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Liberarnos del miedo al éxito. Adaptación de un cuento de Sapo y Sepo (109)

Mi amiga Elisa, madre de tres varones maravillosos, me regaló en mi último cumpleaños un libro de niños. En él se relatan las aventuras de dos personajes llamados Sapo y Sepo. Estos protagonistas, a través de sus historias, muestran algunas de las paradojas de nuestra vida.

Uno de estos relatos lo he adaptado al trabajo que estamos realizando conjuntamente. Por un lado, cuento la historia, y por otro, propongo un ejercicio. Esta tarea nos da herramientas de autodiagnóstico a la vez que podemos compartirla con los niños y escuchar sus conclusiones, seguro que acertadas.
El relato nos presenta a un Sapo extravertido, activo y lleno de ilusión, y a un Sepo introvertido, apegado a sus espacios habituales, a la comodidad y a sus miedos.
 
ADAPTACIÓN DE «COLINA ABAJO», CUENTO DE SAPO Y SEPO (Arnold Lobel):
 
«Una mañana de invierno, recién levantado el sol por las colinas de las montañas cercanas, Sapo llamó a la puerta de su gran amigo Sepo.
 
-¡Sepo, despierta! –gritó. Sapo sabía que su amigo Sepo aún estaría dormido. A Sepo le costaba ponerse en marcha a primera hora de la mañana. Normalmente daba muchas vueltas antes de empezar su jornada, y muchas mañanas Sapo tenía que despertarle.
 
-¡Sal y mira qué maravilloso es el invierno!-. Las colinas aparecían totalmente blancas por las primeras nieves del año, y Sapo quería que su amigo disfrutara de aquel esplendor invernal.
 
-No saldré -dijo Sepo–. Estoy calentito en mi cama.
 
Sapo, que ya esperaba esta respuesta de su perezoso amigo, no se dio por vencido y replicó:
 
– El invierno es hermoso, sal y vamos a divertirnos.
 
-¡Bah! -contestó Sepo–. No tengo ropa de invierno.
 
Sapo entró en la casa. Se sabía de memoria las excusas de su amigo, y en su mochila roja llevaba varias prendas para él.
 
– Te he traído algunas cosas para que te las pongas –dijo.
 
Sapo le puso a Sepo un abrigo y unos pantalones y se los abrochó.
 
También le puso un gorro y una bufanda.
 
-¡Socorro! –gritó Sepo- , ¡mi mejor amigo quiere ahogarme!
 
– Sólo quiero prepararte bien para el invierno –dijo Sapo.
 
Sapo y Sepo por fin salieron de la casa. Corretearon durante un rato por la nieve
 
– Nos lanzaremos cuesta abajo por la colina en mi trineo –Propuso Sapo
 
Sepo contestó: 
 
-Yo no. 
 
-No tengas miedo –dijo Sapo– yo iré contigo en el trineo. Bajaremos a toda velocidad. Será emocionante. Tú te sientas delante y yo me sentaré detrás.
 
El trineo comenzó a deslizarse colina abajo.
 
-¡Allá vamos! – dijo Sapo.
 
Saltaron sobre un montón de nieve. Sapo, que no había tenido tiempo para agarrarse, se calló del trineo.
 
Sepo siguió a toda velocidad dejando atrás árboles y rocas.
 
-Sapo, me alegro de que estés aquí –dijo Sepo– yo no podría conducir el trineo sin ti.
 
Sepo saltó sobre otro montón de nieve.
 
-Sapo tienes razón. ¡El invierno es divertido!
 
Un cuervo revoloteó cerca de él.
 
-Hola, cuervo –gritó Sepo–, míranos a Sapo y a mí. ¡Montamos en trineo mejor que nadie en el mundo!
 
-Pero Sepo –dijo el cuervo– estás tú solo en el trineo.
 
Sepo miró alrededor. Vio que Sapo no estaba allí.
 
-¡Estoy completamente solo! –gritó asustado Sepo.
 
¡Bang! El trineo chocó contra un árbol.
 
¡Crack! El trineo chocó contra una roca.
 
¡Plop! El trineo se incrustó en la nieve.
 
Sapo llegó corriendo colina abajo. Sacó a Sepo de la nieve.
 
-Lo he visto todo -dijo Sapo–, lo hiciste muy bien tú solo.
 
-No es verdad –dijo Sepo–, aunque hay una cosa que sí puedo hacer yo solo.
 
-¿Cuál? –preguntó Sapo
 
-Puedo irme a casa –dijo Sepo–, quizá el invierno sea hermoso, pero la cama es mucho mejor.» 
 
