Hoy declaro mi emancipación. Quiero hacer una revolución en mi modo de ver mi vida y todo lo que me rodea. Es habitual que algo me disguste y que no cumpla mis baremos de perfección. Una vez encontrado el terrible fallo, soy una víctima propicia del desencanto, el enfado, el malestar… y todo ello me mortifica sin que pueda resarcirme o  recuperarme.

Durante años este ha sido mi modus operandi, con la consecuente pérdida de muchas ilusiones y la escasa motivación a la hora de  realizar proyectos, mantener relaciones o disfrutar del día a día.

Amén de dañar a otras personas y generar cierto malestar en el ambiente, me fui convirtiendo en víctima de mis pensamientos, y hasta amotinaba a los demás contra la vida.

Los corrillos negativos, el ambiente agorero, la desolación y el mal humor han hecho costra en mi interior, dificultándome una visión más positivista y simple de las cosas.

Quizá la receta esté en la sencillez, en alejarme de las actitudes retorcidas y rebuscadas, desde donde los puntos de vista de los demás me parecen  equivocados en la medida en que me creo que sólo yo detento la sensatez. También puede ser un buen momento para ampliar mi marco de referencia y darme cuenta de que, más allá del sufrimiento, puedo encontrar  mi bienestar en cada instante, y así acceder al buen vivir.

Alejo de mí cualquier creencia limitadora, en la que emergen como dragones incendiarios los errores y la desdicha, para disfrutar de una visión agrandada de lo bello y hermoso que hay en mi vida.

Hoy hago una declaración de mi independencia y genero un pensamiento consistente, en el que me niego a ser víctima del mundo que miro y observo. Una mirada aliviada será mi recompensa. Sólo de este modo no sucumbiré  a la tentación y prisión de mis sentidos.