Mi ídolo ha muerto. Michael Jackson provocó en mi juventud los sentimientos más espléndidos y vitales que yo haya vivido a través de la música. Su cuerpo frágil de movimiento electrizante ha conmovido muchas horas de mi ocio a solas.

También pobló mi mente de incongruencias. Él, como muchos otros ídolos insatisfechos, me ha hecho cuestionarme la percepción de mí misma.
No le valió ser el más innovador de los cantantes que han existido. Ni vender millones de copias, ni hacerse multimillonario, ni ser el artista pop más admirado del mundo. Él quería ser lo que no podía. Blanco. Su objetivo era fallido desde el principio.
El pasado lunes, mis mujeres me enseñaron a ver el diamante de la vida y a empoderarme con él. Michael Jackson amaba un tesoro inalcanzable, y su “avaricia” le consumió en la tristeza y en la desesperación. Muchos de nosotros nos cambiaríamos por un solo momento de sus éxitos y de sus grandes destellos. Cuando bailaba e intentaba imitarle (no vale reírse), pensaba que Michael había sido tocado por la varita de la genialidad, y que era imposible emularle.
Ahora, lejos de entristecerme por su muerte, reflexiono sobre su vida y la valoro infinitamente más cuando observo lo mucho que hay de mí en la lectura de su continua insatisfacción personal.
Evidentemente, yo no soy nadie en este microcosmos de estrellas; sin embargo, mi cada día también me confronta con deseos inviables que me descentran y resquebrajan de alguna manera, mi valoración personal.
Mi autoestima fragilizada y herida por momentos, no es otra cosa que el resultado de una visión sesgada de mí misma, de mis capacidades. Soy blanca, diamante anhelado por Michael, y soy torpe y poco habilidosa para muchas de las cosas en las que él era el rey. No obstante, ni él ni yo podemos cambiarnos.
Cuando miramos lo que no somos y buscamos lo imposible, el fracaso interior llega aunque esté teñido de horas de éxito externo.
La autocomplacencia de nuestro rededor no nos ayuda, ni que los demás nos aplaudan o que piensen que estamos colmados de virtudes. Lo que prima es únicamente que nosotros estemos conformes con todo lo que podemos vivir, sentir y hacer por nosotros mismos.
La búsqueda interior y el camino de autosatisfacción son algunas de las posibles ayudas para evitar la baja autoestima o las quimeras irrealizables.
Michael Jackson, volveré a escucharte, bailaré en mi salón al ritmo de mi cadencia, y sobre todas las cosas, rezaré porque en el lugar donde estés no exista el color de piel y descanses en paz.