Joaquina Fernández

Archivo Histórico

Segundo post más visitado en 2009. La pereza (150)

El segundo post más visitado por todos vosotros fue el nº 84 La pereza, del día 8 de septiembre con 379 visualizaciones y 39 comentarios.

Decíamos en este post que detrás de la pereza se esconde algún sentimiento de impotencia e incapacidad. Para estos primeros días de revisión y planes de acción deberíamos estimar todos nuestros logros y afianzarnos en un Yo Puedo que nos acompañe día a día. Un valioso pensamiento que acreciente nuestra voluntad y confianza para llevar a cabo todos nuestros proyectos en este nuevo año.
Esta conversación está siendo muy clarificadora. Gracias a los participantes por vuestra colaboración.
¡Feliz día segundo del año!
La pereza (84)
Publicado por: Joaquina Fernández
martes, 08 de septiembre de 2009 8:51
Cuando a Don Miguel de Unamuno le preguntaron a qué religión pertenecía, contestó: «Porque yo, Miguel de Unamuno, como cualquier otro hombre que aspire a conciencia plena, soy una especie única. «No hay enfermedades, sino enfermos», suelen decir algunos médicos, y yo digo que no hay opiniones, sino opinantes»
Pienso que para hablar de este “pecado capital”, hay que situarse en el lugar de opinante, cuidando mucho la aproximación a un tema tan sensible. Máxime cuando se cree, como es mi caso, que todos estamos afectados, de alguna manera, por este “mal”. Decía el propio Unamuno: «La pereza, se dice, es la madre de todos los vicios, y la pereza, en efecto engendra los dos vicios; la envidia y la avaricia, que son a su vez, fuente de todos los demás vicios».
Estando bastante de acuerdo con Don Miguel, pienso sin embargo que es importante definir cuándo la pereza es pereza y cuándo es el resultado de una dificultad personal no resuelta y originaria de la infancia o de otras vivencias limitantes. Estimo que hay casos y casos de pereza, y es conveniente hablar de ellos e intentar diferenciarlos.
Fernando Savater en su libro Los siete pecados capitales, en la parte dedicada a la pereza, dice que «en ningún caso debe confundirse la pereza con ocio. El ocio, ese tiempo que no se dedica a lo laboral, puede ser rico en otras experiencias. La pereza en cambio es inactividad y falta de motivación».
Este autor nos abre la puerta a otra perspectiva sobre este asunto. ¿Es la pereza un vicio que sólo debemos contemplar en relación a trabajar? Considero que la pereza va mucho más allá de si estamos trabajando con devengo económico o no. Durante el estudio, en las labores cotidianas, al madrugar, caminar, o en cualquier otra función, aparece la desmotivación o el descuido. Se produce al disfrutar de uno mismo, de la higiene, de la vida, en cualquier momento la flojera es una garra fría que corta las alas al perezoso y le arrincona en el desánimo.
El ocioso busca entretenimiento alejado de sus obligaciones, o distrae su atención de lo importante con evasiones en el tiempo de labor. Otra cosa diferente es lo que llamamos ocio. En él están contenidas todas las acciones, que siendo activas no son lucrativas. Podemos decir que un ocioso es aquel que deja de hacer lo que debe, en el tiempo que se lo propone, mientras que el ocio son actividades que uno decide libre de cualquier imposición ajena al propio deseo.
La R.A.E. dice de la pereza que es: «Negligencia, tedio o descuido en las cosas a que estamos obligados; y flojedad, descuido o tardanza en las acciones o movimientos». Uniendo estos comentarios y acepciones me confirmo en la creencia de que todos contenemos alguna partícula de pereza; bien sea hacia el movimiento en sí mismo (cuando estamos haciendo algo), o hacia aquello que consideramos un deber. Ahora bien ¿es causa o efecto? ¿Somos perezosos porque es inherente a nosotros, o detrás de la indolencia se esconde una razón que deberíamos estudiar? ¿Habría que buscar soluciones al origen de este problema, que en muchos casos afecta a lo social?
Dicen algunos autores que la pereza surge de una paralización de la voluntad y el consiguiente bloqueo de la acción. Si la falta de voluntad fuera el eje de la cuestión, cabe preguntarse si la baja autoestima es uno de los focos del problema. Si unimos la baja autoestima a la ausencia de voluntad, el resultado es una anulación de poder que reduce el movimiento activo de la persona. En este caso, la pereza es inherente al «no puedo y por ello cejo en el intento».
Detrás de algunos “vagos” hay muchas acusaciones de «tú no puedes», «tú no eres capaz». También de protección y excesivo celo, con claro menoscabo a los intentos de autoafirmación. Algunas tentativas de independencia acabaron en: «para qué lo voy a intentar si luego no vale». Escenarios, todos ellos, que esconden mellas en la autoconfianza; mellas que han desembocado en un sentimiento de impotencia o pseudopereza.
La complejidad en la que nos debatimos nos va conduciendo a experiencias múltiples, donde conviven los deseos con las frustraciones, los éxitos con los fracasos. Y si bien algunos adquirimos habilidades de gestión emocional, otros, por el contrario, lidiamos con las luces y las sombras de múltiples sentimientos, desembocando en un desbordamiento que nos sume en la apatía. Entonces se nos tilda de perezosos.
No quisiera parecer benevolente con mi pereza, pues no lo soy. Para mí la pereza no es buena. Lo que deseo es recorrer todos sus vericuetos, pues algunos de ellos esconden actitudes indolentes y ociosas cuya raíz está muy lejos de ser un vicio, y muy cerca de ser una impotencia vital.
Un buen ejemplo de esto último es la lasitud que aparece después de una comida copiosa, que nos ralentiza y aletarga la mente y el cuerpo. Este estado nos conduce a dormitar y nos convierte en holgazanes durante un buen rato.
También podemos meter en este bloque las alergias (la primaveral es la más conocida), Los alérgicos sufren de lentitud en sus reflejos además de sentirse torpes mentalmente. Durante la jornada, tienen crisis de inactividad y desmotivación, que en ocasiones son valoradas como pereza.
William Cowper decía: «Una persona perezosa es un reloj sin agujas, siendo inútil tanto si anda como si está parado». Pienso que hay muy pocas personas sin agujas, y sin embargo hay muchas otras que se sienten inútiles y paradas por un yo interno que las detiene y anula.
La próxima semana seguiré hablando de la pereza en los niños. Al igual que en los adultos, detrás de la pereza infantil hay sentimientos de inferioridad, complejos, malas prácticas educativas u ocultación de verdaderos problemas.
Leer más
Archivo Histórico

