Joaquina Fernández

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Humores básicos y personalidad (40)

En los estudios de la personalidad la doctrina más antigua de Occidente es la representada por la teoría de los cuatro humores propuesta por Hipócrates hacia el año 400 a.C. y desarrollada por Galeno hacia la mitad del siglo II d.C. Esta teoría sostiene que el cuerpo humano se compone de cuatro sustancias básicas identificadas como: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema, siendo su equilibrio o desequilibrio causa directa de nuestra salud o enfermedad. Galeno muestra en su obra Las facultades del alma siguen los temperamentos del cuerpo, que las facultades del alma se generan a partir de la mezcla de los cuatro humores del cuerpo, concluyendo que de esta mezcla se conforman cuatro personalidades y sus comportamientos. De este modo, podemos decir que cada uno de nosotros, dependiendo del desequilibrio de nuestros humores, mostramos un temperamento diferente con actitudes diversas, ejemplificando lo variopinto del espectro humano en su concepto más «inamovible», que son los temperamentos.

Estos temperamentos han sido clasificados en: sanguíneo, colérico, melancólico o flemático, correspondiendo el sanguíneo al equilibrio de la sangre, el colérico a la cantidad de bilis amarilla, el melancólico al nivel de bilis negra y el flemático a la flema. Este conocimiento nos permite observar el entorno con un nuevo enfoque. No es lo mismo pensar que el otro tiene mala uva, que descubrir que tiene una alteración en sus humores, y por ende en su temperamento.

Gestionar lo imperfecto de uno mismo. Los cuatro temperamentos básicosSi bien todos tenemos un temperamento preferente, en ningún caso existe un temperamento puro. Lo que generalmente encontramos es una combinación de unos y otros conformando la totalidad de nuestra personalidad. Los puntos clave de cada uno de los tipos nos darán pistas para hacer un modelo robot aproximado de nuestra realidad cotidiana.

Esta primera visión fue ampliada por otros estudiosos de la personalidad, quienes entendían que la interacción y los niveles de emocionalidad eran netamente diferentes dependiendo del temperamento. Estos investigadores aportaron más información para acotar las variables de cada uno y poder definir las áreas de mejora a desarrollar. También así se conocían las debilidades de propias desde un abanico mucho más amplio.

Antes de ponernos a desarrollar nuestro trabajo, es bueno que sepamos que ninguno de los temperamentos es mejor que otro. Todos tienen fortalezas y áreas de mejora.

El más relevante de estos investigadores fue el psicoanalista freudiano suizo Carl Gustav Jung (1875–1961), que reinterpreta los conceptos de Freud de Eros y Thanatos (pulsión y muerte) considerando dos tipologías: la extrovertida o Eros y la introvertida o Thanatos. Jung considera que estas dos tipologías son estables y duraderas, lo que nos permite ponerlas en relación con el temperamento. Para Jung, los extrovertidos interactúan con su entorno y participan de él, mientras que los introvertidos tienen dificultades para relacionarse con el exterior y tienden a encerrarse en ellos mismos y sus circunstancias. En ambos casos, hay grados de aproximación que pueden confundir a las personas en su identificación; por ello, es necesario fijarse en el concepto de «preferencia» para facilitar la elección.

Ya en el final del siglo XX, y abundando en la historia relativa a las personalidades, el psicólogo moderno alemán Hans Eysenck (1916-1997) no sólo considera los tipos de Jung como dos rasgos de orden superior, sino que los amplía examinando la estabilidad de cada temperamento en la relación con los demás. Eysenck realiza una primera división en la que sitúa la introversión en los melancólicos y los flemáticos, mientras que considera la extroversión propia de los coléricos y los sanguíneos. Esta división queda ampliada cuando se da cuenta de  que los coléricos y los melancólicos son mucho más inestables emocionalmente que los sanguíneos y los flemáticos. Según Eysenck, estas diferencias de las personalidades en el campo emocional dependen del sistema nervioso, de por sí muy alterado en tiempos de crisis y agitación económica.

El estudio de los cuatro temperamentos, su nivel de apertura en la relación con los demás y la estabilidad emocional que presentan cada uno de ellos nos aproximará al conocimiento más preciso de nosotros mismos y ampliará nuestra percepción de los que nos rodean.

