El film de los hermanos Wachowski (Larry y Andy) The Matrix, del que hablamos en el post 093, recrea una escena interesante para los indecisos sobre lo acertado o no de haberse decidido por la pastilla roja.

La acción comienza cuando Neo (Keanu Reeves) entra sigilosamente en la sala donde Cifra (Joe Pantoliano) está vigilando el mundo de Matrix. Un mundo codificado que esconde, para este irónico y oscuro personaje, diferentes objetos de deseo. Cifra explica a Neo que las líneas de datos se convierten en sinuosas mujeres de pelo rubio, negro y pelirrojo mientras le ofrece una bebida que ha destilado Dozer, y que de alguna manera rompe las reglas de Morfeo. Durante la charla, Cifra se da cuenta del debate interno de Neo, y le dice: «Sé lo que piensas; es lo que yo llevo pensando desde que entre aquí: por qué demonios elegí la pastilla roja». Silencio. Como espectadora, me invade la inquietud y el frío me sobrecoge. Necesito analizar qué me llevó a elegir mi particular pastilla roja. No identifico la causa real de por qué elegí el color rojo en lugar del azul. Mientras me interrogo, en la pantalla Neo guarda silencio y mira a Cifra fijamente.
Me pasó cuando me debatía entre salvar el mundo o dejarme ir por la inercia de los días. Me atraía la quietud. Quería pararme y que alguien decidiese por mí. Posiblemente, fue esto lo que ocurrió. Cuando me quise dar cuenta, tenía la pastilla roja en la boca, y lo demás fue sucediendo muy rápido, hasta encontrarme donde estoy hoy.
The Matrix. La pastilla roja sin olvidar la azul (98)Neo baja su cabeza. Cifra continua con su incisiva conversación. «¿Por qué estás aquí?… Menudo lío mental. Estás aquí para salvar el mundo. ¡Qué se puede decir ante algo así!». Nada, realmente no se puede decir nada. Neo conoce su misión. Algunos de los que hemos elegido la pastilla roja nos preguntamos qué hacemos aquí. Para qué hemos elegido la pastilla roja. Aún no hemos encontrado el sentido trascendente de la decisión. Miramos a los compañeros de viaje recelosos de sus certezas. A los que nos rodean los percibimos como a Neo. Son los elegidos y conocen el sentido de su existencia. Los otros nos refrendan un ejemplo de claridad y lucidez. Nuestra mediocridad nos invade y nos mortifica.
La envidia nos debilita. Se hace perentorio el afán de escapar de la cárcel de la pastilla roja. Con ella se han quedado muchos deseos sin cumplir. Locuras por disfrutar. Pasiones que ya no son posibles. Detrás de la pantalla del mundo cifrado pasean delante de nuestros ojos los afanes insatisfechos. Las riquezas que aún no se han materializado. Todos los intangibles que permanecen en nuestra cabeza, a los que no les hemos dado la ocasión de hacerse realidad.
El film continúa. El señor Smith (Hugo Weaving)y Cifra están cenando. La conversación la inicia el señor Smith con una pregunta directa: «¿Tenemos un acuerdo, señor Reagan (Cifra)?». Cifra contesta: «¿Sabes?, sé que este filete no existe. Sé que cuando lo meto en mi boca es Matrix quien le está diciendo a mi cerebro: es bueno, jugoso… Después de nueve años, ¿sabes de qué me doy cuenta? De que la ignorancia es la felicidad».
Cuántas veces en el pasado he deseado no saber. Perder la conciencia de todo lo aprendido. Esconderme detrás de la ignorancia más absoluta para disculpar mis errores, mis apetitos, mis debilidades.
La pastilla roja me aprisionaba. «¿Entonces tenemos un trato?». El señor Smith nos lleva a la elección correcta de la pastilla. Su pregunta abre la posibilidad de retornar a la pastilla azul y olvidarse de todo lo que se ha vivido hasta ahora. Cifra pide no acordarse de nada. De nada. Cifra quiere la inconsciencia de la pastilla roja antes de sumergirse de nuevo en la azul. Quiere ser rico. Alguien importante, como un actor. Cifra quiere reinsertarse en Matrix. Pero sabe, al igual que todos los que hemos vivido con la pastilla roja, que es imprescindible olvidar para volver al pasado. A lo que éramos antes de esta elección.
Cifra deja el teléfono en la basura. Su Judas interno vende a todos sus compañeros. Su pretensión es aniquilar a Neo. El que ha dejado en evidencia su mezquindad, su imperfección. Si Neo no hubiera llegado, quizá todo habría sido distinto. Es posible que hubiese seguido más tiempo en Matrix. Pero Neo era su conciencia. Le hacía verse carente, pequeño, mediocre. La avaricia de ser único, el mejor, el elegido, le saca fuera de ese mundo. Prefiere ser un traidor y volver a Matrix. Para ello, entrega a Morfeo e intenta asesinar a Neo.
Respiro profundo. Matrix nos muestra todas las posibilidades de elección. Vivir el elegido que todos llevamos dentro y fortalecerlo para salir airoso de cualquier pequeña o gran «tentación», o por el contrario ser un traidor que arremete contra la grandeza de todo lo que nos rodea.
La pastilla roja reposa encima de mi mesa de trabajo. La miro. He creado una réplica para saborear la decisión cada día. Cifra cae al suelo tiroteado por su compañero y Trinity besa en los labios a Neo. La vida sigue. Alguien estará decidiendo entre conocer el final de la madriguera de conejos o seguir saboreando la ignorancia y quedarse en el mundo de Matrix.