Hace unos días mi amigo Alfonso Benavides me habló de la conferencia de J. K. Rowling que tuvo lugar el 5 de junio de 2008, con motivo de la graduación de Harvard, en la que la escritora habló de los grandes beneficios del fracaso y de la importancia de la imaginación.
Rowling explicó el porqué de la elección de la imaginación:
“Podría pensarse que he elegido mi segundo tema, la importancia de la imaginación, por el papel que ha desempeñado en la reconstrucción de mi vida, pero no ha sido del todo así. Aunque personalmente defenderé el valor de los cuentos hasta mi último suspiro, me he dado cuenta de que el valor de la imaginación es mucho más amplio. La imaginación no sólo es la capacidad intrínsecamente humana de visionar lo que no existe, sino que, y precisamente por ello, es también la fuente de toda invención e innovación. La imaginación es, con su potencial transformador y revelador, el poder que nos permite empatizar con los seres humanos cuyas experiencias nunca hemos vivido.”
Si bien es interesante lo que dice Rowling, primero por su novedoso enfoque al relacionar la empatía con la imaginación, y después porque desea movilizar a los jóvenes para que sirvan a causas nobles (como la ayuda y el voluntariado), lo es mucho más porque argumenta cómo fue su camino de búsqueda, detallando el encuentro de sus respuestas. Este es un material inspirador, donde el joven puede encontrar referencias que le lleven al éxito a través del logro de sus expectativas.
El recorrido de Rowling es complejo, interesante, profundo, comprometido, instigador a la reflexión y responsable con los demás. Hay momentos de su relato especialmente significativos, como los referidos a sus vivencias en Amnistía Internacional cuando tenía 20 años.
La autora de Harry Potter nos seduce hacia una imaginación humana y trascendente. Revisa el mundo doliente y sus particularidades. Advierte que el deseo de poder de algunos es el causante de los males de la humanidad. Y además de todo esto, nos alienta a agradecer:
“Todos los días de mi jornada laboral en aquella época, a mis veinte años, me recordaba lo increíblemente afortunada que era de poder vivir en un país con un gobierno elegido democráticamente, donde la representación legal y los juicios públicos son derechos de todos los ciudadanos.”
Quizá podemos unir varias de estas ideas para convertir nuestro mundo en un lugar mucho más agradable. Donde la imaginación sirva para conocer mejor las necesidades del otro, y además agradezcamos cada una de las pequeñas y grandes cosas que cada día disfrutamos.