La mujer es un útil para vencer a los enemigos. Se precia de conseguir a las más bellas y de mayor rango. Todas aquellas que sus enemigos desean. Posesivo, y a veces hasta agresivo, se vanagloria de su pertenencia como si de un objeto se tratara. Exhibe con ostentación su trofeo y pasea del brazo de su amada, invicto ante las más de mil batallas. Sus mujeres son piezas débiles y frágiles que protege y cuida a la vez que domina y somete. Temeroso del engaño, castiga una y otra vez con el desaire y el desprecio, midiendo el amor y la dedicación que le tienen.
 
En su fuero interno el guerrero esconde su cobardía. Vive atemorizado, y este temor le convierte en un agresor que quiere terminar con TODO, porque en esa totalidad se asegura que ningún villano le puede derrocar.
 
En este camino de vuelta a casa el guerrero debe descubrir que sus temores son una invitación al crecimiento. Que todos los encuentros que mantiene son oportunidades de intercambiar con los otros para crear algo nuevo.
 
Querido guerrero, es el tiempo de construir puentes que unan las fronteras y abran las barreras. Debes admitir tu vulnerabilidad humana. Tu necesidad de amor y de todos los demás. Ahora hay que luchar contra la intolerancia. Aceptar la entrega sin esperar nada a cambio, y ante todo ser consciente de que el debate tiene muchos triunfadores. No sólo tú.
 
En este tiempo de vuelta a casa. Cuando todas las batallas sepas que son infructuosas entenderás que libre de tu absolutismo tu vida será saludable, útil y positiva.
Leer más
Archivo Histórico

El secreto de la felicidad. Historia de El alquimista (126)

Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el Secreto de la Felicidad. El joven anduvo durante cuarenta días por el desierto, hasta que llegó a un hermoso castillo en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio que buscaba.

Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, nuestro héroe entró en una sala y vio una actividad inmensa; mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que tocaba melodías suaves y una mesa repleta de los más deliciosos manjares de aquella región del mundo. El sabio conversaba con todos, y el joven tuvo que esperar dos horas para que lo atendiera.

El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo de explicarle el Secreto de la Felicidad. Le sugirió que diese un paseo por su palacio y volviese dos horas más tarde.
-Pero quiero pedirte un favor- añadió el sabio entregándole una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite-. Mientras caminas, lleva esta cucharita y cuida de que el aceite no se derrame.

El joven comenzó a subir y bajar las escalinatas del palacio manteniendo siempre los ojos fijos en la cuchara. Pasadas las dos horas, retornó a la presencia del sabio.
-¿Qué tal?- preguntó el sabio-, viste los tapices de Persia que hay en mi comedor? ¿Viste el jardín que el maestro de los jardineros tardó diez años en crear? ¿Reparaste en los bellos pergaminos de mi biblioteca?

El joven, avergonzado, confesó que no había visto nada. Su única preocupación había sido no derramar las gotas de aceite que el sabio le había confiado.
Pues entonces vuelve y conoce las maravillas de mi mundo -dijo el sabio-. No puedes confiar en un hombre si no conoces su casa.
Ya más tranquilo, el joven tomó nuevamente la cuchara y volvió a pasear por el palacio, esta vez mirando con atención todas las obras de arte que adornaban el techo y las paredes. Vio los jardines, las montañas a su alrededor, la delicadeza de las flores, el esmero con que cada obra de arte estaba colocada en su lugar. De regreso a la presencia del sabio, le relató detalladamente todo lo que había visto.
-¿Pero dónde están las dos gotas de aceite que te confié? -preguntó el Sabio.
El joven miró la cuchara y se dio cuenta de que las había derramado.
-Pues éste es el único consejo que puedo darte – le dijo el más Sabio de todos los Sabios-, el Secreto de la Felicidad está en mirar todas las maravillas del mundo, pero sin olvidarse nunca de las dos gotas de aceite en la cuchara.
 
El secreto de la felicidad. Historia de El alquimista (126)
 
Análisis:
 
Nuestros placeres deben convivir con nuestras obligaciones. Pero nuestras responsabilidades no pueden alejarnos de vivir lo gozos que nos rodean, ni de compartir con todos aquellos que nos aman.
 
Después de leer esta bella historia vamos a descubrir qué actividades lúdicas nos alejan de nuestros deberes elegidos libremente. Rellenemos en una hoja de papel los momentos en los que paseamos por nuestro trabajo alejados de nuestras slots actividades profesionales y pensando en lo que vamos a hacer cuando acabemos, o en algún conflicto personal, o en algún recuerdo pasado.
 
Es necesario que seamos estrictos en este punto. Sería muy bueno que nos imaginásemos caminando por los despachos, acudiendo a reuniones, escribiendo, escuchando… con una cucharilla de té en nuestra mano y dos gotas de aceite. Qué pensamiento, que distracción es la más fuerte y qué es lo que hace que perdamos el control de nuestros actos y de nuestras decisiones previas. Qué, cuándo y cómo hemos perdido el aceite de nuestra cuchara.
 
Una vez definido este primer paso, vamos a acometer el segundo. Estamos de viaje, en alguna actividad de ocio, paseando con nuestra pareja, haciendo algún deporte o en cualquier actividad lúdica. O estamos aprendiendo, soñando, imaginando. Recibimos unas clases de relajación. Descubrimos nuestra automotivación. Exploramos por derroteros desconocidos. Qué, cuándo, de qué manera perdemos el contacto con estos momentos y aparecen nuestros quehaceres, nuestros conflictos profesionales. En definitiva, qué nos aleja de estos momentos tan únicos y provocan que dejemos el cuidado de nuestras dos gotas de aceite.
 
Una de las gotas es la vida profesional. Importante, imprescindible. La otra gota es nuestro mundo afectivo, nuestro yo humanista que siente una necesidad de trascender y acometer proyectos de gran calado personal y social. Es la primera gota la que nos permite crecer y desarrollar la segunda. No es que una sea más importante que la otra, o tenga alguna prioridad. Ambas van juntas en la misma cucharilla, y si se cae una la otra va detrás.
 
El joven encontró las respuestas porque hizo el camino de búsqueda. Pero no podrá realizar su sueño si no tiene en cuenta las dos esencias que le conforman.
 
