Viktor Frankl se enfrentó a las humillaciones y vejaciones vividas en los campos de concentración nazi apropiándose de sus vivencias. Entendió que sus carceleros podían hacer con su cuerpo lo que quisieran, pero que en ningún caso podrían quitarle lo que dio en llamar su «libertad última». Frankl comprendió que en su interior él podía decidir de qué modo le afectaría todo aquello. Para ello, debía encontrar el sentido de su existencia global y el entendimiento de cada vivencia concreta.
Esta experiencia nos muestra una forma de liderar nuestra existencia. Realmente tenemos varias opciones, entre ellas culpabilizar a los otros y reaccionar sin controlar nuestras expectativas personales; o por el contrario, comprender que somos partícipes y artífices del alcance que conferimos a nuestras experiencias y a los aprendizajes que se derivan de ellas.
Tendemos a rescindir nuestro contrato vital concediendo a los demás el poder de dirigir nuestras acciones, y no tanto porque aceptemos sus consejos, sino porque nuestros fracasos se los imputamos a los demás, o al menos buscamos compartir la carga del error con familiares, amigos, colaboradores, crisis externas, etc.
Necesitamos darle un giro radical a nuestra actitud hacia la vida. Un punto de partida sería asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea. Este compromiso permanente exige investigar sobre qué queremos de nosotros y de los demás, cómo vamos a conseguirlo y para qué nos será útil. Además conlleva saber dónde estamos, cómo hemos llegado hasta aquí, y qué utilidad ha tenido este recorrido.
Nos preguntamos reiteradamente qué hacemos en la vida, qué sentido tiene nuestra existencia. La mayoría queremos ser útiles, ayudar a otros, no pasar desapercibidos, ser especiales. Sin embargo, no profundizamos a qué nos compromete esta actitud de servicio, ni ahondamos de forma consciente en los significados de estas cuestiones. Si pensamos que la vida espera algo de nosotros, sólo si nos enfrentamos a ese «algo» de forma consciente hallaremos el rumbo.
Liderar nuestra existencia exige movilizarnos hacia nuestras metas responsabilizándonos de ellas. Haz una lista con aquellas actitudes que te llevan a la deriva, sin saber el puerto de destino. Quizá necesites tomar el timón de tu barco, y para ello debes fijar objetivos que te enfrenten a tu espacio de confort.
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