Es en la confianza donde reposa la capacidad de lograr aquello que buscamos, aquello que anhelamos y donde hemos puesto el sentido de nuestra realización personal y profesional. Los miles de momentos en los que se fragiliza nuestra fe están adscritos a pérdidas de confianza e instantes de dudas sobre quiénes somos y hacia dónde vamos.
La confianza se asienta sobre las bases de nuestro conocimiento. La percepción que tenemos sobre nuestro discernimiento es el resultado de todo lo que hemos aprendido hasta hoy. La primera ley de la confianza es que sólo podemos ser fiables si tenemos capacidad para comprender aquello que estamos haciendo.
Cuando decimos que hemos perdido la confianza en nosotros mismos dejamos en evidencia que estamos sumergidos en unas tareas para las que no hemos sido preparados. En esos instantes aparece la ansiedad como un dragón que nos devora y nos amilana. Difícilmente viviremos en calma cuando la meta está lejos de nuestros conocimientos o nuestras experiencias previas. Quizá en este caso sólo cabe un objetivo de aprendizaje previo
El grado de confianza que hemos logrado hasta la fecha y sobre el que queremos afianzarnos para avanzar está sustentado por todos los marcos teóricos y prácticos que han fundamentado nuestro devenir y sobre los que hemos focalizado nuestras metas. Cuando la intención está en el resultado y no en el proceso, lo normal es que decaigamos en el camino por el miedo a no ser válidos. Sin duda no lo somos.
De cara al nuevo curso vamos a repasar una de las muchas formas de avanzar en nuestra confianza y autoestima. Seguro que hay otras mejores, pero esta es la que conozco y practico yo.
El primer paso es decidir qué cosas tienen valor y cuáles no. Sólo nos sentiremos poderosos cuando logremos lo que está acorde con nuestros valores y nuestra ética. Desde esta primera visión debemos fijar qué queremos y qué estamos dispuestos a dejar para lograrlo. La clarificación de objetivos es la piedra sobre la que se asentará el edificio de nuestra confianza. Ganaremos en confianza en la misma medida en que afiancemos nuestra voluntad para hacer aquello que habíamos decidido previamente.
El segundo paso es un periodo de selección. Todas las decisiones se fundamentarán en obtener los objetivos previos. Ya no se podrá decidir sobre la base de lo que me gusta o no. El principio de realidad es que todo debe girar sobre lo que es beneficioso o lo que no lo es. Posiblemente descubriremos que muchas cosas que valoramos son meras trampas para diluirnos en la negligencia y abandonar los planes a la primera de cambio. El miedo a perder o al sacrificio pueden desviarnos del camino y alejarnos de las metas previstas. El segundo eje de la confianza es sin duda la utilidad de las decisiones. Aquello que hacemos debe estar al servicio de lo que conocemos y de lo que nos lleva a alcanzar los objetivos propuestos.
El tercer paso es la renuncia a todo aquello que en el pasado hemos aprendido que no es provechoso, y que nos ha sometido al miedo y a la angustia. Muchos intereses y deseos más íntimos quedarán evidenciados al trabajar la voluntad y definir lo que es beneficioso o no. Ya no existirá escapatoria posible al establecer las prioridades. El ejercicio de la renuncia mostrará nuestros apegos y la dificultad para declinar ciertos placeres o comodidades que para nada están en nuestra escala de valores.
El cuarto paso es transferir lo que se está aprendiendo a todas las esferas de la vida. De este modo se irán asentando los aprendizajes previos. La vida estará centrada en luchar por aquello que se quiere y renunciar a lo que no es provechoso o útil. Existirán parcelas en las que este trabajo de la confianza fluya fácilmente, y otras en las que el arraigo de las costumbres nos someterá a una batalla en la que muchas veces acabaremos vencidos, para volver a emerger y empezar de nuevo.
El quinto paso es aceptar la inestabilidad y el desconcierto sobre lo que es provechoso y no. Nos daremos cuenta que no distinguimos con claridad lo que valoramos y lo que no. Nuestro yo disoluto y perezoso, agarrado a muchos años sin objetivos claros, nos someterá a dudas constantes que harán del camino de la confianza un desierto árido y seco. La indecisión será tan grave que dudaremos de para qué sirve lo que estamos haciendo.
A pesar de todo esto sabremos que queremos sólo aquello que tiene valor. Habremos comprendido que nuestra confianza se fundamenta en logros que están en consonancia con nuestros valores y los pasos anteriores habrán reforzado esta realidad por encima de la inestabilidad. A esto es a lo que llamamos «confianza personal».
El sexto paso es el periodo de los logros. Lo que parecía un rumbo sin sentido ahora se convierte en una ganancia continua. Ya sabemos lo que queremos y, esto es lo mejor, hemos encontrado la paz y la tranquilidad. He aquí el fruto haber aprendido e integrado un camino coherente.
El resultado de este desarrollo de la confianza es que la ansiedad ha desaparecido o se ha reducido notablemente. En el caso de que reaparezca, empecemos desde el primer paso fijando qué es lo que queremos según lo que sabemos o hemos aprendido, y comprobando la utilidad y beneficios de nuestra decisión en base a experiencias pasadas positivas. En ningún caso puede acometernos el miedo o la tensión por la renuncia que este camino exige, ya que el resultado será la calma y la tranquilidad de la coherencia y el bienestar general.
Espero que os resulte apetecible probar este camino para ser más confiados y generar más fiabilidad en nuestro entorno, que es el que nos retroalimenta continuamente.