Joaquina Fernández

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Adriana Macías (11)

«Para mí era difícil preguntarle a mis papás por qué yo no tenía brazos. Nadie me explicó que era una persona discapacitada…. Aprendí que cuando uno se propone hacer las cosas, aunque falte la herramienta esencial, siempre hay una segunda opción, un segundo camino… Gracias a esa segunda opción yo soy conferencista, abogada… Cuando uno sueña, puede conseguir cualquier cosa que quiera… »

Estas palabras, aderezada con la cita de Friedrich Nietzsche: «Todo aquel que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo», o la de Albert Einstein:Ella es Adriana Macías «Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad», me impelen a elevarme por encima de mis ridículas protestas, de las quejas absurdas o de las penurias imaginarias que cada día fabrico para evadirme de mis responsabilidades.

Adriana, desde su nacimiento, ha tenido que enfrentarse a limitaciones impensables para los que lo hemos tenido casi todo.

Adriana no ha podido cerrar sus brazos sobre el cuerpo amado de su padre, ni sentir el contorno redondeado de su madre al  abrazarla, correr en bicicleta, nadar en el mar, acunar sus muñecas o jugar al parchís. Tampoco ha podido bailar enredada en el calor de otro cuerpo. Adriana no estrechará contra su pecho a unos hijos queridos, ni elevará sus manos para acariciar el infinito. No pasará las yemas de sus dedos por encima del verde maravilloso de un prado, ni tocará el rostro de un amado, ni juntará sus palmas para implorar ayuda. Sin embargo, mi querida Adriana ha desarrollado un alma curtida, entregada, resuelta, capaz y competente, y  todo esto acompañado de sonrisas, ganas de vivir y dos libros.

Os propongo leer el libro Abrazar el éxito, además de entregar las quejas de mañana a una causa noble: «Hacer de este mundo el mejor lugar para vivirlo».

Película recomendada: Mi pie izquierdo

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Madre e hija (10)

Tengo una amiga que vive desesperada por los continuos enfados que tiene con su hija de once años. La última vez que escuché sus quejas, decidí ser un poco más proactiva y hacerle preguntas que nos aportaran luz a ambas.

Entiendo a mi madre, comprendo a mi hija

Con el fin de situarnos en el principio del problema, indagué en las actitudes de la niña que provocaban la crisis. “¡Grita, grita como una posesa!” Mi amiga se expresó en un tono bajo y contenido, con cierto temor a sus propios gritos. Por mi parte, pensé que la mejor arma para salir de la ofuscación era no profundizar en el nudo del problema, así que la siguiente cuestión era conocer quién en la familia resolvía las dificultades a través de los gritos: “Yo, soy yo. La increpo cada vez que hace lo que quiere”.

Entendí que el sentimiento de culpa no iba a resolver la problemática, y que era mejor seguir preguntando sobre cómo empezaba el fuego “enemigo”: “En cuanto nos vemos, desde hace unos meses, nos gritamos como saludo y seguimos gritando en el medio y final de la comunicación. Las dos nos hemos perdido el respeto, y reconozco que nuestra relación se ha resentido bastante. Sé que nos queremos y que en el fondo ambas sentimos la situación; sin embargo, no sé cómo salir de este embrollo”. La conclusión me sonó derrotista, aunque vi la puerta abierta para expresar mi opinión.

«Según Piaget y otros estudiosos, le dije, cuando los niños cumplen doce años empiezan a distanciarse de la vida familiar, y cambian sus preferencias orientándolas hacia la pandilla y su grupo de amigos. Tu hija cumplirá los doce este año, y para su despegue es imprescindible que aprenda un modo diferente de resolver la comunicación contigo».

«Es probable que tú aprendieras este comportamiento social en algún lugar. ¿Qué tal te llevabas con tu madre?» «Mal. No me aceptaba y pretendía cambiarme.»

