El término resiliencia se acuñó hace muchísimo tiempo para señalar la elasticidad de ciertos materiales para adaptarse a cambios de temperatura, absorber energía y deformarse sin romperse.
En los años 70 este concepto fue aplicado por Michael Rutter al ámbito psicológico para señalar la flexibilidad social y la facultad adaptativa de los niños a situaciones extremas. El etólogo Cyrulnik amplió su campo de actuación a todos los sobrevivientes de los campos de concentración nazi, a los niños de los orfanatos y de las calles, y a todos aquellos que habían superado las peores condiciones sociales. A estos sobrevivientes se les dio en llamar proresilientes.
En la actualidad se dice que una persona tiene resiliencia cuando es capaz de sobreponerse a contratiempos o situaciones de índole emocional. Esta capacidad frente a las adversidades requiere un sentido de enfrentamiento y lucha, en lugar de entregarse al abandono.
Podemos deducir que un alto nivel de resiliencia favorece la adaptación de forma positiva a contextos de gran adversidad, donde la perseverancia y la tenacidad son las que colaboran para salir victoriosos.
Esta resistencia se hace evidente después de largos periodos de estrés por situaciones límite como la pobreza, una catástrofe natural (seísmos, tsunamis, etc.), una enfermedad grave, una ruptura amorosa, la muerte de un ser querido. Cuando el individuo tiene la capacidad de adaptarse, o se forja un comportamiento vital muy positivo pese a estas dolorosas y críticas realidades, podemos decir que tiene muy elevada su resiliencia.
Ahora bien, ¿qué cualidades emocionales son necesarias para tener una actitud resiliente ante situaciones que, sin ser tan dramáticas, se nos presentan cada día, y nos exigen doblarnos sin rompernos? ¿Qué es preciso para que el miedo, la tensión, el pesimismo y otro sinfín de emociones no nos aboquen a la derrota y a la depresión, ejemplos claros de comportamientos no resilientes?
Recordemos momentos de nuestro pasado donde hemos superado situaciones de estrés, de dolor… y revisemos qué fue lo que nos permitió salir victoriosos.
El momento actual exige que seamos muy resilientes.
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