El próximo jueves iniciaré la descripción de cada temperamento, partiendo del self y llegando hasta el nivel más social. Conoceremos algunas de sus cualidades en el trabajo, en la vida personal, en el liderazgo y en la economía. También haré una aproximación a la vida sexual y en pareja.

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Seguridad personal y los hidratos de carbono o glúcidos (39)

«En ocasiones vivimos impactos emocionales que nos desbordan, con pocos recursos propios para paliar los efectos de inseguridad y desconfianza personal que nos provocan». Así iniciamos nuestros post sobre alimentación emocional. Hoy vamos a continuar con uno de los macronutrientes que mayor intervención tiene en elevar nuestra seguridad: los hidratos de carbono, también llamados carbohidratos o glúcidos. Este macronutriente se encuentra casi de manera exclusiva en los alimentos de origen vegetal, y es el más abundante de la biosfera, y a su vez el más diverso.

Su función principal es aportar energía para las actividades vitales de las células y  producir la energía aprovechable para el trabajo muscular. En el mundo de las emociones son los que sustentan nuestra expresividad social.

La seguridad personal y el macronutriente: hidratos de carbono o glúcidosEn su concepto energético, los glúcidos atienden el gasto de energía que impone la propia vida, el que se produce por el ejercicio voluntario que realizamos a través del sistema nervioso central y el desgaste de la actividad de los tejidos y sistemas orgánicos que dependen del sistema nervioso vegetativo, del que no somos conscientes. Nuestra seguridad,  para tomar decisiones de corte activo, depende en gran medida del equilibrio de esta energía vital. Nuestro movimiento será más firme y menos dubitativo cuando nos sentimos llenos de fuerza y con respuesta inmediata a los retos que surgen en nuestro hacer cotidiano. Un test rápido para comprobar el nivel de esta energía es cuando nos levantamos, ya que a veces nos sentimos más agotados que antes de acostarnos. La causa puede provenir de una deficiencia o excesiva cantidad  de hidratos.

A nivel estructural, los carbohidratos forman parte de los ácidos nucleicos (ADN y ARN), que preservan  y transmiten la información genética y de las membranas celulares.  Asimismo, colaboran en la regulación del metabolismo de los lípidos, evitando la acumulación de grasas y la formación de cuerpos cetónicos. En este apartado, el desequilibrio de glúcidos está ligado a una falta de amor a uno mismo, tanto en la complexión (obesidad o cuerpo mórbido) como en alguna de las actitudes personales que rechazamos, y que tienen su origen en la familia. Diríamos que llevamos en nuestro «ADN » una falta de seguridad personal que nos abomina y nos lleva a comer sin medida, a pesar del resultado poco grato, como es la masa grasa (el michelín) de la cintura.

Cuando el aporte de hidratos de carbono es deficiente, el organismo emplea proteínas con fines energéticos, relegando su función práctica. Este aspecto debe tenerse en cuenta en procesos de adelgazamiento en los que se reduce drásticamente la ingesta de este macronutriente en aras de resultados rápidos, con la consiguiente pérdida de tono muscular y debilidad estructural. Lo que se produce entonces es una sensación de seguridad que a veces es fatua. Surge más de una creencia que de la certeza de los logros,  pues se obvia el análisis experiencial.  En el plano emocional, persiste el mal humor cuando no se consiguen las expectativas, porque la energía de las proteínas es menos «dulce» que la de los hidratos.

Siempre que se mantenga una vida muy sedentaria, y se ingiera más glucosa de lo que se gasta o se quema, la misma se depositará como grasa, ya sea entre los órganos vitales, o bajo la piel. Si recordamos este aspecto cuando distribuimos nuestra dieta diaria, debemos mantener el criterio de reducir o ampliar la cantidad aconsejable de carbohidratos en relación directa con la grasa corporal que nos falta o nos sobra. Hay que recordar que: «la grasa llama a la grasa»,  haciéndonos dependientes de nuestro propio desorden alimenticio y alterando el «aire interno».

La semana que viene seguiremos con el mundo de los hidratos de carbono visto por los orientales.

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Aprender generando hábitos (38)

Querid@s madres y padres:

La pregunta que ahora mismo nos inquieta a muchos de nosotros es: ¿por qué nuestros hijos han suspendido? ¿Qué les lleva a perder la motivación y el interés por el estudio? Fuera de que es una situación histórica, es decir, que siempre se ha dado, y que además, y previsiblemente, seguirá ocurriendo en el futuro, creo que hay ciertas cuestiones que nos pueden dar pistas sobre el qué y el cómo resolverlo.

