Un proceso de comunicación bien logrado consiste en la correcta transmisión de información para ejercer sobre el receptor el efecto esperado; la confusión es, por el contrario, la consecuencia de una comunicación defectuosa, que deja sumido al receptor en un estado de incertidumbre o de falsa comprensión» (Watzlawick, 1979). Con estas palabras define Paul Watzlawick los entramados de la comunicación defectuosa, que provoca un estado confuso y perturbado en el receptor, con el consiguiente deterioro en el entendimiento de todas las partes.
Cuando leí la información sobre los documentos secretos de Irak (WikiLeaks) me espantó la dureza de los hechos, a la vez que me alegré de que las nuevas tecnologías ya no permitan esconder durante años los graves errores contra la humanidad (en Estados Unidos se guardan los documentos de Estado durante 25 años) y que los asesinos vivan escondidos detrás de un secreto de sumario absurdo. La Guerra de Irak será recordada como un daño a la humanidad, y lo que allí sucedió debe servir de ejemplo para que nunca más ocurran hechos tan deleznables.
Julian Assange (socio fundador de WikiLeaks) junto con sus socios, han buscado y recogido cientos de miserables acciones que dejan en entredicho nuestra sensibilidad como seres humanos. Si quisimos salvar al pueblo de Irak de su dictador, el abominable Saddam Hussein, no ha sido el mejor modo para ello. Uno a uno, cada uno de los hombres que ha abusado, torturado y utilizado su poder parapetado detrás del salvoconducto de salvador, no ha hecho más que legitimar la barbarie que se quería abolir.
WikiLeaks ha empleado los medios que los avances de la tecnología favorecen para evidenciar errores que nunca más deberían ocurrir. La información es clara y veraz, y sin duda dolorosa. Cada uno de los miles de documentos recoge abusos contra los derechos humanos espeluznantes y sobrecogedores. Recordemos que más de un 80% de civiles han muerto en la guerra de Irak a manos de soldados locales y extranjeros.
El ejército de Estados Unidos conocía las terribles torturas que se realizaban en las cárceles iraquíes. Los mercenarios de la Blackwater llegaron a Irak preparados para matar. Blackwater es
la mayor empresa de guerra privada estadounidense, que envía miles de hombres expertos en hacer guerras, en asesinar, si es necesario torturar, amén de otras salvajadas como las que han sucedido en Irak. Pingües beneficios para esta compañía a costa de la vida de miles de personas inocentes.
Ahora bien, la comunicación defectuosa que nos conmina a la confusión se produce cuando, en la prensa americana, no sólo no niegan estos hechos, sino que consideran a Wikileaks colaboradores de los enemigos de Estados Unidos de América. Es en este momento cuando los ignorantes podemos caer en la trampa y empezar a ver nubes donde sólo hay sol, y dragones donde sólo hay hadas.
Lo más increíble del asunto es que los expertos americanos no están estudiando cómo evitar que se repitan estos hechos, sino que están analizando como parapetar este tipo de información para que no se produzcan nuevas filtraciones.
Todo esto, como decía Watzwalick, me deja sumida en un estado de incertidumbre y de gran confusión. Algunos políticos no estudian el mejor modo de dirigir ni la forma de solucionar los problemas de los ciudadanos. Sólo estudian el modo de seguir ocultándonos lo que sucede en aras de continuar actuando impunemente. Los ciudadanos debemos agradecer los esfuerzos de unos pocos por sacar a la luz los daños colaterales de la avaricia y el deseo exagerado de poder de otros pocos.
Queda claro que tendemos a buscar enemigos fuera para no afrontar nuestras miserias.
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