Pongamos atención al amor, a nuestra vida personal, a nuestro mundo, y cuidemos nuestra vida intelectual y práctica, nuestro desarrollo. La una y la otra son el Secreto de la Felicidad. Ambas se necesitan para llegar a la trascendencia.
Leer más
Archivo Histórico

Fútbol: fenómeno de fenómenos. Debate con el autor (125)

 

El autor del libro Fútbol, fenómeno de fenómenos, Francisco Alcaide, contesta a la entrada del post de ayer. ¿Qué pensáis de lo que dice?
 
“Creo que todas las cosas tienen pros y contras. Yo prefiero detenerme en lo positivo de las cosas e intentar minimizar lo negativo. El fútbol tiene muchas cosas buenas: como fenómeno económico (da empleo, genera impuestos, etc), como fenómeno social (es un buen argumento de socialización a veces de padres a hijos), educativo (el deporte resulta tan pedagógico porque uno aprende mientras juega y se divierte y se ponen en práctica el trabajo en equipo, motivación (alcorcón?), esfuerzo, aceptación de la derrota…), solidario (una gran caja de resonancia y la primera alternativa a la que se acude para ayudar), etc, etc.

Respecto a lo que comenta Joaquina, es cierto. El fútbol es inabarcable y otras muchas se podrían haber incluido, como el impacto en las relaciones familiares y, sobre todo, cómo en el pasado las mujeres vivían el domingo o la influencia de las victorias / derrotas de sus maridos (o hijos) en el ámbito familiar o cómo tal vez fue un limitador de la comunicación familiar cuando sólo existía un aparato… Interesante análisis que, desde luego, sería necesario estudiar…. aunque también, todo hay que decirlo, cada vez más mujeres forman parte de este fenómeno (por diferentes motivos). ¿Os acordáis de la Eurocopa?… En breve hay un Mundial en Sudáfrica.”

 

Leer más
Archivo Histórico

Fútbol: fenómeno de fenómenos (124)

En el libro Fútbol: fenómeno de fenómenos de la editorial LID, mi amigo Francisco Alcaide plantea la importancia del fútbol en entornos como el político, el social, el económico, el cultural y el solidario. Este autor hace un trabajo exhaustivo en cada uno de estos campos resaltando hitos históricos en los que este deporte movilizó a las masas, apoyó a los mandatarios, fue utilizado por los organismos, alteró el mercado de valores y muchas otras proezas que están contadas con gran detalle.

Nuestro amigo y escritor pormenoriza y aporta datos que confirman este fenómeno como el más impactante que ha dado la historia deportiva. Desde cifras astronómicas en fichajes (Zidane por el Real Madrid por 45,6 millones de euros, ya superado por C.R), pasando por los salarios más altos de los futbolistas. Sirva como ejemplo la retribución percibida durante el año 2008 por David Beckham como jugador del Milán, que ha superado los 32 millones de euros. Y el entrenador Luis Felipe Scolari del Chelsea ingresó 12,5 millones de euros. Cada una de estas cifras sitúa al fútbol como el deporte mejor remunerado.
 
Fútbol: fenómeno de fenómenos (124)Además del interés económico, el autor desgrana historias inquietantes de mandatarios que utilizaron este deporte para detener levantamientos y afianzar su poder. Uno de los ejemplos más significativo es el campeonato del mundo de 1938, en el que Il Duce advirtió a la selección que debían vencer o morir. Cuando acabó el partido, en el que ganaron los italianos por 4 a 2 a la selección húngara, el guardameta de este equipo, Antal Szabó, declaró: «Nunca en mi vida me he sentido más feliz después de un partido». Ante la mirada atónita de los allí presentes añadió: «He salvado la vida a once seres humanos. Me han contado antes de empezar el partido que los italianos habían recibido de Mussolini un telegrama que decía: “Vencer o morir”. Han vencido».
 
El fútbol como fenómeno social lo estudia el escritor a través de varios puntos en los que ha investigado la opinión pública. Cuenta en el punto quinto del capítulo 2, en la página 84, que hace unos años se propuso comparar empíricamente el conocimiento que sobre el fútbol teníamos los españoles. Para ello pidió a un grupo de amigos que preguntaran de forma aleatoria a sus conocidos cuánto sabían sobre fútbol. Se les daban tres opciones: mucho, normal o nada. De 1000 respuestas obtenidas, resultó que el 90%, es decir de 900 personas, contestaron mucho. (Supongo que esto depende de los encuestados. Si yo hiciera esta pregunta a mi grupo de amigos seguramente sería nada).
 
El señor Alcaide estudia en la página 35 el concepto del fútbol como una droga social, término que acuñó el historiador Paul Preston, y que se define como la capacidad de mantener a la población en un estado de pasividad política, de tal manera que se eviten levantamientos y manifestaciones. Esta droga ha sido empleada por algunos regímenes políticos como una herramienta de control de la población, algo que se ha conseguido en la mayoría de las ocasiones gracias al fervor de los hombres de los diferentes países. Esta pasión, en la actualidad, es también compartida por muchísimas mujeres, a veces con mayor exaltación y arrebato. Y cabe esperar tiempos más enaltecidos por las féminas. Según dice Joseph S. Blatter, presidente de la FIFA en el año 2004: «El fútbol está mejor cotizado que nunca, y su popularidad aumenta continuamente, muy especialmente en el sector femenino. En todo el mundo existen más de 30 millones de jugadoras. Esta afición ya viene de lejos. En Escocia, en el siglo XVIII, se disputaban encuentros entre mujeres solteras y casadas con gran expectación». El autor relata anécdotas de varios países de Europa, entre ellos de España (pág. 122).
 
El fútbol y la televisión es el tema que me despertó mayor interés. El programa más visto en televisión, desde que en 1992 se iniciase la medición de audiencia, fue los cuartos de final España-Italia (Eurocopa 2008, penaltis), en el que hubo 15.372.000 televidentes. Este ha sido el programa más seguido de toda la historia televisiva española, que se distancia en menos de 3 millones de televidentes de la final de Operación Triunfo en el año 2002 (12.873.000) y de la final de Eurovisión 2002 (Rosa, 12.755.000 espectadores). El resto de programas más vistos son todos referidos al fútbol. Estos datos me resultan decepcionantes, y me alejan bastante del interés general.
 
