La película que emitió el sábado TVE1, Seducción letal, del director Volker Schlöndorff (EE.UU.- Alemania, 1998), tiene como argumento la mentira, el engaño, los mecanismos que empleamos los humanos para lograr nuestros objetivos con el mínimo esfuerzo y a la mayor brevedad posible.
El director juega en el desarrollo y entramado del film con el resentimiento del joven Harry Barber (Woody Harrelson), quien cumplió dos años en prisión por un falso cargo, y que ahora busca obtener beneficios inmediatos mediante los medios más fáciles. Esto le lleva a aprovecharse de la avaricia de una supuesta señora Malroux, que le contrata para simular el secuestro de la hija de su marido, un hombre mucho mayor que ella y al parecer tacaño, que le restringe la paga. Barber ha de simular el rapto y exigir al anciano el pago de 500.000 dólares. El 10% será para él. Esta cifra, nada despreciable, nubla el entendimiento y la honradez de nuestro muchacho. Para vencer la resistencia (casi inexistente) de Harry, la «señora Malroux» le enreda con sus eróticos encantos y le explica que la hijastra está de acuerdo con este simulacro.
A partir de este momento, van encadenándose situaciones cada vez más intrigantes y menos resolubles para Harry Barber.
El guionista nos aproxima a realidades vitales que pueden pasar desapercibidas para algunos de nosotros. Un ejemplo puede ser el de cómo se forman las parejas que intervienen en la película, y que son muy similares a las que conformamos en la vida real. Sirva como ejemplo la «señora Malroux», que detecta «el calado humano» de Harry e inician una relación de intereses económicos sin que importen los medios utilizados para la consecución de sus fines.
Pareciera que lleváramos un receptor de ondas energéticas que fuera emitiendo por el aire llamadas como estas: «Ansío amor», «Anhelo ganar dinero», «Busco caricias», «Sueño con ampliar mis relaciones sociales», «Necesito éxito y prestigio». Detrás de cada uno de estos «reclamos publicitarios» podemos leer: «No importa el precio, ni en qué condiciones, ni qué tengo que pagar», porque surgen de una imperiosa necesidad que excluye el análisis de su viabilidad, así como el target al que llega.
Estas solicitudes formuladas de forma consciente podrían darnos buenos resultados. Para ello, hay que definir qué se quiere, de quién, cuándo y para qué. Con esta información detallada, el éxito debería ser inmediato, porque cabe esperar que las ondas son igual de operativas cuando el mensaje es impreciso que cuando lo detallamos y amplificamos al máximo.
¿Cuántas veces hemos hecho llamadas de SOS sin medir las repercusiones? Ahora se trata de enviar mensajes cifrados que clarifiquen nuestras competencias y lo que queremos lograr, para nosotros y para los demás. Seguro que alguna vez lo has hecho y ha funcionado, porqué no seguir intentándolo.
Película asociada: Interstate 60
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