El término «estrés» lo empleamos en bastantes ocasiones para referirnos a experiencias que contienen cierto grado de dificultad y nos generan malestar o un grado de incomodidad no manejable. Parece que el estrés nos espera escondido en algún lugar para abatirnos cuando alguna vivencia nos sobrepasa y anula en parte nuestra capacidad de respuesta lógica o esperada.

Paradójicamente, cuanto más nos estresamos más nos alejamos de la utilidad del estrés. Y es que, lejos de ser nocivo para la salud, el estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, ya que nos permite defendernos del medio y regular nuestras reacciones ante hechos que se salen de la cotidianidad. En esos momentos críticos, de cierta sorpresa e inestabilidad ante lo inesperado, el estrés regula la tensión de los músculos y nos permite actuar a favor de nuestro bienestar en lugar de dejarnos abatir por el agente agresor.

Cuando este mecanismo no actúa con rapidez puede provocar, en circunstancias muy adversas, algún tipo de problema, repercutiendo en la salud. Ejemplos muy habituales de lo que venimos diciendo son los olvidos, los cambios de ánimo, el nerviosismo, el insomnio, la ansiedad, las crisis de pánico… Cada uno de estos síntomas nos avisa de que hemos perdido el control de nuestros mecanismos de supervivencia y de que vivimos situaciones críticas para las que no estamos preparados adecuadamente.

Las áreas donde más frecuentemente se presentan estas crisis de estrés son la vida laboral, los cambios de lugar de residencia, los cambios en la vida afectiva por inicio o ruptura traumática, los accidentes, etc.

Cualquiera de estas situaciones es paradigmática de una dificultad de adaptación a experiencias inesperadas o que vienen impuestas por el exterior y dejan en evidencia una imperiosa necesidad de aprender a aceptar las circunstancias externas.

El estrés que soportamos también describe cómo nos enfrentamos a situaciones amenazantes que no siempre quedan reflejadas con los marcadores expresados anteriormente. Y es que algunas personas, con una alta competencia práctica, e instruidas por mil batallas, viven los procesos de tensión como una oportunidad de superación que señala la diferencia entre personas altamente experimentadas y las que no lo son.

Si tenemos miedos a espacios, a personas, a situaciones particulares, cuando surgen estas vivencias el estrés adaptativo no funcionará, y aparecerán síntomas indicativos de una inadecuación a estas circunstancias.

Podemos decir por ello que el estrés está directamente unido a nuestras competencias y habilidades para salir airosos de distintos escenarios físicos, emocionales o intelectuales. Y también a nuestra competencia psíquica para aceptar el entorno social a través de los encuentros interpersonales.

El nivel de expectativas está unido al manejo de nuestra supervivencia; a mayor independencia de los resultados, menor índice de estrés.

Ahora cabe preguntarse en qué escenarios vivimos más expectantes y cómo asumimos la frustración ante el fracaso. Un día para comprobar el estrés que vivimos y el que nos rodea. Algunas pistas para determinar en qué modo nos afecta:

Las manifestaciones fisiológicas de estrés (baja competencia práctica) son las siguientes:

  • Sequedad bucal.
  • Sudoración excesiva.
  • Erizarse el pelo.
  • Dilatación pupilar.
  • Manos frías (también pies).
  • Variaciones en la respiración
  • Cambios en la presión sanguínea.

En cuanto a las expresiones emocionales del estrés (baja competencia psíquica o social), aquí tenemos las fundamentales:

  • Desasosiego, inquietud.
  • Ansiedad.
  • Miedo.
  • Depresión.
  • Irritabilidad excesiva.
  • Desbordamiento y tensión.

El estrés también afecta a la capacidad cognitiva (baja competencia intelectual o verbal), del siguiente modo:

  • Falta de análisis objetivo de las situaciones.
  • Pensamientos pesimistas.
  • Baja percepción competencial (incapacidad e inutilidad para aprender o comprender términos complejos o nuevos).
  • Ideas obsesivas que permanecen una y otra vez a pesar de intentar erradicarlas.
  • Imposibilidad para encontrar soluciones eficaces y concretas.

En cuanto a los reflejos motores de estrés (posibles alteraciones químicas), aquí tenemos algunos:

  • Temblor de las manos.
  • Desorden en los movimientos.
  • Tics.
  • Parálisis y bloqueo extremo.

Haced por favor un análisis de cuál de estas manifestaciones os está afectando en la actualidad para detectar cuál es vuestra parte más sensible ante situaciones conflictivas.