Estas cifras clarifican la influencia del fútbol en la vida familiar. El autor resalta la importancia que ha tenido en su infancia su afán por el fútbol, secundado por su padre con una doble dedicatoria:
 
A mi padre, que domingo a domingo me llevaba a ver o a jugar partidos de fútbol
 
A mi madre, que domingo a domingo esperaba pacientemente nuestro regreso
 
En este punto, hay algo que me aboca a cierta tristeza que parecía olvidada. Me sobrecogen los recuerdos, querido Francisco. Y me extrañó que no hubieras dedicado un capítulo a la relación entre las mujeres de antaño y el fútbol, fenómeno de los fenómenos en los hogares. En cientos de domicilios españoles las mujeres, al igual que tu madre, esperaban largas horas a que acabasen las actividades futbolísticas, que se repartían entre partidos presenciales y televisados. Y pobres si el resultado no era favorable al equipo favorito. He presenciado escenas bastante duras y poco apetecibles, donde el fútbol ha sido el catalizador de esas situaciones. Seguramente sabes que algunas personas participan activamente de los resultados con alguna deficiencia para aceptar las derrotas. Y con cierta violencia hacia los equipos contrarios.
 
El fútbol lo he concebido como un limitador de la comunicación familiar en los tiempos donde sólo existía un aparato para toda la familia, y quizá mucho más grave cuando ya existen varios en la familia y cada uno se retira para ver lo que le interesa. En algunos hogares las notas dominicales se escribían entre fútbol, goles, éxitos y fracasos. Gritos y disgustos ininteligibles sufridos por toda la casa. Hay quien no te habla si pierde su equipo. Quien te rechaza si eres de un equipo contrario. Algunos son acerbos con los que les discrepan. He sabido de algún que otro golpe a un hijo porque se le ocurrió pasar por delante del televisor cuando se marcaba un gol.
 
Había también una disposición popular hacia las cualidades futbolísticas como un don de masculinidad y fortaleza que sólo los mejores tenían. En las escuelas los pequeños que mostraban una debilidad, falta de interés por este deporte o cualquier animadversión eran repudiados o tachados de «raros», tilde que a veces tenía connotaciones sexuales degradantes.
 
En fin, que el fenómeno de fenómenos tiene varias lecturas. Las que tiene este libro me parecen de gran interés, aunque me falta el lado más humanista, más intimista de los reflejos familiares y sociales, que se viven y se han vivido desde siempre.
 
Los aficionados a este deporte leer este libro. Su rigor es inconmensurable. Los que tenéis menos afición sería bueno que le echarais una ojeada. Es increíble lo que mueve este fenómeno de masas.
 
Espero vuestros comentarios y que podamos ampliar esta visión, que me ha parecido un poco sesgada. Quizá tengáis historias que queráis contar.

Ver video relacionado:

Fútbol: fenómeno de fenómenos (124)

Leer más
Archivo Histórico

Infiltrados. Cambiar el mundo exige valores firmes (123)

En el film de Martin Scorsese Infiltrados (The Departed) del año 2006 los protagonistas principales, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio) y Colin Sullivan (Matt Damon), participan en un plan contra la mayor banda del crimen organizado que existe en Massachussets. La élite de la policía desarrolla una estrategia en la que es imprescindible introducir un topo dentro de la organización mafiosa. Para este papel eligen a Billy Costigan, un joven policía procedente del sur de Boston y cuyo tío era mafioso, dato que posteriormente hará creíble que deje la policía y que le encierren en la cárcel por un delito menor.

Escena a escena, los personajes van desgranando habilidades para parecer corruptos (Billy), o aptitudes singulares para dar una imagen perfecta de ejemplaridad (Colin). Billy simula ser un joven malo y perverso, y Colin el mejor policía del cuerpo. Ambos están mintiendo, y la trama va configurando acciones que mantienen en tensión a los espectadores. Cuando parece que van a ser descubiertos y tocan los límites de la credibilidad, el público se inquieta queriendo avisar al bueno de lo próximo que está el malo.
 
Porque en este camino de mostrar y convencer de lo que no son, el supuesto bueno se lleva golpes a diestro y siniestro, y el que realmente es corrupto vive felizmente. Hasta consigue enamorar a una estupenda psicóloga policial (Vera Fármiga), a la que quiere utilizar para descubrir al infiltrado policial (ser auténtico acaba teniendo premio).
 
Infiltrados. Cambiar el mundo exige valores firmes (123)Durante la proyección es imposible desviar la atención de la película. Cada escena se compone de los elementos más sutiles y explícitos del bien y el mal. De lo correcto y de lo que no lo es tanto. Los personajes abominables te abducen, y hasta parece que te sientes feliz cuando fracasan. Los estudiados matices perversos que manifiestan Frank Costelo y su banda, ya adentrados en la trama, te van conduciendo a tomar partido. En mi caso me molesta la lentitud de Billy, y me niego a que gane la rapidez y sagacidad de Colin. Uno y otro van encontrándose y cercando la zona en la que se dirimirá la gran final, en la que, como parece lógico, ambos pierden.
 
Scorsese se reinventa y cumple con las expectativas del film, que le llevan a ganar 4 Oscars (Mejor Director y Mejor Película entre ellos). Es posible que este gran director y el guionista William Monahan hayan decidido este tema sin más. Pero en mi caso cada escena me revuelve. Me atenaza y me incita a una reflexión permanente. Los protagonistas de la película necesitan modelar los personajes que realizan. Bill debe convertirse en un malvado y corrupto policía, y para ello adopta el papel agresivo, malévolo y confuso. Y poco a poco va siendo abducido por este personaje, perdiendo su condición y muchos de sus valores. Aquellos por los que ha luchado toda su vida, y que se van oscureciendo entre golpe y golpe. Entre mentira y mentira.
 
¿Qué nos pasa cuando queremos convivir en ambientes que difieren y nos alejan de nuestros verdaderos ideales? ¿Qué sucede cuando los jóvenes dúctiles, de almas inmaduras, acuden a los grupos más marginales para ser aceptados y malean su espíritu? Mimetizan para ello comportamientos arriesgados, buscando que todos se sorprendan y les permitan entrar en su grupo. Cada hazaña es un reto que busca la admiración, sin que importe el riesgo.
 