Supongo que los que tenéis niños pequeños estáis más ajenos a estas situaciones; sin embargo, es en esta etapa donde deberíamos conocer  y realizar pequeños cambios para que el resultado a posteriori fuera el que pretendemos todos: lograr que nuestros hijos sean felices, efectivos y llenos de metas realizables y útiles para ellos.

El primer pilar de la educación. La enseñanza a través de los hábitos.

El niño va evolucionando en su aprendizaje, y cada avance que realiza debe estar conformado por el modo en el que es capaz de agregar conocimientos. Muchos de nosotros obviamos que, durante parte de sus primeros años de vida, el aprendizaje no existe, y nos debemos centrar en la enseñanza. Es decir: es más importante que el alumno sepa repetir lo que ve y le explica un docente, progenitor o cualquier adulto que esté en su entorno, que buscar que entienda  o analice lo que sucede, más propio del aprendizaje.

Este primer tiempo de la vida de nuestros hijos debería emplearse en enseñarles a vivir en un medio que no siempre resulta cómodo y seguro. La vida en la naturaleza, el descubrimiento de sus potenciales vitales, la incorporación de disciplinas sobre las horas de sueño, la comida y la higiene, les ayudarán a confiar en sus propias fuerzas y a desarrollar hábitos que permanecerán en el tiempo.

Dentro de los modelos pedagógicos, el que corresponde a este periodo infantil, sobre todo en los primeros 8 años, es el aprendizaje por repetición. El énfasis estará en la memorización de conceptos y en su aplicación a la vida real. No se consideran los códigos propios del contexto al que pertenece cada estudiante, sino que ellos deben asimilar un código considerado como «correcto». El portador del código es el docente que, dentro de este modelo pedagógico, sostiene una relación autocrática con el alumno, ya que impone cierta forma de ver el conocimiento y el mundo. El estudiante escucha al profesor y se convierte en un ‘recipiente’ de lo que él o ella transmite. Posteriormente, el docente buscará que el alumno entienda las conexiones que existen entre el mundo del conocimiento y su aplicación a diferentes contextos con el fin de abrir su mente a procesos de interrelación.

Fuera de si eso nos parece correcto  o no, lo que es importante es la similitud que tiene esta enseñanza con la prioridad de que el niño sepa obedecer y respetar a la autoridad fortaleciendo su voluntad e incorporando valores del entorno, la familia y él mismo.

Este proceso exige confiar en el infante, descubrir sus competencias y ampliarlas con los ejemplos de los adultos más cercanos a él. El niño tiende a repetir todo lo que ve y observa, exento de juicios y de individuación para saber defenderse ante situaciones que exigen prudencia y voluntad.

Acelerar este proceso sólo debilita la capacidad de esforzarse, porque para ello es imprescindible la voluntad, la creencia en sí mismos y la motivación constante. Cuando vemos en nuestros pequeños potenciales que no han desarrollado plenamente, les generamos igual o mayor desconfianza que cuando les consideramos torpes sin serlo. El equilibrio entre lo que pueden y no, es la mayor garantía de su desarrollo futuro.

Incidimos en la necesidad de que nuestros niños de 0 a 8 años aprendan rutinas que se conviertan en hábitos de éxito para él y para todo su hábitat más próximo. Ahora bien, muchos nos encontramos con muchachos mayores que fracasan y no sabemos cómo resolverlo. Propongo que primero descubramos si hemos incitado a la obediencia y cubierto los pasos anteriores para que, con esos datos, podamos decidir qué hacer. Así mismo, que comprobemos en nosotros mismos, la relación que mantenemos con la autoridad.

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Como pedir para tener (37)

La película que emitió el sábado TVE1, Seducción letal, del director Volker Schlöndorff (EE.UU.- Alemania, 1998), tiene como argumento la mentira, el engaño, los mecanismos que empleamos los humanos para lograr nuestros objetivos con el mínimo esfuerzo y a la mayor brevedad posible.

