En el grupo de vitaminas hidrosolubles (necesitan para su absorción un medio acuoso), de las que ya hablamos en el post anterior (75), se encuentran los mayores aliados para potenciar nuestro sistema nervioso y nuestro equilibrio emocional. Estas vitaminas, que se distribuyen por el cuerpo a través de los líquidos intra y extra celulares, han sido descubiertas en los dos últimos siglos y de una manera más científica en el siglo XX mediante los reflejos fisiológicos que la carencia de ellas evidenciaba en el cuerpo. En la actualidad, las personas que llevamos una vida activa normal difícilmente mostramos una insuficiencia tan agresiva como en el pasado; sin embargo, hay desajustes emocionales que desaparecerían si fuéramos un poco, sólo un poco, más cuidadosos con la aportación diaria de estas microsustancias del grupo B.

Pretendemos ampliar la información sobre sus cualidades y los efectos positivos en nuestra capacidad adaptativa y emotiva, pues consideramos que son importantes y necesarias para el agotamiento tan típico del final del periodo vacacional, periodo que suele ir acompañado por una ligera depresión postvacacional. En muchos casos, este pequeño bache anímico se resuelve con la vuelta a las buenas costumbres y con la incorporación de alimentos ricos en este grupo vitamínico. Hoy revisaremos las vitaminas B1 y B2 .
Alimentación emocional. Las vitaminas. Aprender y ser felices depende de ellas (80)
La vitamina B1, llamada también Tiamina, se descubrió en el año 1910 en Japón en la observación de colectivos que ingerían el arroz descascarillado, quienes presentaban un agotamiento físico extremo, rigidez muscular y cierta inestabilidad al caminar (síntomas graves de la escasez de B1). Fue en 1935 cuando se conoció su composición química exacta y se sintetizó en laboratorio. Se han obtenido ciertos resultados positivos en el empleo de esta vitamina para diabéticos afectados de problemas de riñón y vista. Este descubrimiento es muy reciente y son pocos los datos que pueden confirmar su utilidad. No obstante, podemos afirmar que existe un cambio de actitud personal cuando se aplica a cualquier desequilibrio de azúcares la Tiamina. Una mejoría en el cansancio, mejor tono muscular y, ante todo, un mayor optimismo.
El papel más importante de esta vitamina está en la transformación de los carbohidratos en energía, permitiendo que el organismo mantenga un equilibrio entre el desgaste y recuperación de la energía ante la actividad diaria. Un síntoma claro de su carencia es el cansancio y la atonía muscular. A nivel emocional, su escasez provoca el pesimismo y la inadaptación al esfuerzo, con una tendencia a la queja y al carácter poco activo. Este estado induce a la persona a buscar con ansiedad dulces y alimentos azucarados, así como bebidas alcohólicas que provocan un efecto placebo de remontada energética con una posterior caída. Uno de los enemigos de esta vitamina es el alcohol y los alimentos refinados que deterioran su absorción (helados, dulces, comidas rápidas, etc.).
Cuando estemos bajos de Tiamina presentaremos cuadros de depresión, inapetencia, baja actividad, desmotivación, falta de apetito hasta llegar a la anorexia, la irritabilidad propia de una postración inusual, fatiga, falta de memoria, reducida concentración, una sensación de torpeza mental, palpitaciones del corazón. Todos estos síntomas son propios de una ausencia de Tiamina durante periodos largos por una deficiente distribución alimentaria diaria de vitamina B1.
Los alimentos con mayor aporte de Tiamina son: la levadura de cerveza, el salvado de trigo, las legumbres, los copos de avena o de centeno, el pan de centeno (el negro alemán, sin trigo), los piñones, las nueces, las castañas, las carnes magras (cerdo), los pescados, los granos secos y la semilla de soja. Uno de los mayores contenedores de esta vitamina es el salvado de arroz o arroz con cáscara (arroz salvaje). Hay que tener en cuenta que anula la B1 el café excesivo (tomar uno sólo al día) y el alcohol en dosis altas. Con el agua en cocción, la cantidad de esta vitamina se reduce en un 20%.
La buena energía, el buen humor, el estado positivo ante los retos, la memoria, la concentración y una rápida actividad mental son factores que nos avisan de que estamos bien alimentados de vitamina B1. Recordad que las vitaminas hidrosolubles no se conservan en el organismo y que se eliminan vía urinaria.
La vitamina B2, llamada también riboflavina, aparece en la historia médica allá por el siglo XIX a través de un pigmento amarillo encontrado en la leche al que se le dio cierta relevancia como promotor del desarrollo infantil. No obstante, hasta pasado 1932 no se definen sus características biológicas, gracias al aislamiento de una enzima de la levadura, enzima que ayuda en la actividad respiratoria intracelular. Uno de sus valores más destacados es su capacidad para oxigenar, que permite la integridad de las mucosas, la piel, las uñas, el cabello y, sobre todo, la córnea. La riboflavina es vital para una buena visión.
Al igual que la Tiamina, esta vitamina juega un papel primordial en el metabolismo energético. Cuando hay una tendencia a ingerir alta concentración de calorías, es necesaria una aportación mayor de riboflavina si se quiere mantener la actividad y rendir eficazmente. Su escasez origina cansancio mental y somnolencia digestiva.
Dentro de las secuelas emocionales que produce el deficiente nivel de B2 está el ahogo emocional, esa sensación vital de falta de aire que se focaliza en el cuello y en el pecho por una sequedad de todas las mucosas. Después de una crisis emocional por falta de esta vitamina aparecen heridas en la boca y en las comisuras en los labios, debilidad ocular (sensación de nublado) y enrojecimiento de los ojos. Cuando se equilibra su presencia en el organismo, se produce una desintoxicación que humedece las mucosas y alivia el estrés emocional.
Además de la deficiente aportación en la alimentación, hay otros factores que reducen los niveles de la vitamina B2, tales como el alcoholismo, alteración de la tiroides (en este caso podremos detectarlo por una sequedad en la piel muy generalizada), excesiva actividad física (los deportistas necesitan dosis superiores), enfermedades infecciosas con fiebres elevadas, exposición excesiva al sol y elevadas temperaturas. En estos casos, no es suficiente cuidar la alimentación, sino que será necesario eliminar también hábitos como el alcohol o las drogas. Se debe cuidar también la exposición ante los rayos ultravioleta (de la persona y de los alimentos), y la medicación a base de estrógenos.
Los alimentos ricos en esta vitamina son: la levadura de cerveza, el suero de la leche, los quesos de cabra y oveja, la leche, la soja, los vegetales verdes (estos pierden muchas de sus propiedades con la cocción y la exposición a la luz). Los cereales son menos cuantiosos en esta vitamina, si bien ayudan a fijar otras junto con la riboflavina.
Quisiéramos puntualizar la importancia de ambas vitaminas para el equilibrio energético. Después de largos periodos de descanso, donde se han cambiado costumbres e introducido reglas menos activas mentalmente y con alto contenido de ocio deportivo, así como una alimentación más rica en azúcares, alcohol, grasas, etc., la energía es baja y el decaimiento sólo puede superarse con la vuelta a ciertas prácticas de alimentación más sanas, donde se tengan en cuenta estas dos grandes colaboradoras de nuestra memoria, la concentración, el ánimo y la seguridad personal.
La semana próxima continuaremos con las vitaminas. Espero vuestros comentarios sobre la utilidad de esta información (quizá exhaustiva) para las futuras entregas.
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