En el post 38 dedicado a la familia (concretamente a los modelos de aprendizaje), hacíamos hincapié en la importancia de enseñar a los niños de 0 a 8 años rutinas que se convirtieran en un hábito. A este primer modelo de aprendizaje lo hemos llamado de repetición, que tiene mucho que ver con el modelo academicista o memorístico. El niño recordará estas actitudes y activará su voluntad para mantenerlas sin esfuerzo.

A partir de los 8 años, el niño empieza a reaccionar ante los impulsos externos buscando su espacio. Se inicia una época más contestataria en las que los padres reciben respuestas sorprendentes y no siempre gratas. Esta situación, que en sí misma es normal y muy saludable, necesita incorporar sistemas de relación que marquen límites, en los que sin perder de vista el respeto a la identidad del niño, podamos regular los movimientos algo descontrolados que se activan cuando el infante se entremezcla con otras culturas, modos de ver el mundo y definiciones de lo correcto o incorrecto en las que se siente inmerso cuando vive sus primeras salidas a casas de amigos, o cuando los profesores enseñan conceptos que difieren en alguna forma con las ideas familiares.

Todo este entramado de desiguales impulsos altera el comportamiento habitual del chiquillo, apareciendo expresiones confrontantes donde antepone lo externo a lo conocido, o simplemente investiga qué es más veraz y más válido.
Ante la aparición del estímulo-respuesta, debemos implementar un modelo «pedagógico» (o formas de buen vivir) que ayude a conducir al crío a una estabilidad emocional, a la vez que se le abren canales novedosos de mirar el mundo. La meta de este modelo es conformar la conducta.

Empleando el símil conductista, lo que pretendemos es que los padres practiquen el «condicionamiento operativo», es decir, que ante una respuesta espontánea se realice un estímulo que refuerce o extinga dicha conducta. Este sistema o refuerzo conductual es muy similar al introducido por Thorndike y reformulado por Skinner, y resulta muy exitoso para eliminar los castigos, nada eficaces si queremos minimizar comportamientos o conductas negativas.

El segundo pilar de la educación. La enseñanza a través del conductismo

Antes de planificar o crear estrategias para aplicar los condicionamientos operativos, debemos seguir una serie de pasos que nos permitan obtener el éxito:

– El primer paso es que los padres realicen un registro de conductas anómalas o agresivas en las que se detallen los comportamientos o actitudes que consideran modificables.

– El segundo paso exige que los progenitores comprueben y descarten que esos comportamientos no son propios de alguno de ellos, en algún modo o forma. Es inviable intervenir sobre un niño y obtener resultados si los adultos han sido los modelos en los que el niño se ha fijado. Tomamos como referencia el pensamiento de Albert Bandura en el «aprendizaje por observación», en el que manifiesta: «los niños aprenden conductas porque las han visto realizar». (ver video: «children see, children do»)

– Para acabar, una vez excluida la procedencia familiar, es el momento de preparar un programa de intervención en el que se establezcan normas y límites, gracias a las cuales el niño pueda llegar a construirse como persona libre en el futuro.
Este proceso de conducción a través del estímulo-respuesta permite que el niño encuentre una disciplina interior para llegar al autocontrol de sus impulsos y lograr sus propios ideales.

Los refuerzos aplicados de una manera concluyente y donde se puedan medir los resultados permitirán a la entidad familiar responder ante situaciones múltiples.El modelo familiar «conductista» provee a los padres de herramientas para dirigir y guiar el crecimiento más adecuado. El chiquillo no puede construir una visión particular de sí mismo, ni tan siquiera cambiar lo que le inquieta, si no tiene una dirección bien articulada y formalmente comprometida.

Este sistema es imprescindible de 8 a 10 años, etapa en la que se mantendrán los hábitos que se habían incorporado anteriormente y se amplía el paradigma con esta “conducción – observación” que ahora proponemos.

Si bien hemos hablado de niños, este post está pensado para su aplicación en cualquier espacio de aprendizaje o de dirección.

En síntesis, es imprescindible una revisión de conductas familiares o personales para definir un modelo que establezca el método a seguir para mantener la disciplina. Y, sobre todo, ánimo para aprender haciendo, experimentando y revisando los aciertos y errores para definir ajustes y cambios, que serán la base del éxito.