Mi amiga meditó durante un tiempo. Cuando continuó, la voz le salió entrecortada: «Me hubiera gustado que mi madre me escuchara. Cada vez que llegaba a casa lo importante eran sus asuntos, lo cansada que estaba, que su jefe no aceptaba sus proyectos, que había discutido con un compañero… Mi mundo, las cosas que para mí eran vitales en aquel tiempo, como un examen, la compañera que se había enfadado conmigo o simplemente mi deseo de tener un perro, no entraban en sus intereses. El modo en el que resolvía la situación era dándome dos gritos en los que escondía su culpa y sustituía su autoridad perdida por aquellos graznidos insoportables… Puede parecerte duro; sin embargo, considero que mi madre era una persona egocéntrica y apegada al cariño de los demás, y entre ellos no estaba el mío».

Las lágrimas bañaron sus ojos melados. Era el momento de marcharse. Supuse que las conclusiones eran suyas.

Películas recomendadas:

  • La fuerza del cariño
  • Magnolias de acero
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Proyecto Fin de Master

Se va acercando la fecha. Apenas queda algo más de un mes para que terminéis la primera parte del Master de Comunicación en el que lleváis trabajando desde octubre. Digo la primera parte pues, para completar l estudio, queda la segunda: el proyecto final. Uno de los deportes olímpicos que más me gusta es el maratón. Me imagino que soy de los pocos que les gusta seguir la carrera de principio a fin, ya que generalmente los aficionados se conectan al final, cuando quedan unos pocos kilómetros y la triunfal vuelta al estadio olímpico. Tiene su lógica, es ahí donde están los más fuertes, donde se ve reflejado el dolor de la batalla, donde el esfuerzo marca con un rictus la cara de los atletas. También es ahí donde está la gloria, los aplausos y las medallas. Lo que permanece después de 42 kilómetros son esos cientos de metros finales.

FilípidesAhí es donde estáis vosotros ahora. En ese último tramo de la carrera que es el definitivo, el que tendréis que defender el septiembre ante un tribunal de la universidad. Es el recuerdo que dejareis de vuestro paso por Hune. Es lo que futuros alumnos pueden tener de referencia para sus trabajos. Ha llegado el momento del empujón final. ¡Ánimo!

Los profesores, el equipo de Hune y yo estamos a vuestra disposición durante este tiempo para toda la ayuda que podáis necesitar. Sin embargo la motivación, el interés y la rigurosidad tienen que partir de vosotros. Pensar que lo difícil es arrancar, una vez decidida la tesis y puesta en marcha la investigación todo resulta más agradable.

¡Ánimo, Filípides está con vosotros!

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Imaginación y empatía (9)

Hace unos días mi amigo Alfonso Benavides me habló de la conferencia de J. K. Rowling que tuvo lugar el  5 de junio de 2008, con motivo de la graduación de Harvard, en la que la escritora habló de los grandes beneficios del fracaso y de la importancia de la imaginación.

Rowling explicó el porqué de la elección de la imaginación:

Podría pensarse que he elegido mi segundo tema, la importancia de la imaginación, por el papel que ha desempeñado en la reconstrucción de mi vida, pero no ha sido del todo así. Aunque personalmente defenderé el valor de los cuentos hasta mi último suspiro, me he dado cuenta de que el valor de la imaginación es mucho más amplio. La imaginación no sólo es la capacidad intrínsecamente humana de visionar lo que no existe, sino que, y precisamente por ello, es también la fuente de toda invención e innovación. La imaginación es, con su potencial transformador y revelador, el poder que nos permite empatizar con los seres humanos cuyas experiencias nunca hemos vivido.

La imaginación y la empatía

Si bien es interesante lo que dice Rowling, primero por su novedoso enfoque al relacionar la empatía con la imaginación, y después porque desea movilizar a los jóvenes para que sirvan a causas nobles (como la ayuda y el voluntariado), lo es mucho más porque argumenta cómo fue su  camino de búsqueda, detallando el encuentro de sus respuestas. Este es un material inspirador, donde el joven puede encontrar referencias que le lleven al éxito a través del logro de sus expectativas.