El director juega en el desarrollo y entramado del film con el resentimiento del joven Harry Barber (Woody Harrelson), quien cumplió dos años en prisión por un falso cargo, y que ahora busca obtener beneficios inmediatos mediante los medios más fáciles. Esto le lleva a aprovecharse de la avaricia de una supuesta señora Malroux, que le contrata para simular el secuestro de la hija de su marido, un hombre mucho mayor que ella y al parecer tacaño, que le restringe la paga. Barber ha de simular el rapto y exigir al anciano el pago de 500.000 dólares. El 10% será para él. Esta cifra, nada despreciable, nubla el entendimiento y la honradez de nuestro muchacho. Para vencer la resistencia (casi inexistente) de Harry, la «señora Malroux» le enreda con sus eróticos encantos  y le explica que la hijastra está de acuerdo con este simulacro.

Cuidado con las peticiones. Todas son escuchadas y todas nos llegan.A partir de este momento, van encadenándose situaciones cada vez más intrigantes y menos resolubles para Harry Barber.

El guionista nos aproxima a realidades vitales que pueden pasar desapercibidas para algunos de nosotros. Un ejemplo puede ser el de cómo se forman las parejas que intervienen en la película, y que son muy similares a las que conformamos en la vida real. Sirva como ejemplo la «señora Malroux», que detecta «el calado humano» de Harry e inician una relación de intereses económicos sin que importen los medios utilizados para la consecución de sus fines.

Pareciera que lleváramos un receptor de ondas energéticas que fuera emitiendo por el aire llamadas como estas: «Ansío amor», «Anhelo ganar dinero», «Busco caricias», «Sueño con ampliar mis relaciones sociales», «Necesito éxito y prestigio». Detrás de cada uno de estos «reclamos publicitarios» podemos leer: «No importa el precio, ni en qué condiciones, ni qué tengo que pagar», porque surgen de una imperiosa necesidad que excluye el análisis de su viabilidad, así como el target al que llega.

Estas solicitudes formuladas de forma consciente podrían darnos buenos resultados. Para ello, hay que definir qué se quiere, de quién, cuándo y para qué. Con esta información detallada, el éxito debería ser inmediato, porque cabe esperar que las ondas son igual de operativas cuando el mensaje es impreciso que cuando lo detallamos y amplificamos al máximo.

¿Cuántas veces hemos hecho llamadas de SOS sin medir las repercusiones? Ahora se trata de enviar mensajes cifrados que clarifiquen nuestras competencias y lo que queremos lograr, para nosotros y para los demás. Seguro que alguna vez lo has hecho y ha funcionado, porqué no seguir intentándolo.

Película asociada: Interstate 60

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Comunicación no verbal de Manuel Pinho, exministro de Economía de Portugal (36)

Estimado Manuel Pinho:
De poco o nada le han servido todos los títulos universitarios que ha acumulado en sus 55 años cuando ha recibido las duras críticas de su oponente, el diputado Bernardino Soares, portavoz del grupo parlamentario comunista. A dos meses de las elecciones legislativas portuguesas, se ha olvidado de su primer ministro, el señor Sócrates, y de la confianza que tenía depositada en usted como titular de la cartera de Economía. Inmerso en sus sensaciones y sumido en un desbordamiento emocional, no encontró otra forma para defenderse que la de elevar sus dos índices a su frente y simular unos cuernos que, con no muy buenas intenciones, señalaban hacia su oponente. En el video colgado en YouTube muestra usted la gran impotencia que le inunda, y nos aproxima a la incógnita sobre qué buscaba con este ademán inconsciente y, sobre todo, descontrolado.
Carta a Manuel Pinho, exministro de Economía de PortugalHoy muchos de los titulares recogen este descalabro suyo, y muy pocos se cuestionan si los políticos, que viven la presión de las expectativas sociales, están preparados para resolver momentos de gran tensión interpretativa. Porque no es más que eso el mundo político actual, un film un tanto anodino, donde cada uno de los representantes del pueblo son actores que utilizan la información en su beneficio, sin tener en cuenta las herramientas o competencias que tiene su interlocutor. Los «animales políticos» prescinden del bien general para buscar su razón personal. Soares «actuó» mejor y consiguió intimidarle y exasperarle, provocando en usted gritos y gestos poco oportunos y nada eficientes.
Su familia, al igual que la de muchos de nosotros, buscó para usted los mejores colegios y centros universitarios; no obstante, no le prepararon para lidiar en la plaza de los sentimientos y del libre pensamiento. Les faltó facilitarle competencias emocionales que le permitieran distinguir entre un debate del Estado de la Nación y una reyerta de amigos en el pueblo. Porque, si bien ciertos modales nos congracian con los amigos, en el mundo del debate y la oratoria política es imprescindible una dialéctica enriquecida y flexible para lograr callar al oponente, máxime cuando este nos arremete con un posible caso de corrupción.
Sus amigos seguramente le perdonarían la colocación de chifres, y si hubiera sido en España, dice Manuel Rivas en El País, los ciudadanos habríamos caído rendidos ante la juvenil espontaneidad del gesto; sin embargo, pienso que hubiera sido más válido para usted y para muchos portugueses que hubiese empleado un buen discurso emocional acompañado por una coherente y discreta comunicación no verbal.
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Superación del vagabundo. Camino del héroe (35)

