Hoy me gustaría que entabláramos un diálogo sobre nuestra alimentación emocional. Esto nos permitirá conocer las claves de la conversación que mantenemos con nuestro pensamiento a la hora de elegir los nutrientes del día y con los que vamos a lograr el bienestar.
La primera pregunta que cabe realizar es ¿qué voy a comer? Esta cuestión es independiente de si somos expertos en alimentación o no; sin embargo, la respuesta tiene un efecto importante sobre nuestra salud y energía. Lo normal es que nos planteemos qué vamos a comer en el momento en que nos surge el apetito, sin tener en cuenta la totalidad del día, ni qué ejercicio vamos a realizar, ni qué cantidad de calorías vamos a consumir, etc. Ni siquiera conocemos qué alimentos son los más indicados para nuestra constitución, o qué es mejor en la mañana, a mediodía o por la tarde. Por si esto fuera poco, muchos no hemos profundizado sobre los alimentos más o menos sanos. Para una parte importante de la población comer es sólo cuestión de placer, y el cuerpo es un mero receptor de nuestros deseos.
La segunda pregunta debería ser ¿cuál es el mejor modo de preparar mi alimentación para lograr el mayor rendimiento energético y el mejor resultado anabólico? En la actualidad prima la prisa sobre la calidad, la cualidad o la mejor preparación. Pocos de nosotros conocemos la influencia de la elaboración de los alimentos para ganar o perder en la rentabilidad energética.
Comer es una necesidad física, pero en muchos casos se ha convertido en un medio de sociabilizarnos, y eso impide que se tengan en cuenta valores culinarios. Prima lo social sobre lo personal. También quedar bien es prioritario a ingerir alimentos saludables.
La cuestión que recoge todo lo anterior y que necesita una respuesta precisa es ¿por qué nos alimentamos? Realmente, nos alimentamos porque hay un propósito, que es mantener un equilibrio entre la energía consumida y la ingerida, amén de disfrutar de los gustos, de las relaciones, de la vida tan rica que hay alrededor de la alimentación.
Para elegir adecuadamente los alimentos es imprescindible saber qué circunstancias me aquejan cada día. Qué condiciones tengo, cómo me encuentro, qué voy a hacer en este momento y en el día en general. Es necesario discernir claramente todo lo que acaece y las posibles variantes para diseñar una dieta lo más ajustada a nuestro modo particular de vivir
¿Por qué elijo este alimento en lugar de este otro? Cuanto más claros tengas los porqués más focalizado vas a tener el éxito en tu alimentación, es decir, vas a saber nutrirte mejor. La mayoría de las personas comemos, pero no nos nutrimos. Este es un punto importante, y que exige un poco de reflexión.
Nuestro diálogo debe abrirnos una puerta a la nutrición como meta de nuestro bienestar. Debemos ser conscientes de que la alimentación moviliza nuestro motor vital.
Es primordial que sepamos para qué estamos comiendo y qué nos ha conducido a elegir los alimentos que están conformando nuestra dieta diaria. Unos preferimos los lácteos, otros las carnes, y también están los que aman la pasta y los que disfrutan de un pescado fresco y raro.
Pero, ¿sabemos el para qué de esta elección?
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