Muchos escritores coinciden en que el miedo es una emoción paralizante que impide actuar en clave de éxito. Podemos temer perder el amor, el trabajo, la pareja de hace años o la fortuna que hemos obtenido. También nos atenaza el miedo a la enfermedad, la agresión física, la violencia o cualquier otro ataque que nos impida actuar de forma efectiva. La sensación es desagradable, y llega a impedir nuestro razonamiento. Para aminorar en lo posible este efecto atemorizante, debemos dar una información que genere confianza, que conecte con posibles soluciones a la vez que se detallan los datos de la situación reduciendo el impacto negativo. Contrario a esto, los medios de comunicación, aprovechan las crisis para aumentar sus ventas, conocedores del morbo que el gran público tiene hacia el sensacionalismo. Esta tendencia periodística provoca situaciones de gran alarma y miedo que reducen la empatía y dejan al descubierto la bajeza y el egoísmo que a veces mostramos las personas. Un ejemplo de gran actualidad son las noticias que están apareciendo en los titulares de la prensa nacional sobre la gripe porcina. La mayoría de los diarios apuntan a que el 50 por ciento de europeos sufrirán la gripe porcina, y que en algunos países esta gripe está causando muertes. El pánico ha empezado a detectarse, preferentemente en las personas que están viajando a países con una alta tasa de afectados, como México o Estados Unidos. ¿Qué diferencia habría si en lugar de escribir en letras grandes lo que va a suceder, se informara sobre cómo podemos evitar este contagio, qué cuidados debemos tener y a quién debemos acudir cuando aparezcan ciertos síntomas? Estos titulares activan el miedo y la sensación de impotencia crece. Un articulista informa de que sólo un uno por ciento de personas afectadas necesitarán tratamiento hospitalario. Me imagino el titular en primera página: «La gripe porcina tiene leves repercusiones en la salud de los afectados. Sólo un 1 por ciento necesitará tratamiento médico. Aunque su difusión es muy alta, su mortalidad es muy baja».
Los movimientos económicos ante estas crisis son rápidamente influenciados por el miedo. En este caso concreto, los fabricantes de mascarillas han roto sus stocks. Las farmacias han agotado sus existencias, y sin embargo, por las calles, es muy reducido el número de personas que las lleva puestas. El miedo hace que las compremos; la vergüenza, que las dejemos en casa, siendo este el único medio que puede reducir el contagio, pues son las toses y la respiración cercana las que propagan las gripes. Seguramente muchos desconocemos que mueren cada año 250.000 personas de gripe, de los cuales 40.000 son europeos.
La tendencia a rechazar grupos sociales y crear distancias se incrementa con este tipo de noticias. En unos días, cuando alguien tosa a nuestro lado, le miraremos como un posible trasmisor de esta gripe que desde ayer se llama «nueva» para evitar el daño al consumo de carne porcina. Recordemos que, a día de hoy, se supone que no es la ingesta de carne de cerdo la que provoca esta enfermedad viral.
Quiero poner el foco en la necesidad de unión versus despersonalización, para preservarme de mirar con recelo a mis compañeros de viaje. Una amiga me aconsejó tomar una vacuna homeopática que se llama Oscillococinum, de los laboratorios Boiron, y la utilizaré para sentirme protegida y acompañada en esta expresión de la globalización que es la gripe.