Recordé a un gran muchacho. Uno de los más nobles que he conocido. Cuando tenía 16 años se sentía el más feo de la pandilla. Pelirrojo, gafotas, débil y sobre todo influenciable. Un día coincidimos en una taberna. Sus «amigos», mucho mayores que él, le animaban a beber una botella de coñac. Si se negaba era un cobarde y un imberbe. Se la bebió. No dejó ni una gota. Los ojos grises de aquel crío parecía que iban a estallar cuando dejó la botella en la barra. Nadie tuvo la oportunidad de detenerle. Su cabeza se levantó desafiante y los muchachos se rieron de él y se marcharon. Deambuló durante mucho tiempo ebrio por los lugares. Su mayor deseo era que le aceptaran en el grupo de los mayores. Quería ser el mejor, el más valiente. Intentaba repetir todo lo que aquellos salvajes hacían.
 
Colin se respeta a sí mismo, y todo lo que hace está meditado. Busca ganar dinero, y no le importa el medio. Es corrupto y puede estar en cualquier ambiente. Se siente fuerte. No se deja arrastrar por la compasión, y quiere llegar hasta la meta que se ha trazado. Billy, por el contrario, es débil. Busca limpiar su nombre. Ser admirado por sus logros, y que los demás sepan que no es como su tío. Ni como su familia. Él es respetable. Él tiene un sentido de la responsabilidad diferente. Pero actúa como su tío. Consigue atacar, golpear, y cada uno de estos actos le lleva a rebasar los límites y le alejan de su objetivo. Todos consiguen que dude de quién es y para qué está allí.
 
Quizá debamos fortalecer mucho más nuestros verdaderos valores antes de intentar cambiar el mundo que nos rodea. Es posible que, si no lo hacemos, los vientos malditos nos arrastren y nos conviertan en piltrafas con las que juega el destino.
 
Cabe recordar las veces que hemos sido sometidos por las intenciones de otros. Y aceptar que hemos claudicado en actos que nos parecían despreciables. Robado, criticado, mentido, engañado… En fin, es posible que todos hayamos sido un poco Billy, junto a muchos Colin, Costelo… Ahora nos queda analizar nuestros valores y retornar a ellos. Hacernos muy fuertes para que después, y quizá sólo después, podamos salir a cambiar el mundo, pero antes el nuestro.
Leer más
Archivo Histórico

Áreas de mejora del melancólico (122)

El temperamento melancólico ha provocado comentarios derrotistas y algo pesimistas. Cómo no, es su cualidad más notoria. En realidad, todos los comportamientos que nos disgustan son complicados de asumir como propios. Los temperamentos más polarizados en sus áreas de mejora son el colérico y el melancólico. Más por su rencor y su dificultad para perdonar que por otras de sus características, que son también relevantes. Los temperamentos que no recuerdan las ofensas, los que viajan ligeros de equipaje, aquellos que llevan en su maleta sólo lo necesario, son mucho más sencillos. Por ello las debilidades del sanguíneo y el flemático son menos insidiosas y avivan menos resquemor y rechazo.

Ahora bien, los motores del cambio, los enardecedores de las transformaciones vitales, son los temperamentos que afectan a las relaciones y su evolución. El origen es su tendencia a vengarse cuando las cosas no salen como ellos quieren. El melancólico se ataca y menosprecia casi de continuo. El colérico hace lo mismo, pero con los demás.
Por ello es necesario relajarse. Relativizar estas lecturas y plantearse la tarea de arremeter contra los dragones de la soberbia que nos conminan a escondernos. Aligeremos el equipaje de los miedos y enfrentémonos valientemente contra todo aquello que nos debilite y nos asuste.
Gestionar lo imperfecto de uno mismo. Las áreas de mejora del melancólico

