Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.

Augusto Monterroso

La mayoría del tiempo pensamos que podríamos ser lo que no somos. Nos debatimos entre diferentes opciones sin definir realmente cuál es nuestra identidad. Como la mosca nos sentimos muy eufóricos imaginándonos con el cuerpo, la vida, los éxitos de otros. Sin embargo, cuando profundizamos entendemos que hay cosas que no queremos perder.

Vigila con quién te comparas. Ser escritor puede ser fácil, llegar a ganar el premio Nobel quizá no lo es tanto. Aumentar nuestros valores es sencillo, convertirnos en otro no lo es tanto. Estamos inmersos en nuestra mismidad, y en ella somos expertos. Aprovechemos su cercanía, su olor conocido, su cadencia de siempre, y disfrutemos de ella. Siempre podemos, si algo nos sorprende, aprender para sumar, nunca para restar o perder.