«En esta nueva visión del mundo, el premio por ser completo y auténticamente uno mismo es el amor, el respeto y la comunidad»: así terminaba el post de la semana pasada, y el punto de partida para la superación del Vagabundo está en vivir en libertad respetando las normas y los límites, además de resolver su enfrentamiento con el amor y la autonomía. Para realizar este trabajo, es prioritario que el héroe acepte los retos y esfuerzos que esto representa.
Este primer paso requiere asumir las jerarquías como un bien social y permitirse luchar a favor de unos ideales dentro de un método y un orden que no siempre será agradable ni coincidirá con lo que este héroe quiere. El factor diferencial que el Vagabundo desea imprimir y su peculiaridad un tanto rebelde le lleva a abominar de todo lo que le parece limitador; por ello, es vital que aprenda a distinguir lo que le conviene de lo que no. El Vagabundo debe elegir el bien personal y colectivo antes de hacer prevalecer su «halo diferente», con el que se separa de ciertos grupos para afiliarse a otros. El Vagabundo inicia así un proceso de respeto a la generalidad entendiendo que es un bien establecido y que se sustenta en elementos que aportan confianza en los resultados. Y es desde lo popular y cercano desde donde su «parecer diferente a todos» tiene más sentido para movilizar los estamentos e iniciar procesos novedosos e innovadores.
El segundo paso es liberarse del temor a no ser amado y que le dejen solo. Para ello debe confortarse con los demás y buscar su autenticidad. Esta tarea es compleja por el apego que este héroe le tiene a su rol. La tensión que le provoca el posible rechazo sólo puede solucionarla mediante la aceptación por su parte de los grupos ajenos a sus intereses. Su espíritu crítico y un tanto despreciativo exige tolerancia y calma ante la diversidad de ideas y tendencias que los colectivos presentan en la actualidad en todos los ámbitos. La mejor ayuda para este caso es eliminar la exacerbada crítica que tiene este héroe a lo «mediocre y normal» cuando mira a su alrededor y todo se le semeja anodino y poco atractivo.
El tercer paso nos permite avanzar paulatinamente, pero seguros, hacia la superación de este gran héroe de espíritu aventurero, que se debate entre su autonomía y las opiniones de los demás. Parece muy seguro de sí mismo; sin embargo, su inmadurez se deja seducir por el exterior y deambula por las versiones de los hechos que unos y otros le cuentan. El Vagabundo precisa desarrollar un sentido propio de las realidades que vive y afianzarse en ellas para dirimir qué es válido y qué no lo es, independiente de lo que puedan aceptar o no aquellos a quienes ama. No cabe duda que esta experiencia es retadora y precisa de un compromiso total con el crecimiento y desarrollo del héroe.
La singularidad del Vagabundo está en sus valores, siendo los más paradigmáticos aquellos que permiten construir niveles diferentes de realidades, donde confluyen los movimientos más delicados con los más firmes. Las tonalidades y matices son inagotables en este héroe, y su evolución exige aceptar el sacrificio como un bien, cambiando su vida de locura y desenfreno por otra donde imperen los compromisos y responsabilidades vitales. El Vagabundo aspira a la trascendencia sin pasar por el dolor; sin embargo, cuando entiende el propósito y el posible beneficio, enardece sus fuerzas y surge el gran salvador de los grupos sociales marginados, a los que entrega el estandarte de su lucha, saliendo victorioso en la mayoría de las ocasiones.
Ante el éxito de su batalla se siente triunfador y diluye su deseo de competencia para enfrentarse al consenso y realidades ajenas viviendo por primera vez una motivación que salta fuera de los márgenes de su individuación para hacerse colectiva.
El Vagabundo ha superado todas las pruebas y aligera su mochila de lo superfluo. Ahora está centrado en el principio de realidad y no del placer. Es maravilloso ser único cuando la diferencia hace crecer al grupo hacia una totalidad singular.
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