El recorrido de Rowling es complejo, interesante, profundo, comprometido, instigador a la reflexión y responsable con los demás. Hay momentos de su relato especialmente significativos, como los referidos a sus vivencias en Amnistía Internacional cuando tenía 20 años.

La autora de Harry Potter nos seduce hacia una imaginación humana y trascendente. Revisa el mundo doliente y sus particularidades. Advierte que el deseo de poder de algunos es el causante de los males de la humanidad. Y además de todo esto, nos alienta a agradecer:

Todos los días de mi jornada laboral en aquella época, a mis veinte años, me recordaba lo increíblemente afortunada que era de poder vivir en un país con un gobierno elegido democráticamente, donde la representación legal y los juicios públicos son derechos de todos los ciudadanos.”

Quizá podemos unir varias de estas ideas para convertir nuestro mundo en un lugar mucho más agradable.  Donde la imaginación sirva para conocer mejor las necesidades del otro, y además agradezcamos cada una de las pequeñas y grandes cosas que cada día disfrutamos.

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Susan Boyle. Un sueño hecho realidad (8)

Cuando un concurso de talentos en Inglaterra (Britain’s Got Talent) consigue que una de sus concursantes sea vista por millones de usuarios de Internet en escasas semanas, algo extraño e interesante está moviendo a nuestra sociedad.

Susan Boyle, al igual que pasó con Paul Potts en el año 2007, reúne dos condiciones: una imagen a priori poco atractiva y una voz inesperada para esa imagen.

Imagen grande: Un sueño hecho realidad

Una vez que se ha superado el primer impacto, quizá la voz de Susan Boyle sea como la de muchos; sin embargo, los espectadores que estaban allí, al igual que  los televidentes, sintieron tal admiración que quisieron compartirla con todo el mundo.

La influencia de Susan Boyle en el público ha sido absolutamente mediática. Susan recibió más de dos millones de visitas a las 72 horas de su actuación. Los programas de televisión más importantes de Estados Unidos buscaron entrevistarla al día siguiente. Es posible que Susan cumpla el mito americano, tan fantásticamente expresado por Tom Hanks en Forrest Gump.

El accidente que sufrió Susan en su nacimiento, la pobreza de su origen, su deseo de ser actriz  y su actuación exitosa en este concurso le están llevando a conectar con la ilusión americana: todos podemos llegar a conseguir nuestros sueños. De hecho, algunos productores de cine están queriendo trasladar a la pantalla la vida de Susan Boyle. Se baraja a Catherine Z-Jones como protagonista.

Cuando Paul Potts actuó en el año 2007, el jurado mostró una sorpresa auténtica que influyó positivamente en el propio Paul; sin embargo, en el momento estelar de Susan Boyle, la comunicación no verbal del jurado dejó en evidencia una cierta preparación que en algunos medios fue ya comentada.  No obstante, este hecho no ha mermado en absoluto la impresión popular.

Los productores de Britain’s Got Talent  tienen un don especial para crear mitos sociales, pero esto no nos excluye a todos nosotros de analizar qué nos mueve y por qué.

La cantidad de imágenes publicitarias que nos venden modelos de una belleza inusual, junto con vivencias que están al alcance de unos pocos, es posible que nos estimule, a los jóvenes preferentemente y a la sociedad en general, hacia un deseo de logros por encima de la creencia de inalcanzable. Hoy cada uno de nosotros en nuestras casas puede soñar con acudir a un programa de talentos y encontrar un filón de éxito que antes parecía imposible.  Pero, ¿será así si sólo tenemos una buena voz y un aspecto normal? Es posible que no.