Consigo mismo: su mirada sobre el mundo que le rodea es negra y adversa. Este advenedizo futuro que presagia tormentas permanentes en la vida de este temperamento, se aviva mucho más cuando se analiza a sí mismo. Su corazón llora casi constantemente. Podríamos decir que en los pocos momentos de cordura analítica, en la que se atisba una pequeña apertura a la luz, este temperamento sigue viendo nubes grises que pronto serán nubarrones negros.
Volátil en su concepción vital, pasa por etapas de gran inestabilidad emocional que le desbordan. Las cadenas de su cuerpo material y la ausencia de entendimiento sobre los otros temperamentos (el sanguíneo, sobre todo) le hacen sufrir, le tensionan y le paralizan. Parece vivir en una nube de irrealidad esperando que algo cambie y que le permita acceder al discernimiento. La materia representa una cadena insuperable que le ata y le limita. Le alienta una llamada interior que busca trascender, y su tendencia al sacrificio pide ser víctima de un dolor irreparable.
Mi querido melancólico, con cuánta saña arremetes contra ti mismo. Con cuánta negrura visionas los dones recibidos y qué poca condescendencia tienes hacia tus pequeños o grandes errores. A esta condición añades que cualquier propuesta o proyecto lo miras desde el lado desfavorable y le niegas cualquier oportunidad de éxito.
Esta disconformidad que tienes contra ti mismo deja en evidencia tus orígenes, de los que muchas veces reniegas. Durante tu infancia has sido muy crítico con uno de tus progenitores, al que rechazas, y te has apasionado ardientemente por el otro. Sin causa aparente aunque intentaras justificarlo. Idolatrabas al que te parecía inalcanzable y criticabas con dureza al otro. Esta es una pauta que sigues manteniendo. Vibras de amor (aunque pocas veces lo expresas) a la vez que criticas descarnadamente. Cal y arena emocional, que se identifican como tus pautas amorosas.
Tu pensamiento es bastante perjudicial y te convierte en un maniático, a veces depresivo, con reflexiones autopunitivas. Todo esto hace que seas ciclotímico e inestable en tus decisiones y en tus afectos. Y sobre todo en la valoración que haces de ti mismo.
Te vives como una persona equivocada y te sientes de una gran bajeza moral si no estás permanentemente realizando lo que esperas de ti mismo. Implacable con tus acciones y rígido con los placeres, no te permites licencias que te hagan vivir más relajado y distendido. Cuando te lo permites sufres y te flagelas durante largo tiempo.
En fin, eres intolerante y te cuesta hacer equipo contigo mismo cuando estás mirando el lado oscuro de tu personalidad.
En la comunicación: el melancólico no habla sobre su vida privada. De hecho le incomoda contestar a cualquier pregunta que atente contra su intimidad. El intrusismo comunicativo le parece poco elegante y lo critica desabridamente. Antes de llegar a un coloquio saludable necesita superar limitaciones e impedimentos que emanan de su timidez y su falta de calma. En ocasiones se le tilda de torpe por estas imprecisiones expresivas. Cuando se siente muy abrumado por el desconocimiento de su interlocutor inicia la conversación con una objeción o censura que a veces está fuera de contexto. Esta confrontación tan inesperada como absurda resulta inadecuada y deriva en una enemistad inicial.
La calidad de observación de un melancólico hace que se exprese tácitamente con la mirada. A veces su desaprobación la evidencia, tensionando el ambiente más de lo habitual. Cuando está sumido en la melancolía ve enemigos en todas las partes, y eso entorpece mucho su comunicación y le lleva a enemistarse con los otros. Con tendencia a ser agorero, expresa fácilmente las dificultades que observa en los planes que le presentan. Pocas veces participa de un plan con relajación o positivamente.
El melancólico es muy introvertido y muy elitista en sus relaciones, al igual que el flemático. Escucha bien cuando le interesa el tema y es afín a él. Es poco abierto a ideas nuevas o diferentes a sus criterios. Cuando está en grupos de extrovertidos se pliega en sí mismo y muestra su rechazo. Esto se evidencia más cuando está con personas que alardean de sus éxitos. El melancólico es humilde en las evaluaciones de sus actos, y le resulta incomprensible que otros se jacten de sus premios sin recato. En una reunión puede permanecer mudo durante horas si el tenor de sus interlocutores es presuntuoso o fatuo. Independiente de que sea real o no lo que sus acompañantes digan.
Huye de la vida en sociedad. En familia es poco habilidoso para hacer feliz a los suyos por su exigencia y su ánimo perfeccionista. No permite que se frivolice en las conversaciones cuando son muy interesantes para él. En este sentido es muy radical, y no participa de las opiniones, aunque sean de personas muy cercanas. Una de las deficiencias más notorias del melancólico es que no entiende de bromas ni de ironías. Se siente muy afectado por esta particularidad de los sanguíneos y en ocasiones pueden llegar a romper su relación.
Pienso que estos puntos recogen lo menos grato del temperamento melancólico, que, recordemos que como el colérico, recuerda todo lo negativo casi para siempre. Si tu temperamento es éste, entiende esta información como un mapa de ruta que te recuerda el camino que has recorrido y que no puedes desandar. Estas son las debilidades que te acompañan. A la postre no somos perfectos, y que en nuestro camino de retorno esta es una posibilidad más. Nada es decisivo ni condenatorio. Ni las grandes fortalezas ni las pequeñas áreas de mejora.
Asomarnos al lado luminoso del temperamento melancólico nos ayudará a plantearnos planes de acción para revisar nuestro perfil y aprender a aceptarlo y modelarlo de cara a alcanzar nuestros logros.
Si alguien de tu entorno tiene estas características como más sobresalientes y observas que se cumplen, entiende que es una parte de sí mismo tan irremisible como la tuya. Nada es mejor que nada. Ni peor una cosa que otra. Somos una maravillosa obra que se va conformando cada día con pequeñas partículas de conocimiento.
En breve analizaremos las relaciones entre temperamentos y será más fácil comprender porqué ha sido tan complicada la relación con unos y tan fácil y maravillosa con otros. Y porqué somos tan impredecibles con nosotros mismos.
Leer más
Archivo Histórico

Historia de las cuatro esposas y el rey. Cuidar lo imperecedero (121)

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas.
Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo a ella le daba lo mejor.

También amaba mucho a su tercera esposa, y siempre la exhibía en los reinos vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.

También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a superar los tiempos difíciles.

La primera esposa del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca.
Sin embargo, él no amaba a su primera esposa, y aunque ella le amaba profundamente, él apenas se fijaba en ella.

Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló:

«Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo».
Así que le preguntó a su cuarta esposa: «Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡Ni pensarlo!», contestó la cuarta esposa, y se alejó sin decir más palabras.

Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo afilado.

El entristecido monarca se dirigió a su tercera esposa: «Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡No!», contestó su tercera esposa. «¡La vida es demasiado buena! ¡Cuándo mueras pienso volverme a casar!»

El corazón del monarca experimentó una fuerte sacudida.

Entonces, desconsolado, preguntó a su segunda esposa: «Siempre he venido a ti a por ayuda y siempre has estado ahí para mí. Cuando me muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?».

«¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!», contestó la segunda esposa. «Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte.»

Su respuesta llegó como un relámpago estruendoso que devastó al rey.

Entonces escuchó una voz:

«Me iré contigo y te seguiré donde quiera que vayas.»

El rey dirigió la mirada en dirección de la voz, y allí estaba su primera esposa. Se veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo:

«¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!»

La historia de las cuatro esposas y el rey. Cuidar lo imperecedero (121)

