Decía Shakespeare: «sabemos lo que somos, pero no sabemos lo que podríamos llegar a ser». Los seres humanos estamos en un devenir permanente de inventarnos y reinventarnos en los diferentes contextos de nuestra vida. Desconocemos lo que somos capaces de ser e ignoramos en lo que podríamos transformarnos. Esto nos sitúa en un mundo de posibilidades infinito donde el cambio es la mejor herramienta.

Gestionar lo imperfecto de uno mismo
Antes de iniciar el proceso de cambio cabe observar dos posibilidades:
a) Conocer el camino hacia donde queremos ir y diseñar el plan estratégico para alcanzarlo.
b) Ignorar cuál es la senda a seguir, aunque sabiendo de qué nos queremos alejar y plantearnos cómo lograrlo.
Cada uno de nosotros sentimos esta llamada a la transformación, y aunque somos conscientes de que algunas cosas podemos modificarlas, también sabemos que hay partes de nuestro carácter que son inamovibles. Aristóteles distinguía una doble naturaleza humana en cuanto a cambios se refiere:
a) La primera naturaleza está integrada por todos aquellos aspectos de nuestro comportamiento que no podemos cambiar. Los psicólogos la denominan temperamento, y su función es recoger las acciones automáticas inconscientes.
b) La segunda naturaleza correspondería a aquellos aspectos de nuestro comportamiento que sí admiten cambio, lo que en psicología se denomina carácter, y refleja los valores conscientes.
Es imprescindible distinguir con claridad qué aspectos de nuestra persona son reflejo de una u otra naturaleza. Lo acertado de este diagnóstico nos permitirá centrar nuestros esfuerzos en el éxito del cambio y no en la intención fallida del mismo.
Proponemos un esfuerzo maduro y organizado que esté centrado en esta doble visión. Por un lado, debemos revisar qué conocemos y qué ignoramos antes de hacer un plan de acción, y después diferenciar los comportamientos que son propios de nuestro carácter, y sobre los que tenemos que trabajar activamente. En relación al temperamento, es oportuno averiguar quiénes somos, y aceptarnos plenamente, sin buscar «ser diferentes», que es de todo punto imposible, aunque sí es factible suavizar las reacciones. «Puedes manejar tu cólera y manifestarla en menor grado, pero en ningún caso dejarás de ser colérico», dijo un sabio. «El estéril empeño en transformar la primera naturaleza solo nos conducirá al desánimo», suele resumir el pensador Fernández Aguado.
El propósito de esta dimensión es identificar nuestras imperfecciones, analizando desde un enfoque constructivo nuestras áreas de mejora. Para ello, estudiamos el grado de eficiencia en cuanto a inteligencia emocional, equilibrio, perspectiva, equidad, resistencia, responsabilidad, liderazgo personal, administración personal, beneficio mutuo, comunicación, interdependencia, palancas motivacionales, y mejora continua de la persona.

* El modelo Gestión de lo Imperfecto ha sido creado por Javier Fernández Aguado, y es propiedad de Mind Value. Hune tiene la exclusividad de los derechos de aplicación en España y México
** Temperament and Character Inventory. Cloninger 1993