En el libro Fútbol: fenómeno de fenómenos de la editorial LID, mi amigo Francisco Alcaide plantea la importancia del fútbol en entornos como el político, el social, el económico, el cultural y el solidario. Este autor hace un trabajo exhaustivo en cada uno de estos campos resaltando hitos históricos en los que este deporte movilizó a las masas, apoyó a los mandatarios, fue utilizado por los organismos, alteró el mercado de valores y muchas otras proezas que están contadas con gran detalle.

Nuestro amigo y escritor pormenoriza y aporta datos que confirman este fenómeno como el más impactante que ha dado la historia deportiva. Desde cifras astronómicas en fichajes (Zidane por el Real Madrid por 45,6 millones de euros, ya superado por C.R), pasando por los salarios más altos de los futbolistas. Sirva como ejemplo la retribución percibida durante el año 2008 por David Beckham como jugador del Milán, que ha superado los 32 millones de euros. Y el entrenador Luis Felipe Scolari del Chelsea ingresó 12,5 millones de euros. Cada una de estas cifras sitúa al fútbol como el deporte mejor remunerado.
 
Fútbol: fenómeno de fenómenos (124)Además del interés económico, el autor desgrana historias inquietantes de mandatarios que utilizaron este deporte para detener levantamientos y afianzar su poder. Uno de los ejemplos más significativo es el campeonato del mundo de 1938, en el que Il Duce advirtió a la selección que debían vencer o morir. Cuando acabó el partido, en el que ganaron los italianos por 4 a 2 a la selección húngara, el guardameta de este equipo, Antal Szabó, declaró: «Nunca en mi vida me he sentido más feliz después de un partido». Ante la mirada atónita de los allí presentes añadió: «He salvado la vida a once seres humanos. Me han contado antes de empezar el partido que los italianos habían recibido de Mussolini un telegrama que decía: “Vencer o morir”. Han vencido».
 
El fútbol como fenómeno social lo estudia el escritor a través de varios puntos en los que ha investigado la opinión pública. Cuenta en el punto quinto del capítulo 2, en la página 84, que hace unos años se propuso comparar empíricamente el conocimiento que sobre el fútbol teníamos los españoles. Para ello pidió a un grupo de amigos que preguntaran de forma aleatoria a sus conocidos cuánto sabían sobre fútbol. Se les daban tres opciones: mucho, normal o nada. De 1000 respuestas obtenidas, resultó que el 90%, es decir de 900 personas, contestaron mucho. (Supongo que esto depende de los encuestados. Si yo hiciera esta pregunta a mi grupo de amigos seguramente sería nada).
 
El señor Alcaide estudia en la página 35 el concepto del fútbol como una droga social, término que acuñó el historiador Paul Preston, y que se define como la capacidad de mantener a la población en un estado de pasividad política, de tal manera que se eviten levantamientos y manifestaciones. Esta droga ha sido empleada por algunos regímenes políticos como una herramienta de control de la población, algo que se ha conseguido en la mayoría de las ocasiones gracias al fervor de los hombres de los diferentes países. Esta pasión, en la actualidad, es también compartida por muchísimas mujeres, a veces con mayor exaltación y arrebato. Y cabe esperar tiempos más enaltecidos por las féminas. Según dice Joseph S. Blatter, presidente de la FIFA en el año 2004: «El fútbol está mejor cotizado que nunca, y su popularidad aumenta continuamente, muy especialmente en el sector femenino. En todo el mundo existen más de 30 millones de jugadoras. Esta afición ya viene de lejos. En Escocia, en el siglo XVIII, se disputaban encuentros entre mujeres solteras y casadas con gran expectación». El autor relata anécdotas de varios países de Europa, entre ellos de España (pág. 122).
 
El fútbol y la televisión es el tema que me despertó mayor interés. El programa más visto en televisión, desde que en 1992 se iniciase la medición de audiencia, fue los cuartos de final España-Italia (Eurocopa 2008, penaltis), en el que hubo 15.372.000 televidentes. Este ha sido el programa más seguido de toda la historia televisiva española, que se distancia en menos de 3 millones de televidentes de la final de Operación Triunfo en el año 2002 (12.873.000) y de la final de Eurovisión 2002 (Rosa, 12.755.000 espectadores). El resto de programas más vistos son todos referidos al fútbol. Estos datos me resultan decepcionantes, y me alejan bastante del interés general.
 
Estas cifras clarifican la influencia del fútbol en la vida familiar. El autor resalta la importancia que ha tenido en su infancia su afán por el fútbol, secundado por su padre con una doble dedicatoria:
 
A mi padre, que domingo a domingo me llevaba a ver o a jugar partidos de fútbol
 
A mi madre, que domingo a domingo esperaba pacientemente nuestro regreso
 
En este punto, hay algo que me aboca a cierta tristeza que parecía olvidada. Me sobrecogen los recuerdos, querido Francisco. Y me extrañó que no hubieras dedicado un capítulo a la relación entre las mujeres de antaño y el fútbol, fenómeno de los fenómenos en los hogares. En cientos de domicilios españoles las mujeres, al igual que tu madre, esperaban largas horas a que acabasen las actividades futbolísticas, que se repartían entre partidos presenciales y televisados. Y pobres si el resultado no era favorable al equipo favorito. He presenciado escenas bastante duras y poco apetecibles, donde el fútbol ha sido el catalizador de esas situaciones. Seguramente sabes que algunas personas participan activamente de los resultados con alguna deficiencia para aceptar las derrotas. Y con cierta violencia hacia los equipos contrarios.
 
El fútbol lo he concebido como un limitador de la comunicación familiar en los tiempos donde sólo existía un aparato para toda la familia, y quizá mucho más grave cuando ya existen varios en la familia y cada uno se retira para ver lo que le interesa. En algunos hogares las notas dominicales se escribían entre fútbol, goles, éxitos y fracasos. Gritos y disgustos ininteligibles sufridos por toda la casa. Hay quien no te habla si pierde su equipo. Quien te rechaza si eres de un equipo contrario. Algunos son acerbos con los que les discrepan. He sabido de algún que otro golpe a un hijo porque se le ocurrió pasar por delante del televisor cuando se marcaba un gol.
 
Había también una disposición popular hacia las cualidades futbolísticas como un don de masculinidad y fortaleza que sólo los mejores tenían. En las escuelas los pequeños que mostraban una debilidad, falta de interés por este deporte o cualquier animadversión eran repudiados o tachados de «raros», tilde que a veces tenía connotaciones sexuales degradantes.
 
En fin, que el fenómeno de fenómenos tiene varias lecturas. Las que tiene este libro me parecen de gran interés, aunque me falta el lado más humanista, más intimista de los reflejos familiares y sociales, que se viven y se han vivido desde siempre.
 
Los aficionados a este deporte leer este libro. Su rigor es inconmensurable. Los que tenéis menos afición sería bueno que le echarais una ojeada. Es increíble lo que mueve este fenómeno de masas.
 
Espero vuestros comentarios y que podamos ampliar esta visión, que me ha parecido un poco sesgada. Quizá tengáis historias que queráis contar.

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Fútbol: fenómeno de fenómenos (124)