The Huffington Post: «Dos razones por las cuales Susan Boyle significa tanto para nosotros«

Vídeo de Paul Potts

Vídeo de Susan Boyle:

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La «Cosa», el remake de John Carpenter

Una criatura alienígena con la habilidad de imitar a la perfección a cualquier animal o humano con el que entre en contacto se infiltra dentro de la Estación 4 del Instituto Nacional de Ciencias de Estados Unidos situada en la Antártida. Puesto que cada miembro del personal de la estación es incapaz de saber si sus compañeros son o no humanos, se genera un clima de desconfiaza y tensión y son eliminados uno a uno por la criatura o por sus camaradas.
Más tarde, los supervivientes se dan cuenta de que si la criatura llega al mundo exterior podría devorar toda la vida que existe sobre la Tierra en unas pocas horas. Tras destruir un vehículo que la criatura estaba construyendo para escapar, los hombres se ven forzados a hacer explotar la estación con el fin de matar a la Cosa, aceptando que también ellos estarán condenados. Finalmente, sólo quedan dos sobrevivientes, ninguno de los cuales está seguro que el otro sea humano, pero demasiado débiles para luchar entre ellos. 

The Thing, o John Carpenter’s The Thing (La cosa de otro mundo,1 en Argentina, La cosa, en España, y El enigma de otro mundo, en varios países de Hispanoamérica) es una película de ciencia ficción del año 1982 dirigida por John Carpenter. Es una remake del film de 1951 dirigido por Howard Hawks El enigma de otro mundo (The Thing from Another World). Ambas películas están basadas en la novela corta de John W. Campbell Jr. «Who Goes There?», pero el film de Carpenter es más fiel a la obra original.
Carpenter considera a esta película la primera de su «Trilogía Apocalíptica», continuada en 1987 y 1995 por El Príncipe de las Tinieblas (Prince of Darkness) y En la boca del miedo (In the Mouth of Madness) respectivamente.

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Mix (7)

En el mundo de la ficción, el guionista y el director crean historias con trama y argumento  buscando conectar con el interés del espectador. Por el contrario, en la película de la vida el entramado es mucho más complejo, ya que vamos entrelazando  fotogramas aleatoriamente sin que hayamos decidido previamente  de qué va el asunto central, o al menos sobre qué parte queremos enfocar nuestra mirada.

Imagen grande: Mix

El film de hoy empezó en la final del Open de Tenis de Madrid.  Los números uno y dos del tenis mundial competían para obtener el primer premio,  y los aficionados nos citamos en la Caja Mágica, la nueve sede deportiva del Ayuntamiento de Madrid, ubicada en la calle Camino de Paredes sin número, al final de Antonio López. Este dato parece a priori poco relevante, sin embargo, el tiempo que habíamos destinado para llegar al evento se diluyó entre calles estrechas y las pocas posibilidades de aparcamiento. Aceptado lo inevitable entramos en el recinto.

Subimos a la planta 3 donde se encontraban los Ski Lounges, lugar en el que nuestro amigo Eduardo Sánchez, el director de Dessange Madrid, había instalado un salón de estilismo para  embellecer y cuidar a clientes, amigos y asistentes al Open, que así lo quisieran.
Cuando entré en la sala me llamó la atención una mujer embarazada, de larga melena castaño claro, con una tez sonrosada de facciones muy delicadas. En sus pies casi desnudos uñas esmaltadas refulgían en rosa fuerte. En ese momento, la mujer estaba enviando un mensaje por el móvil, mientras Jordi le ondulaba el cabello. Una voz a mi lado me dijo: “Es la esposa de Federer”.

Los altavoces avisaron que se iniciaba la final masculina, por lo que salimos a las gradas. En la pista de tierra batida estaban Nadal y Fereder peloteando en el campo. Los asientos y palcos fueron ocupados rápidamente hasta el lleno absoluto. A mi lado había una mujer de unos 27 años, morena, con camisa roja y traje blanco de minifalda y chaqueta corta. Llevaba unos zapatos de tacón fino que conjuntaban con un pequeño bolso, ambos de color rojo intenso
En la mitad de un juego estupendo de Federer, me despistó mi compañera, quien hablaba con alguien en tono muy bajo: “Aquí no te verán, no te preocupes, aquí no nos verán. Donde yo estoy no pueden vernos”. Mi compañera vivía un frenesí que parecía sacado de una novela de Agatha Christi  o de la recién fallecida Corín Tellado.  Cualquiera de las posibilidades me pareció inquietante.

