antihéroe el Mártir (82)
Dentro de la categoría Camino Trascendente (post 16, 20, 29 y 35), retomamos a nuestros héroes en el personaje del Mártir, porque cuando volvemos a casa después de unas largas vacaciones estivales este antihéroe nos nubla la razón, nos posee y nos anula la conciencia del esfuerzo y la responsabilidad.
Vagabundo. Mi antihéroe (29)
Nuestro segundo personaje es el Vagabundo. Nuestro caballero andante surge cuando el Huérfano se desprende de sus miedos y se hace autónomo. En ese momento, vierte su mirada a su derredor y se desconcierta. Huye del hogar para liberarse de la protección y deambula por lugares ignotos, con la mirada perdida. Hasta este momento, su círculo era vil y culpable de sus vivencias, y al pronto le seduce, le permea, y las sensaciones de su cuerpo y su piel cuando mira a los otros le desconciertan, aprisionándole los deseos y miedos por igual. Quiere que le vean, que le sonrían, que hablen y también que se callen o que se vayan. Flirtea con su corazón arrebolado de quimeras e inicia su vida interpersonal.
De pronto camina hacia un grupo, y cuando presiente el rechazo, huye despavorido, acercándose a un nuevo clan que considera menos peligroso. Los ojos acechan a los extraños y su corazón es un caballo desbocado. Vive agitado y un tanto desbordado. No ha aprendido patrones para el encuentro emocional con gente diferente a la que conocía antes. Por momentos piensa que era mucho más fácil la vida previa e intenta retornar al pasado a sabiendas de lo imposible de que algo vuelva a ser igual. Se encierra en los espacios resguardados, pero huyendo de las relaciones cuando tiene responsabilidades sociales. La depresión aletea cuando esto sucede y la ira contra sí mismo se cierne y toma fuerza. Ningún espacio es seguro, y en todos acaecen hechos en los que subyace la tensión por el rechazo.
El Vagabundo necesita ser aceptado, y para ello adopta el rol que le facilita el éxito. Va modelando cada grupo al que se acerca. La moda es un ejercicio de conquista y mimetiza aquello que le seduce. Podemos ver cómo imita la imagen, los modos verbales, el estilo de aquellos que por momentos son sus héroes. El Vagabundo se desdibuja dejando que el pintor social ajuste los rasgos de su nuevo rostro.
La identidad del Vagabundo lucha contra los límites. Batalla contra el conformismo y la vulgaridad que le rodea. Critica todo lo que ya ha explorado porque le normaliza, y sueña con cruzar nuevas barreras que le señalen como único, diferente, interesante. Rechaza la vulgaridad y está dispuesto a perderse por no caer en ella.
Producto de un alma atormentada y sometida, rompe las estructuras de sus cadenas para atentar contra la autoridad represora y las normativas establecidas. Siente la presión para llevarle al conformismo y lucha contra ello.
El Vagabundo ve la vida como una aventura, y se opone a las normas por sistema. Tiende a desconfiar de las respuestas que vienen de la autoridad competente e investiga sus propias verdades, aunque sin orden y sin límites.
El Vagabundo no ha desarrollado un sentido claro del yo separado y autónomo, es manejado por las opiniones de los demás y vive estimulado por el logro del amor a cualquier precio. El Vagabundo raramente ama o se entrega, debido a que su yo está maniatado en la búsqueda de recibir el amor de los demás. Debido a su vivencia insatisfecha dentro de su rol, no llega a sentirse amado por sí mismo. Piensa que es el rol el que provoca el afecto y no él, siendo incapaz de materializar su realidad por miedo al rechazo.
El Vagabundo identifica a una persona, una institución o un sistema de creencia como la causa de sus sufrimientos, y a partir de aquí puede evitar o huir de esta causa.
