Cuando iniciamos los post sobre la gestión de lo imperfecto de nosotros mismos, exponíamos la dificultad de enfrentarnos con el lado oscuro de nuestra personalidad por su connotación de irresoluble. Por un lado, está el deseo de perfección que todos llevamos dentro, y que hace que las sombras tiñan demasiado rápido el paisaje de negatividad. Otra de las razones que me llevó a posponer este trabajo fue que el temperamento, en su lado menos favorable, al ser un imponderable con bajas posibilidades de transformación, podía generar bastante ansiedad. Además, el verano es una época poco propicia para este proceso.
Pensé también que podía resultar interesante iniciar el nuevo curso con una propuesta de auto-observación para crear planes de acción que nos posibiliten alcanzar los resultados que anhelamos. Para ello, es imprescindible conocer, aceptar y gestionar estas pequeñas imperfecciones centrándonos en los puntos clave de nuestro potencial, que ya hemos visto en los post anteriores.
Mi necesidad de escribir sobre cómo afrontar lo peor de nosotros mismos se activó cuando un amigo me preguntó si iba a tratar el tema de los daños colaterales que se generan cuando los diferentes temperamentos se relacionan entre sí. Mi amigo me sugirió que este tema sería muy útil para mejorar las relaciones interpersonales. Me comentó que había observado ciertas tensiones en su convivencia con algunos temperamentos, y que pensaba que, si lograba conocer mejor el lado oscuro del suyo, podría ser más consciente de qué estaba pasando y por qué. También me contó un desagradable tropiezo profesional que estaba vinculado a las incompatibilidades de un flemático con un sanguíneo en la vida social.
En este post iniciamos este trabajo de profundizar sobre las debilidades de cada temperamento. Al igual que hicimos con las fortalezas, debemos valorarlas para encontrar el perfil más fidedigno de nuestras carencias. Así podremos conocer nuestra personalidad y aquello que va a ser nuestro handicap en cualquier situación. Quisiera que antes de leer lo que sigue tuviéramos una actitud de aprendizaje. Pueden resultar duros algunos de los puntos que desarrollo; sin embargo, sólo debemos quedarnos con lo que nos identifica. Únicamente los temperamentos muy puros van a coincidir en la mayoría de los puntos, si bien todos tenemos algo de cada temperamento, y es posible que nos duela vernos reflejados en comportamientos poco loables. Recordemos lo mejor que tenemos y asumamos nuestros defectos como parte del camino del autoconocimiento. Hay que procurar no autoflagelarse.
El temperamento sanguíneo en las relaciones personales: es amante de todo lo que viene del exterior. Le encanta que le admiren y el galanteo de sus amigos y colaboradores. Es muy difícil que un sanguíneo ame profundamente. Vive con la sensación de que si ama a una sola persona puede perder todos los amoríos que la vida le ofrece. Para no perder todas las ofertas, miente compulsivamente, y los que caen en sus redes viven un auténtico martirio. El sanguíneo es deseado por aquellos que tienen dificultades para las relaciones sociales o para disfrutar de los placeres. Y al principio todo resulta muy seductor; sin embargo, al cabo de un tiempo, la excesiva promiscuidad de los sanguíneos y la falta de fidelidad hace casi imposible la relación.
En el crecimiento personal: el sanguíneo es inconstante. Inicia proyectos que parecen muy profundos (casi siempre para cautivar a algún inocente a quien engañar), pero cuando tiene que hacer esfuerzos y dejar sus placeres, se aleja rápidamente. El sanguíneo ama los deleites por encima de cualquier otra cosa, lo que le lleva a buscar diversiones frívolas y desenfrenadas. Huye de todo lo que implique sacrificio o renuncia al goce de los sentidos, y soporta mal el silencio y la soledad. No conoce la abnegación ni la templanza, pues las considera una amenaza para el verdadero sentido de la vida, que según él es el hedonismo. Suele ser mordaz y dañino con los que dedican su existencia a los demás y al crecimiento personal. Es muy negligente con sus errores, y disculpa su falta de responsabilidad. Reacciona con ironía ante las propuestas que implican un desarrollo de carácter humano, y que no respetan su negación a los esfuerzos.
El sanguíneo como empresario: cuando este temperamento está muy polarizado, las empresas que inicia tienen poca vida, porque suele dejarse llevar por los resultados fáciles y las inversiones arriesgadas. Es inconstante en la entrega profesional, y vive de ilusiones que casi nunca se realizan. Su fantasía sobre los resultados hace que no cuide los detalles más importantes de un proyecto organizacional. Seducidos por su gracia y su palabrería fácil, algunos inversores caen en sus redes, y el resultado suele traducirse en gravísimas pérdidas económicas. Y es que los sanguíneos pierden el interés cuando los proyectos les exigen tiempo y dedicación en lugares cerrados. Este daño es menor cuando las empresas obtienen resultados rápidos. Es muy bocazas con sus éxitos, y poco discreto con los resultados. Le encanta dejar impactados a los demás con su buen hacer.
Consigo mismo: es pueril y se regodea en su belleza. Es amante de su figura, y pocas veces acepta críticas sobre sus actos. Si hay algún comentario que podría ayudarle en su desarrollo, rápidamente recuerda lo que le ha dicho otro que le agrada más. Aunque parezca que acepta retos de superación, siempre se inclina por seguir adulándose tal cual es. Su autocomplacencia es excesiva, y raramente sale de ella. Su adicción al halago es única entre los temperamentos. Se pavonea y se exhibe todo el tiempo, difícilmente acepta no ser el mejor.
En la comunicación: el sanguíneo odia el silencio y la discreción. Parlotea continuamente sin que sus palabras aporten valor a los demás ni a sí mismo. Es incapaz de observar lo que le rodea y detectar qué agrada y qué no de lo que él hace. Castiga a los demás con sus ironías y su falta de tacto. Detesta el recogimiento y los ambientes que le muestran el lado sereno de su personalidad. Adora comunicarse y ser el centro. Es el temperamento con el discurso más trivial y poco profundo de todos, y pocas veces sabe cuándo molesta con sus gracias y sus continuas interrupciones.
Pienso que estos puntos recogen lo menos grato del temperamento sanguíneo, que, recordemos, es extravertido y olvida lo negativo con facilidad. Si tu temperamento es éste, no te enfades por aquellas debilidades que te acompañan. Recuerda que todavía no somos perfectos, y que en nuestro camino de cambio esta es una aportación más. Nada es definitivo. Ni las grandes fortalezas ni las pequeñas áreas de mejora.
Nos ayudará configurar planes de acción para diagnosticar nuestro perfil y aprender a modelarlo de cara a alcanzar nuestros logros.
Si tu compañero, pareja o colaborador es sanguíneo y observas que algunas de estas características se cumplen, entiende que es una parte de sí mismo tan irremediable como la tuya. Nada es mejor que nada. Ni peor una cosa que otra. Somos una maravillosa obra que se va conformando cada día con pequeñas partículas de conocimiento. Amemos lo que somos y lo que son los demás.
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