El post con más visitas del año 2009 (149)

Cada año, en las postreras horas del día 31 de diciembre, reflexiono sobre mi mejor actuación y la que menos me enorgullece del año. Analizo qué motivó ambas acciones y porqué he podido ser tan válida en una y tan poco correcta en la otra. Lejos de flagelarme por ello decido cuál de las dos quiero replicar para esto año y preparo mi plan de acción.
El blog que compartimos ha vivido también este chequeo, resultando que el post más visitado es el nº 91 Introversión y extroversión dos modos de enfocar la atención con 451 visitas.
Un recuerdo y agradecimiento a esta buena conversación mantenida con vosotros el pasado 17 de septiembre, jueves.
Introversión y extroversión. Dos modos de enfocar la atención (91)
Publicado por: Joaquina Fernández
jueves, 17 de septiembre de 2009 9:00
Durante su práctica médica, el psicoanalista y alumno de Freud, Carl Gustav Jung (1875–1961) observó que había dos tipos de individuos con dos maneras muy diferentes de enfocar su atención o interés. Uno de estos tipos era atraído por los objetos y todo aquello que veía en el exterior. Y el otro se quedaba impactado por lo que procedía de su interior.
A las relaciones existentes entre las influencias externas e internas Freud las llamaba «pulsiones» (energía psíquica profunda que orienta el comportamiento hacia un fin y se descarga al conseguirlo). Freud pensó que vivíamos entre dos pulsiones que eran antagónicas entre sí: una cuyo único afán era la preservación de la vida, y que nos arrastraba detrás de los placeres y los deseos, a la que llamó Eros, y otra que anhelaba la muerte y nos llevaba a buscar la calma, a la que llamó Tánatos. Jung reformuló esta visión de Freud y nombró extroversión a la pulsión  de Eros, e introversión a la de Tánatos.
El poeta alemán Goethe (1749-1832) estudió el comportamiento humano y las diferencias que percibía, empleando el término sístole y diástole para señalar estas diferencias. El poeta se fijó en que los hombres tienen dos modos muy diferentes de vivir y vivirse. Está el que siente una llamada que le pide apertura y libertad, como la sangre que sale del corazón para llenar todo el cuerpo (sístole), y el que siente un llamamiento interior que dilata su corazón y le colma de sangre (diástole). Este precisa de su silencio y recogimiento para vivirse en sí mismo. Se trata de dos modos de acceder al arte, la música, la belleza: uno comparte con el mundo; otro cierra sus ojos y reclina sobre sí toda la emoción para vivirla en soledad.
A pesar de las diferentes formulaciones, hay algo básico en todas ellas: la ilusión por las cosas que están fuera y la necesidad de salir de sí mismos que tienen unos, y la autocomplacencia que les aísla del entorno que poseen otros.
Para Jung, los extrovertidos interactúan con su entorno y participan de él seducidos por el objeto y todas las inmanencias que de él se derivan. Parece que están cautivados por el objeto, del que no pueden substraerse. El objeto es el valor preponderante, y el sujeto está subordinado a él. Es el movimiento que Goethe llama «sístole», y Freud «Eros».
Por otro lado, Jung dice que los introvertidos estiman al sujeto y dan muy poca importancia al objeto. Están interesados por lo subjetivo y tienen dificultades para relacionarse con el exterior. Se encierran en ellos mismos y sus circunstancias: la «diástole» de Goethe y el «Tánatos» de Freud.
Estas formulaciones nos aproximan a nuestra identidad, aunque al mismo tiempo también nos confunden. Ahora parece que somos una cosa y al rato otra. Para que podamos comprobar a qué grupo pertenecemos y eliminar la posible confusión, es necesario fijarse en el concepto de «preferencia».
Jung decía: «La extraversión se caracteriza normalmente por una naturaleza expansiva, abierta y complaciente, que se adapta con facilidad a una situación dada y crea vínculos rápidamente dejando de lado cualquier posible recelo». Es decir, que los factores externos son la palanca motivacional de los extravertidos, pues:
  • Adoran viajar, conocer personas y lugares nuevos.
  • Son y viven gracias a las relaciones con la familia y los amigos.
  • Necesitan los espacios abiertos: el sol, la montaña.
  • Se entusiasman con la naturaleza.
  • Les gusta hablar y verbalizar sus emociones o pensamientos.
  • Su aprendizaje es mucho más rápido cuando discuten o actúan.
  • Rehúsan las teorías y las explicaciones profundas.
  • Propician las relaciones y los proyectos.
En relación a la introversión, Jung considera «que es de una naturaleza vacilante, reflexiva y retraída que se encierra en sí misma. Rehúye de los objetos y tiende a estar a la defensiva». Podemos por tanto concluir que la palanca motivacional de los introvertidos es su mundo interior, pues:
  • Buscan los espacios privados para concentrarse.
  • Mantienen los pensamientos en sí mismos.
  • La naturaleza es un medio de reflexión, no de relación.
  • Les gusta escribir y callar sus pensamientos o emociones.
  • Su aprendizaje es mediante la reflexión y el análisis.
  • Se centran en sus intereses.
  • Rechazan las ideas o conclusiones superficiales.
  • Sólo se involucran si el asunto es muy interesante para ellos.
Si bien existe una preferencia, y es cierto que normalmente nos movemos fuera de los extremos, hay que cuidar estas particularidades. En los puestos de trabajo, en los colegios, en cualquier lugar de convivencia y desarrollo, deberíamos plantearnos favorecer el bienestar de ambas tipologías. Hablamos de continuo sobre la necesidad de rentabilizar resultados en las organizaciones, y pocas veces nos planteamos que los proyectos los realizan personas con determinadas peculiaridades, un mundo emocional, un temperamento… Para el caso que nos ocupa, son muy pocas las variaciones que tendríamos que hacer para lograr grandes éxitos.
Proponemos un estudio en el que ambas tipologías sean tenidas en cuenta para optimizar al máximo sus potenciales. En ningún caso se mermará la rentabilidad, ni será mayor el costo empresarial, si somos capaces de crear programas de desarrollo en el que se estudien las personalidades que conforman nuestros equipos. Y desde luego, debemos tener en cuenta qué y cómo somos en relación a nuestra configuración energética. El extravertido rellena sus «pilas» en el exterior y el introvertido en el interior de sí mismo. Si queremos personas que rindan al máximo, sean felices y además estén emocionalmente sanas, debemos recordar su configuración individual y única.
Freud habló de vida y muerte, Goethe de expresar y contener, Jung de objetos y personas. No hay que olvidar que somos cuerpo, sentimiento y mente. Pensemos juntos en soluciones. Gracias por vuestros comentarios.
¡Feliz día primero de 2010!
El post con más visitas del año 2009 (149)
Leer más
Archivo Histórico

