Una de las acepciones que definen la memoria es la de facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado, facultad que no es perfecta y nos confunde cuando intentamos convertir los recuerdos propios en una realidad única. Esta dificultad es mayor en la medida en que están conectados los recuerdos familiares, las vivencias compartidas, o los momentos especialmente sentimentales en los que se confunden los intereses.

Si analizamos la memoria de un modo más científico la consideraremos como una función cerebral formada por el resultado de conexiones sinápticas entre neuronas mediante las cuales el ser humano puede retener experiencias pasadas para traerlas al presente y proyectarlas al futuro. Esta memoria humana, a diferencia de la de los animales, actúa en base a las necesidades que presenta cada individuo, por lo que podríamos decir que es subjetiva.

Si pensamos en la memoria como una serie de conexiones sinápticas realizadas de un modo subjetivo, podemos suponer que estas uniones han sido efectuadas en base a unos intereses personales e influenciados por unas experiencias previas, en las que sin duda participan la cultura, los conocimientos, la idiosincrasia, etc., y por ello difícilmente convergiremos en un único punto de vista o en un solo criterio.

Si fuéramos un ordenador o computadora posiblemente podríamos referirnos al pasado con total certeza, ya que estas máquinas son dispositivos que almacenan

datos que pueden ser recuperados con absoluta fidelidad si se accede adecuadamente a sus archivos.

Lo que no cabe duda es que somos personas, influenciadas por nuestras vivencias y expectativas, y que necesitamos profundizar en cómo funciona la memoria para afianzar nuestros conocimientos y propiciar nuevas sinapsis que posibiliten nuestro crecimiento personal y profesional.

Decía Aristóteles que «gracias a la memoria se da en los hombres lo que se llama experiencia». Esta particularidad de la memoria exige mucho respeto a las memorias ajenas, circundantes, próximas o lejanas. La memoria es un útil que nos envilece cuando lo empleamos como un arma contra los demás. La memoria es sin duda un bien personal que hay que fortalecer mediante nuevas vías sinápticas, pero en ningún caso debe servir para disputar o confrontar. Dos memorias en lid son dos guerras perdidas.

Decía Thomas Stearns Eliot que «los hombres viven del olvido y las mujeres de los recuerdos». Estas diferencias son causa de discusiones sin fin y rupturas absurdas.

Comprobemos la subjetividad de la memoria en el día de hoy. Seguiremos trabajando con ella en las próximas semanas.