«En esta nueva visión del mundo, el premio por ser completo y auténticamente uno mismo es el amor, el respeto y la comunidad»: así terminaba el post de la semana pasada, y el punto de partida para la superación del Vagabundo está en vivir en libertad respetando las normas y los límites, además de resolver su enfrentamiento con el amor y la autonomía. Para realizar este trabajo, es prioritario que el héroe acepte los retos y esfuerzos que esto representa.

Superación del vagabundo. Camino del héroeEste primer paso requiere asumir las jerarquías como un bien social y permitirse luchar a favor de unos ideales dentro de un método y un orden que no siempre será agradable ni coincidirá con lo que este héroe quiere. El factor diferencial que el Vagabundo desea imprimir y su peculiaridad un tanto rebelde le lleva a abominar de todo lo que le parece limitador; por ello, es vital que aprenda a distinguir lo que le conviene de lo que no. El Vagabundo debe elegir el bien personal y colectivo antes de hacer prevalecer su «halo diferente», con el que se separa de ciertos grupos para afiliarse a otros. El Vagabundo inicia así un proceso de respeto a la generalidad entendiendo que es un bien establecido y que se sustenta en elementos que aportan confianza en los resultados. Y es desde lo popular y cercano desde donde su «parecer diferente a todos»  tiene más sentido para movilizar los estamentos e iniciar procesos novedosos e innovadores.

El segundo paso es liberarse  del temor a no ser amado y que le dejen solo.  Para ello debe confortarse con los demás y buscar su autenticidad. Esta tarea es compleja por el apego que este héroe le tiene a su rol. La tensión que le provoca el posible rechazo sólo puede solucionarla mediante la aceptación por su parte de los grupos ajenos a sus intereses. Su espíritu crítico y un tanto despreciativo exige tolerancia y calma ante la diversidad de ideas y tendencias que los colectivos presentan en la actualidad en todos los ámbitos. La mejor ayuda para este caso es eliminar la exacerbada crítica que tiene este héroe a lo «mediocre y normal» cuando mira a su alrededor y todo se le semeja anodino y poco atractivo.

El tercer paso nos permite avanzar paulatinamente, pero seguros, hacia la superación de este gran héroe de espíritu aventurero, que se debate entre su autonomía y las opiniones de los demás. Parece muy seguro de sí mismo; sin embargo, su inmadurez se deja seducir por el exterior y deambula por las versiones de los hechos que unos y otros le cuentan. El Vagabundo precisa desarrollar un sentido propio de las realidades que vive y afianzarse en ellas para dirimir qué es válido y qué no lo es, independiente de lo que puedan aceptar o no aquellos a quienes ama. No cabe duda que esta experiencia es retadora y precisa de un compromiso total con el crecimiento y desarrollo del héroe.

La singularidad del Vagabundo está en sus valores, siendo los más paradigmáticos aquellos que permiten construir niveles diferentes de realidades, donde confluyen los movimientos más delicados con los más firmes. Las tonalidades y matices son inagotables en este héroe, y su evolución exige aceptar el sacrificio como un bien, cambiando su vida de locura y desenfreno por otra donde imperen los compromisos y responsabilidades vitales. El Vagabundo aspira a la trascendencia sin pasar por el dolor; sin embargo, cuando entiende el propósito y el posible beneficio, enardece sus fuerzas y surge el gran salvador de los grupos sociales marginados, a los que entrega el estandarte de su lucha, saliendo victorioso en la mayoría de las ocasiones.