Cuando se había iniciado el segundo set apareció un hombre de unos 36 años, de traje oscuro, quien se sentó a su lado prodigándole caricias y besos. Ella apoyó su cabeza en su hombro, abandonándose en él. La voz del hombre sonaba apresurada, y en unos minutos se marchó.
En la pista de tenis Nadal y Federer seguían jugando. En el asiento de atrás dos hermanos de unos siete y ocho años apostaban cincuenta € a que Nadal ganaba, mientras su madre se escondía para dar unas caladas a un pitillo.

Los espectadores famosos formaban parte del espectáculo.   En una pantalla apareció la cara de Raúl, el jugador del Real Madrid, que estaba sentado con su familia en la primera fila del ala Norte. Algunos asistentes le aplaudieron.

Los movimientos de cada uno de los protagonistas seguían su curso. Los asistentes sufrían la pérdida de Nadal en dos sets.  Los niños se habían  callado. Mi compañera se quedó sin amor, mientras en los altavoces anunciaron la presencia del príncipe de Asturias y otras personalidades que entregarían los premios a los ganadores.
En la pista Manolo Santana quedaban las señales de las bolas y los golpes. En las gradas pequeños retazos de vidas. Un mix de juegos, sentimientos, fama, ilusión, engaño y todo ello adornado de aplausos.
Es imposible evadirse de las circunstancias que nos rodean, sin embargo la percepción personal hace que algunos matices tengan un significado mayor que otros. La expectativa de que ganara nuestro preferido, nos impedía disfrutar del juego de ambos contendientes, a veces sobresaliente. La esperanza del amor impidió a la joven preguntarse para que quería una relación de segunda división. Los niños jugaban a las peligrosas apuestas. La madre se escondía para salvar las normas. ¿Cuál es el argumento de hoy?.

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Que pierdan los dos (6)

Valencia bullía desde las primeras horas de la mañana por la final de la Copa del Rey. Cuando entramos en el taxi en la plaza de las Cortes Valencianas, eran ya casi las 17 horas. Un autobús emitía a todo volumen el “Aserejé” de Las Ketchup, a la vez que unos jóvenes proferían gritos animando a su equipo de fútbol, el Athletic. “Están lejos del campo de fútbol, nos comentó  el taxista, hoy hay más de 35.000 seguidores del Athletic, muchos de ellos no tienen entradas… Los seguidores del Barcelona están llegando ahora porque están mucho más cerca. En tres horas llegan por carretera”.  El taxista, con una gracia natural, nos informaba del evento del día.

Imagen grande: Que pierdan los dos

“¿En Valencia cuál de los equipos es el preferido? ¿Qué equipo quiere que gane?” La respuesta fue rápida y muy clara: “Ninguno. Si pudiera ser, lo que yo quisiera es que perdieran los dos.  Lo peor que nos podía pasar en Valencia es que vinieran los vascos y los catalanes”.  Para aumentar su desagrado, al llegar a nuestro destino nos encontramos con una profusión de simpatizantes de ambos clubes.

En el recorrido hasta la estación de RENFE pudimos comprobar el impacto social del fútbol. Valencia  era una ciudad nueva en la que se mezclaban los ciudadanos de todos los días  con una muchedumbre de roj

o y blanco o de azulgrana. Algunos de ellos llevaban pintadas rojas en la cara y cantaban la victoria de su equipo. Ya en de vuelta a Madrid, escuchamos conversaciones muy variadas que giraban sobre el posible vencedor del partido. Uno decía que aunque le gustaba el Barça, le daba mucha rabia que “se lo llevaran todo este año” y prefería que ganara el Athletic . Alguien explicaba que en ‘Sanse’ tenían un poco de repelús al equipo de Bilbao… Otro quería que ganara el Barça sin saber por qué; parece ser que no le gustaba el fútbol.

