Durante los últimos años un agricultor había sido ganador del primer premio al mejor producto de la zona. Un reportero interesado le preguntó al hombre si podía divulgar el secreto de su maíz, que vencía al de toda la comarca año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. El periodista preguntó sorprendido:

¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también participa en el mismo concurso año tras año?

– Verá usted, señor -dijo el agricultor-, el viento lleva el polen del maíz maduro de un campo a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz debo ayudar a que mi vecino también lo haga.

Cada uno de nosotros somos como esas partículas de polen que este sabio granjero cuidaba. Nuestro conocimiento vuela de un lado a otro y deja fiel muestra de qué somos y cómo somos.

Si queremos que la situación cambie, que las personas progresen, que las organizaciones tengan los resultados mejores, que los ciudadanos participen de las ofertas sociales, es imprescindible compartir lo mejor de cada uno con todos los demás. Esto exige generosidad y apertura ilimitada.

Ahora cabe romper el aprendizaje social que nos hizo temerosos, desconfiados, elitistas, xenófobos. Los mundos cambian y exigen adecuarse a múltiples y diversos modos de pensar.

Este día de junio es un buen día para la «polinización» cultural, intelectual, emocional… sin fronteras. Dejemos libres nuestros mejores valores, cualidades y comportamientos para que florezcan en cualquier parte del universo.