La convicción de que debe sacrificar partes esenciales de su yo para ser aceptado pone en evidencia la realidad de su necesidad de ser querido, y también de explorar quién es. Finalmente debe comprender que ser él mismo y emprender su periplo es más fundamental que preocuparse por los demás o inclusive por la supervivencia misma.
En cuanto soluciona el enfrentamiento entre amor y autonomía eligiéndose a sí mismo sin negar la necesidad de una conexión con los demás, el conflicto que era aparentemente indisoluble se resuelve. En esta nueva visión del mundo, el premio por ser completo y auténticamente uno mismo es el amor, el respeto y la comunidad.
Leer másMi antihéroe: el Huérfano (16)
Parte I
¿Qué es un antihéroe? Es nuestro yo, que sale a la búsqueda de un mundo ignoto sintiéndose carente. Es el cobarde que huye de las batallas y las confrontaciones propias de los cambios. Es el lado oscuro de Harry Potter o Frodo Bolsón, que necesita prepararse para superar las debilidades frente a la gran lucha contra los infames Voldemort y Sauron.
Al igual que en las historias de los caballeros andantes, cada uno de nosotros va en búsqueda de una quimera en forma de flor de lis, o de anillo de diamantes, o de ciudad encantada. En nuestro corazón conviven el deseo de salvar a la princesa prisionera en el castillo y el temor a los dragones que la resguardan.
El primer personaje que os vamos a presentar es el Huérfano. Hemos dado en llamarle Huérfano por la orfandad que sentimos cuando iniciamos un camino nuevo. Atrás van quedando la familia y todos nuestros protectores, delante nos espera lo insondable e inhóspito. Por los senderos van apareciendo personajes desconocidos que requieren códigos nuevos, y buscamos desesperadamente magos que nos enseñen las claves del éxito.
En estos primeros pasos nos sentimos enanos en un mundo de gigantes, y habitualmente culpamos a todos de este desvalimiento. Ya no podemos ir hacia atrás, y cada paso hacia delante es como una cadena que nos detiene.
«Me siento abrumado. Mis ideales, por los que he luchado toda la vida, descansan en un pozo sin fondo. El mundo me recuerda a un cuento de villanos, donde los obstáculos son insalvables. He caído en actitudes que me parecían detestables hace unos meses. Cuando me encuentro con amigos dispuestos a ayudarme, aireo mi intimidad más deshonrosa con la intención de lograr su compasión, y que me escuchen.» Los diálogos derrotistas son el primer aviso de que estamos conectados con este antihéroe. El miedo al avance o al fracaso nos paraliza y nos ciega ante los retos.
El Huérfano tiene una baja autoestima. Cada envite de la vida le sobrecoge y sale a pedir ayuda considerando culpables de su esfuerzo a su familia, jefes, terapeutas o a cualquiera que esté a su lado. Necesita el reconocimiento de sus logros y la anulación de cualquier éxito ajeno. El esfuerzo le martiriza, y para evitarlo engaña y manipula para lograr que los otros lleven su carga.
El Huérfano necesita la gratificación inmediata. Sus metas no son largoplacistas porque le detiene la falta de voluntad y constancia. Necesita refuerzos constantes para dar un paso más en la dura travesía.
La tendencia natural de este antihéroe es sentirse pobre. De modo que sus arcas pueden estar llenas; sin embargo, se vive arruinado y quejumbroso, y hace malabares para que los otros paguen sus deudas. En algunos casos se aviva esta situación cuando las ganancias de otros son superiores a las suyas.
La meta del Huérfano es conseguir sentirse seguro, y la trampa es el miedo al abandono y al abuso de los otros. En aras de que le ayuden, pierde el discernimiento de lo que es válido para él.
Si además de todo lo dicho sumamos que no acepta sus limitaciones, tenemos el perfecto retrato robot del Huérfano.
Nuestro antihéroe necesita identificar sus áreas de mejora para preparar su transformación e iniciar el camino.
Película recomendada: Gladiator (Cómodo)
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