El tercer temperamento, el colérico, me sobrecoge por toda la riqueza de matices que presenta. Su condición de extrovertido hace que el mundo exterior le apasione y le subyugue. Su rapidez para vivir las impresiones hace que los vientos le agiten y movilicen sin freno ni medida. A la vez, su capacidad para recordar todas las ofensas y su tendencia a la venganza le convierten en un enemigo temido y temible para los otros temperamentos. Con todas estas tonalidades, adentrarse en lo mejorable del colérico tiene mucho de riesgo, y exige una valentía que espero que no me falle durante este ejercicio. Porque no voy a hablar de un personaje aislado que desconozco. O de alguien que sea más o menos cercano. Voy a penetrar en los rincones oscuros de cada uno de nosotros, a descubrir las sombras que hasta el momento han permanecido ocultas. Los velos que hoy vamos a descorrer nos conciernen a todos. Recordemos que los cuatro temperamentos, en mayor o menor medida, nos conforman. En este sentido, los cambios que debería llevar a cabo el colérico nos tocan a todos.
Áreas de mejora del colérico (116)
A pesar de que, como acabamos de decir, el colérico, al igual que los otros temperamentos, está dentro de cada uno de nosotros, existen diferencias de grado. El colérico es el temperamento más reaccionario, más activo, más excitable y el más fuertemente impresionable con aquello que no le gusta. Y además, no lo olvida. El colérico es el que guarda nuestros rencores más implacables. Es esa parte de nuestra personalidad que mantiene nuestra alma en pie de guerra contra viento y marea, frente a lo que es y a lo que supone. Hablar de superación de este temperamento exige nobleza para sentirnos identificados con algunos de estos descriptores.
El temperamento colérico en las relaciones personales: su insensibilidad para relacionarse con los demás es una de sus mayores deficiencias en su inteligencia interpersonal. Puede permanecer inalterable ante el dolor ajeno, rechazando visceralmente las manifestaciones de debilidad de la gente que le rodea, aunque sea muy próxima y mantengan lazos profundos.
Cuando se le contradice, se excita profundamente y se siente muy ofendido. Profiere entonces palabras muy duras para atacar al otro. Puede llegar a hacer recriminaciones falsas y muy exageradas con tal de conseguir vencer al oponente y que su razón triunfe. Sus reproches están llenos de palabras feroces que, la mayoría de las veces, son injustas. Y aun cuando no lo son, pierden valor por sus despóticas formas. Es imposible hacerle razonar sobre la improcedencia de sus criterios y acusaciones cuando se encuentra muy alterado.
Si bien las relaciones son difíciles en general con un colérico por su dureza, falta de comprensión y cierta inhumanidad, se pueden convertir en insostenibles si se le evidencia ante personas que sean significativas y relevantes para él. Se siente muy dolido cuando se percibe ridiculizado o humillado en sus carencias y equivocaciones. Las relaciones personales son una de sus asignaturas pendientes. El ergotismo, la endogamia y el ego le distancian un poco más cada día de los otros.
En el crecimiento personal: el colérico está muy pagado de sí mismo. Su alta estima y el convencimiento que tiene sobre la bondad de sus cualidades personales hacen de este temperamento un difícil receptor de posibles cambios. Es muy poco habitual que acceda a valoraciones negativas. Suele ser más receptivo cuando el «maestro» tiene unas cualidades muy valoradas por él, y cuando considera inalcanzables esas competencias.
El colérico suele menospreciar a los demás, a los que considera torpes y poco inteligentes. Cuando accede a un proceso de transformación es porque considera que le va a aportar un valor con el que podrá ser más estimado en algún grupo que le interese. Si realiza algo importante suele hacer proselitismo con el fin de que se le agradezca y se le reconozca todo lo que sabe.
Los cambios espirituales o esotéricos le provocan risa y piensa que es de personas con bajos recursos y que no tienen una inteligencia tan práctica y competente como la suya. Este criterio resulta indestructible cuando pretende alejar a sus amigos de alguna tendencia que a él no le resulta estimulante, o cuando esta tendencia le impide lograr lo que busca. Es despectivo sin cuestionarse los orígenes de sus creencias.
Su autosuficiencia le lleva a rechazar cualquier ayuda extrínseca. Esta seguridad personal le impide ser un verdadero creyente de algo ajeno a él mismo. Piensa que él hace todo mejor que los demás. Y Dios o cualquier otra creencia de corte espiritual o político se convierten en una negación de su autosuficiencia. Su foco está en ser capaz de resolver por sí mismo cualquier dificultad. A veces tiene crisis de soberbia irracionales cuando le hacen entrever su incompetencia para ciertos asuntos. La enfermedad física es una variable que le desconcentra y le somete a tensiones incontroladas con crisis de hipocondría muy acusadas. En estos procesos pide ayuda a expertos que le aconsejan sus amigos. La fragilidad momentánea le lleva hacia una búsqueda personal que no estaba prevista. La intención velada es que le salven de su «mal», que supone incurable.
El colérico como empresario: la ambición de este temperamento no tiene límites. Todas las empresas que inicia tienen como fin primordial el éxito económico. Los socios son elegidos no por sinergias conceptuales, o propósitos de gran calado social, o porque vean el mundo del mismo modo. Todo eso queda relegado a un segundo término, y en algunos casos al último. Lo primordial es conseguir posicionarse en lugares de poder y ser valorados como los mejores. Esto se combina con un deseo de dirigir desmedido. Su dirección suele ser autocrática, aunque si puede conseguir algo se transforma y se somete. Es un empresario que para anular a la competencia puede manejar artes poco nobles. Un ejemplo de empresario colérico es Geko en la película Wall Street. Su estrategia y argucias estaban orientadas a vencer a todos sus competidores, llegando a degradarles públicamente. Es un líder infatigable y buscará muchas empresas con las que poder lucir todas sus extraordinarias artes, incluida la crueldad. Abandonará proyectos que no son rentables, independientemente de quien se quede tirado en el camino. La película Con el dinero de los demás (1991) es un fiel reflejo de ello. Danny DeVitto hace una arenga final propia de un colérico en su más fino estilo.
El temperamento colérico es un trabajador infatigable y arrastrará a todos detrás de sus tiempos, ritmos y modos de hacer las cosas. Si alguien no cede a sus pretensiones le despreciará y conseguirá anularle.
Pienso que por hoy es suficiente. Cómo es el colérico consigo mismo y como se comunica lo dejaremos para mañana, y así podremos dosificar el estudio sobre nuestro yo colérico. Este estudio busca que seamos conscientes de nuestra necesidad de los demás y de nuestra persona rompiendo la estructura de nuestro colérico para ahondar en sus fortalezas y conseguir superar sus áreas de mejora. Nuestro entorno nos agradecerá la superación de un colérico resentido, egoísta y rencoroso. Atrás han quedado las imágenes de un sanguíneo y un flemático libres y sin animadversión. La acritud del colérico es nuestra batalla de hoy. Seguro que vamos a ganarla para lograr ser abiertos e investirnos de una empatía sincera.
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