Ante el éxito de su batalla se siente triunfador y diluye su deseo de competencia para enfrentarse al consenso y realidades ajenas viviendo por primera vez una motivación que salta fuera de los márgenes de su individuación  para hacerse colectiva.

El Vagabundo ha superado todas las pruebas y aligera su mochila de lo superfluo. Ahora está centrado en el principio de realidad y no del placer. Es maravilloso ser único cuando la diferencia hace crecer al grupo hacia una totalidad singular.

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Alimentación emocional: Algo más que comer (34)

p>Los orientales consideran las grasas como los «vientos» del alma, y estiman que estos vientos deben ser suaves para no vencer ni romper aquello que tocan. Cuando ingerimos demasiados lípidos (de hecho, son muy apetecibles cuando tenemos tensiones externas o internas), el viento interior se altera y arremete contra el entorno con bastante impaciencia e intranquilidad, así como con un alto grado de agresividad. Podemos detectar igualmente una subida del tono de voz y cierta rojez en la piel de la cara, evidenciando el deseo de vencer más que de convencer.

Alimentación emocional: Algo más que comerCuando nuestro «aire» se ha paralizado y no hay movimiento o tensión, es necesario provocar la agitación con el fin de no caer en el desánimo y la abulia y dejarse vencer por la «ventolera» de otros. Este inmovilismo aparece en las personas que temen perder el control de sus nervios o son muy flemáticas. Su propensión es a tomar substancias que les apoquen o dejen inermes en la lucha. Un ejemplo es que eligen grandes cantidades de hidratos de carbono contra el equilibrio de aceites. A estos casos les será de gran ayuda reducir los glúcidos rápidos como la pasta y la patata, e incorporar alimentos frescos como ensaladas con aceite de oliva virgen y pescados a la plancha o al horno.

Las personas con una tendencia a la violencia tácita o expresa deben modificar su alimentación en aras de reducir las grasas, y aprender a comer mucho más frugal y ligero.

Queremos equilibrar el movimiento interno y externo con el objetivo de obtener armonía, paz, tranquilidad y, ante todo, lucidez para no desbordarnos cuando vivimos un proceso de tensión profesional o personal.

En los próximos capítulos hablaremos del pesimismo y los hidratos de carbono, así como de la tristeza y las proteínas. Entre tanto, podéis, si os apetece, ir comentándome los avances que hacéis contestando a las preguntas: ¿qué os aporta esta información? ¿Cómo influye en vuestro día a día? ¿Para qué os es útil?

Para los iracundos, agresivos, e impacientes aconsejamos reducir:

*    Helados
*    Yogurt de vaca (elegir soja)
*    Panificaciones aceitosas
*    Alcohol
*    Manteca de cerdo
*    Harinas fritas
*    Grasas de pescado y cerdo
*    Sopas vegetales grasas
*    Quesos blandos
*    Huevos
*    Queso cremoso
*    Mantequilla
*    Pasteles con nata
*    Naranjas
*    Embutidos

Nota: Si os cuesta bajar el consumo de estos alimentos, al menos comprobar si hay cambios de vuestro carácter y cómo se producen. Es difícil extraer conclusiones cuando la observación es sesgada, sin embargo quizá os ayude estar conscientes.
El análisis más completo exige observar vuestros comportamientos con estos alimentos y sin ellos. ¿El viento interior o exterior se ha alterado? ¿Sigue igual?
¿Estás más impaciente o menos?

LUBINA AL HORNO

Ingredientes:
Alimentación emocional: Algo más que comer1 lubina salvaje (o más, en función de su tamaño y del número de comensales)
1 cebolla
1 cebolleta
2 manzanas verdes
1 puñado de piñones
1 cucharada de zumo de limón
aceite de oliva

Recipiente: Bandeja de horno.