 
Ejercicio:
 
Medita sobre los siguientes aspectos del cuento:
  • Sapo nos hace propuestas para alejarnos del confort de nuestras rutinas. A veces cedemos, y otras no.
  • Cuando estamos acompañados por los Sapos de nuestra vida, nos adentramos en experiencias a las que no nos habríamos entregado estando solos..
  • Si Sapo nos abandona, las habilidades que estábamos desarrollando se nos olvidan, y parecemos torpes.
  • La decisión puede ser volver a escondernos en nuestra cama y seguir como siempre.
Plantéate otra posibilidad:
  • Piensa en las cosas que lograste alguna vez, y que no has repetido por miedo.
  • Elige una y repítela varios días seguidos. No te preocupes de las facultades que se requieren para hacerla. Piensa sólo en tener la mejor actitud.
  • Cuando hayas logrado un nivel satisfactorio para ti, busca a algún amigo al que le pudiera ayudar conocer esta habilidad, y conviértete en su Sapo.
  • Cuenta a tus amigos cómo te encuentras después.
Luchemos porque cada día encontremos «un invierno maravilloso» que compartir con alguien. Llevemos preparadas las soluciones a sus disculpas. Y ante todo, tengamos en cuenta que el cambio sólo se logra mediante ensayo y error.
 
Venzamos el miedo a equivocarnos. Cuando «el cuervo»  nos avise de que vamos solos, mantengamos la misma destreza y capacidad. En la vida, hay momentos para estar solos y momentos para compartir. Tú eliges.
 
Agradezco a todos los Sapos de mi vida las veces que me han sacado de mi Sepo y de mi comodidad.
 
Vosotros sois el Sapo más poderoso de mis últimos tiempos. 
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El valor del anillo. Una revisión de nuestro valor personal (83)

Un día un joven se acercó a un maestro y le dijo: «Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo deseos de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar?, ¿qué puedo hacer para que me valoren más?».
El maestro, sin mirarlo, le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi problema. Quizá después». Y haciendo una pausa, agregó: «Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez, y después tal vez te pueda ayudar».
«Eeeencantado maestro», titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
«Bien», continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda, y dándoselo al muchacho añadió:
«Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas».
El valor del anillo. Una revisión de nuestro valor personal (83)El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.
Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro algunos reían, otros le giraban la cara, y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaban con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener la moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación para así poder recibir, al fin, su consejo y ayuda.
Entró en la habitación y dijo: «Maestro, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo».
«Eso que has dicho es muy importante, joven amigo», contestó sonriente el maestro. «Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con el anillo.»
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó, y luego le dijo al chico: «Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más que cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo».
«¡Cincuenta y ocho monedas!», exclamó el joven.
«Sí, replicó el joyero. «Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…»
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
«Siéntate», dijo el maestro después de escucharlo. «Tú eres como el anillo, una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?»
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.
Ejercicio
  • En el caso del joven, necesita que los otros reconozcan sus cualidades para confiar en sí mismo. ¿Estás en su misma situación, necesitas que los demás te estimen en lo que vales?
  • El joven es capaz de olvidarse de sus intenciones para ayudar y colaborar con el anciano. ¿Es esta una de tus cualidades?
  • El joven respeta las indicaciones que recibe, a pesar de que parecen contradictorias. ¿Obedeces las decisiones de tus superiores (jefes, profesores, maestros, padres)?, ¿aunque pienses que están equivocados?
  • El joven intentó vender el anillo a más de cien personas, a pesar de que algunas se reían de él. ¿Mantendrías tu voluntad una y otra vez aunque no tuvieras éxito en cada intento?
  • Es posible que tú valgas muchas monedas de oro. No obstante es importante que recuerdes que para confiar en ti mismo es imprescindible:
  1. Reconocer quien eres y qué puedes llegar a hacer (tu valor)
  2. Aceptar la autoridad de aquellos que te dirigen sin olvidarte del respeto a ti mismo (la autoridad tuya y de los otros)
  3. Si tienes dudas sobre “tu valor” acude a un «joyero de hombres» para conocer de verdad cuál es tu valor y el que podrías llegar a tener. Este conocimiento te permitirá vivir tus motivaciones, más profundas y ciertas, con total intensidad.
  4. Cuando averigües ese valor ponle en activo y entrégalo para que eleve su potencial, infinitamente, cada día
  • La confianza en uno mismo crece cuando se vive dentro de los valores personales y se comparten sin límites. ¿Conoces los tuyos? ¿los compartes?
Seguiremos en algún momento con algún ejercicio para afianzar nuestro  autoconocimiento.
Ahora sólo queda que nos apoyes haciendo de este blog tu amigo interactivo. ¿Te parece?

Video musical de Loreena McKennitt recomendado:

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El diamante que todos llevamos dentro (27)

Todas estaban en la calle. Fui caminando muy despacio hasta encontrarme con ellas. Su psicóloga me había pedido que impartiera un taller que las potenciara en su lucha contra el maltrato, el abuso, el dolor y cualquiera de las situaciones que vivían día a día.