Comentarios:
Todos tenemos cuatro compañeros en nuestra vida. El cuarto es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo y esfuerzo invertimos en cuidarle y darle lo mejor; cuando llegue nuestra muerte nos abandonará.
El tercero son nuestras posesiones y condición social. Cuando fallezcamos irán a parar a otros. Tal como decía esta esposa, se casará con otro una vez que nos hayamos ido.
El segundo es nuestra familia y amigos. Que al contrario de los anteriores, le duele nuestra marcha, pero lo más que pueden hacer por nosotros es darnos un entierro digno y acompañarnos durante el sepelio.
Nuestro primer esposo o esposa, nuestra compañera para siempre, es nuestra alma. Ignorada y olvidada por nosotros, que hemos empleado nuestro tiempo en lograr éxitos perecederos. Los éxitos, posesiones, amigos, placeres rápidos y todo aquello que no nos puede acompañar cuando acaba nuestra vida. La única que trascenderá nuestra muerte es el alma, que irá allá donde vayamos.
Conclusiones:
Cambiemos el orden de nuestros compañeros y demos prioridad a las necesidades de nuestra alma.
En nuestro plan de acción diario tengamos en cuenta qué necesidad tiene nuestro primer compañero, y no cejemos hasta que no esté satisfecho. Después cuidemos a nuestros amigos y familia. Seamos honrados y compartamos nuestras propiedades y nuestra condición social con aquellos que nos necesitan. Al cuerpo es imprescindible darle lo mejor, que no siempre coincide con lo que más nos apetece o gusta. Cuidemos el cuerpo para que nuestra alma se siente libre y satisfecha todos los días.
Pensad en lo efímero de nuestra existencia. Ahora creemos que es largo el camino hasta la muerte; sin embargo, por muy largo que sea, llegará el momento en el que tengamos que enfrentarnos a esta disyuntiva: no queremos irnos solos. Queremos que nos acompañe lo mejor.
Todas las noches pienso como si fuera la última, y reviso cómo he cuidado mi vida y la de los demás en ese día para iniciar el próximo de la mejor forma. De este modo atenderé más rápido y mejor las necesidades de mi primer esposo.
Nota: Platón consideraba el cuerpo como la cárcel del alma. Afirmaba que el alma estaba compuesta de lo idéntico y lo diverso, substancia que el Demiurgo usó para crear el alma cósmica y los demás astros. Además los dioses inferiores crearon dos almas mortales: la pasional que reside en el tórax, y la apetitiva que reside en el abdomen (ver el mito de los caballos alados)
Seguiremos hablando en otras ocasiones de estos pensamientos filosóficos.
Leer más
Archivo Histórico

Las áreas de mejora del melancólico (120)

El último temperamento, el melancólico, tiene unas altas cualidades para el análisis y la observación. Su perfeccionismo le convierte en un temperamento muy exigente consigo mismo y también con todo lo que le rodea. Esta faceta le hace muy sensible a los errores, pues ve obstáculos en casi todo. Revisar las áreas de mejora del temperamento melancólico tiene su complejidad. Este temperamento, tendiente al pesimismo, puede hundirse en el derrotismo ante cualquier observación sobre sus puntos negros.

La parte más insidiosa de nuestra personalidad se esconde detrás de este temperamento, introvertido, sensible y ante todo negativo. Identificarse con las características que expondré en este apartado puede resultar costoso y quizá hasta molesto; sin embargo, aceptar esta idiosincrasia temperamental nos avivará el deseo de superación. No olvidemos que es también este temperamento el más rico en matices. Atender a este proceso de desarrollo y transcendencia nos aproximará a lo mejor de todo lo que somos.
\"Gestionar
El temperamento melancólico en las relaciones personales: es quizá el temperamento más egocéntrico, porque todo lo que sucedea su alrededor lo reinterpreta desde sí mismo. Su susceptibilidad es excesiva y tiende a compararse con los demás permanentemente. Se compara con el intelecto, la belleza, la sensibilidad, el talento. En todos los casos sale perdedor. Su afán de perfección le impide ver que compite con lo mejor de los otros. Este exhaustivo análisis de sí mismo le hace muy sensible a cualquier conflicto, convirtiéndole en un ser muy quisquilloso y alterable. En sus relaciones personales e íntimas se subestima de continuo, y piensa que su pareja le desprecia frente a los otros. Se siente exento de cualidades estimables, aunque es consciente de su intento de mejora permanente. Su baja estima no le permite disfrutar de relaciones fructíferas y serenas. Por el contrario, vive en un sin vivir amoroso. Los celos hacen de sus relaciones un auténtico calvario. Sus amigos y parejas no saben cómo aliviarle de su infravaloración. Se observa desde su perfil menos favorecedor. El abatimiento es su bandera en las relaciones interpersonales.
Puede mantenerse en silencio durante varios días cuando se ha sentido afectado por el desprecio. Su instinto de conservación emocional le arrastra a la venganza. Sueña con el abandono, la muerte y la desventura eterna cuando se siente herido. El problema inicial lo lleva a límites insostenibles e inabordables para los otros. Su visión polarizada magnifica los conflictos hasta convertirlos en problemas irresolubles. A su derredor surge la incomprensión y el desvarío.
Su gran capacidad intelectual le aísla de razonamientos pueriles y descontextualizados. Cuando sus parejas buscan resolver las dificultades latentes, sólo pueden intentarlo mediante la aceptación de la lógica del melancólico. Cualquier apreciación que difiera de su opinión la desprecia, o al menos no la estima como válida y rebusca otra que le satisfaga sólo a él.
Otro de los puntos clave de este temperamento es la discreción y el intimismo. Es muy difícil que converse con personas desconocidas o que se acerque a grupos no habituales. El melancólico es muy elitista y parcial en sus afectos. En casos extremos tienden a vivir en soledad. Su aislamiento le reconforta más que la compañía no deseada.
En el crecimiento personal: el melancólico piensa que la vida es un sacrificio. El desarrollo personal lo entiende como un camino de dolor donde confluyen las grandes líneas de su pensamiento negativo. Piensa que la transcendencia sólo es posible para aquellos que han sido beneficiarios de los mejores dones. La mayoría de las veces se ve abocado al rechazo de los dirigentes de grupos de crecimiento. La oscuridad ideológica le aterra, y teme caer en grupos o sectas que le laven su cerebro. Se obsesiona con el más allá y busca la verdad con angustia. Su fascinación por lo oculto está unida a la pesadumbre por su inadecuación para lograr el éxito en su búsqueda. Pasa del ateísmo a una fe ciega para volver a dudar de todo. Cree que todos acceden a poderes superiores que a él le están negados.
La disconformidad permanente sobre su yo hace de este temperamento un buen aliado para cursos de desarrollo personal. Tiende a recelar de los resultados de los mismos, y los acaba con una sensación de incomprensión hacia su afán permanente de superación. Pareciera que los hados le han conformado incompleto y carente para lograr su plenitud personal. Nada es suficiente. Un día y otro busca cómo superarse, con un anhelo desbocado. Siempre parece que hay algo por hacer que no ha hecho, y por lo que se le castigará duramente.
La felicidad no existe para este temperamento lleno de sombras y oquedades que nadie llena. Una melancolía negra le abruma, y el cielo tiene nubes oscuras que derraman sus aguas pokies no download entre tormentas eléctricas que le sobrecogen y asustan.
Quisiera dedicarse a ser mensajero de la luz, pero nunca decide cuándo empezar a hacerlo. Algunos, en sus días finales, anhelarán haber sido sacerdotes o misioneros de un pensamiento superior. No por ello religioso o espiritual, pero si que busque respuestas al por qué de la vida y el para qué. Si no lo hicieran se flagelarán por no haberse entregado al sacrificio, y padecerán por ello.
Cuando acuden a programas de crecimiento personal muestran su gran timidez y su desaliento. Son poco participativos y pueden abandonarlos, invadidos por el desaliento. El melancólico es lento y muy pesado en sus reflexiones, y necesita mucho más tiempo que otros temperamentos para sus meditaciones.
El melancólico como empresario: esirresoluto, y por ello resulta muy difícil que inicie empresas en el tiempo del éxito. Las ideas que tiene, que suelen ser muy buenas, pasan por tantos filtros de viabilidad que en raras ocasiones son realizables. Su baja competencia para las relaciones profesionales le impide asociarse con quienes podrían aligerarle la carga empresarial. Es poco dado a las fiestas o saraos para lograr contactos. Sólo funciona cuando se deja aconsejar por sanguíneos o delega en ellos estas funciones de networking.
El melancólico es el temperamento de las oportunidades perdidas. Llega tarde a todo y luego se arrepiente. Es el que no ganó suficiente dinero, el inventor tardío, el creador fracasado o plagiado por otros. Cuando se quiere dar cuenta, las ideas que ha compartido ya están puestas en práctica mientras él está dudando si saltar o no al vacío.
En sus cavilaciones empresariales suele encontrar varios caminos que confluyen en la misma meta. Dirimir cuál es el más apropiado y por dónde empezar es tarea casi imposible para el melancólico. Todos le parecen igual de positivos o nefastos. En cada uno de ellos encuentra tantas posibilidades para el éxito como para el fracaso. Podemos encontrar a un melancólico especulando horas enteras, sin avanzar ni dedicarse a otros menesteres.
Los inicios o cambios son aterradores para este temperamento. A todos les encuentra algún defecto de difícil resolución. No es amigo de consejeros, y pocas veces se deja influenciar por las opiniones de los demás. Su terquedad le aísla de las buenas direcciones y juicios de otros temperamentos.
Las reuniones con un melancólico pueden ser eternas por su tendencia a examinar cada detalle y ver los pros y contras de cada situación. Agota a los flemáticos, y los sanguíneos tienden a compadecerle a la vez que no le escuchan. Con los coléricos tiene una relación de amor odio.
Continuaré con este temperamento revisando cómo es consigo mismo y en su comunicación. Recordar que todos nosotros tenemos este temperamento conformando la totalidad de nuestra personalidad. Ahora queda saber cuánto de ti está reflejado aquí.
Leer más
Archivo Histórico