Despedida del 2009 con alegría (148)

Darán las campanadas y sentiremos cierto alivio al despedirnos de este año caduco y postrero. Algunos lo han vivido con gran esfuerzo y pobres resultados. Otros han disfrutado de alguna que otra ventura que se entremezcló con algún fracaso. Quizá pocos disfrutaron de enormes beneficios y obtuvieron grandes éxitos. También están los que aceptaron el devenir de los hechos, y tomaron nota para aprender de las oportunidades de la crisis.

Sea como fuere, las conversaciones han sido bastante pesimistas y la alegría no nos estrechó socialmente ni en lo personal ni en lo profesional (no olvidemos que ambas parcelas están muy unidas). Lo mejor es que hemos curtido nuestra mente y nuestra emoción, y con ello somos un poco más adultos, lo que no quiere decir más sesudos. Para eso nos queda aún tiempo.
Todos agradecemos las nuevas relaciones que hemos atesorado, así como los lazos profesionales y personales que nos han enriquecido y apoyado una y otra vez.
Por nuestra parte, en mayo iniciamos este blog, y queremos agradecer las más de 35.000 visitas, los 162 amigos y todos los comentarios que han conformado este cuadro estelar que ha hecho del 2009 una película imborrable.
Desconozco las venturas que nos traerá el nuevo año. Ignoro si seremos mejores. Lo que sí quiero es que nuestras conversaciones defiendan por encima de todo la alegría y la aceptación de lo que pasa. Que no es, ni mucho menos, conformismo. Es un asunto de posición. Poner nuestro foco en las oportunidades de cambio, disfrutar del proceso y valorar los resultados. Y a tenor de estos, diseñar los planes de acción más oportunos, si es que se necesitan.
Mario Benedetti pensaba que había que defender la alegría de todo, hasta de la propia alegría. Esta poesía es un canto a lo mejor que tenemos, y que nada ni nadie nos debe arrebatar:
DEFENSA DE LA ALEGRÍA
Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

Defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

Defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

Defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

Defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

Defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría

Mario Benedetti

Espero que vuestros comentarios sean una valoración del año y una apertura al nuevo.
Leer más
Archivo Histórico

La coherencia social. Un propósito para el 2010 (147)

Las estadísticas son crueles. A veces nos hieren y nos conmueven. Pero pocos de estos datos, que son escalofriantes, nos movilizan. En muchos casos todo se queda reducido a algunos comentarios a la hora del café.

La coherencia social. Un propósito para el 2010 (147)Un ejemplo estadístico son los más de  49 millones de norteamericanos que pasan hambre (más de un 16% de la población). De esta cantidad, 35 millones están por debajo del umbral de pobreza. La ciudad de Nueva York tiene más de 1,5 millones de neoyorquinos que están en condiciones miserables, y una cantidad superior a 1,3 millones viven en situación de «emergencia alimentaria».
Estas cifras parecen poco relevantes cuando hay más de 1.020 millones de seres que están pasando hambre en la Tierra (según la FAO). Sin embargo, son muy representativas cuando hablamos de la nación más rica y poderosa del mundo. Un 12% de la población estadounidense vive pobre, con hambre y sin seguridad social. Estados Unidos es el único país de occidente que no tiene esta prestación para sus ciudadanos. Y si bien ya ha sido aprobado por el Congreso el plan para la seguridad social, es todavía incierto que el Senado ratifique esta propuesta. Todos los intentos de los presidentes anteriores fracasaron. Dicho Senado no ha denegado el apoyo a los bancos, a las inversiones de maquinaria bélica o a otros planteamientos que posicionan a esta nación como un referente poderoso, incluido el deporte.
El gasto en armamento realizado por Estados Unidos en el año 2009 sobrepasó los 580.000 millones de dólares. Con esta cifra y la prevista para el próximo año se resolvería gran parte del hambre de estos millones de seres. Pero este país está sumido en el temor a los ataques provenientes del exterior y necesita protegerse de ellos. E inclusive considera imprescindible acudir a las guerras de otros pueblos, bien por intereses petroleros, bien por afinidad con sus vecinos, con el consiguiente aumento del gasto. La guerra de Irak cuesta unos dos mil millones de dólares a la semana, y no hay que olvidar que, también semanalmente, se destinan a Afganistán 390 millones.
Aunque todos estos números son impresionantes, lo que ha motivado este post son las contradicciones vitales en las que vivimos. El cantante Bob Dylan ha donado todos los royalties de las versiones actualizadas de sus canciones In the Wind y Little Drummer Boy con el fin de paliar en lo posible el hambre en Estados Unidos. Desconozco cuántos dólares podrá recaudar este cantante, pero sean los que fueren, sólo atenuarían el hambre de unos pocos. Nunca se aproximarán a las cifras anteriores.
Independiente de la repercusión económica que pudiera tener el noble y generoso ofrecimiento de Bob Dylan y de otros artistas de gran filantropía, deberíamos estudiar una estrategia consecuente y real para paliar los despropósitos políticos y de gestión económica de nuestros regentes. Es inaudito que la primera nación mundial adolezca de planes de desarrollo en los que primen las necesidades de los ciudadanos y sus intereses sociales, por encima de cualquier respuesta a crisis externas. Vietnam y, en el presente, Irak, son una muestra de la poca utilidad de estas incursiones bélicas.
Si las naciones semejan una gran organización que rige los slots online intereses de sus ciudadanos, debería estar en la agenda como primer deber, y máximo derecho, el abolir el hambre y la miseria, además de las vitales cuestiones de salud y educación. En Estados Unidos más del 4% de su población es analfabeta, y aproximadamente un 25 % tienen dificultades para leer y aplicarse en la informática. Y esto sin contar a las personas que mueren por negárseles ayuda sanitaria.
Hablo de priorizar intereses. De comprobar dónde ponemos el foco de nuestra atención. En estas fechas muchos vivimos rozando los límites de inviabilidad económica, pero incrementamos nuestro gasto por unas fiestas que derivan en daños colaterales que son mucho más relevantes que los placeres que reportan.
Si los ciudadanos aprendiéramos el buen orden del gasto, si además sumáramos a ello la implicación en política social, si volviéramos a los debates de los antiguos griegos e indagáramos en el sentido real de la existencia del hombre, posiblemente hallaríamos soluciones más impactantes y de mayor contenido que el ejercicio de la caridad mal entendida. Ser caritativos en el amor y en la compasión tiene sentido, privar al hombre de sus derechos y convertirle en un deudor de otros hombres, no.
Estados Unidos es la primera nación del mundo y debería ser un espejo en el que todos nos miráramos. La duda que me acomete es si es la primera nación por los recursos de sus tierras o por la sabiduría de sus gentes. Porque si es por lo primero, pronto vivirá la tragedia de no haber cuidado su capital humano. Y no parece muy sabio que se entreguen millones de dólares para ayuda humanitaria en otros países cuando sus gentes padecen hambre.
Quizá habría que gobernar con el pensamiento enfocado hacia el pueblo y su bienestar, y además estudiar planes a corto, medio y largo plazo para que los ciudadanos del mundo puedan acometer un desarrollo integral. Porque subsidiar arbitrariamente y ante crisis puntuales sólo provoca que los mandatarios empleen estas cifras astronómicas en paliar sus errores, y no en que repercutan realmente en los necesitados.
Busquemos la coherencia en nosotros para revertirla en todo. Es un deseo para el año 2010.
Leer más
Archivo Histórico