Cuando llegué a casa escuché un grito de gol, tímido y muy distinto a cuando se trata del derbi madrileño o de un Madrid-Barça.  Puse la TV 1. El marcador iba 1 – 3. Los graderíos gritaban desaforadamente. El reloj de la crisis se había quedado parado. Los miles de problemas sociales estaban colgados en algún perchero.  Al final, el himno y miles de pitidos estallaron en el campo.  Extraña combinación entre algarabía deportiva y queja política. Los humanos somos sorprendentes. Pasamos de llorar a reír, de la paz al grito, en cuestión de segundos.  Quizá tendríamos que tener un plan de humanidad renovable para aplicarlo a todas las experiencias. ¿Qué nos parecería una bolsa de reciclaje para los miedos, la ira y  los malos modos? Cuando se habla de  cogeneración para reducir el CO2 o de  biomasa para consumir los deshechos, deberíamos también pensar en la creación de un sistema para retirar las actitudes humanas contaminantes.

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Rupturas amorosas (5)

G. C. entró en el despacho con un paso lento. Arrastraba sus pies y sus ojos estaban enrojecidos. Muchas horas de llanto y desconsuelo se reflejaban en aquella cara de no más de 24 años. El informe que tenía en mi mano indicaba: “Posible desbordamiento por ruptura amorosa”.  G. C. empezó a contarme que hacía año y medio que tenía una relación con un chico, y que todo había ido muy bien hasta que él le mintió. “No puedo soportarlo. Cualquier cosa antes que una mentira…” En este momento su tono se elevó y el desbordamiento apareció, por lo que decidí no suspender su relato. Cuando se fue serenando, frené como pude toda la batería de historias que la joven tenía preparadas para convencerme de su buen hacer en contraposición al daño que le estaban haciendo las mentiras de su amado. Sus opiniones, alteradas por la tensión de los últimos días, poco o nada nos iban aportar en el trabajo que teníamos previsto; sin embargo,  su objetivo de dejar en evidencia las malas artes de su pareja y conseguir que su entorno le diera la razón, no permitía mi injerencia o desvío hacía otras cuestiones.

Imagen grande: Rupturas Amorosas

Por lo general, las personas tendemos a criticar a los seres queridos cuando no actúan como nosotros pretendemos. Hasta aquí todo es normal; no obstante, esta joven, como muchas otras y otros en la actualidad, se sentía incapaz de buscar la causa por la que su pareja optaba por la mentira en lugar de enfrentarse a la realidad, a costa de cualquier discusión. No estaba dispuesta a indagar en si su pareja tenía algún miedo, viendo en la mentira el modo de evitar males mayores (en este punto ya había reconocido que tenía celos de su compañero porque seguía tratándose con su ex novia). Le pregunté si en algún momento de esta relación u otra anterior, había mentido. No tuvo ningún reparo en aceptar que había mentido varias veces, matizando que sus mentiras no eran tales, sino intentos súper justificados de evitarle el dolor al otro. Me había servido en bandeja la siguiente pregunta: “¿Para qué piensas que tu pareja cambia la realidad,  cuál piensas que es su fin?”. “Estoy segura de que sigue con la relación anterior, de que le gusta el coqueteo iniciado por ella y él, que es un cobarde, lo alimenta.”

“Cuál piensas tú que es la solución”, le pregunté. Rápidamente expresó lo que creía; de un modo simplista descartó en su exposición cualquier sufrimiento de su compañero, quien parecía estar muy curtido en las continuas discusiones de los últimos meses. Hablamos de lo que tanto para ella como para él resultaba insoportable. Dialogamos sobre el bien y el mal del amor, de los compromisos, de la vida en general. Y en cualquiera de los temas tratados su visión no iba más allá de sí misma, de sus necesidades, de lo que podía o no podía resistir.

