Cierto hombre susurró: «Dios, ¡háblame!», y el árbol cantó. Pero el hombre no oía. Luego el hombre habló más fuerte, pidiendo: «Dios, ¡háblame!», y un rayo cruzó el cielo. Pero el hombre no oía. El hombre miró a su alrededor y dijo: «Dios, ¡permíteme que te vea!», y una estrella se iluminó con gran resplandor, pero el hombre no la notó. Entonces el hombre gritó: «Dios, ¡muéstrame un milagro!», y en ese minuto nació un bebe. Pero el hombre no lo supo.
Luego el hombre pidió a gritos, con desesperación: «¡Tócame, Dios, y hazme saber que estás aquí!» Dicho esto, Dios bajó y tocó al hombre, pero éste espantó a la mariposa que volaba a su alrededor y continuó caminando.
En cada uno de los procesos de nuestra vida vamos pidiendo y esperando diferentes cosas que poco a poco se van cumpliendo, pero nuestra ceguera nos impide ver. Creemos, equivocadamente que los regalos deben venir con el envoltorio que nosotros queremos, y no siempre es así.
Seguro que recuerdas muchos momentos en los que te han llegado cosas que querías y no fuiste consciente del vuelo de la mariposa a tu lado.
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