Conversar con el público objetivo. El marketing de hoy (146)

Hoy tenemos millones de cosas para escoger. Cada día la oferta para elegir algo que nos interesa es más intensa. A la vez, nuestro tiempo para invertir en esa elección es más pequeño. Resulta tremendamente difícil lograr que nuestros productos sean escogidos entre un abanico de posibilidades tan amplio como el que tenemos.

Conversar con el público objetivo. El marketing de hoy (146)El video más visto en YouTube durante este 2009 ha sido el de Susan Boyle,  Britain’s Got Talent, con 120 millones de visitas. En segundo lugar, con más de 36 millones de visualizaciones, fue el de un niño mareado por el efecto de la anestesia. La película más taquillera del año es Luna Nueva, de la saga Crepúsculo, que versa sobre un vampiro vegetariano que tiene una novia que lo arrastra al amor.
Podríamos hacer muchos supuestos para identificar las tendencias actuales; sin embargo, nos equivocaríamos. Es inexplicable que el segundo ganador de un concurso de talento sea el video más visto, o que nos seduzca ver a un niño con las secuelas de una anestesia. Y más sorpresivo aún es que millones de personas vibren con las caricias de un vampiro y la posibilidad de que caiga sobre la yugular de su amada. ¿Por qué no despierta el mismo interés un trabajo científico, o un discurso de un líder, o cualquier otra oferta con más contenido y relevancia social?
Ante esta transformación de la demanda y de los intereses del público, cabe preguntarse qué y de qué modo podemos permear el mercado con nuestros trabajos. La tendencia no está conectada a la calidad, ni tan siquiera a la aportación inmediata. Hay algo mucho más inquietante e intangible que debemos analizar si queremos que nuestros esfuerzos se vean recompensados y a la vez estén orientados a las necesidades sociales.
En la actualidad no cabe hacer las cosas con un sentido personal. Hay que llegar a un colectivo ávido de sensaciones. Y todo ello sin hipotecar nuestros valores, ni perder de vista nuestras creencias o desestimar nuestra motivación intrínseca. Pero teniendo muy presente la orientación de aquellos a los que va dirigido el mensaje o el producto. Porque ahora no prima el producto sobre la idea, o esta sobre el servicio. Es igual lo que estés ofreciendo. Hay que tener en cuenta al público objetivo, conversar con él y comprender su móvil participativo. Bien sea para comprar, escuchar o interactuar.
Movilicemos nuestros intereses hacia lo novedoso, lo sorprendente, lo inesperado. Todo aquello que está dentro de los estándares ya está agotado. Nos impresiona lo mórbido, el dolor, lo extraño. Apasiona aquello que conmueve. No importa cómo, ni la utilidad de esa conmoción. Se valida lo que sorprende independientemente de su calidad. Los estímulos externos que faciliten las sensaciones, las vibraciones y en gran parte el divertimento insustancial.
Debido a esta oferta masiva, sólo aquello que gira 360º fuera de lo habitual moviliza, y se acaba hablando de ello en diferentes foros. Quizá no estemos ante un hecho aislado del siglo XXI. Los grandes hitos impresionaron en su momento al mundo, aunque ahora los matices son mucho más impactantes y veloces, porque está Internet y la tecnología visual en general. No obstante, posiblemente subyace dentro de este paradigma presente una búsqueda hacia lo conmovedor, lo que no quiere decir sensible.
El instinto participativo surge cuando se provocan e incitan los impulsos relacionales. Aquello que nos hace vibrar de amor y miedo. También lo que nos tensiona o estresa, o lo que nos permite evadirnos de los límites de lo cotidiano y nos trasporta lejos de nuestras costumbres. Nos entusiasma lo que nos hace relativizar el esfuerzo y facilita que las neuronas perciban intensas vibraciones. Y mucho más si todo ello rezuma algún nivel de incógnita y además se crea una conversación tácita entre el objeto y el consumidor.
Hay que reinventarse para potenciar el boca oreja y que nuestro trabajo traspase el silencio. El mundo está compuesto de un gran colectivo emocional que comparte lo que es proclive a ser aceptado por su grupo.
Pregúntate qué envías a tus amigos, de qué hablas. Después piensa para qué y encontrarás mucha similitud con lo que aquí he dicho. Los que queremos hacer un trabajo de sensibilización hacia un cambio y una trascendencia debemos cuestionarnos cómo llegar al público que lo necesita y qué debemos hacer para provocar un boca oreja penetrante y mantenido.
Quiero conversar con todos vosotros. Dadme por favor ejemplos en los que lo consigo y en los que no.
Leer más
Archivo Histórico