«Si…», de Kipling. Del padre de un amigo a todos los padres (119)

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida.
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera;
si engañado, no engañas, si no buscas más odio
que el odio que te tengan…
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres,
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.

Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo,
si piensas y rechazas lo que piensas en vano.
Si tropiezas al Triunfo, si llega tu Derrota
y a los Dos impostores les tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofisma del Orbe encanallado.
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,

aunque esta obra sea la de toda tu vida.

Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría
tus ganancias de siempre a la suerte de un día
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aún después de su fuga de tu cuerpo en fatiga
y se agarren contigo cuando no quede nada
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud,
si marchas junto a Reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida,
si todos te reclaman y ni uno te precisa.
Si llenas el minuto inolvidable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo…
Todo lo de esta tierra será de tu dominio
y mucho más aún: serás Hombre, ¡hijo mío!

 
 
(Versión de Jacinto Miquelarena)
 
Entre las últimas voluntades del padre de un amigo estaba la poesía de Ruddyard Kipling. Mi amigo no comprendía mucho el porqué de este verso. La vida que había pasado al lado de su progenitor no había sido muy positiva. Los mensajes que había recibido no tenían nada que ver con este poema de 1895 y editado en 1910. Me pareció que el poema, copiado a mano por su padre, se movía entre sus manos un poco temblorosas. Buscaba una explicación que, a fecha de hoy, creo que no ha encontrado. La dureza sentida junto a él adormecía su capacidad para reinterpretar aquel testamento espiritual. Necesitaba profundizar sobre el significado de aquellos versos aislándose del mensajero.
 
Yo leí el poema y sentí una envidia increíble. Mi padre me había dejado el silencio. Al mirarle, tendido, callado y mudo en su caja de pino, mi imaginación componía su mensaje de luces y sombras. El dolor de haberle perdido no era consolado por palabras teñidas de amor entre las líneas de un verso. Mi padre no me orientaba para mi futuro ni a corto ni a largo plazo. No me decía quién quería que fuera después de ese día. El alivio de mi alma era su recuerdo. Sus grandes y pequeñas verdades escondidas en las horas pasadas.
 
Observo a mi amigo y deseo tocarle, agitarle. Arrastrarle a la pasión de mi añoranza. La parca camina escondida entre los rincones de los hogares donde viven los enfermos moribundos. Permanece callada y paciente. Impertérrita día tras día. No es la misma que la de las carreteras, que nos arrebata las vidas sin aviso.
 
Por ello comparto con mi amigo el mensaje de su padre, y lo hago mío. Lo hago de todos. Hoy todos los padres leeremos a nuestros hijos estas estrofas llenas de intención. Ahora podemos educarles. En este instante lograremos hacerles crecer con las raíces llenas de savia y con la fuerza de nuestra convicción.
 
Ruddyard Kipling nos cuestiona. ¿Qué persona somos? ¿Dónde hemos flaqueado? ¿En el orgullo? ¿En la queja ante la derrota? ¿En la declinación de la lucha?
 
Revisemos este mensaje y pongamos el foco en nuestra fortaleza para hacerla crecer y que nos apoye en los días en los que parece que todo nos derrota. Profundicemos sobre nuestras flaquezas para elevarnos por encima de ellas y lleguemos a ser todo lo que queremos ser. Que la meta de hoy esté llena de posibilidades y se cumpla. Eduquemos a nuestros pequeños y jóvenes mediante el ejemplo.
 