Elaboración:
Se cortan las manzanas en rodajas y la cebolla y cebolleta en juliana.
La lubina se limpia y se acaricia con unas gotas de aceite de oliva
En la bandeja de horno disponemos un poco de aceite de oliva.
En el fondo de la bandeja colocamos un poco de cebolla y cebolleta cortadas junto a las manzanas en rodajas, encima disponemos la lubina  y coronamos con el resto de cebolla y de  cebolleta en juliana y los piñones.
Se precalienta el horno a 210º y en el momento en el que se introduce la bandeja en el horno se baja a 180º dando calor sólo por la placa inferior (para evitar que se queme la cebolla y los piñones)
20 minutos después debemos comprobar que este en su Punto ya que varía en función del tamaño de la lubina, añadiendo en ese momento la cucharada de zumo de limón.
10 minutos más con el fuego arriba y abajo cuidando no se dore demasiado
Disfrutareis de la estupenda combinación de la acidez de la manzana la carne de la lubina y el dulzor de la cebolla un poco torrefacta.
Delante de esta exquisita receta es aconsejable una deliciosa ensalada o unas verduras a la plancha o al vapor.

Postre: Una rodaja de piña

Receta de: Joaquina Fernández con el visto bueno de Javier Peñas. Ahora sólo queda recibir vuestras opiniones.

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Alimentación emocional: Algo más que comer (33)

¿Cómo habéis recibido el post anterior sobre el efecto del azúcar?, ¿os han incomodado las indicaciones? Seguro que los helados y las bebidas azucaradas propias de este tiempo os han ganado el pulso, y os han obnubilado con sus atractivos sabores y efectos eufóricos inmediatos.

La búsqueda de emociones rápidas nos sumerge en las veleidades de lo prohibido, dándole preponderancia al apetito sobre cualquier intención de cambio que vayamos a realizar, sin importar excesivamente si el resultado es o no satisfactorio a nivel de salud.

Alimentación emocional: Algo más que comerLos estudiosos de estos temas han coincidido en que las personas preferimos el malestar de una digestión copiosa a la supresión de algún alimento muy ansiado. Pensamos que detrás de estas decisiones, que a priori pueden parecer incongruentes, están escondidas unas prioridades emocionales que reducen la coherencia y el razonamiento lógico.

Queremos centrarnos en detectar recursos que nos ayuden a resolver situaciones de confrontación profesional o personal. Estos medios nos serán de gran utilidad para superar pruebas complicadas, distender reuniones tensas, ganar negociaciones comprometidas… porque cada una de estas experiencias precisan de una atención y calma que la alimentación emocional favorece sin duda.

Empecemos por conocer los alimentos que suministran la mayor parte de la energía metabólica del organismo: los  llamados macronutrientes, o  hidratos de carbono, grasas y proteínas. Cuando ingerimos estos macronutrientes, se generan complejas reacciones hormonales que regulan la mayoría de las funciones del cuerpo; desde controlar los niveles de azúcar en la sangre, hasta los mecanismos básicos de supervivencia que entran en juego en el estrés, el miedo y casi todos los procesos emocionales.

¿Cuántos decidís el menú  del día pensando en si estáis comiendo hidratos, grasas o proteínas? Estos macronutrientes empiezan a sonar en nuestras vidas cuando el índice de  colesterol en sangre se eleva, o cuando la báscula nos asusta o el ácido úrico se dispara, es decir, cuando los marcadores nos avisan del riesgo de una enfermedad; sin embargo, pocos hemos observado que, a la vez que se disparaban los lípidos en sangre, el carácter se nos tornaba un poco más «ácido» y hasta violento, con pequeñas crisis de cólera y algún brote de malhumor fuera de contexto.  Que la subida de peso coincidía con una bajada de autoestima o necesidad de afecto desmesurada, o con una crisis emocional descontrolada. Tampoco hemos apreciado un estrés económico o profesional coincidente con una rendición a los desmanes alimentarios que desregularon los niveles de ácidos en sangre.

Lo habitual es que emoción y química vayan disociadas y no incidamos en una para resolver la otra, o viceversa.

Mañana continuaremos con este post que ha resultado un poco largo. También incluiremos una receta  para el Buen Vivir con una fotografía de Javier Peñas Capel.

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Envidia, aniquila el éxito personal y ajeno (32)

El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «Es envidiable».

 

JORGE LUIS BORGES

El diccionario de la Real Academia de la Lengua tiene dos significaciones para la envidia: «tristeza o pesar por el bien ajeno» y «emulación por algo que no se posee».