Tuve una sensación bastante desoladora. Nuestra sociedad vive una endogamia y un egocentrismo bastante enfermizo. La empatía no forma parte de nuestro aprendizaje en este complejo mundo de las relaciones, en las que nos vamos acostumbrando a pensar sólo en nuestro ombligo. Invariablemente necesitamos el amor de los otros, sin el esfuerzo para obtenerlo y por supuesto pensando que nos lo merecemos por ser quienes somos. G. C comprenderá,  no cabe duda, que además de ella existe el otro, y que hay que consensuar si se quiere llegar al amor eterno, en el que creo.

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La comunicación, para alarmar o para informar (4)

Muchos escritores coinciden en que el miedo es una emoción paralizante que impide actuar en clave de éxito. Podemos temer perder el amor, el trabajo, la pareja de hace años o la fortuna que  hemos obtenido. También nos atenaza el miedo a la enfermedad, la agresión física, la violencia  o cualquier otro ataque que nos impida actuar de forma efectiva. La sensación es desagradable, y llega a impedir nuestro razonamiento. Para aminorar en lo posible este efecto atemorizante,  debemos dar una información que genere confianza, que conecte con posibles soluciones a la vez que se detallan los datos de la situación reduciendo el impacto negativo. Contrario a esto, los medios de comunicación, aprovechan las crisis para aumentar sus ventas, conocedores del morbo que el gran público tiene hacia el sensacionalismo. Esta tendencia periodística provoca situaciones de gran alarma y miedo que reducen la empatía y dejan al descubierto la bajeza y el egoísmo que a veces mostramos las personas. Un ejemplo de gran actualidad son las noticias que están apareciendo en los titulares de la prensa nacional sobre la gripe porcina. Imagen grande: La comunicación ¿para alarmar o para informar?La mayoría de los diarios apuntan a que el 50 por ciento de europeos sufrirán la gripe porcina, y que en algunos países esta gripe está causando muertes. El pánico ha empezado a detectarse, preferentemente en las personas que están viajando a países con una alta tasa de afectados, como México o Estados Unidos.  ¿Qué diferencia habría si en lugar de escribir en letras grandes lo que va a suceder, se informara sobre cómo podemos evitar este contagio, qué cuidados debemos tener y a quién debemos acudir cuando aparezcan ciertos síntomas? Estos titulares activan el miedo y la sensación de impotencia crece. Un articulista informa de que sólo un uno por ciento de personas afectadas necesitarán tratamiento hospitalario.  Me imagino el titular en primera página: «La gripe porcina tiene leves repercusiones en la salud de los afectados. Sólo un 1 por ciento necesitará tratamiento médico. Aunque su difusión es muy alta, su mortalidad es muy baja».

Los movimientos económicos ante estas crisis son rápidamente influenciados por el miedo. En este caso concreto, los fabricantes de mascarillas han roto sus stocks. Las farmacias han agotado sus existencias, y sin embargo, por las calles, es muy reducido  el número de personas  que las lleva puestas. El miedo hace que las compremos; la vergüenza, que las dejemos en casa, siendo este el único medio que puede reducir el contagio, pues son las toses y la respiración cercana las que propagan las gripes. Seguramente muchos desconocemos que mueren cada año 250.000 personas de gripe, de los cuales 40.000 son europeos.

La tendencia a rechazar grupos sociales y crear distancias se incrementa con este tipo de noticias. En unos días, cuando alguien tosa a nuestro lado, le miraremos como un posible trasmisor de esta gripe que desde ayer se llama «nueva» para evitar el daño al consumo de carne porcina. Recordemos que, a día de hoy, se supone que no es la ingesta de carne de cerdo la que provoca esta enfermedad viral.

Quiero poner el foco en la necesidad de unión versus despersonalización, para preservarme de mirar con recelo a mis compañeros de viaje. Una amiga me aconsejó tomar una vacuna homeopática que se llama Oscillococinum, de los laboratorios Boiron, y la utilizaré para sentirme protegida y acompañada en esta expresión de la globalización que es la gripe.

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