Las respuestas a buscando el amor (145)

En el post nº 141, «Buscando el amor», os pedíamos que compartierais vuestras ideas de cómo mantener la llama eterna del amor. Cuando leía algunas de vuestras respuestas, recordé el libro El banquete, de Platón, en el que Aristófanes apuntaba que los hombres no valoramos adecuadamente el «poder» del amor. Este filósofo pensaba que, si fuéramos conscientes de ello, lo reconoceríamos y le daríamos el boato y festejo que se merece. Aristófanes cuenta que al principio había tres géneros: el masculino, el femenino y el andrógino que participaba de los dos sexos. «La forma de cada individuo era en su totalidad redonda, su espalda y sus costados formaban un círculo; tenía cuatro brazos, piernas en número igual al de los brazos, dos rostros sobre un cuello circular, semejantes en todo, y sobre estos dos rostros, que estaban colocados en sentidos opuestos, una sola cabeza; además cuatro orejas, dos órganos sexuales y todo el resto era tal como se puede uno figurar por esta descripción.»

Las respuestas a buscando el amor (145)Según dice este filósofo, lo masculino procedía del sol, lo femenino de la tierra, y lo andrógino de la luna, porque este astro contiene a los otros dos. Era tal la fuerza y prepotencia que tenía el hombre en este tiempo, que atentó contra el Olimpo. Cuando Zeus, junto con los otros dioses, analizó la cuestión, decidió que el mayor castigo que podía conferir a este hombre circular y poderoso era cortarle en dos. Una vez sesgados, Apolo fue el encargado de darles la vuelta para que vieran su sección, formando el ombligo como recuerdo de este suceso. Este hecho generó la añoranza de un sexo por el otro, y a partir de ese instante trataron de ser uno solo. Para Aristófenes, el llamado amor es el anhelo de fundirse nuevamente una parte en la otra.
Este poder de atracción queda reflejado en algunas de vuestras consideraciones. La mayoría opináis que el amor nos hace sentirnos plenos. Como si algo que nos faltara nos fuera dado al sentir la aquiescencia del ser amado. Parece haber una carencia inherente en la soledad o el desamor.
El filósofo Sócrates, en los diálogos con Lisis, explica que si queremos ser amados debemos buscar la sabiduría, que no es el conocimiento teórico, sino el práctico. Y quizá tengamos que hacernos la pregunta de para qué es útil el amor, qué nos aporta amar o ser amados. Quizá sólo sea cuestión de sentirnos plenos, y cuando lo hayamos logrado no necesitemos el amor de los otros. O tal vez, después de sentirnos extasiados de amor hacia nosotros, nos sea mucho más fácil vincularnos a los demás incondicionalmente, porque nada movilizará nuestro estado personal. Puede que, como dice Platón en El banquete, confundamos el amor con necesidad, y hablemos de lo que logramos, y no de lo que es el amor en sí mismo. Si el amor fuera el autoconocimiento pleno, podríamos hallarlo simplemente con sumar todo lo que hemos buscado en cada relación que hemos tenido.
Fue Platón quien hablo de varios tipos de amor que recogen cada uno de los entramados del alma de los que habláis de alguna manera. Porque aunque no hacéis una diferencia entre cada tipo de amor que os conmueve, si se puede ver a través de vuestros comentarios, que tenéis formas diferentes de expresar el amor. Platón decía que el cielo se mueve por amor. La tierra también se agita por su falta. Amamos a la justicia, a los valores más éticos y a las personas que nos rodean. Sentimos un deseo sexual y también una conmoción por la naturaleza que nos rodea. Acariciamos a un animal y vinculamos el afecto en esta relación.
Todas estas manifestaciones amorosas Platón las categorizó en Eros (sexual) Philos (amistad, familia) Ágape (a la trascendencia, a lo insondable). Y cualquiera de estas manifestaciones del amor exige de nosotros un modo peculiar de enfrentarnos a nuestros errores, a nuestras claudicaciones y a lo que nos aleja y dificulta el amor pleno.
Supongo por ello, que cuando hablamos de cómo mantener nuestro amor por los demás, podemos considerar con quién, y cómo podríamos modificar comportamientos para que haya un mayor calado en la corrección de la expresión amorosa.
Este tejido de amores y rupturas puede detallarnos qué parte de nosotros separó Zeus. Ganar a los dioses del Olimpo puede ser tan fácil como hallar las unidades del yo que andan perdidas para que podamos aprenderlas para siempre. De este modo, todos estaremos completos y será posible desligarnos de la carencia. Porque podemos sentimos deficientes en las relaciones de pareja donde el sexo y la dependencia física sean más notables. Pero también podemos estar sumidos de rencor y distancia de algún amigo o de nuestros padres y familiares. Y cómo olvidar el amor a los valores y la ética que nos conduce al respeto social tan desprovisto en la actualidad.
Sea como fuere, el amor fue un dios muy discutido y analizado por los grandes sabios en el año 400 a.C. Ahora, debido a las prisas y al poco tiempo, tan sólo en raras ocasiones nos sentamos a debatir sobre lo que es el amor, y cuán necesario es en nuestra sociedad. Antaño los hombres se reunían y profundizaban sobre los bienes de la vida y cómo encontrarlos. Debemos exigirnos que los argumentos sean igualmente penetrantes y marquen un hito sobre la vida para las civilizaciones futuras.
Gracias a todas por esta oportunidad de pensar e indagar en nuestro particular banquete.
Leer más
Archivo Histórico

Qué bello es vivir. Nuestro propósito de vida (144)

El clásico de todas las Navidades “Qué bello es vivir” es la película más emitida en estas fechas en todo el mundo. Dirigida por Frank Capra, sus dos protagonistas son James Stewart y Donna Reed. Es una película sobre sueños que creemos no cumplidos, sobre cómo afloran las cualidades más excelsas, sobre nuestro propósito vital, sobre la amistad…

Os recomiendo pulsar el botón HD en el lateral derecho de la pantalla cuando de comienzo el video.