Cuando estamos anegados por el primer significado, «tristeza o pesar por el bien ajeno»,  no buscamos que nos vaya bien a nosotros, sino que el otro pierda y podamos verle caer en su desgracia. Poco o nada nos importan los logros materiales y el bienestar social o económico; muy al contrario, el motivo de nuestra envidia está centrado en el envidiado. Son sus cualidades y competencias las que nos exasperan y tensionan. Como en cualquier caso donde la rivalidad se personaliza, nos sentimos carentes y perjudicados, lo que nos hace rendirnos antes de la batalla, eludiendo cualquier esfuerzo.

La envidia, una limitación del éxito personal y ajeno

En la segunda acepción, «emulación por  algo que no se posee», lo que nos interesa son los logros obtenidos por la persona envidiada, contra los que competimos, y que nos impulsan a sentirnos vencidos y fracasados. En este caso, nos concebimos faltos de posesiones, de beneficios, de bienes y de un amplio etcétera. Nos fijamos en las riquezas que el otro ha logrado y nos olvidamos de la persona, de sus vivencias o sus necesidades. Sólo nos preocupa competir por los objetos onerosos que la persona ha logrado, independientemente de cómo y para qué le sirven.

Psicológicamente, podemos decir que la envidia revela una deficiencia personal que no estamos dispuestos a admitir, y aun aceptándola, no  somos maduros para subsanarla a través del esfuerzo que ello implica.

Mi admirado Dante Alighieri castiga a los envidiosos en el «Purgatorio» de La divina comedia cosiéndoles los ojos para que no puedan disfrutar del placer de ver caer a los otros. La realidad es que, cuando nos abatimos por la envidia, sufrimos por los éxitos y disfrutamos de los fracasos ajenos, origen y  causa de nuestra mediocridad. La envidia nos cercena la creatividad y nos confina en el reino de la vulgaridad, donde nos recreamos en intentar repetir, sin lograrlo, las obras maestras del envidiado.

La envidia la ocultamos detrás de delicadas o tenebrosas máscaras. Por un lado, deambulamos repitiendo el discurso de nuestros merecimientos y la injusticia del mundo que no nos los reconoce. Y por otro, buscamos oyentes dispuestos a escuchar las maldades del objeto de nuestra inquina.

Debido a estos modos de pensar, nos convertimos en seres retorcidos e inhibidos para la creatividad. Ya en la infancia mostrábamos nuestra envidia eludiendo las responsabilidades y haciéndolas caer en los demás mediante la acusación, la crítica o dejando en evidencia las pequeñas fallas de los otros.

Los mayores podemos detectar en muy tierna edad cuál de las envidias somete y domina a nuestros infantes o jóvenes. Cuando envidian al hermano o al amigo, señalan sus defectos, sin detallar los éxitos. No les importa si le regalan un juguete más o le dan una mayor propina, sólo les interesan sus cualidades y sus potenciales. Aun cuando hubiera desaparecido el ser envidiado, no podríamos rescatarles de este sentimiento pernicioso y malévolo.

Los niños envidiosos buscan en este caso, a través del descrédito muy bien elaborado, que el otro caiga en desgracia. Miran sus errores y los hacen visibles de forma ostentosa ante cualquiera que quiera escucharles.

La necesidad de poseer lo mejor y que nadie más pueda disfrutar de ello es uno de los sellos de identidad de los niños que envidian los objetos sin preocuparles quiénes son los dueños. Se les reconoce de inmediato porque detallan lo que anhelan enfadándose cuando no lo consiguen. Su aceptación de la frustración es casi nula, y llegan a mentir para obtener lo que buscan.
En muy pocos casos nombran a los dueños de los juguetes o cosas que estiman. Pareciera que los objetos han surgido de la nada y nadie fuera su dueño. Así evitan el sufrimiento y se acercan a poseerlos sin competir con los amos de las posesiones.

Ahora nos queda reflexionar sobre nuestra particular envidia; primero, hemos de ver qué envidiamos, si al sujeto o al objeto, y después cómo lo manifestamos.

La meta de este post es recuperar nuestra originalidad y desbloquear la insignificancia a la que nos somete envidiar.

Si deseas algún objeto que otro haya logrado, ponte como objetivo esforzarte para llegar a ello. Y si es a alguna persona, evita difamarla, además de listar  sus cualidades y organizarte para crecer en sus competencias. Aunque no consigas llegar a ser igual, seguro que tu unicidad te compensa.

Literatura: Abel Sánchez, de Miguel de Unamuno.

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