Comienzo este post con las palabras del investigador del cerebro Andrew Newberg:
«El cerebro es capaz de hacer millones de cosas distintas. Las personas deberían enterarse de lo increíbles que son ellas y de lo increíbles que son sus mentes en realidad. No sólo tenemos esa cosa inaudita en la cabeza capaz de hacer muchísimas cosas por nosotros y de ayudarnos a aprender, sino que puede cambiar y adaptarse y hacernos mejores de lo que somos. Nos puede ayudar a trascender.»
A pesar de estas contundentes afirmaciones, nos queda mucho para emplear todas las cualidades de nuestro cerebro. No hablamos de procesos cognitivos complejos, ni de un problema sistémico, sino de algo mucho más simple. La mayoría de nosotros nos encontramos con serias limitaciones hasta para resolver una tarea sencilla y cotidiana. Algunos estamos sometidos a las fobias y nos vemos obligados a subir doce pisos para no entrar en un ascensor. Otros vivimos horrorizados por no poder educar a un pequeño mocoso de dos años. Algunos no somos capaces de acabar el mes porque tenemos un «agujero» en nuestro bolsillo, y otros dependemos de una llamada para saber que existimos.
Estamos todavía muy determinados por nuestro mundo emocional y nuestra travesía personal. Para la mayoría de nosotros, las vivencias pasadas y los recuerdos más nimios consiguen reducir nuestro raciocinio a la nada. Nos comportamos tan puerilmente que sólo queda reírse de uno mismo y decir: «Lo hice lo mejor que pude en ese momento», y esperar una nueva oportunidad.
Debemos observar nuestras actuaciones y las de nuestros compañeros de viaje para destapar esta gran realidad, a saber: que todavía dependemos demasiado de lo que nos rodea, de todo lo que pasó, de aquello que estamos esperando, de lo que no puede ser. Y todas estas circunstancias reducen nuestro impulso, y no nos permiten caminar a la par que los grandes descubrimientos de la neurociencia.
A principios del siglo XXI, y cuando ya se han dicho muchas cosas del cerebro, necesitamos detenernos. Es imprescindible revisar nuestras relaciones. Todo lo que concierne al mundo interpersonal exige pararse y descubrir las causas subyacentes de nuestros comportamientos desbordados, y hasta radicalizados, cuando las expectativas previas no se satisfacen.
Necesitamos profundizar en nuestras parcelas emocionales y darles un apoyo firme para que sean nuestras aliadas. Debemos penetrar en nosotros mismos mucho más para vislumbrar el tejido emocional lleno de miedos, temores y angustia.
Vivimos anhelantes y temerosos de no ser reconocidos en nuestras acciones sobresalientes. Cuando sentimos que nos somos aceptados por las personas queridas, la ansiedad crece en una progresión geométrica imparable. Cada día son más los casos de fracaso personal. Los niños sienten una gran desprotección, aunque al mismo tiempo se les concede todos los caprichos, y las familias se rompen. Sin embargo, el cerebro, esa máquina maravillosa, progresa y enriquece nuestras posibilidades. En el cerebro las fronteras no existen, y si aprendemos a manejarlo, todo redundará en una mejor calidad de vida. Aunque este cuento de hadas sólo será posible si la princesa besa al príncipe adecuado y le salva de ser una fea bestia.
Los más recientes escáneres del cerebro nos permiten detectar signos de condiciones complejas de la mente, como la amabilidad, el humor, la crueldad, la sociabilidad, el altruismo o el amor materno. Pero a la ciencia le queda mucho camino que recorrer en la comprensión del alcance total de la capacidad cerebral. Sabemos que el cerebro es la estructura más confusa del planeta. Sabemos que dirige y regula todas las actividades corporales: ritmo cardíaco, respiración, temperatura, procesos digestivos, aprendizaje, emociones… Sin embargo, aún no sabemos manejar nuestro mundo emocional, ni descubrir nuestros verdaderos sentimientos.
Y todo esto es una gran verdad. También lo es que mi amigo … ha perdido la cabeza por los celos y una dosis considerable de belladona. La tomó para que su novia no le dejara. Que mi amiga… no puede conciliar su vida profesional con la personal porque el hombre que ella quería no le corresponde. Que mi compañero… es incapaz de cuidar su alimentación y la bulimia le está mermando su valoración personal. Que el cuñado de … decidió quitarse la vida porque su esposa cambió de ciudad y le separó de sus hijos. Cada día alguien nos muestra que debemos emplear mucho tiempo en estudiar la inteligencia emocional y en aprender a conocernos, regularnos y mantener nuestras motivaciones en un equilibrio entre lo posible y lo imposible.
Este post es también un reclamo para descubrir las miles de posibilidades que perdemos. Porque además de todo eso conviven con nosotros casos maravillosos que nos confirman que todo es posible y estupendo.
El nivel de inteligencia lógico-matemática ha sido una de las grandes carreras del hombre. Le ha gustado competir y saber cada día más. Ahora corresponde aplicar todo ese avance en un nuevo enfoque donde las funcionalidades del cerebro no queden anuladas por el inadecuado manejo de nuestras emociones. Busquemos algún medio para que los sentimientos y la sensibilidad sean el motor de este avance.
Empecemos por observar nuestras pequeñas lagunas emotivas y descubramos su origen. Estudiemos luego el desarrollo cerebral en los niños y los jóvenes. Así podremos enfocarnos en darles a los pequeños una vida mejor. Una vida en la que su inteligencia matemática sea igual de importante que su actitud con los demás y con ellos mismos. Posiblemente sólo podamos cambiar un poco el mundo más próximo, pero seguro que eso nos hará vivir mejor.
En las siguientes semanas iremos hablando de todo esto y descubriendo la parte de la configuración del cerebro que regula las emociones.
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