Si tienes problemas visionando el video PULSA AQUÍ, o en la siguiente fotografía:

Qué bello es vivir. Nuestro propósito de vida (144)

Leer más
Archivo Histórico

Respuesta de Elvira Navarro (143)

Respuesta de Elvira Navarro (143)Muchas gracias a todas por vuestras historias. Cuando me preguntan por qué escribo sobre la infancia y la adolescencia, me gusta citar un texto de la película La niña santa, de Lucrecia Martel, que dice así: «Teníamos catorce o quince años. El mundo tenía la medida exacta de nuestras pasiones. La intensidad de las ideas religiosas y el deseo sexual nos hacía voraces. Éramos implacables en nuestros planes secretos. Alrededor la vida se desnudaba, más rápido que nosotras en su basta complejidad. Estábamos alerta porque teníamos una misión santa, pero no sabíamos cuál era. Cada casa, cada pasillo, cada habitación, cada gesto, cada palabra, necesitaba de nuestra vigilia. El mundo era monstruosamente bello». Creo que vuestros textos reflejan también esta cualidad de la que habla la directora de cine argentina, y que se tiene durante los primeros años de vida, de asistir a los acontecimientos como si fueran epifanías.

Meruta, me gusta lo que cuentas porque me ha recordado la fatal impresión, muy viva en la infancia, de que acaba de escapársenos algún tipo de realización que parecía definitiva.

Siloé, gracias por ese vitalismo. A ti no parece habérsete escapado nada.

Cristi, hay un filósofo, Kant, que tiene toda una teoría sobre de qué modo lo exterior, la naturaleza (aunque tú hablas de una ciudad), refleja la libertad del hombre, y eso, cierto o no, es lo que logras trasmitir con tu cuento.

Tzazu, tu texto también refleja lo que le he comentado a Cristi, pero desde la voluntad. Y qué ganas no de huir, que también, sino de tirarse de cabeza a la aventura.

Miss Obsesiones, a veces creemos que alguien nos acompaña, y es una invención de la que no nos gusta responsabilizarnos. En el amor platónico, que es de lo que trata tu historia, se proyectan expectativas sobre la otra persona que son pura ciencia ficción.

Cristina V, yo soñaba con unas voces que me aplastaban. Y en un cuento perteneciente a mi primer libro, La ciudad en invierno, recreo un ambiente muy parecido al que describes:

«Miradas a hurtadillas, el sonido del reloj, las cortinas echadas y la áspera respiración de las mujeres adormecidas en el sofá; calma chicha en la que la pequeña permanece quieta, muy quieta, con los ojos cerrados como ahora y atenta a las virutas de muchos colores, hasta que a veces Estrella se despierta y viéndola en trance le pregunta:

– ¿De qué tienes miedo, Clarita?

La niña suele mirarla con ojos tristes. Algo parecido al desamparo llega, y se sabe infinitamente pequeña ante la tía, por cuyo amor siente verdadero asco.»

RA, de niña vivía en un pueblo atravesado por una carretera. Había un túnel subterráneo para cruzar al otro lado del pueblo, por el que tenía que internarme diariamente para ir a la escuela. Los chicos mayores nos decían que en el túnel vivía un doberman presto a saltar sobre nuestra yugular. Jamás lo vi, pero no he podido superar el miedo a los perros.

La Motita, te diría lo mismo que a RA.

D22, pienso que la obsesión tiene mucho de metaliteraria, pues su contenido es una mera excusa. Nos entregamos al estado obsesivo pensando que tiene un sentido. Pero no hay más sentido que el propio bucle.

Encarna, en La orilla escribo esto: «Nada es tan excitante como sentir que traspasamos el umbral de lo conocido, que somos capaces de ir de la mano con nuestro propio miedo y con la adrenalina en el estómago. Es como el vértigo que en las montañas rusas precede a la caída, sólo que en las atracciones de feria éste tiene un fin definido y mecánico, mientras que el territorio que se nos abre con los films continúa luego en la noche, cuando los fantasmas de la pantalla pueblan también los armarios y hacen moverse a los muñecos de su sitio». Les pido además a los fantasmas que no se les ocurra sonreírme.

Sara, yo creía profundamente en el hombre del saco. Que los adultos nos construyeran el mundo, o ciertas partes de él, como una amenaza, tenía dos cosas buenas: el misterio y el desafío.

Lorenzo, qué buenísima historia y qué bien escrita. En esto de escribir, la credibilidad depende de la coherencia entre muchos elementos (voz, tono, tema, ritmo, personajes), pero además hay un extra, un aura como de «verdad», no porque se nos esté adoctrinando sobre nada, sino porque se nota que lo que se narra viene de una necesidad del que escribe de contar esa situación y de trasmitirla con fidelidad. Por otra parte, la fidelidad no tiene que ver con contar las cosas tal y como ocurrieron, sino con ser fiel a las palabras que permiten vehicular lo que se pretende narrar, sin deslizarse a efectismos. Tiene que ver, en fin, con respetar la correspondencia entre la forma y el contenido. Tu pequeña narración, desde mi punto de vista, consigue todo eso. Y no te creas que es fácil, así que te felicito

Gracias de nuevo a todas y felices fiestas.

Leer más
Archivo Histórico

La orilla. Historia de una obsesión (142)

El vecino del sexto golpeó la puerta al cerrarse. El silencio de la noche se rasgó. Dejé la novela de Elvira Navarro, La ciudad feliz, encima de la mesilla, y cerré los ojos.