Gracias infinitas por este mensaje, querido amigo.
Leer más
Archivo Histórico

El camino de vuelta a casa. El ultimátum de Bourne (118)

En el film de Paul Greengrass, El ultimátum de Bourne, Jason Bourne (Matt Damon) busca desesperadamente saber quién es. Para ello, en las primeras escenas, recorre varios países, en los que encuentra retazos de su pasado. La película se inicia en Moscú y termina en Nueva York. Entre tanto visita París, Londres y Tánger. En cada uno de estos lugares lucha contra alguien a quien tiene que vencer, casi siempre matándolo. La violencia le persigue, y a ratos revive momentos durísimos de su pasado. Algo que ha olvidado; las piezas del puzzle del sentido de su vida.

Pareciera que poco o nada nos puede aportar este film. Supuse mientras lo veía que nada tenía que ver con nuestra vida cotidiana en ciudades en las que los ciudadanos vivimos entregados a las tareas profesionales y personales. Pocos de nosotros (espero que ninguno) estamos cerca de dirimir nuestras batallas rompiéndole la cara a otro con un revólver. No me imagino dando saltos por las calles de Tánger para salvar a una rubia preciosa perseguida por un árabe muy poco expresivo, aunque muy expeditivo.
Y a pesar de este sentimiento de lejanía, me sentía angustiada conforme se sucedían los fotogramas. Me observé tensa. Quizá hasta un poco desencajada.
 
El camino de vuelta a casa. El ultimátum de Bourne (118)Cada vez que Bourne recordaba una secuencia de su martirizante pasado, mi estómago se encogía y vibraba. Además, el corazón me latía a un ritmo alocado. Me levanté de la butaca, y paseando por el salón busqué qué me podía estar sucediendo. Nada me parecía menos cercano que aquel joven pegando a diestro y siniestro a todos los que le rodeaban. Su lucha entre vencer y perdonar. Su cara bondadosa y retadora. En fin, demasiados ítems nada familiares, y sin embargo mi tensión iba in crescendo.
 
En un determinado momento se descorrió la cortina de su pasado. El protagonista se encontraba en un lugar donde le preguntaban si aceptaba algo, y él repetía una y otra vez «no puedo». Parecía que le exigían romper con sus ideales. Jason prefería seguir recibiendo aquellos espantosos golpes mientras metían su cabeza en un saco negro. Como no era suficiente la paliza que le propinaban, acabaron introduciéndole la cabeza bajo el agua. La pregunta seguía siendo la misma, y también la respuesta: «no puedo, no puedo».
 
Uno de mis maestros utilizaba una teoría en la línea de los mitos cristianos y platónicos para exponer su visión sobre el ser humano, y que me puede servir aquí como metáfora de lo que quiero trasmitiros. Decía que cuando nacíamos olvidábamos nuestra procedencia divina. Veníamos al mundo para hacer una labor muy importante, arrinconábamos esa realidad e íbamos conformando nuestra experiencia personal con pequeños logros de satisfacción inmediata sin repercusión ni trascendencia. Cuando íbamos creciendo, afirmaba, teníamos la posibilidad de elegir entre dos caminos. Uno nos llevaba de vuelta a casa. Al lugar del que habíamos partido. Algo así como un Edén infinito. Un espacio de confluencia y consenso, lleno de valores y objetivos transpersonales. Por este camino todos nuestros actos tenían en cuenta a los otros, surgía el amor incondicional y aceptábamos los retos trascendentes. Retos con alma.
 
Por el contrario, el otro camino aguardaba sorpresas a priori más divertidas, en las que el deleite de lo inmediato nos alejaba de lo imperecedero. En este camino nuestro nivel de insatisfacción era muy bajo, y queríamos resultados inmediatos. No importaba por encima de quién tendríamos que pasar para lograr los éxitos deseados. Los objetivos eran personalistas y las batallas eran cruentas. Los intereses, económicos y triunfalistas.
 
Quizá muchos de nosotros estamos perdidos. Realmente a mí me ahogan los recuerdos de un pasado imborrable en el que he ido dejando «cadáveres», seres que se han sentido heridos por mis golpes morales o por mis imprecisiones. Pasaban por mi mente todos los muertos de mi vida, al igual que Bourne recordaba los suyos. Pensaba en las personas que habían «perecido» en mi lugar, como le había sucedido a su novia. El pasado es agobiante y denso, y sólo la vuelta a casa lo libera.
 
No tenemos claro para qué estamos aquí; somos como amnésicos que recorren un camino equivocado. Es posible que no hayamos venido para atacarnos, odiarnos, avasallar a los pobres, olvidar a los necesitados. Quizá, y digo sólo quizá, estemos dispuestos a decidir cambiar un poco las cosas, y puede que en algún lugar del mundo haya alguien que, como la agente de la CIA, nos está esperando para darnos las pistas de la vuelta a casa. No para vengarnos, sino tan sólo para deshacer el camino recorrido y enfrentarnos a nuestra bondad.
 
Porque Jason, en realidad David, es un buen hombre que quiere dejar de matar. Ha sido preparado para la defensa. Su instinto de conservación le reta minuto a minuto y le lleva a defender su vida. Sin embargo, ese adiestramiento no le reconforta. Busca el retorno a quien era. Un muchacho que quiere salvar su mundo. Todos estamos poco preparados para ello cuando hemos elegido la segunda puerta.
 
Busquemos el camino de vuelta. Retornemos al lugar del que nunca debíamos haber partido. Ese punto donde cuando nos preguntan sabemos que no queremos matar, ni dañar, ni herir a los otros, y sólo deseamos ser nosotros mismos. Limpios de alma y generosos de espíritu.
 
Es posible que necesitemos, como David, caer en las aguas profundas de la meditación, y cuando hayamos entendido el porqué de estar aquí, podremos emerger para iniciar el camino de vuelta a casa. A nuestra dulce y hermosa casa de la hermandad y el cambio. Volvamos a ser personas con alma.
 
Libro recomendado: Management a través del cine, de Javier Fernández Aguado
Leer más