Esta es una historia que me contaron hace tiempo:

Cuando terminó el helado, el niño abonó su consumición en la caja y se fue. Tras haber atendido a otros clientes, la camarera volvió para preparar la mesa que había dejado el niño. Se encontró con que allí, colocadas ordenadamente junto al plato vacío, había veinticinco céntimos: su propina. La muchacha tragó saliva.
Ejercicio:
- Recuerda algún momento en el que hayas juzgado negativamente a algún niño o joven de tu entorno.
- Haz memoria de instantes en los que te haya sorprendido gratamente la generosidad de algún menor.
- Ve a tus recuerdos de la infancia y disfruta de los pensamientos de grandeza que tenías sobre el mundo, los pobres…
- Piensa las veces que has salido a pedir para cambiar alguna injusticia y la fuerza que ponías en ello.
- Anota las profesiones orientadas a ayudar a los demás que querías hacer cuando eras pequeño (o un poco más mayor).
- Escucha a los más jóvenes de la familia, y anímales a que tengan una mirada positiva sobre el mundo.
- ¿Qué debemos hacer para que nuestra sensibilidad social y nuestra generosidad permanezca en el tiempo? ¿Qué cambio debemos realizar los adultos para que esto sea posible?
Hoy me gustaría que pusiéramos la atención en cuidar nuestras palabras ante los menores para que todo lo que escuchen de nosotros sea positivo y aprendan a respetar a los que les dirigen y enseñan. Y es que eso sólo será posible si en nosotros ven el mismo respeto y consideración
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