El presidente José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba ayer en el Congreso de los Diputados una serie de medidas para reducir el déficit público que le habían sido «recomendadas» por la Unión Europea. El ahorro previsto será de unos 15.000 millones de euros y las medidas son:
· Reducir el sueldo de los funcionarios un 5%
· Suspender en 2011 la revalorización de las pensiones
· Eliminar el régimen transitorio para la jubilación parcial
· Eliminar la prestación por nacimiento
· Revisar el precio de los medicamentos
· Reducir la inversión pública estatal
· Reducir la ayuda oficial al desarrollo
Independientemente de si estas medidas son o no oportunas, y sin el ánimo de arrimarme a cualquier decisión política, mi opinión es que son muchos los pensionistas y las personas dependientes, muchos los que sufren y los que están en paro ahora en España. Y hago esta afirmación dejando al margen mis sentimientos.
Desde mi punto de vista, y sin entrar en cada medida, el conflicto que se dirime no tiene que ver con las decisiones que ha tomado el presidente Zapatero en sí mismas. Va mucho más allá, y se centra en los intereses personales por encima de los sociales o del grupo. El ciudadano siente una herida mortal cuando es su bolsillo el que sufre algún tipo de merma, o es afectado por cualquier restricción económica.
Hace poco los griegos se manifestaban porque no estaban dispuestos a reducir su nivel de gastos, ni a apretarse el cinturón. Entre tanto, los gobiernos decidían si evitaban o no la quiebra de Grecia. Un juego extraño que está próximo a su caducidad. Los más de 120 mil millones de euros que están previstos para los griegos deben ir acompañados de medidas que impliquen progreso y avance. Si eso no se cumple, Grecia perderá el apoyo de los países ricos, lo que implicará alargar el proceso sin evitar la ruina.
Los países europeos señalaron con saña que España era la próxima en caer. Se aumentaron las condiciones de créditos internacionales, se bajaron la calificación de nuestros bancos, perdimos credibilidad para nuestros vecinos y se nos amenazó duramente.
Hasta ahora la crisis ha afectado duramente a los trabajadores de las empresas, y los ERES nos anunciaban un día sí y otro también que cientos de compañeros perdían su trabajo. Hoy son los funcionarios los que reciben un pequeño golpe, si bien en ningún caso peligra su trabajo, ni es posible que el país prescinda de sus servicios. Recordemos que esta va a ser la primera rebaja salarial de la democracia para nuestros empleados, los funcionarios.
Estas medidas no solo han tranquilizado a los mercados (la Bolsa pasó de los 9.800 a un máximo de 10.200 puntos después del anuncio de las medidas), también benefician a Europa (que ya ha pedido medidas similares a Francia e Italia). De nuevo debe primar el bien común, el bien de la mayoría a costa del sacrificio individual. Aquí el escenario es que España debe hacer los deberes con su esfuerzo para no suponer un lastre en la salida de la crisis que está buscando Europa.
Hoy los bolsillos de muchos lloran. Sus trabajos no peligran. Muchos otros lloran porque no tienen bolsillo ni trabajo.
Siento una dicotomía profunda; por un lado deseo que salgamos de esta crisis, y por otro quisiera que todos estuviéramos contentos. Hoy eso no es posible. Soñemos con que el bien colectivo nos ayude en el bien personal.
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