Hay historias que nos sitúan en un lugar preferente para el cambio. Debemos aprovechar los tiempos que corren para marcarnos líneas de actuación que nos aligeren la carga y nos permitan ser efectivos y rápidos en las transformaciones a las que las circunstancias nos obligan. El relato de hoy me lo contó alguien en un proceso de aprendizaje:

«Cierto día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento. Recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar.
Buscando cambiar pequeñas cosas para llegar a las grandes (112)
Al acercarme, me di cuenta de que eran estrellas de mar que las olas habían lanzado fuera del agua. Una a una las arrojaba de nuevo al océano, cuidando de que sobrepasaran el rompiente y permanecieran en el líquido elemento.
Intrigado, le interrogué sobre lo que estaba haciendo, y me respondió: “Estoy lanzando estas estrellas marinas al océano. La marea es baja, y estas estrellas se han quedado en la orilla. Si no las arrojo al mar, morirán en la arena”.
“Entiendo, le dije, pero hay miles de estrellas de mar sobre la playa, y cada ola trae otras nuevas. No puedes lanzarlas todas. Son demasiadas y es inútil, ¿no comprendes que no puedes salvarlas?”
El niño se inclinó, y mientras tomaba una estrella de mar entre sus manos y la lanzaba al océano, me respondió: “¡A esta sí!”.»
Ejercicio:
·         Piensa en las pequeñas cosas que haces cada día.
·         Señala las que ayudan a cambiar tu micro-mundo.
·         Anota las que desprecias como insignificantes, pero que aportan valor a tu entorno.
·         Observa los movimientos que se han producido a tu alrededor gracias a tus pequeñas aportaciones.
·         Haz lo mismo con todos tus compañeros, amigos, colaboradores.
·         Antes de cerrar tus ojos todos los días, revisa lo más insignificante que has recibido. Valora lo que representa para tu aprendizaje y tu evolución.
Hay muchas historias magníficas que confirman todo lo que he dicho. Por ejemplo, en el cine, la película Qué bello es vivir, de Frank Capra.