Dice el Dalai Lama que es necesario discernir entre el verdadero dolor y el que nosotros nos creamos sólo por pensar en él. Muchas de nuestras emociones como el miedo, la cólera, la culpabilidad, la soledad y la desesperación son reacciones desbordadas de nuestro deseo de sufrir y sentirnos merecedores de la compasión de aquellos que nos aman y nos protegen.

Aprender a vivir es, ante todo, un proceso de aceptación de aquello que sucede a nuestro alrededor, incluidas las experiencias menos gratas. Trabajemos en el día de hoy la ausencia de sufrimiento observando el movimiento del día como una ola de crecimiento y aproximación a nuestra búsqueda interior.

Piensa, cuando te acometa el deseo de recrearte en el pesimismo, cuántas cosas positivas e increíbles has experimentado. Si no encuentras muchas causas para sentirte pleno, respira y llénate del aire fresco de tus pulmones, y penetra en la calidad de tu respiración. Cuenta 1, 2 y 3 y decide eliminar todo lo que no te reconforta. Penetra aún más, y llena el hueco que has dejado vacío con tu infinita realidad: Estás vivo un día más. Estás ocupando un lugar que muchos otros han perdido. No lo desperdicies.