Mi madre había salido temprano a realizar la compra del mes  en el economato de la empresa. Toda vez que me dejaba sola tenía la misma sensación de libertad limitada. Sabía que mi madre descubriría mis andanzas. Cada uno de los paseos realizados a la zona prohibida se convertía en una agitación y un logro. Mucho miedo y la promesa de no volver a hacerlo.
«Desde ese día, no son pocas las veces en las que deseo atravesar la zona prohibida para comprobar si el vagabundo está sentado en la escaleras de la iglesia, y si se produce en mí el mismo efecto. También cuando juego por mi barrio, o atravieso la ciudad en coche o en el autobús del colegio, permanezco atenta de una manera de la que no soy del todo consciente.»
Bajé del autobús a la hora de siempre. Miré hacia las casas de contraventanas verdes. Allí estaban ellos. Habían llegado en la última remesa de migrantes andaluces. Giré 360º sobre mis pies, y en lugar de acercarme a mi casa de contraventanas rojas, bordeé la barandilla de los bloques de detrás de mi casa. Con pasos temblorosos bajé la escalinata que separaba ambas zonas y eché a correr. No miré en ninguna dirección. Rápida, con mis libros a cuestas, llegué jadeante. Llamé a la puerta y esperé. Mi madre ni me miró. «Ten cuidado por donde pisas que acaban de encerar el suelo.» Respiré. Hoy había salido victoriosa.
La orilla. Historia de una obsesión (142)«Me detengo en la boca del garaje donde mis padres guardan sus coches. Tengo miedo. Espero justo donde empieza la rampa, aspirando el olor a neumático y gasolina, enfrente hay una papelería con un luminoso morado que acaba de encenderse, y todo está impregnado de humedad. Le doy vueltas a lo que me acaba de pasar; lo que más temo es estar volviéndome loca.»
La niña va entretejiendo la obsesión, y cada día hay algo de sí misma se pierde. Cruza los límites de la sensatez y aspira a una relación desconocida. Aquello que extralimita los muros de la coherencia en la que vive, que arrincona a sus padres y les subyuga, le genera una inquietud que la vitaliza y la arrebola. El colegio, los estudios, las rutinas… Una a una las va dejando atrás, y conforma una novedosa estructura de entramados sensibles y frágiles.
Todos estábamos muy inquietos. De la parte de atrás había llegado la noticia. Un «coreano» (mote que les habíamos puesto a aquellas gentes extrañas que venían a trabajar en la empresa) había muerto. Nunca había visto a un muerto. Nadie en la familia había fallecido. Sentí miedo, y un vahído me nubló el pensamiento. Era muy cobarde. Sabía que no me atrevería a cruzar de nuevo aquellas escaleras. Pero tampoco podía perderme la visión de la muerte. Qué sería aquello. Suponía por los libros que había leído que el hombre no estaría, que sólo habría quedado su cuerpo. Cuando la profesora de matemáticas me sacó al encerado deseé desaparecer. No quería que se marchara mi muerto. Llevaba todo el día esperándolo. Ahora tenía que contestar presta si no quería quedarme castigada.
«Mis padres jamás se han visto, en lo que a mí respecta, con un problema que les lleve a tomar decisiones que jamás habían imaginado que tendrían que tomar, y eso les produce una extraña parálisis.»
Vivo paralizada. Jamás pensé que tendría que enfrentarme a decisiones ante las que tuviera que reafirmar mis ideales, mis capacidades, mis competencias. La diaria y cotidiana tarea no ayuda. Permite pocas huidas hacia delante. Y el miedo se hace opresivo. Divagaciones reiteradas y absurdas.
Bajé. Cuando llegué al tanatorio improvisado había varias personas que podían decirle a mi madre que estaba allí. Autoridades, el practicante, el señor Ureña, nuestro médico de cabecera, Don Manuel. Nadie más había sido valiente. Fuera había visto a Maribel, a Covadonga, a Toñín… Se escondían en la esquina de la última casa de resguardos rojos. Me habían mirado de soslayo y evité darme por enterada. Ahora estaba allí. Delante había una caja de madera muy sencilla. Dentro yacía el muerto. En la cabeza tenía una tela que sujetaba su mandíbula. Los ojos permanecían entreabiertos. El tórax no oscilaba. Miré una y otra vez aquel cuerpo. El pavor y el pánico me atenazaban, pero no podía desplazarme. No quería que estuviera quieto. Quizá era malo, como me habían dicho. Posiblemente me hubiera hecho daño, pues eso me habían asegurado. Pero yo quería agitarle, conmoverle. Pedí a Dios que le ayudara. Que le trajera al mundo de nuevo.
Mi primer muerto era irrecuperable. No había milagros para su muerte. Sor Inés me había dicho que Jesús lo arreglaba todo. Que sólo le tenía que pedir y se cumplirían mis deseos. Yo sólo tenía uno. Lo supliqué allí mismo. Sálvale, repetía una y otra vez.
«El vagabundo está en el bar del chaflán de enfrente, sentado en una mesa junto a la ventana, ante su jarra doble llena de vino con gaseosa. Me detengo y pego la cara al cristal; el vagabundo me mira un momento, o eso creo, pues yo finjo observar el interior.»
No le salvaron. Yo fingí que no me importaba. Cuando salí de allí la calle era distinta. Ya nada volvería a ser igual. No contestaban a mis súplicas. Los malos no merecían morirse y quedarse quietos en una caja. La niña iba perdiendo la capacidad de encontrarse con su niñez, con su vida desde que se había topado con el vagabundo y deambulaba por las zonas prohibidas. Frotaba su alma contra el sentido de las cosas. Miraba, buscaba e intentaba localizar su obsesión particular. Todos anudamos nuestros sentidos, mientras que los demás son espectadores mudos.
«En el bar todo el mundo nos mira. Charlamos casi a diario veinte minutos, y el dueño está cada vez más interesado en saber qué significa eso de que una niña vaya a su local y se siente a hablar con un desarrapado.»
Con un desarrapado o con cualquier cosa que nos dispare la imaginación, nos aleje de los estándares, nos aduzca hasta perder el sentido del yo, cada día uno de nosotros ha escrito una pequeña historia. Como este maravilloso trabajo de Elvira Navarro que nos evoca nuestra infancia, nuestra vida, ese momento en que pasamos a la otra orilla para arrebatarnos de sensaciones y convertirnos en pequeños héroes.
Escribe tu pequeño guión de unas diez líneas sobre alguna obsesión que hayas vivido para que la autora repase tu cuento y te lo comente. Para que te anime a escribir y a descubrir que detrás de ti siempre perdurará algún recuerdo. Porque lo que nunca dejará de existir es la memoria.
Este post entremezcla una historia personal, que se une y acompaña a retazos de la novela. Mañana Elvira Navarro contestará a las historias que escribáis hoy.
Leer más
Archivo Histórico

