Los vencedores no son aquéllos que están siempre aferrados a sus bienes; ni los que se pasan la vida rezando con las cuentas secas del deber; son aquéllos que aman porque viven, y vencen de veras porque de veras se dan; los que aceptan el dolor con toda su alma y con toda su alma separan el dolor; los que crean porque conocen el secreto de la única alegría, que es el secreto del desprendimiento
«Los hijos de un labrador vivían permanentemente en medio de discusiones y peleas. Sus llamados a la concordia eran inútiles para hacerles mejorar sus sentimientos, por lo cual resolvió darles una lección con la experiencia.
Les llamó y les pidió que le llevaran un manojo de varas. Cumplida la orden, les dio las varas en haz y les dijo que las rompieran todas al mismo tiempo; más a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguieron. Entonces deshizo el haz y les dio las varas una a una; los hijos las rompieron fácilmente.
-¡Se dan cuenta! -les dijo el padre-. Si también ustedes, hijos míos, permanecen unidos como el haz de varas, serán invencibles ante la adversidad; pero si están divididos serán vencidos uno a uno con facilidad».
Esta maravillosa fábula, escrita en el siglo VI aC por Esopo, nos ayuda a reflexionar sobre la necesidad de convertirnos en un haz de ideas, de fuerza, de entrega, que nada ni nadie puede destruir.
Necesitamos llegar al desprendimiento del que habla Tagore. En estos momentos las organizaciones, y las personas en particular, debemos hacer un ejercicio sincero de donación hacia todos aquellos que lo necesitan. Activar para ello la alegría y la sencillez, relativizando la importancia de lo que hacemos y potenciando lo que aún nos queda por resolver en este camino alucinante de convertirnos todos en uno.
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