Era mi primera vez. Hasta ese momento, no me había encontrado con un colectivo tan necesitado de empoderarse y aprender a resolver los conflictos desde su fuerza y su valor más intrínseco.
Entramos en una sala espaciosa donde estaban situadas las sillas en forma de U. Siguieron hablando entre sí. Sus voces emitían un pequeño griterío, y su desinterés sobre quién era y qué venía a hacer me permitió observarlas. La formadora les pidió que se callaran: «¡Atención, chicas vamos a empezar! Ya os hablé de que iba a venir Joaquina». Las caras se volvieron hacia mí, mientras se hacía un silencio acogedor. Un calor intenso me subió a la cabeza y noté cómo mi cuerpo se hacía frágil. Un vahído suave e imperceptible me hizo sentirme insegura. Me presenté y, poco a poco, empezamos a trabajar.
Escribí en el rotafolios: «Reconocerse». Yo estaba allí para eso. La meta de aquel encuentro consistía en que cada una de ellas encontrara lo mejor de sí misma. Poco importaban las historias pasadas, los recelos o los miedos. Si cada una de mis amigas encontraba su «diamante», la mirada sobre su vida y circunstancias adversas sería muy distinta.
Seguí escribiendo: «Ver, observar y descubrir…conocer lo mejor que hay en ti».
El diamante que todos llevamos dentro
Después de unos ejercicios en los que todas participaran muy activamente (Pilar salía de vez en cuando a respirar aire puro), Rosa dijo: «Yo soy la alegría». Era evidente que ella era el alborozo hecho substancia. Su risa nos embargó de una felicidad dulzona y aplaudimos su aportación mientras nos mirábamos esperando quién saldría después para decir su «diamante». Sentíamos que habíamos penetrado en una mina donde cada una teníamos el tiempo necesario para encontrar nuestro tesoro. Poco a poco, una a una fue entregando su valor al grupo y aprendiendo a reconsiderar, preguntarse, indagar y cerciorarse de su potencial más vital.
Cuando Loli dijo que ella era la sensibilidad, su alma se rompió y los ojos se anegaron de unas lágrimas limpias. Le recordamos que el poder de su «diamante verdadero» le impediría sentirse afectada por el exterior. Loli se sentó y seguimos profundizando. Habíamos escuchado la perseverancia de Julia y comprobado la creatividad de Inés, que vimos en su pelo, sus complementos y hasta en un bolígrafo multicolor que asomaba del bolsillo de su pantalón.
Paseamos por la sala una vez más y Luisa nos mostró su humildad. «Sí, yo soy humilde»,  y todas vitoreamos la sencillez de nuestra compañera. Sonsoles confirmó su capacidad resolutiva, y Loli nos dijo que su verdadero valor era el amor, mientras subía los brazos agitándolos victoriosa. Paloma era inteligente, Be. dijo que ella tenía las cualidades de todas (sabiduría), a la vez que Mercedes nos miró fijamente mientras que nos hablaba de su paciencia.
Ya habíamos pasado el ecuador del curso cuando M. habló de su fuerza y Ana eligió la voluntad en lugar de la generosidad. Montse vivió un momento de indecisión porque, encontraba  muchos valores y no sabía cuál elegir. Dejó volar su mente por retazos de su vida, hasta que resolvió que era valiente ya que se enfrentaba ante los retos complejos sin temor, mientras Inma aflojaba toda su generosidad, afirmando que ella era espléndida y que no tenía rencor: «yo no tengo rencor me hagan lo que me hagan». Sonaron a música celestial sus palabras en este ambiente.
Y casi al final, Raquel, que había estado callada, dijo que ella era el agradecimiento. Pilar seguía diciendo: «yo no sé, ¡soy tantas cosas! ¿Por favor, Pilar, podrías decirnos tu valor antes de acabar?». Sonrió con esa sonrisa que sólo los seres buenos tienen. «Sí, soy cariñosa»
La vuelta a la realidad de la vida resultó costosa. Atrás quedaba un aula llena de mujeres valerosas que hicieron un camino de búsqueda hacía “aquello que hacen bien” en cualquier circunstancia por muy adversa que sea.
Gracias infinitas a cada una de vosotras. Hoy vuestro “diamante” es la luz de nuestro camino de retorno.
Testimoniales:
«He realizado este taller y me siento muy movilizada por dentro, me ha parecido estupendo.
De Joaquina me ha sorprendido la capacidad que tenía para sacar, y luego también para captar. De qué manera tan rápida capta la esencia de una persona y cómo devuelve la información. Una vez que te ha sacado, te coloca.
Me parece muy interesante,  ¡y creo que debe volver otra vez!»
Loli.
«La charla de hoy de Joaquina me ha impactado primero físicamente por ella, porque me la imaginaba de otra forma. Al ser tan pequeñita me ha parecido que iba a ser más timidita, y luego ha sido una explosión de alegría
Y en lo referente a mí, me ha encantado por completo y me ha hecho ver lo prepotente y lo falsa que puedo ser. Ha descubierto la verdad sobre mi diamante, y desde luego, sí, soy totalmente resolutiva.»
Sonsoles.
«Me ha parecido muy especial la charla de Joaquina y la dinámica que se generó entre nosotras. Fue muy emocionante, removió muchos sentimientos.
Anoche no pude dormir pensando en el diamante que tengo, y que voy
a utilizar en cada dificultad o momento de flaqueza.
Muchas gracias por compartir con nosotras tus conocimientos y por ofrecernos otras alternativas para el crecimiento personal. Muchos besos.»
Montserrat.
«Gracias por ayudarme a ver mi diamante.»
M.
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