Buscando el amor. Recuperar la ilusión perdida (141)

El sábado 7 de diciembre a las 12 horas, cuando empezaron a sonar las campanas de mediodía en todas las iglesias de Siena, entrábamos en el laberinto de calles que bordean la Piazza del Campo, eligiendo en este caso la Vía di Citta, que accede a la Piazza a través de una escalera por detrás de la Fonte Gala.

Nuestros pasos fueron ralentizándose a medida que se abría a nuestros ojos aquella magnificencia. No podíamos definir qué era lo que nos impedía acelerar el paso, si el color de su empedrado marrón alineado en formas perfectas, o su Palazzo Pubblico gótico de 1342, o el conjunto de gentes, cielo y construcciones contenidos en un marco incomparable.
Nos embebimos de sustancias, de múltiples sensaciones, dentro del pasadizo que nos transportaba a un lugar irrepetible. Habíamos oído decir que la Piazza del Campo era la más bella y animada de Italia. Inclinada, semeja un inmenso teatro, en cuyo escenario estaba el Palazzo Público, desde donde parten ocho líneas que dividen este inmenso graderío en nueve sectores, simbolizando los nueve representantes que regían antaño esta próspera urbe.
A eso de las dos de la tarde empezamos a notar el frío de este día cercano al invierno, y decidimos tomar algo caliente y reconfortante en alguno de los cafés – restaurantes que bordean la zona norte de la Piazza.
Buscando el amor. Recuperar la ilusión perdida (141)
Entramos en Il piano. Buscamos un lugar resguardado, donde unas mesitas redondas, revestidas con un mantel sencillo, fueron nuestras compañeras, junto con dos minestrones en cazuelas muy pequeñas. Era un lugar estratégico por lo cercano a las cristaleras, desde donde podíamos observar toda la zona y sus gentes. En frente de nosotros estaba un joven. Entre sus manos un periódico de la ciudad con el que se parapetaba para escudriñar el entorno. Giraba su mirada ante cada personaje que pasaba más o menos cerca. Si coincidía su mirada con alguno de los observados, rápidamente bajaba sus ojos y los centraba en el diario.
A la izquierda, en una mesa muy cercana, se encontraban dos jóvenes que parecían extraídos de una revista de moda. Ella, rubia, con gafas de diseño, labios carnosos pintados de escarlata, y unas formas exuberantes escondidas tras su ropaje negro. Él era de complexión suave, y lucía una melena castaña oscura que le llegaba hasta el final del cuello. Vestía unos pantalones de franela, y su gabardina gris de tres cuartos pendía de la silla.
De pronto, ella tomó entre sus manos la cara del joven, e inclinándose le dio un beso en la boca con fruición y ansiedad, llena de una pasión que el joven correspondió acariciando con sus dedos largos y finos el hombro de la muchacha, atrayéndola un poco más hacia su pecho. Una vez separados los labios iniciaron un juego de miradas y caricias delicadas y profundas. Me sentí ajena a todo lo demás, y agradecí a la pareja su calurosa aproximación romántica. Una sensación de intimismo roto me hizo girar la cabeza en dirección contraria.
Sentado dos mesas más allá, estaba un hombre de mirada penetrante y ceño fruncido. Enfrente una mujer muy delgada, de ojos grandes melados y una nariz recta, con aletas bien dibujadas. El hombre gritaba. Me parecía estar oyendo con la mayor claridad cada una de las palabras pronunciadas. En un momento él acercó su cara a la mujer y agarró su brazo con manos que semejaron garfios. La mujer echó su cuerpo hacía atrás y se soltó violentamente de su opresor. Gritó. Un gesto desagradable inundó su bello rostro, y con determinación se alejó, corriendo.
Unos pocos metros separaban a una pareja de la otra, y sin embargo toda una vida de ilusión y reproches conformaban ambas actitudes.
Hay millones de líneas escritas sobre el amor y el desamor. En ningún texto encontramos resuelta la causa. Me inquieta esta incógnita amorosa. Cada uno soñamos con una relación que mantenga la quimera de eternamente juntos. Pero las horas de amor imperecedero son cada día menores.
Muchos se quedan solos, como el joven que se escondía detrás de un diario. Otros cambian de pareja de continuo. Muchos conviven juntos como grandes amigos, no como enamorados.
¿Qué agotó el amor? Quizá nos falla la confianza, y perdemos nuestra autoridad ante el otro, y eso nos desdibuja y nos anula. O rechazamos los retos de la diversidad y nos confabulamos contra la diferencia que presenta la relación día a día. También puede ser que la comunicación se torne tediosa. Tal vez no estamos seguros de ser amados, y el miedo a la ruptura y a la incertidumbre nos lleva a hipotecar nuestro yo.
Cuando he observado el amor de los amigos verdaderos, he podido detectar una aceptación incondicional. Exenta de críticas y plena de colaboración desinteresada. En el amor entre dos deberíamos aprender a replicar la amistad y afianzar el gozo sexual con total respeto, abriendo nuevas vías de deleite que conviertan cada encuentro en único.
Siena y la Piazza del Campo va tiñéndose de los rayos tardíos, y regresamos hacia Roma. En el coche apenas hablamos. El cielo muestra nubes de un gris platino, como si prometieran nieve.
Me gustaría que vuestros comentarios se orientaran hacia cómo recuperar el amor. ¿Cuál sería el plan de acción para lograrlo?
Leer más